❦┃002...❜


Sabía que debía levantarme. Era la quinta vez que mi alarma sonaba y, al otro lado de la puerta, podía escuchar el bullicio de mis padres y hermanos preparándose para sus tareas del día. Pero solo pensar en los trabajos y proyectos pendientes me hundía aún más en la comodidad de mi cama.

Quedan pocas semanas para graduarme, pero los profesores no han mostrado piedad. Exámenes, entregas, y proyectos abarrotan cada día de estas últimas semanas. Cuando decidí estudiar dos carreras al mismo tiempo, no imaginé que sería tan agotador. Pero lo es. Y mucho.

Mi arrepentimiento fue interrumpido abruptamente cuando la puerta de mi habitación se abrió de golpe, y un chorro de agua fría me empapó la cara y el pijama.

—¡Vamos, perezosa! Ya es tarde para la FEE —escuché la voz de mi querido hermano mayor, Finnick.

—¡Despierta, niña del demonio! —agregó con tono burlón.

Me incorporé de un salto, fulminándolo con la mirada.

—Tienes tres segundos para salir de mi habitación, Finnick, o juro por nuestra madre que cierta parte de tu cuerpo no volverá a ver la luz del sol —gruñí, tiritando de frío.

Él soltó una carcajada y cerró la puerta de un portazo. Solté un suspiro largo. Acostarme a las tres de la mañana y dormir apenas cuatro horas no había sido mi mejor idea.

—Cyphyra, ¿qué hora es? —murmuré, enterrando la cara en la almohada para escapar de la luz que ahora entraba a raudales por la ventana, seguramente abierta por Finn.

—Son las siete y dieciséis de la mañana, señorita Lexington —respondió la voz robótica de la IA familiar.

Ahogué un gemido y, resignada, rodé fuera de la cama. Si quería llegar a tiempo, no había más opción que levantarme.

Me duché rápidamente, agradeciendo haber dejado lista la ropa la noche anterior. No tuve tiempo de secarme el cabello, así que lo desenredé lo mejor que pude, me puse un poco de protector solar, rímel, y gloss, y salí del baño a toda prisa.

Mientras preparaba la mochila y verificaba mis notas y trabajos, escuché ruido en la habitación contigua. Drystan también llegaba tarde. Ambos compartimos una debilidad: amamos dormir y solemos atrasarnos para casi todo.

Miré el reloj: 7:40 AM. La casa estaba relativamente tranquila. Papá Malcom ya debía estar en la FMH, en la Unidad de Medicina Genética donde trabajaba. Papá Dimitri ha estado saliendo temprano para la FGC estos último días, y papá Niklas probablemente seguía durmiendo, disfrutando su semana libre.

Nuestra familia no es pequeña ni exactamente grande, la mejor forma de definirla es "normal". Tengo siete padres, una madre, y siete hermanos. Comparado con otras familias donde una mujer puede tener hasta doce compañeros, no somos demasiados. Mamá nunca quiso una familia pequeña, así que tuvo ocho hijos saludables. Hoy en día, una familia promedio suele tener entre tres y cinco niños, pero los Lexington estamos en un punto intermedio.

Me apresuré escaleras abajo y, como era costumbre, tropecé en el último escalón. Papá Maxtyn me atrapó justo a tiempo.

—Deberías prestar más atención, Ally —dijo con paciencia, ayudándome a enderezarme—. Algún día te vas a lastimar de verdad, y no estaremos para sujetarte.

—Lo siento, papi. Trataré de tener más cuidado —murmuré, avergonzada por lo frecuente que me ocurría.

—Eso espero niña. Ahora ve a desayunar antes de irte—

Asentí rápidamente y me dirigí al comedor, pero al acercarme escuché una discusión que me hizo fruncir el ceño.

—Después de todos estos años, no me parece justo —gruñía mi hermano, con evidente molestia.

—Solo quieren hablar. Deberíamos escucharlos —intervino papá Xavier, intentando calmarlo.

—¡¿Hablar?! ¿Después de todo lo que hicieron? —Gaiux levantó la voz, lo que me sorprendió. Él rara vez se enfada, y mucho menos grita.

—No conocemos sus razones —intentó mediar papá Kael con calma.

