El Nuevo Cuerpo
RELATO PARCIALMENTE INSPIRADO POR "Fat for a Year" DE I-Am-Fatniss
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I.
Estaba sentada en la sala de espera. Hoy era el día. Por fin todo lo que deseaba se haría verdad. Me volvería en la chica más linda de todo el colegio, y por primera vez me sentiría feliz al verme al espejo. Estaba nerviosa, pero creó que la emoción opacaba este sentimiento. Quería que esto saliera bien. Quería que esto funcionará. "¿Estás segura que quieres hacerlo?", me preguntó mi madre mientras tomaba mi mano. Asentí con la cabeza y ella suspiró. Entendía su preocupación, pero mi ambición era mayor a eso. Hoy recibiría "La Inyección Melania". Una inyección que comenzaba a ser probada, y que la mayoría de las veces daba resultados positivos. Prácticamente resultaba en una inyección que cambiaba tu código genético, y provocaba que en cuestión de minutos tu cuerpo pasará de el de una chica delgada -en mi caso- al de una super-modelo con un cuerpo espectacular. Nunca había sido una chica con pechos grandes, o un trasero definido, pero esto cambiaría las cosas. Ahora sería realmente linda, y mi rostro no lo cambiaría. Estaba preparada para rechazar a todos los chicos del colegio y unirme al club de porristas, en donde me esforzaría para que sacarán a la imbécil de Viviana y yo me volviera la capitana. "No sabes cómo resultará, podría pasar cualquier cosa", volvió a reprochar mi madre preocupada. La tome de la mano y me recargue en su cabeza; "Seguiré siendo yo", le dije y eso parecía tranquilizarla. Esperaba que mi cuerpo se convirtiera en el de una chica cómo Rosalia, o incluso Katy Perry. Aunque honestamente me conformará con lo que fuera, mientras que tuviera un cuerpo escultural y balanceado. "Cariño, sabes que esto no tiene vuelta atrás", reprochó mi madre. No le contesté, ya que en realidad comenzaba a ponerme nerviosa, por lo que decidí ignorarla y comencé a fantasear con lo que haría con un cuerpo lindo. Nada realmente sexual, sólo me imagine en la calle con el cuerpo perfecto vistiendo ropa de marca y luciendo mi belleza.
"¿Angela Salatier?", una enfermera me llamaba desde la puerta del consultorio. Suspiré y miré a mi madre. Ambas nos preparamos y nos levantamos. La enfermera se dirigió a mi y dijo con una sonrisa amable; "Vengan conmigo". Nos adentramos a la puerta, y era un simple consultorio normal. Estaba el escritorio de la doctora con su computadora, una camilla cubierta por una cortina y un espejo junto a esta. La doctora era una mujer bajita y bastante carismática. Me dio una amable bienvenida y me invito a sentarme. "Bueno, yo soy la doctora Catalina y seré la encargada de administrarte la Inyección Melania", la mujer pronto procedió a preguntarme a mi y a mi madre datos respecto a mi salud. Ella anotaba en su computadora y contestaba a amable a cada duda que tenía mi madre. Era una beta de la inyección, ya que en si la formula aún estaba en experimentación, pero estaba en una fase en la que el éxito tenía una probabilidad del 80%. Esos eran números que me convencía, pero a los que mi madre le causaban desconfianza. A pesar de ello acepto, ya que al fin y al cabo este sería mi problema. Estaba confirmado que la inyección no causaba daños mentales o de alguna índole de enfermedad terminal, así que no había preocupación por mi muerte. La doctora me invitó a sentarme en la camilla y le obedecí. Pronto saco la jeringa y procedió a los protocolos de higiene que el hospital parecía tener para este tipo de situaciones. "Antes de proceder, quiero que estés segura de esto, ya que cómo sabrás... no tiene corrección, y los resultados pueden no ser los que esperas", asentí con mi cabeza. Era positiva. Sabía que cosas buenas vendrían de esto. "Hay cuatro probabilidades. Dos pueden ser negativas, llevándote a cambios hormonales extremos que causen desde acné y aumento de peso. En cuanto a lo positivo creó que lo sabes", ya había leído acerca de esto en los folletos que me habían dado respecto a la inyección. Así que simplemente le seguí el juego a la doctora, pero no me negué a ser inyectada.
