Capítulo 1: Traigo un mensaje para ti

Por fin llegaba a su casa luego de tanto estar trabajando. Al entrar, prendió las luces de la sala y fue directo a desplomarse en el sillón. «Un día menos», inhaló hondo y exhaló para intentar relajarse, al mismo tiempo que apoyó su cabeza en el respaldo.

No tardó mucho en encontrar algo que le molestaba: el silencio en su casa no era algo que quería encontrar. «¡Genial! Gran trabajo Gustavo. Sabías que esto iba a pasar si te casabas con una mujer que solo te atrajera por su físico».

Se inclinó hacia adelante y con su mano izquierda empezó a refregarse los ojos, estuvo todo el día leyendo documentos en la oficina y tenía la vista cansada. Una vez que termino, continuo con lo que estaba pensando. «Tener una esposa trofeo tiene sus ventajas: resaltas en las reuniones, ya sea del trabajo o de la familia, impresionas a los que te rodean, te da cierto estatus y, sobre todo, pareces alguien más exitoso frente al exigente de papá», sonrió al pensar en esto y no pudo evitar darse cuenta de que le faltaba algo por importante por mencionar. «Además... el sexo es increíble».

Tan rápido como apareció su sonrisa se fue. Sabía que todas estas cosas solo servían para aparentar, salvo por la última que si era para su disfrute, aunque... «Pero eso solo fueron los primeros años. Ahora debo esperar encontrarla de buen humor para tener algo de intimidad, siempre tiene excusas para evitar eso. ¡Lo mínimo que tendrías que hacer es confortarme!», levantó su mano y con fuerza dio un golpe en el sillón por la frustración. «Trabajo como un infeliz para tener esta enorme casa, unos lindos autos, una buena vida y todos los lujos que quieras, ¿y cómo me lo agradece? ¡Ni siquiera está cuando regreso a casa, sé la pasa de fiesta con sus amigas y solo se preocupa por ella!».

Se llevó las manos a la cara y se tomó unos segundos para calmarse. «Ojalá... no hubiese desperdiciado toda mi tiempo estudiando. Si tan solo me hubiese enfocado en lo que realmente quería... tal vez... Podría haber terminado con Cristina».

Pensar en la única chica por la que había sentido algo de verdad lo alegraba un poco. Recordar todo ese tiempo que pasó a su lado lo hacía escapar de la realidad. Fue su mejor amiga por muchos años y nunca tuvo el valor de confesarse. No solo eso, tampoco le había dedicado el tiempo que quería a su relación con ella, ya que estaba muy ocupado estudiando para complacer a su padre.

Se levantó de donde estaba y se dirigió a la cocina, directo a la cava de vinos, la cual ocupaba gran parte de la pared. Sin pensarlo mucho, tomó el sacacorchos y destapó el más caro que había. «Lo tengo guardado esperando un momento especial, ¡ja! Hoy me apetece darme un gusto, de todas formas, puedo comprarme otro luego», sin perder tiempo, se llenó una copa y la bebió al instante. Esto no era suficiente, por lo que repitió el proceso. Se dio cuenta de que no necesitaba una copa, la dejó a un lado y se llevó la botella.

Se fue de la cocina, pasó por la enorme sala ,llena de cuadros y adornos de mármol, y subió las escaleras de caracol, hechas de cristal. «¡Qué casa tan linda! ¡Tanto sacrificio y tanto esfuerzo para obtenerla! ¿Y para qué?», fue directo hacia su oficina y se sentó en su silla giratoria. «¿De qué sirve tener una casa tan grande? Solo hace que me sienta solo y vacío», al darse cuenta de que se deprimía, se impulsó con sus pies para poder girar.

Ver todos los títulos colgados en la pared, junto a los estantes totalmente llenos de trofeos y menciones, no lo estaban ayudando a quitar aquel desagradable sentimiento que lo atormentaba.

Miró su mano, en la cual tenía la botella y no quiso desaprovechar la oportunidad para seguir bebiendo. Se le cruzó por la cabeza ver cuánto podía aguantar haciendo esto.

Luego de unos segundos, se detuvo al sentir que ya se había acabado el vino. Estaba algo mareado, por lo que soltó la botella en el piso, puso sus brazos sobre el escritorio y luego apoyó la cabeza sobre estos.

«¿Qué estará haciendo ahora Cristina? De seguro es muy feliz... Si la hubiese elegido a ella en vez de complacer a mi padre, ¿seríamos felices juntos? ¿Esta casa no se sentiría de la misma forma que ahora con ella aquí?», cerró sus ojos y empezó a fantasear con una vida al lado de su amor imposible.

Unos minutos después, cuando estaba apunto de dormirse fue interrumpido por una voz masculina:

—Parece que estás disfrutando lo que imaginas.