El aire en la habitación se volvió tenso, pero en cuanto entré, todos se quedaron en silencio. No era raro que mis padres y hermanos discutieran; sus personalidades fuertes y protectoras a menudo chocaban pese a ser bromistas y divertidos en su mayoría. Sin embargo, nunca me interesé demasiado en sus conflictos.

Actualmente solo vivimos en casa Drystan, los gemelos, y yo. Adryel, nuestro hermano mayor, se mudó hace años con su clan tras encontrar a su compañera, y ahora tengo tres hermosos sobrinos. Braxton, otro de mis hermanos, comparte clan con Drystan. Aunque todavía no han encontrado a su compañera, Brax vive en un apartamento con los otros miembros de su sector en una ciudad cercana, mientras que Drystan se quedó en casa por mí. Él siempre dijo que no me dejaría sola hasta que yo también encontrara a mis destinados y me mudara, pese a su edad, aún cumple su promesa.

De nuestros otros hermanos, Caeden y Elek se unieron a la FAM cuando yo era pequeña, por lo que no sé mucho de ellos. Finalmente, están mis molestos hermanos mayores, Finnick y Gaiux, que tienen solo un año más que yo. Aunque a veces parecen niños de cinco años, son increíblemente leales. Ambos comparten clan y esperan encontrar a su compañera, pero mientras tanto viven con nosotros y mantienen una propiedad fuera de la ciudad para cuando llegue ese momento.

Así que la convivencia aquí con tres hermanos mayores que parecen niños nunca fue aburrida para mi. 

—Este tema no está a discusión ahora —intervino mamá Deyaana al notar mi presencia. Se acercó a abrazarme con una sonrisa, irradiando calidez. Ella siempre tiene ese efecto en mí.

—Buenos días, cariño —me saludó.

—Hola, mamá. Buenos días, familia —respondí con una sonrisa mientras observo a mi hermano y padres faltantes.

Me acerqué a la cocina con rapidez, consciente de que el tiempo corría en mi contra. Tomé una manzana apresuradamente y me dirigí a la puerta, mis padres ahora hablaban con Gaiux y un desarreglado Finnick sobre deportes mientras mamá ya no se encontraba allí, supongo que fue por papá Niklas a despertarlo, ella quería ir de compras.

Antes de llegar papá Kael me detuvo con una ceja alzada.

—¿Piensas salir sin desayunar señorita?—

—Se me hace tarde, papá. Comeré algo en la FEE —dije mientras me apresuraba a despedirme.

—Está bien, pero no olvides tus medicamentos —me recordó papá Xavier con voz firme.

Solté un suspiro y asentí.

—Lo sé, papá. ¡Nos vemos! —grité mientras salía corriendo por la puerta.

—¡Te amamos, Ally! —escuché a mis hermanos gritar desde adentro mientras desaparecía por la calle.

Una vez fuera, no tardo en llegar al ascensor, aunque, para mi mala suerte, tarda más de lo que debería. Vivimos en un complejo de grandes edificios dúplex: básicamente casas apiladas unas sobre otras. Son espaciosas y modernas, y lo mejor de todo es que cada una tiene suficiente distancia con las demás, lo que significa que apenas tengo que socializar con los vecinos. Eso es un alivio.

Cuando finalmente llego a la planta baja, me despido rápidamente de Myles, el agente de la FAD que custodia el edificio por las mañanas. Sin detenerme, corro hacia el primer auto del gobierno que veo estacionado. Me deslizo en el asiento del copiloto y, al escanear mi muñeca izquierda, el vehículo se activa con un leve sonido. Introduzco la dirección de la sede en la pantalla y, en cuanto el auto se pone en marcha, exhalo un suspiro de alivio.

Con el primer obstáculo del día superado, reviso mi bolso para asegurarme de que no olvidé nada en casa. Todo está en orden. Me relajo un poco y, finalmente, le doy un mordisco a mi manzana mientras saco el teléfono para revisar los mensajes.

Respondo a uno de Drystan, quien me desea suerte, y luego le aseguro a Jay que, por esta vez, no me quedé dormida... otra vez.

