Especial I

No es fácil despertarse sin saber donde estás, sin saber quien eres.

Desorientarse no es lo peor, claro, lo es asustarse porque hay un chico en la cama de al lado roncando y estás llorando. La necesidad de llorar es demasiado fuerte, así que solo queda moverse sin despertar al chico que está al lado y entonces una esquina de un cuaderno basta para que, al menos por un momento, las lágrimas paren. Todas las letras se juntan al intentar leerlo, pero por suerte hay unas gafas en la mesilla que hacen que el mundo se vuelva un poco más claro.

Lo primero que hay en el cuaderno es una nota "Coge la varita que estaba sobre la mesa, primero hechiza al chico que está a tu lado, luego enciende una luz" y ella sabe lo que tiene que hacer, sin haber leído nada más, así que lo hace. Primero le hechiza, luego enciende una luz con su varita y entonces empieza a leer.

Descubre que se llama Atria, que el chico se llama George y es su mejor amigo, que tiene un hermano llamado Harry que ahora está en un lugar llamado Hogwarts y que vive con los padres de George y el propio George. Con que sepa eso su cuaderno le dice que apague la luz y le quite el hechizo a George y que empiece el nuevo día que tiene por delante porque tiene que encontrar la forma de volver a recordar. Así que lo hace, día tras día.

A veces despierta en La Madriguera y otras veces en la enfermería en Hogwarts y esos días suelen ser buenos a pesar de los dolores de cabeza que tiene constantemente. No se ha molestado en decirlo, supone que tiene que ver con que ha sido lo suficientemente gilipollas como para olvidar toda su vida y la forma de crear recuerdos, así que se merece esos dolores de cabeza. Solo habla de ellos si más de un hechizo sale mal en el mismo día, lo cual suele pasar más veces de las que a ella le gustaría.

—Estoy cansada, madame Pomfrey —le dice una tarde de octubre a la enfermera.

George no está por ningún lado y la enfermera suspira.

—Sabía que teníamos que haber parado antes, túmbate e intenta dormir, se te habrá pasado todo cuando despiertes —dice ella, y la empuja a una de las camillas, pero Atria no deja que la tumbe, se queda sentada.

—No, estoy cansada de no recordar nada. Todos los días tengo que leer las mismas páginas, no sé hacer hechizos y no dejo de soñar.

—¿Con qué sueñas? —se nota la curiosidad en la voz de la enfermera y Atria se encoge de hombros.

—Con un chico —responde ella y mira por la ventana—. Siempre es él, estoy segura de ello.

—¿Y cómo es?

La enfermera se sienta a su lado en la camilla y Atria no puede evitar sonreír. Le gusta madame Pomfrey, sabe que mañana no la va a recodar, pero sabe que, igual que hoy, también la tendrá aprecio y le gustará.

—No lo sé, pero me despierto llorando y con el corazón acelerado, así que supongo que es alguien que conocía, ¿no? Que me importaba mucho —dice ella y la enfermera suspira.

—Ay, Atria —ella le conoce, lo sabe, y la mira esperanzada, pero la enfermera niega—. Todavía no, cuando mejores.

—A este paso eso es nunca —responde la chica y se tumba, abrazando su cuaderno.

—Te prometo que merecerá la pena.

No sabe cómo es que, un día, empieza a recordar sus hechizos y también algo más de los sueños. Al principio es confuso porque su mente no deja de saltar de un lado a otro, pero de repente es capaz de recordar todo lo que ha creado. Madame Pomfrey se lo explica, que llevan meses trabajando en que pueda recordar algo más y parece que va funcionando. Empieza a hablarle del chico, solo a ella porque no se atreve a hacerlo con nadie más, sabiendo que se pone roja cuando habla de él y Madame Pomfrey se ríe cuando le cuenta los nuevos sueños. También la mira con pena, pero Atria intenta no pensar en ello, solo se centra en lo bien que está recordar más cosas y tiene algo más de esperanza en volver a ser normal.

Entonces George descubre su pequeño secreto cuando es más cotilla de lo normal.

Le roba el cuaderno y ella acaba confesando que sueña con alguien, pero se guarda cosas, claro, no está lista para contarlo todo y mucho menos cuando él acaba de invadir su privacidad de esa manera. Le cuenta sobre la varita, también le habla de un gato y un sauce.

