♥️07♥️

° Cuidar de ti °

Era una fría tarde de invierno cuando Marth salió a dar un paseo. Con un abrigo azul forrado, su bufanda celeste y su gorro blanco, se dirigía a casa de Ike. Recién habían empezado las vacaciones de invierno y habían quedado para tomar un café.

Tardó unos veinte minutos en llegar a casa de Ike. Llamó a la puerta y le abrió una chica de ojos turquesas y pelo corto y castaño. — ¿Quién eres?

Marth se avergonzó un poco. — S-soy un amigo de Ike, me llamo Marth y habíamos quedado a tomar un café.

— ¡Ah sí! Por cierto, soy Mist, su hermana pequeña y me temo que no va a poder.

— ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

Mist dejó pasar a Marth. Colocó sus prendas de abrigo en el perchero de la puerta. Luego lo acompañó a una habitación. Mist abrió la puerta y a Marth le cambió la cara. Ike estaba en su cama, con las sábanas cubriéndolo hasta la clavícula. — Esta mañana se ha levantado con fiebre y parece que ha empeorado. Creo que es gripe.

Se escuchó un quejido. Marth se acercó y se agachó al lado de la cama. — Ike…

— ¿Marth? L-lamento no poder ir contigo…

— Tranquilo, no importa. Siempre podemos quedar otro día.

Marth le acarició el pelo. Parece que el chico mayor disfrutó el contacto porque cerró sus ojos y sonrió suavemente. Marth admitió que se veía tierno. — Marth, he quedado con mis amigas, ¿puedes cuidar de él?

Marth asintió. Pero entonces su mente hizo click. Iba a quedarse a solas con Ike. Cuando iba a decirle algo, Mist ya se había marchado. Miró a su amigo. Rojo, débil y con fiebre. Sin embargo, no sabía que tan grave era. — Ike, ¿dónde tienes un termómetro?

— Baño…— oh, estaba tan enfermo que incluso le costaba hablar. Marth fue rápidamente a buscar el aparato. Lo encontró en un armarito del baño. Lo tomó y volvió a donde estaba Ike. — Ike, abre la boca.

Ike obedeció y Marth le colocó la parte metálico del termómetro debajo de la lengua. Acercó una silla que había en la habitación y sentó junto a la cama. Cuando escuchó el pitido, retiró el aparato y lo miró preocupado. — Esto es malo, tienes 40°C de fiebre.

— Eso explica porque me siento tan mareado…

— Ahora vengo.— cuando salió de la habitación, buscó un paño y lo mojó en agua fría. Volvió, le colocó al chico enfermo el paño en la frente y se sentó en la silla. De repente, Ike acercó una mano hacia la cara de Marth, haciendo que se sonrojara y se pusiera muy nervioso. — ¿I-Ike? ¿Q-qué haces?

— Tu cara…es realmente hermosa…pareces salido de un cuento de hadas…

Marth estaba ahora como una cereza madura. No sabía si lo decía en serio o estaba delirando por la fiebre. Lentamente agarró la mano de Ike y la retiró de su rostro, notando la alta temperatura de su cuerpo. — Y tus manos…son tan finas y delicadas…que parecen las de un pianista…

Definitivamente parece que la fiebre le hace decir esas cosas. Marth tragó nervioso. — D-dios Ike, n-no digas esas cosas…

— Tengo hambre…no he comido desde esta mañana…

— No te preocupes, ahora te preparo algo.

Marth aprovechó para librarse del agarre de Ike. Su corazón le golpeaba fuertemente el pecho. Nunca había tenido esta cercanía con él. Una vez que llegó a la cocina, miró en los armarios a ver si encontraba algún sobrecito para hacer una sopa de pollo.

Sin embargo, lo único que encontró fue un bote de fideos instantáneos con trocitos de pollo. — Supongo que esto también valdrá.

Miró las instrucciones de la preparación y se puso a cocinar. Primero sacó los sobres con el pollo troceado y el saborizante. Hirvió un poco de agua y lo echó en el bote de fideos junto con el pollo troceado y esperó. Se puso reflexionar sobre lo que pasó antes, en el cuarto.

"Pareces salido de un cuento de hadas…"

¿Lo decía en serio? ¿O era uno de sus delirios provocados por la fiebre? Sea como fuere, Marth tenía que aguantar. Ike estaba en un estado muy vulnerable. Lo cierto es, que Marth quería aprovechar la quedada para declararse a Ike. Pero esto interfirió en su plan. Pasaron tres minutos y Marth abrió el envase. Echó el saborizante, tapó el vaso y lo agitó. Por último lo escurrió y vertió los fideos en un bol.

