Spooning

Kirishima se había dado cuenta, aunque no lo pareciese.

Sus sospechas empezaron cuando escuchó ruido a mitad de la noche en la habitación de al lado. No era como si nadie más hubiera podido escucharlo, porque era muy leve, pero era el típico sonido de los muelles que la cama hace cuando no puedes dormir.

Trató de ignorarlo, pero ni siquiera él pudo dormir hasta que los muelles dejaron de resonar.

Después de esa noche, el sonido fue intermitente. Algunas noches sí, otras no.

No era como si le fuera a preguntar Bakugou qué le pasaba cuando eso podía ser, simplemente, su imaginación. Pero la sospecha ya estaba ahí.

Durante el día, empezó a observarlo más. Y lo notaba, que no estaba a gusto con nada, pero que tampoco parecía tener energías para enfadarse tanto como de costumbre.

No sabía lo que le pasaba, pero fuera lo que fuera, no podía ser nada bueno. Sin embargo, Kirishima no se atrevía a preguntar.

Sentía que el que debería contárselo era Bakugou, por su propia voluntad, y no porque él le estuviera presionando.

Así pasaron los días, hasta que llegó el examen de la licencia provisional y sus posteriores resultados. Bakugou había actuado como de costumbre, pero no como siempre.

La cosa era que había "actuado". No era él en realidad, sino una interpretación de sí mismo.

De cierta manera, dolía que no le contase lo que le sucedía.

Esa noche, no escuchó ningún ruido. Supuso que podría dormir tranquilo, y lo hizo, por lo menos durante unas horas hasta escuchar el fuerte portazo con el que cualquiera se hubiera despertado.

Decidió entonces que ya no podía dejarlo pasar más, y se levantó con la cama con la intención de preguntarle por qué estaba así.

Sin embargo, cuando con la mano levantada y lista para tocar la puerta, se sintió culpable. No tenía derecho a pedir explicaciones, y menos si Bakugou no se las quería dar.

Suspiró, y el golpe de su puño contra la madera fue mucho más leve de lo que habría sido inicialmente. No hubo respuesta, pero Kirishima sabía que Bakugou le hubiera gritado que se fuera de no querer hablarle.

Sus dedos se cerraron alrededor del manillar de la puerta, algo temblorosos. ¿Qué le diría? ¿Que llevaba tiempo preguntándose qué le pasaba pero que no se atrevía a preguntárselo?

Decidió dejar de pensarlo, y abrió la puerta sin más miramientos, encontrándose con la habitación totalmente oscura y a Bakugou acostado, dándole la espalda.

—¿Qué haces despierto? —preguntó el rubio, sin mirarle. 

—Lo mismo podría preguntarte a ti —Kirishima se sentó en el borde de la cama.

—Yo estoy en mi habitación.

Kirishima sonrió y suspiró. Se fijó entonces en las heridas que se había hecho en los brazos, como si fueran quemaduras. Además, una de sus mejillas estaba con un parche y tenía vendada parte de la cabeza. Por no hablar de las magulladuras de sus brazos.

—¿Qué te ha pasado? —preguntó, preocupado.

—Nada —gruñó, moviendo más la cabeza hacia el colchón, en un intento de tapar sus heridas.

—¿Cómo que nada? ¡Estás herido!

—No es nada.

—¿¡Cómo que no es nada?! ¡Estás herido, estás raro, y...!

Apretó los dientes mientras agarraba fuertemente la sábana que estaba bajo su mano, sin atreverse a continuar la frase. Bakugou le miró sorprendido, pero Kirishima no se atrevió a cruzar su mirada con la suya.

—¿Estás... preocupado, idiota?

—¡Claro que lo estoy! ¡Yo...! ¿Cómo no iba a estarlo? He visto que estás raro desde que... Bueno, volviste —suspiró—. No quería presionarte ni nada, porque sé que todo eso fue duro, pero...

Agachó la cabeza, mirando el suelo que apenas se distinguía en la oscuridad. Durante unos tensos e incómodos segundos, sintió la mirada de Bakugou clavada en él. Kirishima no quiso mirarle.

De repente, sintió un tirón que acabó con su cuerpo sobre la cama. Iba a preguntar, pero sintió unos cálidos brazos que le rodeaban por detrás, haciendo que olvidase todo lo que hubiese querido decir.

Su respiración se agitó más, si era posible, cuando sintió la respiración de Bakugou en su cuello, contra su piel, demasiado cerca. 

—Lo siento.

Sus palabras sorprendieron al pelirrojo, que esta vez sí quiso mirarle, pero Bakugou se lo impidió afianzando su agarre. No tardó en percatarse en los pequeños sollozos y en la silenciosa petición del rubio, demasiado orgulloso para decirlo en alto.

No haría preguntas. Por lo menos, no ahora.

Sonrió y se acurrucó contra él, cerrando los ojos y sintiendo el calor que desprendía su cuerpo.

Tampoco le dejaría esa noche.

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