𝑑𝑖́𝑎 𝟣𝟥.𝟤
Doce noches ya habían pasado, no veía más allá del techo de su propia habitación desordenada. Las latas vacía de refresco, ropa sucia de hace días. No se extrañaría de encontrar algo extraño debajo de su cama si se tomara la molestia de asomarse. Papyrus solía golpearle la puerta de vez en vez. Queriendo saber sobre el estado de su hermano.
Pero siempre era el mismo resultado. No le respondía más allá de un estoy bien.
Se sentía de la mierda.
No solo había actuado sin pensar, si no que probablemente se encontraría muy pronto sin el trabajo que tanto empeño había conseguido.
Maldita niña. Era el causante de su rabia, y la acumulación de muchas otras cosas que tenía en su interior. Esa tranquilidad pasajera que siempre juraba ver a través de la ventana, observando el vecindario. Sabía que no iba durar para siempre.
Después de todo, fue criado y maltrato en un ambiente hostil donde nunca se consideró la mínima probabilidad de un final feliz.
Giró su cuerpo para quedar de lado, mientras se perdía cada vez más en su mundo. El único sitio donde podía pensar y pensar sin cansarse. Donde preferiría quedarse a vivir para siempre. Olvidar que lo demás existe.
Era una estupidez pensar que los humanos junto a los monstruos podrán convivir en paz eternamente. Siempre se ría de aquellos que consideraban que eso tendría un futuro. Siempre existiría el mal entre las penumbras, acechando en el momento menos inoportuno. No confiaba en nadie, a todos solo les interesaba su bien común y lo que necesitaban. Su mano buscó entre algunos objetos que estaban reposando sobre su cama, logró encontrar su celular y la luz que esta emitía le hizo quejarse un poco.
No había ningún mensaje desde que se encerró, pero aún estaban algunos de Blueberry que le preguntaba cómo se encontraba. Se quedó pensativo. Tal vez si le respondía sería una buena idea, después de todo, no era solamente porque él le dio el trabajo y la oportunidad. Lo consideraba su amigo. Replicó una respuesta, casi no se creía que se disculpó por tardar tanto. Volvió a recostarse de lado, iba a volver a dormir cuando el tono de su celular sonó.
Le había contestado, pero no era Blue, era Sans.
Se levantó erráticamente, un pequeño sudor cayó por su mejilla. ¿Qué diablos?
No sabía qué hacer, eso no se lo esperaba. El mensaje estaba ahí abierto, mientras sus dedos se quedaban encima de la pantalla.
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—Hermano, ¿qué piensas sobre lo que paso? —el arándano estaba haciendo las compras con su hermano, caminaban entre los pasillos con tranquilidad. Una muy extraña, después de los hechos hace semanas todos estaban paranoicos. Cuando estaban monstruos con humanos estos mantenían una gran tensión. Desde que llegaron al lugar pudieron darse cuenta con facilidad. Trataban de no hablar de eso para mantenerse a raya, pero en el momento que el esqueleto menor le ayudó a una niña cuando se le cayó algo de la cesta esta le miró de manera despectiva.
Le hizo sentir mal.
—Es algo que no se podía evitar, bro. —respondió el de chaqueta anaranjada, viendo los productos mientras le hablaba. —Sabemos que hemos logrado una gran hazaña en que las dos razas se unan, pero la paz es efímera.
Blue bajó un poco la cabeza, mientras seguían en silencio.
—¿Crees que sea buena idea contratar a Fell de nuevo? —esa pregunta hizo que su hermano se detuviera.
—¿Aún lo estás considerando? —le miró de reojo, con un aura algo amenazante. A pesar de eso el pequeño no se inmuto.
—Sí, él es nuestro amigo. —expresó con determinación. —S-sé que lo que hizo no estuvo nada bien, fue demasiado cruel pero los amigos se perdonan, se apoyan entre ellos. Tal vez tenga muchas cosas por dentro y no las hablé. Debe tener una razón. Recuerda que hemos hablado con monstruos y personas de ese mundo, son completamente opuestos a nosotros. Han sufrido mucho. ¡No podemos dejarlo así!
Nuevamente el silencio, ambos se quedaron de pie sin aportar nada más. Estaba a punto de darse por vencido cuando sintió la mano de Papyrus sobre su cabeza.
—Heh, ojala más personas pensaran como tú. —sonrío, le devolvió el gesto alegremente.
—¿Entonces, hablaremos con Fell? —el hermano mayor guardó sus manos en el bolsillo del suéter.
—Puede ser, pero no creo que esta vez nos toque a nosotros. Será mejor dejarle esto a él.
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