18- Haciendo algo juntos.
Si había algo que a ambos les gustaba, era leer.
La literatura tenía algo que la televisión y las películas no tenían. Y era la capacidad de que los lectores imaginaran e interpretarán sus propias cosas a base del texto.
A veces, cuando llovía principalmente, agarraban un libro y lo leían en conjunto.
Aunque a veces a esos días o noches de lectura, también se les sumaban otras 7 personas.
Sí leyeron bien, estas personas eran las pequeñas representaciones de las Islas Canarias.
Los 10 estaban cerca de la chimenea de la casa del Español. Martín está sentado en una silla ya que él era el narrador en esta ocasión.
El libro elegido fue "Fin del Juego" de Julio Cortázar.
-"Es una gran mentira eso del gato escaldado, salvo que haya que tomar al pie de la letra la referencia al agua fría; porque de la caliente José no se alejaba nunca, y hasta parecía ofrecerse, pobre animalito, a que le volcáramos media taza de agua a cien grados o poco menos, bastante menos probablemente porque nunca se le caía el pelo. La cosa es que ardía Troya, y en la confusión coronada por el espléndido si bemol de tía Ruth y la carrera de mamá en busca del bastón de los castigos, Holanda y yo nos perdíamos en la galería cubierta, hacia las piezas vacías del fondo donde Leticia nos esperaba leyendo a Ponson du Terrail, lectura inexplicable."- leyó mientras se aclaraba la garganta.
Antes de seguir Nisa (Isla Hierro) levantó la mano para hablar.
-¿De verdad una de ellas se llama Holanda?- dice la isla.
Antonio ríe un poco, por alguna razón se había imaginado a Govert con vestido.
-Si… no recuerdo si hubo una razón por la que le dio ese nombre- explica el rubio y sigue con su lectura.
De vez en cuando, alguna de las otras islas o Antonio volvían a interrumpir un poco preguntando alguna cosa o anotando las palabras que no entendían (esto último en el caso de los isleños) y que luego Martin les ayudará a saber el significado.
-"Ella nos esperaba en la puerta y casi nos morimos de miedo cuando al llegar a los sauces vimos que sacaba del bolsillo el collar de perlas de mamá y todos los anillos, hasta el grande con rubí de tía Ruth. Si las de Loza espiaban y nos veían con las alhajas, seguro que mamá iba a saberlo en seguida y que nos mataría, enanas asquerosas. Pero Leticia no estaba asustada y dijo que si algo sucedía ella era la única responsable. “Quisiera que me dejaran hoy a mí”, agregó sin mirarnos. Nosotras sacamos en seguida los ornamentos, de golpe queríamos ser tan buenas con Leticia, darle todos los gustos y eso que en el fondo nos quedaba un poco de encono."- cuando llegó a ese punto de la lectura, Martin sonrió con un poco de lástima.
Los 8 espectadores sabían que algo se avecinaba.
Y más cuando llegó al final.
-"No sé por qué las dos corrimos al mismo tiempo a sostener a Leticia que estaba con los ojos cerrados y grandes lágrimas por toda la cara. Nos rechazó sin enojo, pero la ayudamos a esconder las alhajas en el bolsillo, y se fue sola a casa mientras guardábamos por última vez los ornamentos en su caja. Casi sabíamos lo que iba a suceder, pero al otro día fuimos las dos a los sauces, después que tía Ruth nos exigió silencio absoluto para no molestar a Leticia que estaba dolorida y quería dormir. Cuando llegó el tren vimos sin ninguna sorpresa la tercera ventanilla vacía, y mientras nos sonreímos entre aliviadas y furiosas, imaginamos a Ariel viajando del otro lado del coche, quieto en su asiento, mirando hacia el río con sus ojos grises."
Y con eso termino de leer.
Hubo un poco de silencio hasta que Acerina (Gran Canaria) dijo que le había parecido hermoso.
Luego fue Idaira (La Palma) que tenía algunas dudas pero le había gustado también.
Y así los siguientes minutos Martín comenzó a responder las dudas de su pareja y los "hijos" de este.
Luego de un rato, fue turno de Antonio de comenzar a leer.
A pedido de todos el libro elegido fue "Don Quijote de la Mancha" de Miguel Cervantes.
-"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino."- comenzó el peli castaño.
En un momento los pequeños Isleños no habían podido con el cansancio (ya que era de noche) y se durmieron.
Antonio (que ya los venían vigilando por lo que había parado su lectura) sonrió mientras ponía un separador entre las páginas del libro.
-Te ayudo a acostarlos- dice Martín levantándose.
-Vale, gracias- dice Antonio. Una vez terminaron su labor, decidieron ir a acostarse también pero no sin antes de que Martin le hiciera un pequeño pedido.
-¿Me terminas de leer el libro?- le preguntó y después le da un suave beso en los labios.
-Está bien- dice el mayor.
Una vez se acostaron, Antonio comenzó a leer lo que faltaba de la historia.
Si había algo que les gustaba hacer juntos, era leer.
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No se si quedo bien o no pero bueno.
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