Prologo







        Una mujer de cabello castaño se sienta frente a su mesa para comer unos riquísimos macarrones con queso. Luego de un largo día de trabajo en la estación de bomberos en la que trabajaba, por fin podía sentarse en su departamento a relajarse. Mientras comía, prendió la televisión y puso YouTube para poner alguna canción. La mujer bufó al ver que aparecería un anuncio.

- Paz interior. Enfoque. Balance. Esas son solo algunas de las habilidades que obtendrán si se unen a Miyagi Do-Karate. Soy Daniel LaRusso, y antes fui el campeón Número 1 en la Competencia de Karate Local en 1983. Aquí aprenderás todas los secretos del Karate, UN BUEN KARATE. Únanse a Miyagi Do Karate, no seas una serpiente que se arrastra en la hierba, se un ganador. Pon el hashtag "Equipo Miyagi Do-Karate", y las clases son gratis, eso oíste, GRATIS. Porque el Karate no se trata de dinero.




La mujer se pasó una mano por su cabello castaño al ver aquella publicidad de YouTube. Dejo de comer de su plato para prestar más atención al comercial : había un hombre sentado como indio en una alfombra, dentro de una casa, vestido con ropa blanca de Karate, y con una cinta en la cabeza que fácilmente la mujer pudo reconocer al instante. En ese momento, aparecio en la pantalla un símbolo de un bonsai (árboles pequeños, como ella le decía) y alrededor de él decía "MIYAGI DO-KARATE".

       

            El comercial de clases de Karate había acabado.

        En verdad no podía creerlo. Era Daniel LaRusso, su compañero de Karate en la adolescencia el que estaba en ese comercial, pero ahora tenía como 20 años más encima. Los dos habían sido discípulos del señor Miyagi, aquel hombre anciano y japonés militar retirado que les había dejado todo su legado y aprendizaje del Karate de Okinawa. Los ojos de Carina se cristalizaron al recordar su adolescencia con aquel muchacho y su maestro.


    Carina Lawrence. Si, Lawrence. Ese era su nombre y apellido. Carina era prima de Johnny Lawrence, les suena conocido, ¿verdad? Si, aquel adolescente (que junto con sus amigos eran miembro del dojo de Cobra Kai) que siempre había molestado y golpeado a Daniel en la secundaria desde el momento que el pobre había llegado a California.

No sabía cómo, pero ella se había hecho mejor amiga de Daniel a pesar de ser familiar de Johnny. Era una amistad que no se podía romper a pesar de aquello. Ella había tenido muchos problemas en aquel entonces, obviamente, ya que se había ganado la enemistad de Johnny Lawrence y sus amigos de karate Cobra Kai solo por ser amiga de Daniel o, como ellos decían, "el enemigo".

        Carina amaba el karate cuando era joven. Siempre había querido aprenderlo, pero había notado la mala vibra que existía en el dojo de Cobra Kai, en el que el sensei Kreese no era más que una maldita basura que le enseñaba a los muchachos a ser violentos y malas personas con cualquiera que se le cruzara. Por eso, nunca quiso unirse a ese club. Pero luego encontró a Daniel y al señor Miyagi. Había conocido a Daniel aquel día en la playa, aquella noche en la que Johnny le dio una paliza a Daniel.

Luego de aquella paliza, los amigos de Daniel lo habían dejado solo en la playa, tirado y con algunos golpes en la cara. La única que se quedó con él fue Carina, a pesar que él le decía que se largara y lo dejara solo. Fue esa noche en la que nació esa amistad no tan duradera, pero fuerte. Desde esa noche en adelante fue que descubrió, como ella lo decía, el verdadero karate gracias a las enseñanzas del señor Miyagi.

         Iba todas las mañanas y tardes a la casa del señor Miyagi. Siempre se encontraba a Daniel ahí, con la misma razón. Las primeras clases fueron un grano en el culo para ambos adolescentes, ya que el anciano señor Miyagi los hizo limpiar sus coches, pintado su casa y cercas y lijado los pisos, ¡los adolescentes habían sido sus malditos esclavos! Pero luego, gracias a aquellas tardes de "esclavitud", habían descubierto las grandes técnicas de karate. Ese era el secreto detrás de todas las tareas que les hacía realizar Miyagi.

         La mujer, ahora recordando aquello, comenzó a reírse. Estaba sola en su departamento, así que solo se escuchaba la música de YouTube y su risa melancólica.

Pero luego recordó lo que más le dolió. Después de aquel torneo local de 1983 en el que su primo Johnny se enfrentó a Daniel (en el que este había salido vencedor), Carina se había mudado. Ella debía volver con sus padres a Nueva York, ya que antes se había quedado en la casa de su primo a vivir por un tiempo, y ese tiempo se había acabado. Desde ese momento jamás volvió a ver a Daniel y al señor Miyagi, ni siquiera a su primo Johnny. Se había alejado de su pasado, pero ahora se encontraba en el presente viendo una propaganda de su amigo Daniel, ya adulto, ofreciendo enseñar Karate a los chicos del lugar en el que vive. Seguramente seguía viviendo en el lugar de siempre.


      Era su oportunidad. Le habían dado el mes libre en el trabajo, entonces no dudo en hacer lo que iba a hacer. La chica Lawrence no tardó mucho. Guardó toda su ropa en una valija y programó un próximo vuelo a Los Ángeles, California. Su corazón parecía saltar de un lado a otro en su pecho con el solo pensar que volvería a California, a su lugar, al lugar en el que, por primera vez en su vida, se había sentido tan bien en su adolescencia.

         Volvería a ver a Daniel, a quien no veía como hace treinta años, con el quien compartió la mayoría de su adolescencia. Este hecho era lo que más le emocionaba del viaje.

        

       Volvería a ver a Daniel LaRusso.



El chico de Reseda del quien estaba enamorada a los 16 años.

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