Día 1: Agarrados de las manos
Alter agregaba leña al fuego, avivando las llamas en la chimenea. Su acogedora casa ahora se sentía aún más cálida con la presencia de Geno, mientras el humano no hiciera reset, no era necesario que se molestara en hacer algo más aparte de disfrutar de permanecer en su casa. Apenas habían comenzado su relación hace unos cuantos días, y Alter invitó a Geno a quedarse unos días con él, después de todo, cualquier momento con su pareja era realmente apreciado.
El de bufanda roja observaba a su amada pareja en silencio desde el sofá. Aún no podía creer que ese dulce monstruo esqueleto correspondiera sus sentimientos. Alter volteó y sus miradas se encontraron, sonriéndose tímidamente. El de bufanda desvió la mirada, apenado, su corazón acelerándose en su interior. Su amado Alter era tan adorable, no podía dejar de sentir esos hermosos sentimientos, y quizás no tenga precisamente un corazón para alterarse, ni tampoco estomago para sentir mariposas, pero se sentía increíblemente dulce.
Luego de poner el fuego a ir más alto, Alter se sentó junto a él, sus manos casi tocándose. Lentamente, acercó su mano esquelética a la de Geno, entrelazando sus dedos, lo que hizo que este se sonrojara ante el contacto, pero no se apartó. El de túnica acariciaba su mano suavemente, feliz de estar tan cerca de él. Era la primera vez que hacían algo así, como de una pareja, algo tan simple y básico como eso los tenía tan felices.
—Tu mano se siente muy cálida. — Dijo Alter en tono dulce. Geno levantó la vista, encontrándose con su mirada. Alter sonreía, y Geno sintió su corazón derretirse ante esa sonrisa que era sólo para él. Tan solo ese pensamiento le hacía sentir especial, se sentía tan afortunado, nadie más tenía a su amado, no quería compartirlo.
—Tú... También te sientes cálido. — Respondió Geno en un murmullo. Alter rió suavemente, apretando más su mano. Se acercó un poco más a Geno, quien abrió sus brazos, invitándolo a recostarse contra su pecho.
Alter se acomodó entre sus brazos, mientras que Geno lo rodeó con sus brazos, sintiéndose completo ahora que lo tenía junto a él. Depositó un beso sobre su cabeza, sonriendo para sí al sentir a Alter acurrucarse más contra su pecho.
Permanecieron abrazados frente al fuego, simplemente disfrutando de su compañía y calidez. Sus manos permanecieron entrelazadas, rehusándose a romper el contacto. Y mientras Alter comenzaba a quedarse dormido, arrullado por un tarareo que seguía Geno, supo que estaba justo donde pertenecía.
Junto a quien lo hacía sonreír, y cuyos brazos eran su hogar. Y Geno no dejaría ir jamás al dulce monstruo que le robó el corazón, y por quien estaba dispuesto a salir de su caparazón finalmente.
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