En el mundo del cine, la literatura y la vida cotidiana, se afirma con certeza que no hay unidad más poderosa que un trío de amigas. No dos, no cuatro, ni seis: tres. Sin embargo, como si fuera nuestra misión desafiar la norma, nosotras siempre hemos sido cuatro. Desde que tengo memoria, en los buenos y malos momentos, en cada circunstancia de la vida, hemos sido cuatro. Ni una más, ni una menos.

Jaylinn Carlyle es, sin lugar a dudas, la madre del grupo. Dulce y responsable, con su cabello castaño y ojos azules, proyecta calma y amabilidad, aunque su personalidad esconde matices. Jay es introvertida, pero su tranquilidad es contagiosa. Eso sí, no se pueden confiar: Cuando algo la irrita, se convierte en un auténtico huracán. Su furia es legendaria, y nadie se escapa cuando decide expresar su enojo.

A pesar de su temperamento explosivo, en el día a día es una persona sensible, soñadora y cariñosa, siempre imaginando a sus compatibles como príncipes de cuento. Ve lo mejor en todos y encuentra el lado positivo de cada situación. Jay se preocupa constantemente por nuestro bienestar y se encarga de que todas estemos bien. Tiene un talento natural para los negocios y, cuando está de buen humor, es la persona más adorable del mundo.

Faedyx Harkness —o Dyxi/Dyx, como la llamamos— es el contraste perfecto de Jay. Si Jaylinn es una princesa de cuento, Faedyx encarna a la villana: hermosa pero con un aura de peligro. Su cabello negro y rizado, piel morena y ojos avellana la hacen destacar de inmediato. Aunque, curiosamente, nuestras personalidades coinciden más de lo que parece, su apariencia es lo opuesto a la mía.

Dyx es sarcástica, brutalmente honesta y odia ser controlada por naturaleza. No tolera las mentiras y detesta equivocarse, siempre luchando por tener la razón. Su carácter áspero hace que pocas personas puedan soportarla por mucho tiempo, pero nosotras hemos logrado atravesar su coraza. En el fondo, Faedyx es alguien que solo busca protegerse de un pasado difícil. Quienes logran ganarse su confianza descubren su lado más dulce y protector, reservado solo para los afortunados.

Luego está Kamari, una preciosa pelirroja de ojos miel y curvas que no pasan desapercibidas. Kamari creció como hija única de cinco padres, con una madre diseñadora adinerada que soñaba con vestirla con sus creaciones. Además, tiene dos hermanos mayores sobreprotectores, así que, como era de esperar, fue mimada durante toda su infancia y adolescencia.

A pesar de tantos lujos y mimos, Kamari es una persona con valores firmes y respeto por los demás. Es la más extrovertida y divertida del grupo: Una coqueta empedernida que disfruta cada momento de la vida. Adora salir de fiesta, bailar con desconocidos y emborracharse en los bares de la ciudad cada fin de semana. Kam es abiertamente bisexual y vive según su lema: "La vida es corta, así que hay que disfrutar las pequeñas cosas". Nos ha arrastrado a más fiestas y karaokes de los que puedo contar, celebrando cualquier ocasión que considere digna de festejo.

En cuanto a mí, soy una mezcla de todas ellas. La influencia de mis padres, mis amigas y mi propio carácter han creado algo único y peculiar en mí. Soy una persona analítica, educada y decidida, pero también divertida y simpática en el día a día. Con quienes realmente confío, suelo mostrar mi lado más tierno y sensible, aunque otros dirían que soy más bien demasiado protectora.

Cuando me enfado de verdad, mi temperamento es una combinación explosiva: la actitud implacable de Dyx y el demonio furioso que puede ser Jaylinn. Pero lo que hace que mi enojo sea peor es que, mientras Jay explota sin pensar en las consecuencias, yo me vuelvo cínica, sarcástica y fría.

No tolero que intenten controlarme o me traten como una muñeca frágil. Desde siempre he anhelado la libertad y todo lo que implica. Quienes me conocen bien dicen que tengo un alma indomable, imposible de encerrar. Por otro lado, disfruto acompañar a Kamari en sus aventuras, y, cuando me siento en confianza, mi coquetería rivaliza con la suya. Como Dyx, no soporto las mentiras, y como Jay, trato de cuidar de los demás siempre que puedo. Tal vez fui incluso más mimada que Kam en mi infancia: crecí rodeada de afecto, con ocho padres, siete hermanos y seis tíos.