Entonces se atreve a preguntar que si existe el chico de sus sueños. Y George responde que sí, así que el corazón de Atria se para, para luego latir con fuerza.

Existe.

Está en algún lado, es real, no es producto de su imaginación rota.

Así que sonríe y entonces George le dice que si quiere ver el sauce. Así es como llega a Wetvalley, queriendo ver el sauce y descubriendo aún más cosas sobre ese chico. Como que vivía allí, no es tonta, hay ropa de su talla y otra que es claramente más grande. La cama es doble y hay post-its pegados en ambas mesillas. En una reconoce su letra, la otra no la reconoce, pero esos "te quiero" pasan a formar parte de su cuaderno. Busca fotos, pero parece que George ha sido inteligente y las ha escondido todas.

También conoce a John y entonces empiezan otros sueños, unos que involucran muchas risas y, esta vez, a un señor. Bueno, tampoco es un señor, porque no tiene pinta de ser muy mayor, al menos es lo único que consigue recordar. Eso y las cicatrices que tiene en la cara. Cuando sueña con las cicatrices a veces también sueña con el chico y cuando se despierta lo hace llorando y le falta el aire. Le pica muchísimo uno de sus tobillos, donde tiene una cicatriz que se asemeja a un mordisco.

Nadie le ha explicado el motivo de tantas cicatrices y, sinceramente, Atria tampoco quiere saber de dónde vienen. La hacen ducharse rápidamente, pasar el mejor tiempo posible desnuda para no verlas porque le dan terror, como algunos de los sueños. Hay uno en concreto en el que recuerda a un lobo y como el chico estaba en peligro, pero finalmente la que acaba herida es ella. Odia ese sueño y es el que más se repite en los últimos días, es una suerte que George deje de estar en el apartamento con ella porque cuando se despierta la garganta le duele muchísimo.

Probablemente, porque está tan centrada en olvidar ese sueño, uno de los hechizos sale mal y acaba inconsciente durante una semana. Madame Pomfrey siempre dice que tiene que centrarse en recordar, pero hay días que no es capaz, sobre todo cuando no ha dormido mucho. Así que ese es uno de ellos, lo bueno es que cuando despierta recuerda toda la semana.

Lo malo es que George está primero atontado y luego inconsciente en una camilla y nadie le explica por qué, ni siquiera la chica que aparece. Está un momento en la enfermería para luego salir con Madame Pomfrey, fingiendo desinterés mientras que se sienta en una silla junto a George.

Atria se pasa toda la noche leyendo su diario, intentando entender quién es esa chica y qué hace allí porque nadie le ha hablado de ella. Así que si nadie le ha hablado de ella entiende que no es alguien importante, al menos no es importante para ella o cualquiera de sus amigos. Pero no le encaja nada porque la chica se queda allí toda la noche, llegando a quedarse dormida en la silla y despertando de golpe, mirando donde está sin ni siquiera moverse. Luego se apoya en la camilla, donde George sigue durmiendo y ella también se queda dormida. Así que sí que tiene que ser importante porque si no no se quedaría dormida en una silla por él, ¿no? La enfada, la verdad, se supone que George es su mejor amigo y no le ha contado nada de ella, ¿por qué? ¿Cuántas cosas más no le ha contado?

Al día siguiente descubre que esa chica se llama Mara y que es su amiga.

Amiga.

George no le ha dicho nada de amigas, así que se pone a discutir con Madame Pomfrey porque, según ella, tiene que ir a San Mungo, pero lo que Atria cree que tiene que hacer es discutir con George porque no le ha hablado de ningún amigo. Y, si Mara es su amiga, habrá más, ¿no?

Primero había sido con el chico, seguía esperando a que le contase algo del señor con cicatrices en la cara y ahora era que tenía una amiga y no sabía nada de ella. Diría que se enfada con George, pero la realidad es que la estancia en San Mungo es terrible porque, cuando sale, no recuerda nada. La recogen un chico pelirrojo y una chica morena, llegan a una casa y el chico le dice que tiene un cuaderno que le ayudará a entender todo.

Descubre, de nuevo, que se llama George, pero de ella no sale nada. Así que supone que es su novia y le resulta realmente divertido ver como George se atraganta con el postre cuando menciona que se liaría con ella. Luego llega la que parece ser la madre de George y Atria se fija en como Mara dice que ni ellos sabían que eran pareja. Pero George lo confirma, así que no entiende nada, mucho menos cuando les ofrece la cama para que duerman y Mara dice un nombre.

