7- Geno.
El ambiente estaba tranquilo aquel día, los clientes eran la cantidad normal que se acostumbraba a tener en esos días, además de algunos que venían seguido por el ambiente o el rico café que servían. A muchos les gustaba solo acariciar a los gatos, y los mininos respondían a gusto, sino, se escondían en los muebles diseñados para ellos, momento donde en las reglas del local se refleja que no se podía tocarlos en tal situación.
Se arregló bien su bufanda, estiró bien las mangas de la camisa y revisado sus pantalones negros con líneas blancas y delgadas, era su atuendo que quería mantener, lo veía justo al tener otras responsabilidades, no lo tomarían con mayor respeto si decía que era el dueño del local, estereotipos que usaba como argumento para evitar usar vergonzosos vestidos.
La campana sonó avisando de la llegada de un cliente, pensó que era su hermano y los amigos que iba a traer así que se había acercado, vaya decepción fue ver a Ink agitado, alzó una ceja al verle, siendo un mesero conocido en la clientela no quería que le miraran en mal por sus actos de mal gusto, esperaba que esta vez sí existiera una buena razón.
— Ink, ¿Qué te pasó? Llegas muy tarde.
— ¡Solo... uf... demoré media hora!
— ...En verdad demoraste dos horas.
Risas sueltas pero bajas se escucharon desde la mesa más cercana a su conversación, Geno rodó los ojos, e indicó la puerta de empleados.
— Ve a cambiarte, mandare a Stave para que atienda a estas jóvenes.
— ¿Por qué no tú, pal?
— Mi hermano llegará en cualquier momento y...
— ¡OH! ¡Verdad! ¡Error vendrá!
— Sí y...
— ¡¿Por qué no puedo yo?!
— Porque no le agradas y...
— ¡Solo fue un mal pie! Puedo intenta...
— No me interrumpas. ¡Ink! Ya vete a ponerte el vestido.
Ink corrió hasta el salón común de los empleados, mientras que Geno suspiró un poco avergonzado, se disculpó con quienes vieron el show pero las jóvenes insistieron que era lo especial del lugar, aliviado, pero no del todo les dejó la pancarta y fue a buscar a Stave.
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