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° Bondad humana°
Marth no dejaba revolverse. Era una noche tranquila. La guerra por fin había acabado y Marth estuvo muy ocupado estableciendo relaciones diplomáticas con los demás reinos del continente.
Sin embargo, últimamente, ha escuchado rumores. Recientemente, se ha hablado sobre la existencia de seres que se alimentaban de sangre humana.
Aquellos rumores provocaron episodios de histeria colectiva, y Marth tuvo que realizar un nuevo viaje para calmar a las masas. Sin embargo, empezó a tener dudas.
Pasó varias noches en vela. Sin saber por qué, empezó a tener sueños extraños. Veía a una figura, un poco más alta que él. Y siempre, lo único que susurraba era su nombre.
Pero aquella noche fue distinto. La figura lo miraba fijamente mientras se acercaba a él. Y su voz...era más ronca. Se levantó sudando y con la respiración agitada. Se llevó la mano al pecho. Parece que el corazón le iba a reventar.
- Creo que me estoy volviendo loco...
Se dejó caer sobre la cama. Decidió descansar y aclararse la mente por la mañana.
Al día siguiente, la mañana transcurrió con normalidad. Marth intentó mantenerse centrado en sus deberes, pero le era muy complicado. Aquella voz aún retumbaba en su cabeza.
La primera persona en notarlo, fue su hermana mayor. Elice estaba segura de que a su hermano le pasaba algo. Lo notó aún más a la hora del almuerzo.
Estuvo removiendo su comida, sin probar nada. Su hermana suspiró pesadamente. No podía verle así. - Marthy, ¿estás bien?
- No te preocupas Elice, estoy bien.
- ¿Estás seguro? No has probado la comida y han hecho tú plato favorito.
- Sólo...estoy cansado. No me acostumbro a lo de ser rey.
- Tómate un descanso entonces. Yo me encargaré del resto. Ahora come antes de que se enfríe.
Marth le hizo caso y comió. Fue un almuerzo agradable entre los dos hermanos. Luego salieron al campo de entrenamiento y ahí vieron a Kris entrenando. Paró cuando notó las presencias. - ¡Majestad, Elice! No os había visto.
- Hola Kris, veo que entrenas duro.
- Sí, no puedo descuidar mi entrenamiento. No después de escuchar esos rumores.
A Marth se le encogió el corazón pero decidió ignorarlo. - Eso está bien, pero no olvides tomarte un descanso de vez en cuando.
- Lo tendré en cuenta.
- Bien Kris, pues te voy a dar un encargo.
- Haría cualquier cosa majestad, después de todo soy su guardia real.
- Lo sé. Hoy voy a tomarme el día libre, así que quiero que ayudes a mi hermana en lo que necesite.
- Como desee.
Ambos hermanos se alejaron de los campos de entrenamiento. Marth decidió dar un paseo por las calles del pueblo. Fue recibido por vítores y aplausos.
Marth se sentía avergonzado. El sólo defendió su hogar. Estrechó manos, respondió preguntas e incluso una niña le puso una corona de flores.
Fue un paseo bastante agradable. El joven peliazul disfrutó viendo a su gente tranquila y trabajando por restaurar sus hogares. Viendo que el sol ya se había ocultado, puso rumbo de vuelta al castillo.
Cuando ya estaba a medio camino, le pareció escuchar unos pasos cerca de él, por lo que aceleró el paso. Pero cuando él aceleraba el paso, quién le estuviera siguiendo también lo hacía.
Fue entonces cuando se giró, pero no vió a nadie. - Debe haber sido mi imaginación.
Cuando iba a darse la vuelta para seguir adelante, se encontró con una figura oscura. La de su sueño. Se echó para atrás.
- Esas no son formas de saludar, y menos de un miembro de la realeza.
Esa voz...quiso defenderse, pero para su horror, no llevaba Falchion. Intentó correr pero se quedó paralizado. Sólo pudo retroceder.
- Me tienes miedo. Lo veo en tu rostro.