Fred.

Todo vuelve de golpe. Cada recuerdo, cada palabra, cada caricia y cada beso.

Recuerda desde que se conocieron, siendo dos niños pequeños, como fueron creciendo. Recuerda Hogwarts, recuerda cómo se enamoró de él. Y entonces recuerda como también le perdió. No puede aguantarlo, no lo soporta y grita, con todas sus fuerzas. Le falta el aire, no puede ni siquiera pensar cuando, en sus recuerdos, aparece alguien más.

Remus.

Con sus abrazos, sus bromas, sus cuidados. Aparecen las noches de luna llena, aparecen las cenas viendo la televisión muggle. Aparecen las últimas noches, con Teddy en brazos y con Fred a su lado mientras Remus les advierte que nada de hijos y Atria solo puede pedirle una cosa a George.

—Mátame, por favor, no puedo más, no quiero recordarlos, no otra vez, George, no puedo.

Al día siguiente sigue viva, no recuerda nada de nuevo y vuelve a empezar. Poco a poco, esta vez sin olvidar nada. Casi no ve a George, pero pasa mucho tiempo en La Madriguera y en Hogwarts, así que tiene tiempo de pensar en ella y todo lo que tiene apuntado en el cuaderno. Hace anotaciones sobre sus sueños, practica hechizos y sale a caminar sola por Wetvalley cuando cae la noche. Por el día, si está en Hogwarts, intenta investigar el castillo si Madame Pomfrey dice que ya es hora de parar los experimentos y, de esa forma, encuentra el cementerio.

Nadie le ha dicho que hay un cementerio, pero tampoco le han contado muchas cosas, Atria lo sabe porque las tiene apuntadas de otras veces en la parte oculta de su cuaderno. Lo recorre, sin parar a mirar las tumbas y encuentra un monumento en el que se entretiene mirando los nombres. Ve su apellido, ve los nombres de sus padres y no puede evitar acariciarlos. Se queda mirando el nombre de Sirius Black, sin ser capaz de recordar de qué le resulta familiar, al igual que le resulta familiar el apellido Longbottom. Algo le dice que mejor que vuelva a ver las tumbas y lo hace. Tarda un rato en entender cómo las han colocado, pero finalmente lo descubre y empieza a recorrerlas, quedándose parada en algunas de ellas.

Julie y Annabeth O'Brien son las primeras en las que para y se queda mirando ambas tumbas. Su nacimiento las separan unos meses, pero la fecha de su muerte es la misma, el dos de mayo de ese año y, cuando se gira a mirar la tumba de al lado, ve que también pone la misma fecha.

Está en el cementerio de las víctimas de la guerra. Lo han construido en el colegio. No sabe quien ha tenido la idea, pero no cree que sea algo bueno, no cuando seguramente haya alumnos que hayan perdido familiares en esa guerra y sigan allí, en el castillo. Ya tienen bastante con caminar por los pasillos donde los mataron como para tener encima el cementerio al lado.

Sigue caminando, dejando la tumba de las dos chicas O'Brien atrás y va mirando algunas más. Ninguno de los nombres le suena hasta que llega a uno, Remus Lupin. La cabeza le da un pinchazo, pero ella aun así se arrodilla frente a la tumba. La inscripción dice que fue un maravilloso esposo, padre y padrino y a Atria se le cae una lágrima que llega hasta la tierra. No sabe por qué llora, pero tiene que irse de esa tumba porque no puede dejar de llorar.

Entonces encuentra otra.

No entiende cómo se lo han podido ocultar, como se han podido callar así.

En su cuaderno hay una anotación sobre el reloj de los Weasley, ese en el que sale su cara y dice dónde está. Hay dos cucharillas que tienen la cara de George y una de ellas siempre apunta a "Peligro Mortal" mientras que la otra se va moviendo. Ha pensado que el chico al que le correspondería esa cucharilla tendría un trabajo peligroso y por eso siempre apuntaba allí, como pasaba de vez en cuando con la de Charlie. Pero no, resultaba que no.

El dueño de la cucharilla que decía peligro de muerte no era otro que Fred Weasley y estaba muerto.