"¿Lista?", dijo la doctora sosteniendo la jeringa, la cuál ya parecía lista. Asentí nerviosa. La doctora se colocó un cubre bocas y dejo salir de la jeringa un liquido café bastante brillante. La jeringa me fue inyectada, y me sorprendió darme cuenta que no dolió bastante. Sentí cuando el liquido entró dentro de mi brazo, y de hecho me causó una especie de cosquilleo bastante coqueto. "Debería de comenzar a hacer efecto en unos minutos", dijo la doctora. Mi madre me observó y me dio una sonrisa. Probablemente estaba igual de nerviosa que unos minutos antes, pero al menos lo que pasará ya no dependía de ella. La doctora me advirtió respecto a que me la inyección me sedaría, así que esperé por unos minutos. Ambas se retiraron y me dejaron descansar en la camilla hasta que la inyección hiciera efecto. Miré al techo emocionada. Podía sentir cómo mi cuerpo comenzaba a moldearse internamente. Sentía cómo si por primera vez fuer a ser lo que siempre fui en el interior. Contemplé mis últimos segundos en el cuerpo insatisfecho y simplón que tenía. Por fin sería alguien. No más "La Anorexica Angela". No más estupideces. Sería bella, y todas esas personas que alguna vez me habían tomado el pelo serían humilladas por mi belleza. Me comencé a sentir desorientada, y logré despedirme de todo. Mi estomago hizo ruidos raros y pude comenzar a sentir algo pasándome en el cuerpo. No podría describirlo, pero era un cosquilleo agradable. Pronto todo se oscureció...
II.
...una luz comenzó a ser aparente. Sentía que acababa de dormir una siesta muy larga, y no entendía en donde me encontraba. Podía escuchar el llanto de alguien, y las voces de algunos hombres conversando. Traté de despejarme, pero no entendía nada. Pronto mi mente comenzó a despertarse. Recordé ser Angela Salatier. Recordé ser una estudiante de preparatoria. Estaba por terminar la preparatoria y finalmente dirigirme a la universidad. Recordé que estaba en un hospital porque quería que experimentarán conmigo una inyección que sustituiría las cirugías plástica. Abrí mis ojos y vi a mi madre recargada en la pared, con los ojos llorosos. La Doctora Catalina parecía estar hablando con ella. "¿No hay alguna manera para quitarlo?", reprochaba mi madre en llanto. "Lo siento señora, pero este es el nuevo cuerpo que la inyección le dio. No podemos hacer nada al respecto", contestaba la doctora algo impactada y confundida. Los hombres dentro de la habitación parecían ser de seguridad, ya que eran fornidos y conversaban a un lado del escritorio de la doctora. Me enderecé lentamente de la cama. Fue más difícil de lo usual. Mi madre me vio y se apresuró hacía mi con los ojos llorosos y algo desesperada; "Todo va a estar bien, Angie", me dio un gigantesco abrazo y pude sentir las lagrimas corriendo por mi cuello. Me encontré confundida, sin saber que demonios ocurría. Puse mis manos en mi cara para tratar de tranquilizar mi vista -que estaba siendo molestada por la luz- y lo noté. Mis manos eran gordas. Miré a mi madre desesperada, y pronto miré debajo de mi. Tenía unas piernas gordas y gigantes, unos senos grandes, un culo gigante y... lonjas por una gigantesca panza que ahora yacía en donde estaba mi alguna vez delgado cuerpo. "¡¿Que carajo esta pasando?!", exclamé acelerada. Los hombres de seguridad se acercaron y me tomaron. Me quería levantar y mirar en el espejo, pero ellos no me lo permitían. Mi madre observaba llorando y murmurando cosas a la doctora.
