𝑑𝑖́𝑎 𝟪
Habían transcurrido aproximadamente tres días, desde la última vez que supo algo del mundo exterior. Le dolía la cabeza enormemente, sintiendo como todo se distorsionaba a su alrededor. ¿Cuánto tiempo paso? No lo sabía con exactitud.
Estar encerrado en aquellas cuatro paredes, era tan aburrido y monótono que se aprendió la ubicación de memoria de cada mancha debido a la humedad que se destacaba en aquel tapiz tan horrible color agua. Finalmente tomó la suficiente fuerza de voluntad para sentarse en aquel colchón tan incómodo, le dolería el trasero, si tuviera uno.
Se quejó en voz baja, acariciando la parte que se rompió de su cráneo. No había sido buena idea enfrentar a un monstruo que te dobla la estatura y ni hablar de su fuerza descomunal.
Pero su orgullo era más fuerte.
Si no fuese por Grillby, estaría hecho polvo prácticamente.
Como si su pensamiento tuviese algún tipo de magia, escuchó unos pasos aproximarse por el piso de madera. Continuando el sonido de la puerta al abrirse y una luz de colores cálidos iluminar un poco la habitación.
—Ah, ya estás despierto. —el monstruo llama cerró la puerta con lentitud, manteniendo una bandeja en una de sus manos. Fell se mantuvo callado con una mirada de desinterés, más que nada debido al mareo que no cesaba desde hace unos minutos. —No has comido nada desde un buen rato, si sigues así no será bueno para tu alma. —a pesar de no recibir respuesta de su amigo, siguió hablándole mientras dejaba la comida en un espacio libre de la mesa de noche.
—Mierda, me duele la cabeza. —se quejó mientras tomaba su rostro en casi posición fetal.
—Por supuesto que te duele, no te has alimentado correctamente. No basta con solo mostaza. —arqueó la ceja, mientras tomaba dicho condimento, aunque el envase se encontraba ya medio vacío. —Red, tenemos que hablar.
Aquellas palabras le removieron su interior, nunca era buena señal que un amigo viniera y te dijera ''tenemos que hablar''. Siempre terminaba con resultados mayúsculos o con alguien muerto.
—¿Uuh?, ¿ahora que sucede? —a pesar de su posición, no se negó ante dicha charla.
—Sabes que no me molesta que estés aquí, más bien me agrada. Siempre es bueno abrirse a cosas nuevas y posibilidades. Sin embargo... —hizo una pausa, mientras este observaba la habitación buscando las palabras apropiadas. Su acompañante estaba que se comía las uñas, si tuviera. —No me parece correcto que te encuentres escondido, ya sabes, de tu propia vida. Sé que tu hermano a veces se pasa con algunas cosas, pero al fin y al cabo es tu única familia. Tal vez hayas cometido un error, pero todos lo hacemos. Nunca es demasiado tarde para emendar.
Los orbes del de ropajes oscuros se agrandaron levemente ante las palabras de su amigo, no era capaz de refutarle. Tal vez su versión anterior lo hubiera hecho, aquel que no toleraba lo más mínimo que no estuviera de acuerdo a su punto de vista. Aunque odiara aceptarlo, debía admitir que los pocos días que había estado rodeado de sus compañeros en el trabajo hizo cambiar su punto de vista en las cosas.
Mantuvo su vista en sus propias rodillas, que casi se encontraban escondidas de todas las cosas fuera de lugar que se hallaban sobre la cama y en la mitad de la habitación.
—Hey... —sintió como algo se colocaba en su hombro, haciendo que alzara la mirada. —No te sientas mal, ¿sí? es solo un consejo, no me gusta verte aquí atrapado, sé que Fell saldría sin importarle una mierda lo que el mundo tenga para él. —sonrío, levantándose de la cama para salir de la habitación.
La luz de alguna manera lo abandono, sintiendo un regocijo que no paraba de insistirse que tenía que salir.
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—Grill... Han estado rumoreando que has estado resguardando al hermano mayor de los skelebros, ¿no es así? —una risa ronca hizo un leve eco en el lugar.
—¿De verdad no tienes nada más que hacer que meterte en temas que no te conciernen? —respondió el dueño del local con un tono de voz neutro, mientras se daba la vuelta y secaba los vasos que había terminado de limpiar.
—Oh vamos, sabes que es simple curiosidad. —aquel monstruo pájaro reía como si no fuera un mañana, era más que claro que estaba un poco pasado de copas.
—No te serviré más, ya estás empezando a decir incoherencias. —apoyo una de sus manos en la barra y otra en la parte baja de su espalda. Mientras el cliente se quejaba, la puerta trasera se abrió haciendo que volteara. —Oh, Fell.
—...Ya me voy. —respondió, mientras subía la gorra de su suéter. Grillby le observó en silencio y asintió levemente con la cabeza.
Caminó lentamente hacia la puerta, sintiendo algunas miradas curiosas de los que ya conocía en las sillas del bar. La brisa lo golpeó en el rostro sin ser capaz de sentir si se encontraba cálida o fría, pero si sentía como si sus pies se quedaran pegados en el suelo por arte de magia.
Volteó levemente la cabeza en dirección de la barra, articulando un agradecimiento para retirarse del lugar.
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Aquel trayecto lo conocía de memoria, además, demasiado bien. Si en momentos de ebriedad lograba llegar sin cargar encima si quiera un rasguño, era bastante que decir.
De repente en su mente recordó el primer día en el que junto a un Papyrus niño caminaron unas diez veces la misma calle en caso de emergencia si él se perdía.
Sin percatarse, estaba a tan solo una cuadra de distancia. ¿Tanto se concentró en sus propios pensamientos? Un suspiro escapó de su boca, saliendo al frente de donde se encontraba parado. Era cierto, tenía que ser ya invierno. Lo había olvidado.
Dio un paso para enfrentar seguramente la discusión más larga de su vida, aunque era bien merecida. Ya que hasta tiró su celular por el escusado para evitar llamadas de cualquier ser que quisiera encontrarlo. De la nada escuchó una voz, seguida de otras a la distancia.
Su vista se clavó automáticamente a un grupo de personas que corrían hacia su dirección.
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