Día 28: Algo ridículo
Era un día normal en la casa de Alter y Geno. Los dos esqueletos estaban en la cocina preparando el desayuno, querían preparar algo especial ahora que compartían la casa del de túnica. Alter estaba friendo tocino mientras Geno batía unos huevos para hacer un omelette. De pronto, al de bufanda roja se le resbaló el tazón de las manos y los huevos crudos fueron a parar directo sobre la cabeza de Alter.
—Oh, mierda. ¡Lo siento mucho! —Se apresuró Geno en acercarse para ayudarlo a limpiarse, sin embargo, una pequeña risa fue ahogada en su garganta al ver la cara de ofensa de Alter.
Sin decir nada, el de túnica tomó un puñado de harina y se lo arrojó a su esposo desastroso, dejándolo más blanco que antes, de pies a cabeza, para luego reírse.
—¡Oye! — Protesta Geno, sacudiéndose la harina. Pero no fueron suficientes travesuras por ese momento. Abrió la nevera y sacó la botella de jarabe de chocolate. Y antes de que Geno pudiera reaccionar, le echó un buen chorro encima.
—¡Alter! Mi ropa nueva... — Se quejó, viendo cómo el chocolate manchaba su camiseta.
—Eso te pasa por tirarme esas cascaras encima. —Dice riendo Alter.
Geno estaría molesto, pero tenía pensado ya no quedarse de brazos cruzados. Pronto tomó un huevo del recipiente y se lo reventó a Alter en la frente. Luego otro y otro más, aunque trataba de esquivarlos, pero él tenía buena puntería.
En cuestión de minutos, la cocina se convirtió en un campo de batalla con cascarones de huevo volando por todos lados. Alter y Geno reían sin parar mientras se perseguían para lanzarse comida. De pronto, un cascarón le dio de lleno en la frente a Alter, haciendo que resbalara con un charco de clara de huevo en el suelo. Cayó de sentón, derribando la bolsa de harina que estaba sobre la encimera. Una nube blanca lo envolvió por completo.
—¡Alter! ¿Estás bien? — Preguntó Geno acercándose preocupado y tendiéndole una mano para ayudarlo a levantarse. Pero Alter tenía otros planes. Tan pronto como Geno estuvo a su alcance, tiró de su brazo haciéndolo caer junto a él. Rodaron abrazados entre el desastre de harina y huevo, riéndose a carcajadas.
—¡Mira cómo hemos dejado la cocina! — Dijo Alter secándose las lágrimas de risa
—Fue muy divertido, aunque tendremos mucho que limpiar. —Responde su esposo, calmando sus risas.
—Valió la pena. —Dice el dueño de aquella casa, besando la mejilla de Geno. —Contigo hasta limpiar es divertido. —
Eso era algo que ambos pensaban.
Después de todo, estando juntos, hasta los momentos más simples se convertían en una aventura.
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