- ¿Q-quién...eres?
- Creo que me conoces. Aunque claro, ignoraste los rumores, es normal.
Su mente hizo click. Al parecer esos rumores eran ciertos, y aquel sueño...fue una señal de que aquellos rumores eran ciertos. Entrando en pánico, intentó moverse pero sus piernas no respondían.
- ¿Sabes? Estoy hambriento. No he comido nada en un buen rato.
Marth pudo ver con claridad que era un chico joven, más o menos de su edad. Pero sus ojos... parecían dos rubíes recién pulidos.
- ¿Qué...quieres decir?
No respondió. Le agarró del brazo y lo llevó a un callejón, donde lo acorraló en un muro. Marth quería reprocharle tal brusquedad, pero la mirada penetrante de aquel desconocido...lo paralizaba.
- ¿Qué...qué eres?
No recibió respuesta. Sin embargo, aquel muchacho sonrió ampliamente y mostró unos colmillos más afilados de lo normal.
- Lo sabrás pronto. Mientras tanto, intenta no hacer ruido. Y respondiendo a tu primera pregunta...soy Ike.
De pronto sintió una respiración cerca de su cuello. Ike retiró la armadura del pecho y desabrochó un poco la camisa del más joven. Dejando su cuello al descubierto.
La respiración de Marth se volvió errática cuando sintió que los fríos dedos de Ike se arrastraban por su garganta. Deteniéndose en la yugular.
- Deberías relajarte. Tienes el pulso muy acelerado.
La voz de Marth se atascó. Ike se inclinó y clavó sus colmillos en la vena. Marth se agarró fuertemente a Ike por la espalda, clavando sus uñas. Sintió un líquido resbalar por su cuello.
Sangre. Marth supo entonces que los rumores eran ciertos. Ike era un ser que se alimentaba de sangre humana. Su rostro se calentó. Una sensación cálida recorrió su cuerpo.
- Ngh...ah~...
No pudo reprimir un gemido cuando Ike posó sus labios en el mismo lugar donde mordió. Lamiendo la sangre que brotaba del pálido cuello de Marth.
Estuvo así unos minutos hasta que quedó satisfecho y se separó. Marth seguía agarrando la túnica de Ike con fuerza.
- Me sorprende que no te hayas desmayado.
- ¿D-debería...?
- Eres interesante. Y tu sangre es deliciosa.
- ¿No vas...a matarme?
- No. Pero vas a volver al castillo. No quiero que tus guardias me vean y me apunten con sus lanzas.
Ike le dió a Marth un golpe seco en la nuca, haciendo que cayera inconsciente sobre él. Lo cargó y con una rapidez inaudita, se coló en el castillo, dejando al príncipe a sus puertas. Golpeó la enorme puerta y desapareció.
A la mañana siguiente, Marth se levantó con un dolor en el cuello. También se sentía algo mareado. - ¿Qué pasó anoche?
Se llevó la mano al cuello y sintió una venda. Lo recordó. Aquel chico lo asaltó y bebió su sangre. Un rubor se extendió por su rostro. Entonces escuchó la puerta abrirse. Era Kris.
- ¡Majestad!
El muchacho dejó su espada en el suelo u se dirigió hacia el príncipe. - ¿Se encuentra bien?
- Sí...¿qué pasó anoche?
- ¿No lo recuerda?
- Vagamente.
Kris suspiró y se arrodilló al lado del príncipe. - Anoche, los guardias le encontraron inconsciente a las puertas del castillo con dos heridas en el cuello.
No había sido un sueño. Podía sentir un ligero dolor en el cuello. - Por cierto alteza, lady Elice habló con la curandera. Debe quedarse en cama.
- Pero...hoy se supone que debía partir al continente de Elibe para establecer tratados comerciales.
- Ya me he encargado de eso. Hemos comunicado su estado actual y un marqués ha aceptado venir personalmente.
- Vale...Kris asegúrate de que reciban la más cálida de las bienvenidas.