—Bueno... la verdad es que sí, es mi mente y puedo hacer lo que yo quiera —respondió sin abrir los ojos.

—¿No te gustaría qué se haga realidad?

—¿De qué estás hablando? Eso es imposible —respondió Gustavo, a la vez que se reía por la tontería que acababa de escuchar. Estaba medio dormido, por lo que no entendía bien lo que pasaba.

—¡Abre los ojos Gustavo, mírame! Vine a traerte un mensaje.

—¿Un mensaje? —Levantó la cabeza y abrió los ojos —. ¡Aaaahh! —grito asustado, al mismo tiempo que se impulsó para atrás—. ¿¡Quien eres!? ¿¡Cómo entraste!? —Miró a su alrededor, buscando por donde escapar.

Frente de él había un hombre de su misma edad, vestido con un elegante traje negro, una camiza blanca y una corbata roja. La sonrisa que llevaba en el rostro era de bastante llamativa por lo blanco de sus dientes.

—Tranquilízate, no voy a hacerte daño. Vin...

—¿¡Estoy soñando!? —Interrumpió Gustavo, luego se refregó los ojos para confirmar que está despierto. Al darse cuenta de que ese sujetó seguía frente de él, se asustó aún más.

—Siempre es divertido ver como reaccionan —comentó el hombre luciendo su gran sonrisa.

Después de unos instantes de pánico, Gustavo se calmó. No porque quería, sino que entendió que lo mejor era hacerle caso al sujeto, de esta forma se iría sin hacerle nada.

—Te daré lo que quieras, pero por favor... no me hagas daño —suplicó Gustavo.

—No te preocupes, no voy a lastimarte —respondió el hombre al instante, en un tono amable—. Como te dije antes, vine porque tengo algo para darte.

Gustavo cada vez se encontraba más confundido.

El hombre desconocido al notar que ya le estaba prestando atención, continuó hablando:

—Vine para decirte que dentro 31 días podrás pedir un deseo —dijo mientras levantaba sus brazos en señal de que le está dando una gran noticia.

—¿Eh? ¿Es una especie de broma? —respondió Gustavo confundido, todo el miedo que tenía desapareció. No entendía nada de lo que estaba pasando. ¿Acaso le estaban jugando alguna especie de cámara oculta o algo por el estilo?

—No. Tal y como lo oyes, voy a cumplirte un deseo —le repitió sin perder la gran sonrisa que tenía desde que apareció—. Soy lo que ustedes los humanos llaman como... ángeles. Aunque también me han dicho: demonio, dios, diablo, etcétera.

«Al parecer este sujeto no es una amenaza, es solo un loco», pensó Gustavo. Lo que por un momento le dio algo de tranquilidad, pero solo fue por unos instantes. «¡Un momento!, eso es peor, una persona que no está bien de la cabeza es mucho más peligrosa... teng...».

—¡Auch, Gustavo! —Llevó su mano derecha al pecho, como si lo hubiesen lastimado —. No está bien pensar así de alguien que acabas de conocer. No estoy loco o por lo menos no creo estarlo.

—¿Cómo supiste lo qué estaba pensando?

—Ya te lo dije... no soy un humano.

«Esto no es real, esto no es real, ¡despierta!», pensó Gustavo a la vez que cerró sus ojos y apretó sus puños con fuerza. Luego de unos segundos, abrió lentamente uno de estos y se sintió aliviado al ver que estaba solo, por lo que abrió el otro al instante y empezó a mirar a su alrededor.

—¡Lo sabía! Fue un sueño... Es la última vez que bebo ese vino —suspiró y se recostó sobre su silla. Todo su cuerpo se sentía ligero, creía que se debía a los nervios y la tensión de hace un momento.

Miró una vez más a su alrededor, solo para estar seguro. Al ver que no había nadie en la habitación, se levantó y solo por las dudas, se preparó agarrando la botella vacía que estaba en el suelo para defenderse de ser necesario. Se estiró hacia abajo para agarrarla y...

—¡Buuuuu! — Apareció el hombre frente a Gustavo para sorprenderlo.

—¡Aaaahhh! —grito y sé cayó al suelo.

—¿Ahora me crees? No estás soñando.

Gustavo se tomó unos instantes esperando que su corazón se calmara, por el susto sintió como si se le hubiese salido del pecho. Unos segundos después, empezó a tomarse en serio al "ángel" que tenía enfrente.

—Dime... supuesto "ángel" —Hizo una seña con sus dedos para remarcar que aún no creía en lo que le acaba de decir—, ¿puedes darme otra prueba de qué en verdad lo eres?

—Claro, ¿qué te parece esto? —contestó mientras empezaba a levitar.

Gustavo, no sabía cómo reaccionar a todo lo que estaba pasando, pero no podía hacer de lado que le pareció asombroso lo que veía. Se acercó, temeroso, con mucho cuidado y empezó a pasar su mano por debajo de los pies del ángel.

