40- Error.
En su habitación se escondía de cualquier cosa que atentara a su comodidad, revisó la hora y de dio cuenta que su hermano ya debió de haber llegado y estar haciendo la cena, por lo que salió con pereza de su escondite para ver si su hermano menor estaba vivo, no estaba en su habitación por lo que podía estar abajo.
Se talló los ojos bajando las escaleras, y al pasar de los segundos escuchaba la televisión con canales infantiles, haciendo que su papel de responsabilidad se cumpliera, ahora era exigir su comida para volver arriba sin antes, obviamente, bajarle el gorro a Fresh para cubrir sus ojos y hacer como si nada dirigiéndose a la cocina, era divertido no escuchar las quejas de ese niño. Aún sonara cruel.
Pero su cuerpo frenó al escuchar ahora la voz de Geno y consecutivo, la voz de quien reconocía; se apegó a la pared intentando no levantar sospechas y poder saber que no se equivocaba, y así era, Ink estaba allí. ¿Por qué? Era su duda, ¿Es que ni en su propia casa podía estar a salvo de aquel sinvergüenza? Quería hablar, empero las risas de ellos dos lo detuvo.
Sabiendo que no iba a ser observado, se apoyó en el marco del umbral que conectaba la cocina con el living-comedor, teniendo una perspectiva de su hermano con el de bufanda café, estaban hablando mientras el horno estaba prendido, y el lugar totalmente inundado de harina, ya era fácil suponer qué hacían.
— Tú vas a limpiar todo esto. —Dijo Geno.
— ¡Pero!
— Y que seas mi invitado no te libra del desastre que hiciste en mi cocina.
— Si hubiera sabido esto, no hubiera cocinado. —Dijo Ink indignado pero sin quitar su sonrisa.
— Igual querrías, luces todavía emocionado.
— ¡Me muero por probarlo!
— Y yo me moriré al probarlo. —Agregó Error, cruzado de brazos, sobresaltando a los dos, mucho más a Ink que no se esperó tener al azabache en el mismo lugar, pero era obvio, también vivía ahí.
— A ti te daré las sobras, Error. —Pronunció Geno.
— Gracias. Lo prefiero.
No quiso decir nada más, la mirada del menor sobre él le incomodaba mucho, además de lo nervioso que él mismo se había puesto. Se retiró y subió las escaleras, encerrándose y pidiendo que le tragara la tierra.
La hora pasó, y la puerta sonó, Geno entró sin más con un trozo de pastel. Error que ahora estaba terminando de estudiar, miró despectivo aquello, pero antes de poder protestar el mayor habló.
— Fuiste muy grosero, Error. —Suspiró— Dale una oportunidad, realmente quiere hablar contigo.
Otra vez quedó solo, quedando con el dulce que era de chocolate, tal tentación lo hizo gruñir, y probó el glaseado esperando no morir en el intento, mas el sabor lo fascinó, dejando escapar un suspiro, odiaba todo.
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