Capítulo 6

La loba marrón de ojos celestes miraba totalmente molesta al nativo Quileute. Sus fauces estaban a milimetros de distancia de arrancar el rostro, pero fue el Alfa de cabello plateado quién intervino colocando su brazo en el camino, hiriendolo sin quererlo, él no era el objetivo.

—¡Agh!

—¡Rock! —gritó Leah nerviosa.

—¡Estoy bien, no es grave, mi reina! —bramó con seguridad el Alfa Saint.

Leah preocupada agarraba con desagrado a su prima quién lloraba a cascadas por Sam.

—Me lo merezco, merezco morir hoy... —susurró el nativo, sin oponer resistencia.

Lo cuál consiguió enfurecer aún más a la Luna Isabella, quién pisó fuertemente justo en los muslos del hombre, escuchándose fuerte y claro como los huesos de esa zona se rompían, consiguiendo que todos a su alrededor dieran un paso atrás por la imponente fuerza de la Luna Ginonix. Enfurecida y encolerada.

—No lo mates, Reina Ginonix, no merece la pena que ensucies tus manos por esto. Sé que te preocupa mucho lo que ha ocurrido, que es iracundo lo que sientes pero no es la manera de conseguir justicia —expresó Rock Saint tratando de calmarla.

Pero a través de ese reflejo celestino podía ver el dolor lascerante de no sentir con ella a su Alfa. A su amiga. Pareció convencer a la loba de casi el doble de un lobo promedio, pero esta volvió a mirar al Quileute con una molestia incandescente, y el ambiente se congelo a su alrededor.

Todo detrás del decreto absoluto que expresó para la manada Saint.

Te declaro maldito e inválido. No hay peor castigo por haber vendido al Rey Alfa como moneda de intercambio que esto. No sanarás correctamente y quedarás tal como te dejo desde hoy.»

Emily quiso gritar, quiso decir algo para evitarlo, pero fue Leah quién se opuso a eso, tapándole la boca con su propia mano. Acercandose al oído de su prima y susurrarle, algo tan seguro y letal:

—Estoy segura que si te opones, no tendrás descendencia alguna, yo de ti me callaba.

Emily lloró mas asustada que antes. Quedando tiesa al ver como Sam gritaba de dolor al sentir otra horrorosa presión en su muslo derecho, sintiendo como la pata de la Reina Ginonix rompía en cuatro pedazos los muslos pero sin dañar ningún vaso sanguíneo, era tan calculado y mágico pero tan doloroso de poder poner el duda.

Esto no era un sueño. Él no estaba siendo castigado con la muerte, él estaba siendo condenado al mismo camino que el señor Black, porque solo Rock Saint, Alfa de la manada Saint, sabía que esto era lo que había ocurrido en verdad a ese hombre cuando quiso hacerse del imponente una vez hace quinientos siglos en contra de Leongina Ginonix.

«Qué vueltas da el destino, siempre se repite el mismo castigo para los Quileute. Si el yugo no es el Alfa, lo sigue la Luna. Espero que con la mía, esa cadena ya no se repita, por lo que más quiera, Diosa Luna.»suplicó con pesar.

El Alfa Rock Saint no podía suplicar por que no lo hiciera, porque este castigo era mejor que la misma muerte pero otro suceso que traería odio para sus hombros y desdicha para otro nativo Quileute.

—Hablemos con calma, Luna Ginonix, dentro de mi despacho. Necesitamos respuestas de mi teniente en cargo, para salir en la búsqueda del Alfa. —le propone.

La loba marrón con toda la molestia del mundo se quita del invalido hombre, y con una mirada fija en la prima de Leah.

Guay de ti, si buscan oponerse y generar disturbio ante este castigo dado. Escucho UN SOLO rumor de que impuse esto sin fundamentos y tú morirás entre mis fauces. Digan claro lo que hicieron o juro por la Diosa Luna, que esta vida no será nada bendecida para nadie. Si yo no tengo a mi Alfa, tú no tendrás al tuyo»—anunció mientras gruñía a Emily, para luego dirigirse a la cabaña, transmutando como si fuera una flor a un copo de nieve, con ropa y como si no hubiera problema. Los Ginonix podían volver vestidos a su conveniencia de su forma lobuna a su forma humana.

Isabella Ginonix subió corteza arriba hasta el despacho del Alfa, con una molestia que sabían perfectamente no estaría en calma hasta que Leongina Ginonix estuviera junto a ella como debía ser.

«Si no termina aquí, como debe ser. Ahora ya sabremos quién fue el culpable de seguir el ciclo de condena»repensó el Alfa Saint. No creía que la Luna Ginonix fuera a ser mucho mas letal que el Alfa.

Sin embargo, pudo notar perfectamente como un mechón del cabello achocolatado de Isabella Ginonix se iba volviendo blanco como el color de cabello que Leongina.

Leah dejó ir a su prima con el Alfa que suplicaba piedad para ayudarse a curar pero ningún peon de la manada ni testigo fiel se animaba a ir en contra de ese decreto. Sabían perfectamente de que lado estar por el simple hecho de que la justicia llevada a cabo no era el justo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top