—¿Satisfecho? —preguntó el hombre, con una sonrisa de victoria.

—Emmm... sí, supongo. ¿Pued...?

—Adelante, no podrás tocarme, salvo que yo quiera. Pero puedes intentarlo.

Otra vez estaba leyendo su mente, le era difícil no creerle ahora. De todas formas, para estar seguro estiró su mano para tocarlo y aun sabiendo lo que iba a pasar, se sorprendió cuando esta lo atravesó.

—Está bien... te creo. —dijo Gustavo, dándose por vencido ante lo que pasaba.

—¡Por fin! Ahora basta de divertirnos y pasemos a lo importante —Levantó su dedo y lo señaló —. Tú, Gustavo Maldonado, abogado muy exitoso por cierto, con 32 años conseguiste hacer de múltiples especialidades y una basta cantidad de logros. Proveniente de una familia que se especializa en este rubro no es de sorprender, pero... has logrado superar toda expectativa. ¿Debería felicitarte o... compadecerte?

Al ver que Gustavo no respondía nada, ni mostraba ningún tipo de reacción, siguió.

—Que aburrido... —Hizo un pequeño puchero y luego volvió al tono animado con el que estaba—. Habiendo dicho todo eso, por tercera y última vez te lo repito, voy a concederte un deseo —dijo mientras giraba las palmas de sus manos de manera rápida.

Ahora si le prestaba atención, sería un tonto si siguiera asustado. Aunque, le parecía de mal gusto la forma tan animada en la que se expresa el ángel, parecía como si fuese el anunciador de algún premio y tuviera que exagerar para llamar la atención.

—¿Puedo desear lo qué quiera? —preguntó Gustavo, mirándolo de manera fija.

El ángel cruzó sus manos para formar una cruz, al mismo tiempo que hizo un sonido como si se hubiera equivocado.

—No. Puedes desear casi cualquier cosa... Hay unas pequeñas reglas —Hizo un pequeño movimiento con las manos y la silla rodeo el escritorio para ponerse detrás de Gustavo, y al instante, con su dedo índice lo empujo para que se sentara.

Este tipo de cosas hacían que él se siguiera sorprendiendo. Una cosa era verlo en películas, pero al vivirlo era demasiado raro, no era fácil acostumbrarse. Sin darle tiempo a que asimile lo que acababa de pasar, el ángel continuó.

—Regla número uno. —Levantó su dedo índice y lo puso en frente de Gustavo —: durante los próximos 31 días voy a estar a tu lado. Para ser exacto, no puedo alejarme por más de dos metros de distancia.

—Hmmm, ¿eso es necesario? ¿Qué tiene qué ver con lo del deseo?

—Digamos que... puedes llamarme cuando tengas alguna duda o quieras preguntar algo. De lo contrario, solo estaré cerca de ti. Creo que es obvio, pero el único que puede verme eres tú, salvo que no quieras, de esa forma estaré a tu lado sin que me notes.

—Sigo sin ente...

—Además no leeré tu mente, salvo que quieras que lo haga. Esto es... digamos que para "nuestra diversión". Lo entenderás con la última regla.

—Okey, ¿Cua...?

—Regla número dos. —Ahora pone dos dedos en frente de él—: no puedes desear nada que interfiera de manera directa en la vida o la muerte de otras personas. Eso quiere decir, nada de curar enfermedades terminales, revivir muertos, o asesinar a alguien.

—¿Pero si podría desear poder curar mis enfermedades o ser inmortal?

—Claro, lo entendiste rápido. Sé que va a sonar algo tonto, pero por culpa de las películas y las redes sociales tengo que aclararlo: tampoco puedes desear más deseos o "el poder de tener todos los poderes".

—Parece que llevas mucho tiempo haciendo esto.

—Como abogado deberías entenderlo mejor que nadie, ustedes los humanos siempre buscan encontrar "un vacío legal" a las reglas. Estamos bien preparados para que no les sea tan fácil.

—¿Estamos?

—Regla número tres —dijo al instante para cambiar de tema —: una vez que llegue el momento de pedir lo que quieras, no hay vuelta atrás. Cuando digas la palabra "deseo" debes estar seguro de lo que quieres, no hay segundas oportunidades.

—Eso suelen decir cuando hay alguna especie de trampa. ¿Realmente vas a cumplir lo qué desee? ¿O vas a darme lo qué creo que quiero?

—Voy a darte tal cual lo que desees, pero si por alguna regla se contradice, se te acomodara para que pueda ocurrir. Esto puede llevar a que no sea exactamente lo que quieres.

—¿De verdad es por eso?

—Tendrás que llegar a ese momento para saberlo.

