Día Uno

—No, no entiendes. Tengo que regresar a mí cuerpo. Tengo que alimentar a mi gato.

—No tenemos gatos, Clarise.

—Extraño mí cuerpo —Connie siguió delirando.

—Escúchame —pidió Ryan, dando dos pasos hasta llegar a él. Levantó su mentón y examinó sus ojos— ¿Estás drogada?

—¡Dios, no estoy drogado! —exclamó Connie llevando las dos manos a su cabeza, o a la cabeza de Clarise— Pero quisiera estarlo.

—Por qué estás cambiando el pronombre. ¿Drogado?

—Se supone que soy hombre. Siempre lo he sido.

—Hasta donde yo sé —dijo Ryan, mirando el cuerpo de su esposa de pies a cabeza—, tienes dos tetas y una vagina.

—Necesito regresar —empujó a Ryan para hacerlo a un lado y se tumbó a la cama tapándose con las sábanas.

—¿Qué estás haciendo?

—Dormir.

Connie había despertado en el cuerpo de una mujer desconocida. Si él volvía a dormir, entonces quizá podría regresar a su propio cuerpo.

Cerró los ojos fuertemente, pero cuando los volvió a abrir observó el rostro incrédulo del esposo de Clarise.

—¡Mierda! —injurió, y él nunca maldecía.

—Estoy empezando a pensar que necesitas un psiquiatra —dijo Ryan descruzando sus brazos y soltando un suspiro agotador—, cuando termines de delirar puedes ir a la sala para desayunar.

Connie vio a Ryan desaparecer de la habitación.

Miró abajo, en los pechos de Clarise y negó con la cabeza. ¿Qué había hecho él para merecer eso? Era un buen chico.

Salió de las sábanas y caminó fuera de la habitación. Era un lugar bastante lujoso, tenía todo lo que una chica o mujer interesada pudiera pedir. Pero él no era una chica y tampoco le interesaba el lujo.

Asomó su cabeza por la puerta de la cocina y espió a Ryan. Era un hombre bastante apuesto y atractivo, tenía el cabello negro alborotado, ojos grises y tenía una camisa con los botones abiertos dejando ver parte de su anatomía. Tenía bastante musculatura, y Connie pensó que un cuerpo así no se desperdiciaba, seguramente Clarise tenía sexo todos los días con Ryan.

Pero él no era Clarise, y no quería tener sexo con un hombre mayor que él.

Tenía que evitarlo a toda costa, y en la noche cuando volviera a irse a dormir, entonces podría regresar a su cuerpo.

Solo un día, se dijo a sí mismo.

Solo un día.

—¿Terminaste? —preguntó Ryan cuando vio a su esposa en la cocina— Estás actuando muy raro hoy.

Connie no dijo nada, solo se fue a la mesa esperando a que Ryan se sentara también.

—No tengo hambre —dijo por fin, viendo el desayuno en la mesa.

Ryan nunca le hacía desayuno a Clarise, y pensó, que si ella estaba impresionada; no lo aparentaba.

—Es la primera vez que hago esto para ti ¿y prefieres no comer? —soltó Ryan reclamando, y sentándose a la mesa.

—¿Es la primera vez que le haces desayuno a tu esposa? —preguntó Connie confundido con esa declaración.

—Parece que has perdido la memoria.

Connie solo se animó a beber el café.

—¿No hay hotcakes? —preguntó Connie, viendo el pan y el huevo sin tanto apetito.

La relación que Clarise y Ryan tuvieran no era de su incumbencia.

Él solo necesitaba algo dulce. Sus desayunos siempre eran dulces. Y no un plato de algo salado.

—Tú no comes dulces —dijo Ryan extrañado.

—¿Y? Siempre hay una primera vez para todo —contestó Connie.

—Olvídalo —negó Ryan.

—¿Puedo ir a tu cocina?

Connie estaba dispuesto a hacerse su desayuno por su cuenta.

—No veo ningún problema, porque también es tu cocina —recalcó lo último mirando a su esposa y sorbiendo su café.

El chico se levantó de la mesa y caminó tratando de equilibrar el cuerpo de Clarise, ella era muy alta, a diferencia de él. No estaba acostumbrado a ver las cosas desde un clima diferente en la parte de arriba.

Sentía que las piernas le empezaban a fallar. Caminó dando tumbos, pero logró arreglárselas para llegar a la cocina.

—¿Dónde pones los huevos? —preguntó Connie cuando fue a abrir la heladera y no encontró lo que buscaba.

—En el techo de la heladera —contestó él desde la sala.

—¿Por qué están ahí? —inquirió.

