Los días donde ambos planeaban una cita solían esperarlos con ansias, sin embargo, el destino solía reírse de ellos y cambiaba por completo sus planes, lastimosamente no porque lo deseen. Aquel día tenían una cita, sin embargo, el sitio donde irían estaba lluvioso y gris, nada romántico para lo que habían planificado. Pronto el rostro de Geno se oscurece tanto como el cielo que deseaban ver, pero tenía un increíble novio que siempre sabía qué hacer.

—Qué te parece si en lugar de salir, hacemos algo juntos aquí en casa? Podemos tener una cita hogareña. — Era increíble como la simple propuesta que da Alter suena como el cielo para el de bufanda, después de todo, esto le recordaba que no era necesario alterarse, no era el fin del mundo. La idea le encantó a Geno y aceptó gustoso. Juntos planearon qué podrían hacer para divertirse solo los dos en la comodidad del hogar. —¿Qué te parece si compramos algunas cosas y pintamos algo? Hace tiempo quería intentarlo. —

De verdad Geno se ganó la lotería logrando tener al mejor novio del mundo, pronto sonríe y asiente, yendo con Alter a comprar todo lo que pudiesen necesitar o desear para ese día. Lienzos, pinturas de diferentes colores, cualquier herramienta para idear sus planes.

Al regresar acomodaron todo en la sala, colocaron lienzos sobre el suelo y se sentaron uno frente al otro con las piernas cruzadas. Emocionados abrieron los botes de pintura, llenaron sus paletas de colores y mojaron los pinceles. Comenzaron a trazar las primeras líneas sin tener muy claro qué pintarían, solo dejándose llevar. Al principio hicieron algunos trazos simples, manchando el lienzo de colores aleatorios. Reían al ver los desastrosos resultados, ninguno de los dos tenía mucho talento para la pintura. Poco a poco las manchas comenzaron a tomar forma, creando paisajes abstractos y difusos. Mezclaban los colores en la paleta y se manchaban las manos y la ropa sin preocuparse. La lluvia caía tras la ventana, pero ellos estaban en su propio mundo creativo en la comodidad de la casa de Alter. Se hacían bromas pintando bigotes o lunares en el rostro del otro. Correteaban por la habitación, dejando huellas de pintura por todo el piso. Pero no importaba, lo único que querían era pasar un buen rato juntos.

Entre risas los lienzos se fueron llenando de color. Tal vez no eran obras de arte, pero estaban hechas con amor.

Colores que no solo pintaron los lienzos, sino también sus corazones.

—Quedaron muy originales, ¡Hicimos un gran trabajo! —Dijo Alter satisfecho. Geno asintió y se recargó sobre su hombro.

—Fue muy divertido, deberíamos hacer esto más seguido. —Alter sonrió y lo abrazó con cariño.

Aunque no habían salido como planeado, tuvieron una cita muy especial y creativa. Demostrando que lo más importante no es el lugar, sino la compañía. Se dieron un dulce beso manchado de pintura sellando esa memorable tarde juntos. La lluvia podía seguir cayendo, mientras estuvieran el uno para el otro cualquier día gris se volvería colorido.