Día 6: Usando la ropa del otro.

Era un día soleado después de la tormenta, y el cálido brillo del sol acariciaba suavemente la habitación. Alter tarareaba una dulce melodía mientras servía té en dos tazas y lo llevaba a la mesa de la sala, donde estaba su novio descansando en el sofá, se supone que estaban esperando que la ropa de Geno se secara, la cual se había mojado en la lluvia del día anterior. Mientras tanto, Geno estaba sentado en la sala con una túnica azul de Alter que le quedaba un poco corta, lo que le daba un aspecto adorable.

—Pareces una niña con ese vestido corto. —Bromeó Alter al verlo. Geno frunció el ceño, pero en su interior sabía que era una broma amistosa. La sonrisa comenzó a asomarse, y no pudo evitar dejarse llevar por la alegría del momento.

Una vez que el de túnica larga fuera a ver la ropa afuera y vio que estaba seca, una idea traviesa se le cruzó por la mente. Tomó la bufanda roja y la chaqueta blanca de Geno y se las puso encima de su túnica. Rápidamente fue a la sala, donde se encontraba descansando su gruñón y lindo novio.

—Mírenme, soy Geno el gruñón— Exclamó Alter, fingiendo una voz grave y haciendo una mueca enojada. El no pudo evitar soltar una risa contagiosa.

—Ja, ja, muy gracioso. Devuélveme mi ropa. — Dijo entre risas el dueño de la bufanda.

—¡Oh no, el señor amargado quiere su ropa de vuelta! — Continuó bromeando Alter, negándose a devolverle las prendas. Los dos esqueletos continuaron con las bromas y las risas por un rato más, disfrutando del momento lleno de ligereza y complicidad.

Después de un rato, Alter decidió ir a tender la ropa mientras Geno preparaba palomitas de maíz y elegía una película. Se acomodaron juntos en el sofá y pasaron la tarde viendo películas, abrazados y disfrutando de la cálida compañía del otro. Geno, con cada caricia de Alter, comenzó a sentir cómo su alma se llenaba de amor y gratitud.

En ese momento, Geno ya no parecía un ermitaño malhumorado, sino que se sentía en paz y relajado junto a Alter. Las risas y los momentos compartidos habían iluminado su espíritu y lo habían envuelto en una dulce sensación de felicidad.

Cuando la luz del día comenzó a desvanecerse y el ambiente se volvió más íntimo, Alter susurró con ternura.

—Ya casi es hora de dormir, mi lindo gruñón. —Y le dio un beso suave en la frente, lo que hace que su pareja le mirara.

—Te amo, Alter. —Susurró Geno mientras se acurrucaba en sus brazos, dejando que sus palabras fluyeran con sinceridad y dulzura, la verdad no quería irse, pasar la noche en casa de su novio no sonaba a una mala idea ahora mismo.

—Y yo a ti, pero pesas un poco. —Respondió Alter, envolviéndolo en un abrazo protector. Se dejaron llevar por el sueño, tal parece que al final Geno se quedaría a dormir.

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