Entre las cuatro, nos complementamos de una manera única. Jay aporta calma y sensatez; Dyx, franqueza y protección; Kamari, entusiasmo y alegría; mientras que mi locura se fusiona con una determinación inquebrantable. Juntas, formamos un equipo equilibrado, capaz de enfrentar cualquier desafío.

Todo el mundo sabe que meterse con una de nosotras es meterse con las cuatro. Pocos han tenido el valor —o la mala fortuna— de enfrentarnos a las cuatro a la vez. Y nada bueno ha salido de eso. A pesar de nuestras diferencias, no cambiaría a ninguna por nada en el mundo. Hemos crecido juntas, tropezado juntas y seguiremos avanzando juntas. Somos hermanas en todo, salvo en la sangre.

Y entonces mi auto se detiene, y cuando regreso a la realidad reparo en que ya me encuentro frente a la sede de la FEE. Una vez más, me había perdido en mis pensamientos, algo que me sucede con más frecuencia de la que me gustaría. Suspiro, el auto se apaga y salgo del auto. Apenas doy unos pasos cuando siento cómo alguien se cuelga de mi espalda, casi dejándome sin aliento.

—¡Ally! —chilla una voz familiar detrás de mí.

—Kamy... —respondo con una sonrisa, ya acostumbrada a su entusiasmo incontrolable. Siempre que Kam se emociona, tiene la manía de lanzarse sobre las personas como si fueran peluches humanos.

—¡Kam, suelta a Ally! ¡La vas a tirar! —regaña Jaylinn, corriendo detrás, siempre preocupada por evitar un desastre.

—Oh, por favor, Al tiene mejor equilibrio que cualquiera de nosotras —interviene Dyx con su característico tono sarcástico, uniéndose al grupo sin ninguna prisa.

—Vaya voto de confianza —comento entre risas mientras reajusto a Kamari sobre mi espalda, resignándome a llevarla hasta nuestro destino. A estas alturas, sé que no tiene sentido intentar que baje antes de que ella quiera.

Mientras avanzamos por los bulliciosos pasillos, Dyx aprovecha para seguir lanzando comentarios que no ayudan en lo más mínimo a Jay en su misión de hacer que Kam me suelte.

—¿Sabes, Jay? Un poco de ejercicio extra no le hará daño a Ally —añade Dyx con una sonrisa apenas perceptible, como si fuera una observadora indiferente de todo el caos que estamos creando.

—¿Y qué hay de Kam? —replica Jaylinn, todavía sin darse por vencida—. Ella es la que debería caminar—

—Oh, por favor. Soy ligera como una pluma. Ally no se queja, ¿verdad, Al? —dice Kamari mientras juega con mi cabello como si fuera suyo.

—No, para nada, Kam —respondo, negando con la cabeza pero sonriendo divertida. Ya estoy acostumbrada a estas dinámicas, y aunque a veces pueden ser agotadoras, no cambiaría nada de esto por el mundo.

—¿Te das cuenta de que algún día alguien te va a demandar por intento de asesinato, Kam? —comenta Dyx, mientras juega con un mechón de su cabello negro rizado.

—Por favor, si fuera por asesinato ya habría montado un ejército de cadáveres en fila —responde Kamari riendo— Pero hasta entonces, Ally es mi víctima favorita—

—No soy tu víctima —replico entre risas—Soy más como tu medio de transporte personal—

Jaylinn suspira con resignación. —Si empiezan a comparar quién es más víctima de quién, nos quedaremos aquí todo el día.

El bullicio de los pasillos nos rodea mientras avanzamos por el edificio de la FEE, un centro de estudios enorme, siempre lleno de energía y actividad. El aroma a café recién hecho se mezcla con el eco de conversaciones y risas lejanas. Es un caos reconfortante, uno que conozco demasiado bien y que de alguna forma siempre nos hace sentir en casa.

Finalmente, Kam decide bajarse con un salto ágil justo cuando llegamos a nuestro pasillo habitual. Mientras se sacude su melena pelirroja con una sonrisa pícara, ya tiene una nueva idea en mente.

