𝑑𝑖́𝑎 𝟤𝟢

—¿Hola...? —la voz conocida de Blue sonó en el otro lado de la línea.

—Soy yo. —hubo silencio, así que prefirió volver a hablar. —Oye, no me cuelgues. Necesito hablar contigo y es urgente. Ya tengo suficiente de tu jueguito.

—F-Fell... Mi hermano no le gustará que...

—Ya sé que tu hermano no está. Siempre sale a la tarde a fumar porque no soportas el olor a cigarrillo.

La verdad no estaba seguro, pero no podía recurrir a otra cosa para convencerlo.

Cuando escuchó que la comunicación se cortó juro por un segundo que su estrategia no funcionó.

Se arrepintió al instante cuando escuchó como la puerta sonaba dejándolo pasar.

Adentro del edificio tenía hasta un aspecto tétrico, no era nada comparado a la primera vez que lo visitó. Tal vez no lo había notado.

La luz amarilla del lugar era bastante tenue, la oscuridad estaba presente en cada rincón por la falta de la luz natural.

Un recuerdo familiar vino a su mente. En cierto sentido era muy similar a como vivía en el undergroud. Pero era mucho peor.

Subió las escaleras, después de todo solo era un piso más arriba y no era como su versión original que ante cualquier esfuerzo físico prefería utilizar el atajo.

Cuando llegó al piso buscó con la mirada el número que pertenecía al apartamento de los hermanos. No tuvo que esforzarse ya que tan pronto se acercó una de las puertas se abrió mostrando a Blueberry.

Este solo le miró apenado, dándole espacio para que entrara colocándose a un lado.

Ya sentado en el sofá de la sala con un poco de té que preparó el pequeño arándano se podía notar cierta tensión.

Fell estaba molesto. Tendría que recibir un gran reconocimiento por no explotar desde el momento que puso un pie en el edificio.

Estuvo semanas intentando contactarlo sin éxito alguno. Se notaba a leguas que era a propósito.

—Me estás ocultando algo. Solo empeoraras todo si lo sigues haciendo.

Aquel comentario hizo que Blue se tensara.

Estaba transpirando tanto que pensó por un momento que así se veía cuando le pasaba.

Se estaba irritando.

—Bien, si no quieres decir nada le diré a Sans.

Aquello hizo que se levantara.

—¡N-no por favor! ¡No le digas!

Odiaba llegar al punto de utilizar la manipulación, lo detestaba. Pero odiaba más que le ocultaran cosas.

El de colmillo de oro le miró serio.

—T-te lo diré, pero por favor no le cuentes. Aún no.

Aquello solo hizo que temiera más.

¿Qué era lo que sabía para ni si quiera decírselo a él?

Se volvió a sentar. Fell intentaba no exigirle que le contara qué diablos estaba pasando a base de gritos.

—La verdad no sé por dónde comenzar... Digamos que u-uhm... Lo que ha ocurrido sobre los asesinatos a los monstruos...

—¡¿Qué demonios?! ¡¿Sabías sobre eso y no nos dijiste nada?! —esta vez Fell explotó, se levantó molesto con una de sus cuencas empezando a brillar.

—¡E-espera, tengo una buena razón! ¡No grites que los vecinos nos escucharan!

—¿Así que una buena razón, eh? —dijo con cierta ironía. —¿Qué más razones quieres de que si no solucionamos esto pueden haber más asesinatos? ¡Sin contar de que sabes que necesito el trabajo!

Ambos se quedaron en silencio. Sin duda iba a ser una tarde muy larga.

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