- Como ordene.
El espadachín se retiró. Unas horas después, un barco proveniente de Elibe atracó en el puerto. Al parecer, la salud del marqués era algo delicada, así que mandó a su hijo.
Marth se sentía celoso. Quería conocer a aquel joven. Pero si salía de la cama, su hermana lo llevaría a rastras hacia su cuarto otra vez.
A la hora del almuerzo, Elice fue a ver a su hermano. Le llevó la comida y lo acompañó un rato. - ¿Cómo te sientes?
- Mejor. ¿Qué tal la reunión?
- Ha ido bien. No ha habido ninguna discusión.
- Me alegro.
Elice sabía que algo no andaba bien. Su hermano normalmente era alegre y extrovertido. Pero hoy estaba algo ausente.
- Marth...¿seguro que estás bien?
- Sí Elice, tranquila, solo...estoy algo cansado.
- De acuerdo. Entonces quédate en cama y yo me ocupo de todo.
La joven salió y cerró la puerta. Marth decidió pasar el rato leyendo algún libro que tenía por ahí. Era sin duda su actividad favorita. Las historias que más disfrutaba eran las novelas románticas.
Estuvo leyendo incluso a la hora de cenar. El tiempo se pasaba volando cuando se centraba en la lectura. Era ya medianoche y Marth había caído en un profundo sueño.
El joven se despertó al sentir una ligera brisa. Vió que la ventana estaba abierta. Se levantó a cerrarla. - Hace una noche maravillosa, ¿no lo crees?
Se giró bruscamente. Era Ike.
- ¿Qué haces aquí?
- Tenía curiosidad por como te encontrabas. Y pedirte disculpas. Creo que fui algo brusco.
Marth se tocó el cuello y seguidamente se retiró con cuidado la gasa. La herida, sorprendentemente, había cicatrizado.
- No es para tanto. Me dolía al principio, pero no fue tan grave.
- Ya veo.
Había un silencio inquietante. El chico de ojos rubí se acercó lentamente al más joven. Por alguna razón, Marth no se retiró. Su corazón golpeaba con fuerza la caja torácica.
Su rostro se calentó cuando sintió el rostro de Ike sobre su cuello. El cálido aliento del chico mayor le hacía cosquillas en la piel. Tenía que admitir que la sensación era muy agradable.
- ¿Puedo?
Marth tembló un poco por el ligero susurro en su oído. Se agarró fuertemente a la espalda de Ike mientras asentía suavemente. Con mucho cuidado, volvió a exponer el cuello de Marth.
El príncipe reprimió un gemido cuando sintió los colmillos atravesar su piel. La sangre empezó a brotar de su cuello. Luego sintió a Ike lamer la sangre.
— ¿Por qué…no me mataste?
Ike se detuvo. — Me gustas, Marth. Llevo observándote un tiempo. Eres amable y cariñoso con tu gente.
— Solo…cumplo mis deberes.
Ike volvió a lo que estaba haciendo. Marth volvió a sentir una calidez recorrer cada centímetro de su cuerpo. Y tuvo que reprimir un gemido.
— ¿Ocurre algo, majestad?
— Esto…esto es agradable. Hace tiempo que no me sentía así.
Ike se quedó perplejo. Sí, él era un vampiro, un ser que no mostraba compasión con los humanos. Pero en ese momento…sintió algo cálido. Algo que no sentía desde hace tiempo.
Y en ese momento, pensó que todo aquello que había escuchado de los humanos era mentira. Habiendo conseguido su alimento diario, quiso marcharse. Cuando notó que Marth se quedó dormido.
Lo cargó y lo dejó en la cama. Se dirigió a la ventana, pero antes de irse escuchó un susurro. — Ike…—
Se volvió un momento a ver al chico dormido. — No deberías simpatizar conmigo.— Saltó del balcón y desapareció en la noche.
A partir de esa noche, Ike siempre observaba al joven rey. Sonriendo para sí mismo cuando descubrió la bondad humana.
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