—Mañana es viernes, chicas. Y eso solo significa una cosa...—

Jay la mira con los brazos cruzados, como si ya anticipara lo que está por venir. —¿No pensarás arrastrarnos a otro de tus planes "espontáneos", verdad?—

Kam pone su mejor puchero, aunque su sonrisa delata sus verdaderas intenciones. —¡Vamos, Jay! ¿Que tal karaoke en la noche?, la vida es demasiado corta. Les prometo que esta vez no habrá chicos borrachos tratando de cantar con Dyx... bueno, tal vez uno o dos—

—Si alguien vuelve a intentar tocarme sin mi permiso, no respondo —gruñe Dyx, cruzando los brazos mientras una sombra divertida le cruza la mirada.

—Te lo he dicho antes, Dyx —comento mientras la miro de reojo—Deberías llevar un letrero que diga "Interactúa bajo tu propio riesgo"—Agrego con una sonrisa burlona.

Dyx me lanza una mirada afilada, pero sus labios esbozan una pequeña sonrisa. —No lo descarto.

—Está bien, acepto ir —cede Jay al fin, aunque intenta sonar como si fuera un gran sacrificio—. Pero ni una sola ronda de tequila esta vez. Ni una—

—¡Perfecto! —Kamari da un pequeño aplauso, triunfante—Mañana en la noche se canta hasta quedar afónicas—

Entre bromas y risas seguimos caminando por los pasillos, sabiendo que el día apenas empieza y que mañana en la noche promete ser tan caótico y memorable como las veces anteriores. Somos un grupo disfuncional, cada una con su propia manera de ver el mundo, pero de alguna manera siempre encontramos la forma de encajar como piezas de un rompecabezas. Y aunque algunas cosas cambien con el tiempo, hay algo que se mantiene constante:

Siempre somos nosotras cuatro, enfrentando el caos, la rutina y cualquier desafío que el mundo nos lance. Unidas por un lazo inquebrantable.

Y así es como somos. Tal vez seamos un desastre ambulante, pero somos nuestro propio desastre, uno del que nadie más puede formar parte.



—¡Bien, señoritas, eso sería todo! Por favor, salgan de forma ordenada y diríjanse a los auditorios de la facultad. Las están esperando, así que no se demoren, jovencitas —Exclama la Maestra Somyer con entusiasmo, aplaudiendo mientras esboza una sonrisa que resulta inusualmente cálida en ella.

Observo con desconcierto cómo todas mis compañeras se levantan casi al unísono y empiezan a conversar entre risas y murmullos, contagiadas por la misma emoción que emana la profesora.

No entiendo nada. Apenas vamos por la tercera clase del día, y todavía queda media hora para que esta termine. Sin embargo, no quiero ser la única desubicada (aunque parece que lo soy), así que guardo mis apuntes y mi tablet en la mochila con rapidez.

Necesito encontrar a Jaylinn, Faedyx o Kamari. Ellas tienen que saber qué está pasando. Es frustrante que no compartamos carrera, lo que significa que rara vez coincidimos en clase, salvo en algunas asignaturas optativas o unas pocas que tenemos en común.

Salgo del aula tras el resto del grupo y noto que no solo nuestra clase ha terminado de forma repentina. Las demás puertas también están abiertas, y decenas de chicas salen de las aulas como una corriente imparable, acompañadas por unos pocos chicos que se rezagan al final.

Siguiendo la misma dirección que los demás, salimos de la facultad de Ciencias y Biología. Apenas cruzo las puertas, me doy cuenta de que las calles que rodean la FEE están abarrotadas de autos, como si todo el mundo se hubiese puesto de acuerdo para estar aquí hoy. Veo cómo más y más chicas descienden de los vehículos, uniéndose al flujo creciente de personas.

Me pierdo entre la multitud, caminando sin rumbo claro hacia los auditorios principales, adonde parece dirigirse la mayoría. Las calles y pasillos están atestados de chicas de todo tipo, y también noto la presencia de bastantes chicos y hombres entre nosotras.

A pesar de su aparente entusiasmo y expectación, los pocos estudiantes masculinos que encuentro intentan escabullirse del lugar, como si quisieran evitar algo. Sin embargo, sus rostros revelan una mezcla de emoción y ansiedad que me resulta extraña.

Lo que más me llama la atención es la cantidad de soldados de la FAD. Hay muchos más de los habituales, repartidos estratégicamente por todo el recinto, y no puedo evitar fijarme en algunos miembros de la Facción de Armadas Militares patrullando entre nosotras. La atmósfera se siente inquietante, como si todos supieran algo que yo desconozco.