Gustavo usó una de sus manos para taparse la boca, era un hábito que tenía para tratar de disimular su sonrisa. Suele hacerlo cuando siente que ya ganó, pero sabía que no debía demostrarlo, no hasta que todo acabara, de esta forma le podía sacar más provecho a la situación. «Esto es perfecto... seguro hay alguna especie de trampa, pero ya estoy acostumbrado a esto. Solo tengo que ser cuidadoso y podré sacarle el mayor provecho, no me voy a dejar engañar», al instante recordó que no es bueno pensar, ya que le pueden leer la mente.

—¿Sigues leyendo mis pensamientos? —preguntó Gustavo un poco asustado.

—No, ya no es necesario. Siéntete libre, al menos que pienses algo que quieres que yo escuche. entonces tendrías que avisarme, sería como: "ángel escúchame o ángel, ¿estás ahí?" O cualquier cosa de ese estilo.

—Ya veo —respondió aliviado—. ¿Cuántas reglas faltan?

—La última: un día antes de que se cumpla la fecha dada, se te pondrá una condición extra.

—¿Qué clase de condición?

—Una extra —respondió intentando hacer un chiste.

—...

—No tienes sentido del humor —dijo de manera desanimada y luego se puso serio—. Es diferente para cada persona, por eso debo pasar 31 días a tu lado, para tratar de conocerte y elegir qué restricción ponerle a tu deseo antes de que lo pidas.

—¿Y para qué harías eso?

—Bueno... a decir verdad, es divertido.

—¿Divertido? ¿Dónde está lo divertido?

—No lo entenderías. Nosotros dejamos de lado nuestros poderes y nos limitamos a usar solo nuestra mente... Sería algo así como cuando vas a jugar a las cartas. Es aburrido saber siempre los resultados y las manos de tus oponentes, pero si tienes que esforzarte para ganar y usar tu cabeza para lograrlo es gratificante.

Gustavo seguía con su cara de confusión, con esa explicación le costaba mucho más entender.

—Ya, ya. Solo traté de explicártelo, hay otros asuntos de por medio, de los cuales no puedes saber —dijo el "ángel" para continuar.

Gustavo al darse cuenta de que esto no llevaba a ningún lado, prefirió no darle importancia. Ya que era algo que no lo involucraba. Además, aún no entendía bien la cuarta regla.

—¿Puedes darme un ejemplo de cómo se aplicaría esta "condición extra"?

—Claro... Supongamos que en estos 31 días, llegaste a la conclusión de que tu deseo es poder saber lo que piensan los animales. Un día antes de pedirlo, tendremos nuestra pequeña reunión y te diré: "Mientras más uses lo que vayas a pedir, más te convertirás en ello".

—¿O sea qué me terminaría convirtiendo en un perro?

—Terminarías actuando como animal, por eso llegarías a saber lo que piensan. ¿No es divertido?

—Pero... entonces, solo tengo que cambiar lo que iba a desear.

—Bueno, sí... pero no conseguirías lo que realmente quieres. Además, teniendo un día para pensar algo tan importante, puede que no llegues a estar satisfecho y más aún sabiendo que esta condición afectará cualquier deseo.

—Ya veo. Supongo que tengo que tener en mente un plan B.

—Supones bien, mi querido abogado.

Gustavo se quedó en silencio, al instante empezó a imaginarse todas las cosas que podía pedir. Ahora que entendía, creía saber cómo funcionaba todo. Por eso, no quería perder tiempo, era importante pensar en todas las posibilidades para sacar lo mejor de esta gran oportunidad.

—¿Alguna otra pregunta, Gustavo?

—Ah, no... creo que está bien así.

—Entendido. Ya sabes, si quieres saber algo, llámame, te estaré observando. —El "ángel" sonrió y se despidió con un pequeño gesto con la mano, mientras se desvanecía en el aire.

—Okey. Lo tendré en cuenta.

Gustavo, al sentir que estaba solo, miró sus manos, aún temblaban por todo lo que acababa de pasar. Luego, sonrió emocionado. Sin perder tiempo llevó su silla a su lugar y pasó su mano por encima del escritorio para tirar todo lo que había encima de este. Busco en los cajones una libreta, algo para anotar y empezó a escribir.

«¡Tengo una oportunidad de oro! ¡Puedo desear casi cualquier cosa!», pensó mientras anotaba las cuatro reglas. «Debo escribir todo lo que se me ocurra y prepararme bien para cuando llegue el momento de hablar con el ángel», no podía dejar de sonreír, ni de escribir, tenía tantas cosas en la cabeza que no había forma de que se calme. Por fin se sentía vivo de nuevo, tiene la oportunidad de arreglar su vida. «¡Qué suerte la mía! No voy a desperdiciar ni un día para prepararme, ya no tengo nada que preocuparme», todo el cansancio que llevaba desapareció, estaba como nuevo. Sabía que iba a estar toda la noche entretenido con esto...


Fin del capítulo 1

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