Cuando volvió al cuarto, se sonrojó de nuevo al notar que Ike lo miraba con demasiado cariño. — Has vuelto Marthy…te he echado de menos.

— Sólo me he ausentado unos minutos, Ike. Vamos, te he hecho unos fideos con pollo.

Se sentó en la silla. Le acercó la cuchara e Ike supo qué hacer. Marth siguió dándole la sopa a Ike, ya que el pobre también tenía dolor muscular. Cuando acabó la sopa, Marth se levantó con intenciones de irse, pero Ike lo detuvo. — Ike, ¿qué ocurre?

— Me recuerdas…a ella…

Marth se quedó mudo. ¿Quién sería 'ella'? ¿Una amiga? ¿Una ex? — ¿A quién?

— Mi madre…nunca se separaba de mí cuando me ponía enfermo. Me preparaba una sopa de pollo y era una gran cocinera…

Pudo notar unas lágrimas cayendo de la colorada mejilla de Ike. Recordó entonces que Ike le comentó algo de una tragedia relacionada con su madre. — Seguro que fue una gran madre.

Notó que los ojos de Ike estaban acuosos, haciendo amagos de llorar. Marth se acercó un poco más. Acunando el rostro de Ike entre sus manos, lo acercó a su pecho y le empezó a acariciarle el pelo. La pérdida de su madre fue muy duro para él. Aún era un niño cuando ocurrió.

Debido a las suaves caricias, Ike se durmió y dejó caer en las piernas de Marth. Éste aprovechó para retirar el paño para tocar su frente. Sonrió al sentirla menos caliente. Acarició suavemente la mejilla de Ike.

Era la primera vez que tenía esta cercanía con él. Se sentía muy agradable. No se pudo resistir. — No creo…que se entere, ¿verdad? Está profundamente dormido…

Se acercó lentamente, con el rostro rojo y con el corazón a punto de explotarle. Sin embargo, el destino no se puso de su parte. Cuando estaba a centímetros de su mejilla, Ike se volteó y acabó besando sus labios. Oh cielos, su corazón le iba a explotar.

Se separó rápidamente. Se tapó la boca mortificado. No quería que Ike pensara que se había aprovechado. — Oh no, no, no, no, no. ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho?

Escuchó un suave quejido. — ¿M-Marth?

Observó cómo Ike abría lentamente los ojos. Parecía estar menos débil. — Ike…¿Cómo te sientes?

— Un poco mejor…gracias por los fideos…

Marth sonrió suavemente. — No tienes que agradecerme. Sólo quiero que te recuperes.

— ¿Sabes? Creo que serías un padre maravilloso…

Marth se sintió algo abrumado. Nunca nadie le había dicho eso. — Y una buena pareja.

Marth se sorprendió. — ¿Q-qué? ¿A q-qué viene…eso?

— Sé que pensabas que alucinaba por la fiebre…pero todo lo que dije…era verdad…

Ike se movió con la poca fuerza que tenía y volvió a reposar su cabeza sobre la almohada. — Y tus labios son muy dulces…

Marth se puso como un tomate. Estuvo consciente. El corazón le golpeaba fuertemente el pecho. — Y-yo…

— No tenías que esperar a que estuviera dormido.

— Entonces…¿No te ha molestado?

Ike sonrió. Le hizo una señal a Marth para que se acercara.  Acariciando su nuca, Ike inclinó su cabeza hacia arriba, juntando sus labios con los de Marth. Su pulso estaba muy acelerado. Pero el cálido tacto de la mano de Ike en su nuca era muy agradable y relajante.

Se besaron unos minutos más, cosa que a ninguno le desagradó. Marth rompió el contacto poco después. — Gracias por cuidarme.

— No hace falta agradecerme. ¿Cómo te sientes?

— Ya no estoy mareado, así que me encuentro bastante mejor…

— Me alegro. Creo entonces que descansando un rato te recuperarás por completo.

Marth se levantó e intentó irse. Pero sintió un agarre en su manga. — Quédate conmigo, por favor.

Y así lo hizo. Ike se hizo a un lado y Marth se acostó a su lado. Ike se deslizó un poco más abajo para acurrucarse en el pecho del más joven. Al poco rato, ambos se durmieron.

Dos horas más tarde, Mist llegó a casa y sonrió cuando vio a su hermano acurrucado con Marth. — Dulces sueños hermanito…

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