Tan absorta estoy en mis pensamientos que no me doy cuenta de lo que tengo delante hasta que es demasiado tarde. Choco contra alguien y termino en el suelo, el golpe sacudiéndome de mi distracción.

—Demonios —murmuro al sentir el golpe contra el suelo. Debido a lo pálida y sensible que es mi piel, siempre me quedo marcada después de cualquier tipo de impacto. Esta vez no será diferente.

—Lo lamento, señorita. ¿Se encuentra bien? —escucho de inmediato. Al mirar hacia arriba, encuentro unos brillantes ojos verdes.

Es un hombre joven, tal vez de 23 o 25 años, con una presencia imponente y elegante que no pasa desapercibida. Su aspecto formal y severo se realza por el impecable traje militar que parece llevar con orgullo. Su cabello rubio dorado, desordenado pero con estilo, cae sobre su frente, añadiendo un toque de rebeldía a su apariencia. Sus ojos verdes, profundos como un bosque, están enmarcados por cejas bien definidas y una mandíbula marcada que denota determinación y fuerza.

Reacciono levemente al sentir cómo el hombre se agacha a mi altura y me tiende la mano. No puedo evitar sonrojarme al darme cuenta de que he estado observando sus ojos todo este tiempo sin responder.

—Sí —Susurro, apenada—Sí, estoy bien —Aclaro con más firmeza— Lo lamento, estaba distraída —agrego sonrojada mientras tomo la mano del hombre que me ayuda a levantarme.

Su expresión es seria, indescifrable. Me observa con frialdad y gira levemente la cabeza a un lado, como si estuviera analizándome. Puedo sentir su mirada recorriendo lentamente todo mi cuerpo, deteniéndose unos segundos más en mis piernas. Solo cuando parece notar los pequeños moretones de la caída parece satisfecho, lo que le permite soltarme y levantar nuevamente su mirada hacia mis ojos.

Nuestros ojos se encuentran justo en el momento en que yo también termino de analizarlo; su cuerpo ejercitado y su altura imponente completan su imagen de autoridad y atracción magnética.

—¿Segura de que se encuentra bien? —Comenta con un tono rígido y formal, haciéndome removerme incómoda.

—Sí, gracias por ayudarme, agente... —Dejo mi respuesta en el aire, ya que no sé quién es.

—Daemon —Murmura levemente, esbozando una sonrisa de lado.

—Oficial Daemon —Asiento en respuesta. Cuando parece que él va a comentar algo más, alguien me agarra del brazo, incitándome a avanzar.

—¡Ally, vamos! ¡Estamos tarde! —Es Kamari, quien al parecer no reparó en que estaba hablando con alguien.

Al observar a mi alrededor, noto que la multitud que había antes ya no está; de hecho, todas las chicas alrededor también están corriendo hacia los auditorios.

Así que, aún sujeta por Kam, corriendo como locas en tacones de plataforma, miro hacia atrás y veo a Daemon alejándose en dirección opuesta. Sin darle mucha importancia, permito que Kamari me arrastre a... donde sea que lleguemos tarde.

Unos minutos después, mi loca amiga finalmente me suelta y veo frente a nosotras a Jaylinn y Dyx, manteniendo una conversación tranquila con otra chica de mi facultad, Shivanna. Todas están frente a los auditorios y aquí es donde realmente puedo observar que hay miles de chicas reunidas.

—¿Y a ti qué te sucedió? —Cuestiona Faedyx con brusquedad al verme, especialmente mis rodillas ahora enrojecidas. Me encojo de hombros en respuesta.

—Tropecé —Digo, y mis amigas, acostumbradas a mi torpeza, consideran que mi respuesta es suficiente—Ahora, ¿podrían explicarme qué está sucediendo aquí?—

























☙ ﹀﹀﹀﹀﹀﹀﹀◅⭑❦⭑▻﹀﹀﹀﹀﹀﹀﹀❧

CANARIO FUERA 💖

☙ ﹀﹀﹀﹀﹀﹀﹀◅⭑❦⭑▻﹀﹀﹀﹀﹀﹀﹀❧

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top