—¡Lo mismo me pregunto yo! —dijo y Connie escuchó pasos acercarse a la cocina— ¿Puedo quedarme a observar?

—¿Por qué?

—Me pareces más interesante ahora —dijo un Ryan sonriente— Tú no sabes cocinar.

—¿Ah, no? —le enseñó la bolsa de harina y un huevo— Tan solo observa.

Connie midió una taza de harina, la tamizó, agregó el huevo y le echó la taza de leche. 1/4 de cucharadita de polvo de hornear, una pizca de sal, 3 cucharadas de azúcar y un poco de esencia de vainilla.

Lo removió todo en el bowl y sonrió viendo cierta duda en el rostro del esposo de Clarise.

Definitivamente, él iba a ganar puntos para Clarise. Ella le iba a deber bastante.

Prendió la estufa y fue echando un poco de la mezcla en la sartén. Dio la vuelta y dentro de unos dos minutos

Voilà —dijo Connie imitando un francés perfecto, y enseñándole a Ryan su primer hotcake.

Ryan que había estado con los brazos cruzados todo el tiempo mirando cocinar a su esposa, se mostró ligeramente sorprendido viendo un hotcake que parecía tener buena pinta.

—Después de todo, no es tan difícil hacer un hotcake. ¿Estuviste aprendiendo en YouTube en tus ratos de ocio? quiso saber Ryan.

—Si eso quieres pensar... Sí.

Connie no le diría por enésima vez que él había despertado en el cuerpo de su esposa, porque Ryan se negaba a creerle.

—Bien —dijo Ryan mirando su reloj de mano—, tengo que ir a trabajar. ¿Te tomarás el día libre?

—Yo... Sí, me tomaré el día libre —contestó inseguro, y no quería ni saber en qué trabajaba la esposa de Ryan.

Connie apenas iba a terminar el secundario, tenía buenas calificaciones, pero no había empezado la universidad. Y jamás en su vida había trabajo. ¿Qué se supone que haría?

—Sí, es lo mejor —sugirió Ryan.

Se quedó dormido cuando Ryan se fue. Había intentado hacerlo para volver a su cuerpo, pero cuando despertó por el ruido de una puerta, él se espantó más sabiendo que aún seguía en el mismo lugar, y en la cama de un desconocido.

—Lo siento, ¿Te desperté? —preguntó Ryan dejando un maletín en el suelo y desajustando su corbata.

—¿Qué hora es? —connie volvió su mirada averiguando la hora donde estaba el reloj en la mesita de noche. Agarró el aparato y un sudor recorrió su frente.

—¿Por qué estás asustada? —Ryan seguía interesado en desajustarse todo lo que llevaba puesto.

El chico vio a Ryan inseguro cuando esté se quitó la camisa.

—¡Cambiáte en el baño! —soltó abrumado.

—Ya me has visto desnudo, no entiendo por qué estás actuando así.

—¿Yo? —preguntó Connie y volvió a ver el reloj en la mesita— Son las 9 de la noche, no recuerdo haber almorzado.

—¿No almorzaste? —Ryan se acercó a  su esposa algo preocupado— Te está pasando algo extraño desde la mañana, es mejor si llamo al doctor.

—No —dijo Connie, agarrando el teléfono de Ryan y evitando a que marcara el número.

—¿Me quieres explicar que te está pasando?

—Me voy a dar un baño —dijo Connie evitando la pregunta de Ryan.

Connie se encerró en el cuarto de baño y abrió la regadera. Se bañaría con los ojos cerrados, no quería verse porque le causaba histeria saber que aún seguía en el cuerpo de una mujer.

Cuando terminó, se cambió y volvió a la habitación. Ryan estaba viendo su teléfono y luego lo apagó cuando lo vio salir.

Se metió en la cama sin decir nada, intentó dormir cuando Ryan apagó las luces pero no pudo. No tenía sueño.

Y entonces un par de manos se posaron en su cintura. En la cintura de Clarise. Y sintió escalofríos cuando unos labios húmedos tocaron su cuello.

—¿Qué...haces? —quiso saber Connie cuando unas manos se metieron debajo del vestido pijama que tenía puesto.

—¿Lo de siempre? —dijo inseguro y dejando de tocar el cuerpo de Clarise solo para mirarla a los ojos— ¿Estás bien?

—No, no estoy de humor para hacerlo hoy —contestó Connie, aún con la esperanza de regresar a su cuerpo mañana.

Ryan lo soltó y se volvió a su lugar de la cama. La respiración de Connie estaba entrecortada, eso fue lo más cercano al sexo que había tenido con una persona.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top