Me solté en llanto y deje de forcejearme. Vi mis manos y me aterré. Cerré los ojos. Esto no podía ser real. Era una pesadilla. La doctora se acercó a mi de manera pasiva y me toco mi ahora gordo brazo. "¿Quieres ver tu nuevo cuerpo?", me dijo con una voz que temblaba. La miré. Asentí llorando, y esta le indicó a los guardias de seguridad que me ayudarán a levantarme. "Cierra los ojos, y no los abras hasta que te lo indique". La obedecí. Camine lentamente. Podía sentir cómo mi cuerpo era pesado, y cómo cada paso que daba se notaba más de lo que solían. "Ábrelos...", dijo la mujer y le obedecí. Frente a mi estaba mi reflejo. Un nuevo reflejo. Era una adolescente obesa. El hecho de que usaba lentes no ayudó bastante. Me veía cómo una perdedora. Esto no era lo que quería. Comencé a gritar llorando. Los de seguridad me trataron de tranquilizar. No me apartaron del espejo, en donde pude ver mi nuevo cuerpo. Mi antigua ropa estaba rota y dejaba sobresalir una ahora gigantesca panza repleta de lonjas y estrías. Mis pantalones sobresalían dos bloques celuliticos que ahora llamaría piernas. Tenía una papada gigantesca y unos cachetes carnosos y rojos. "Angela, necesitaremos ver tu peso para el registro", dijo la doctora. Eso era lo último que quería, pero algo en mí decía que debía de averiguarlo. Tal vez no era tan grave. Tal vez algunos días en el gimnasio me quitarían esto. Me tranquilice y me paré en la bascula de la doctora. Al pararme esta enloqueció y comenzó a sacar números tras números, hasta que se detuvo... "165Kg", dijo la doctora mirándome con lastima. Me quede congelada. No era posible. Hace unos minutos pesaba 60Kg. No podía ser real. Mi madre se acercó llorando y me dio una abrazó. Pude sentir mi panza, suave pero asquerosa. Todas las lonjas en mi cuerpo eran incontables.
Paso una media hora. La doctora me explicó que esto no tenía retroceso. No podía bajar ese peso de manera orgánica, y si intentaba hacerme una cirugía esta probablemente me mataría. Había pasado, mi vanidad y deseos de venganza en realidad me habían convertido en algo monstruoso que no quería ser. Uno pensaría que hubiera sido una emergencia para los doctores, pero parece que era más común de lo que les gustaba admitir. "¿Podemos irnos?", le dije a mi madre y pude notar que mi voz sonaba un poco diferente. Más nasal. La gordura se encontraba en todo mi cuerpo, desde mis mejillas, mis brazos, piernas, dedos y definitivamente mi estomago, el cuál ya era gigantesco y se movía de manera extraña y gelatinosa. La doctora me brindó ropa nueva. Una camisa con un bordado de flores y unos jeans que lucían gigantescos. Creí que me quedarían grandes, pero resulto que de hecho el pantalón me apretaba un poco y dejaba lucir mi grande trasero. Era una vergüenza. Nunca me había odiado tanto en toda mi vida. La doctora me entregó una pequeña hoja; "Es un pase al área de psicología y psiquiatría. Te ayudará a que esto sea menos doloroso", le arrebaté la hoja y la miré con odio. No era su culpa, pero estaba furiosa con todo. Al ver la nota pude notar lo gordos que eran mis dedos ahora. Mi madre me tomó de la mano y ambas salimos del consultorio. Había gente ahí. Gente que me había visto al entrar. Pude ver cómo del consultorio de al lado salia una bella chica morena, luciendo el tipo de cuerpo que yo deseaba que esta inyección me diera. Mi madre me consoló con un par de palmaditas en la espalda. Caminamos fuera del hospital, hacía el estacionamiento. Era muy difícil caminar y me comencé a cansar rápidamente. "Tranquila, es sólo que aún no te acostumbras a... esto", me dijo mi madre con un rostro triste. Camine con ella, sintiendo cómo mi respiración se hacía más pesada. Esta era la nueva yo. Era una adolescente gorda y estúpida.
CONTINUARA...
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