Atria se sienta frente a esa tumba y no es capaz de saber cuánto tiempo pasa frente a ella, apuntando en su cuaderno todo sobre el cementerio, en la parte oculta. No quiere olvidar los nombres que le suenan, quiere saber más de ellos, necesita entender porqué le suenan. Quiere saber más sobre las dos chicas O'Brien, sobre el señor Black y sobre el señor Lupin. Y, sobre todo, quiere saber la historia de Fred Weasley porque su fecha de fallecimiento no es la misma que la del resto, no, son siete días más tarde, el nueve de mayo. Por qué nadie le ha hablado de él cuando vive con su familia y por qué su aguja está parada en peligro mortal si está muerto. Su corazón se encoge cuando lo piensa, en que ese chico está muerto y tiene que irse del cementerio porque sabe que si no no va a poder parar de llorar.

La siguiente vez que vuelve es cuando es capaz de formar recuerdos si se toma la poción de Madame Pomfrey. Le parece adecuado ir al cementerio y pasa demasiado tiempo delante de la tumba de Remus Lupin, hablándole como si le conociera. Le cuenta que ya recuerda y que le va a traer flores la próxima vez que venga y que le gustaría haberle conocido porque seguro que le caería bien, no sabe por qué, pero sabe que le caería bien.

Cuando vuelve por segunda vez pasa la tarde delante de las tumbas de las O'Brien y hace todo tipo de preguntas. Se ríe delante de la tumba y una sensación familiar le recorre el pecho. Allí es donde Harry la encuentra y le confiesa que eran sus amigas. Le cuenta un poco de la historia que conocen y Atria llora en los brazos de su hermano porque no se acuerda de Julie y no se acuerda de Annabeth.

La tercera vez que vuelve es para estar delante de la tumba de Fred. Esa tarde no habla nada, pero la cuarta vez le habla de Mara y de George. Le cuenta como George ahora tiene novia o algo así, les ha visto y no está muy convencida de que sean pareja del todo, pero sí que está convencida de que, al menos, están a punto de liarse en cualquier momento. Se lo cuenta cada vez que va, como poco a poco van haciendo progresos y los ve mirándose sin que el otro se de cuenta. Entiende perfectamente la diferencia entre una mirada de pareja porque lo ve en Faith y Jake, el hermano de Mara, y una de amigos que solo quieren sexo. Ahora mismo tanto Mara como George están en esa fase y Atria le cuenta a la tumba de Fred que está un poco desesperada porque, por más que les deja solos, ellos no avanzan nada de nada.

—¿Crees que debería hacer algo o debería dejar que tu hermano avance solo?

Tampoco es tonta con eso, ha entendido perfectamente que es un hermano Weasley más, concretamente el gemelo de George. Y entiende perfectamente por qué George no quiere hablar de él, de verdad que lo entiende. Debe doler demasiado perder a tu hermano gemelo.

—Si, probablemente debería intervenir, tienes razón —se responde a sí misma y sonríe—. Se te da muy bien dar consejos, Fred Weasley, espero que en vida fueras igual.

Otra de las cosas que ha sacado de sus apuntes es que George era golpeador, así que no es descabellado pensar que el otro era Fred. Tiene apuntado lo que supone que era posición de quidditch, junto a una nota que dice que no se llevaban bien, pero duda que eso sea del todo cierto. Sintió algo en la tumba de Julie y Annabeth y descubrió que eran amigas suyas. Está convencida de que las tumbas de Remus Lupin y Fred Weasley tienen mucho más que ver con ella de lo que todo el mundo planea decirle, pero no le importa, tiene tiempo para investigar.

De hecho tiene tanto tiempo que se aburre, por eso le pregunta a Molly una tarde que qué pensaba hacer con su futuro cuando acabara la guerra.

—Ibas a jugar en las Arpías de Holyhead, cielo, pero tal y como tenías la memoria pensamos que no sería lo mejor —le dice la mujer, dándole un abrazo después—. Quizá puedes intentarlo ahora que recuerdas.

—Sí, ahora es un buen momento.

No se lo cuenta a nadie que va al campo de las Arpías, va sola porque no quiere tener que contar que la han rechazado. Pero no la rechazan, si no que la aceptan y le dicen que, después de las vacaciones de Navidad, podrá entrenar con ellas. Solo tiene que tener estudiadas las jugadas para cuando vuelvan y será una más del equipo porque seguían contando con su plaza. Bueno, también tiene que pasar unos cuantos exámenes médicos, pero esos no la preocupan.

Atria solo quiere chillar, pero aun así no se lo cuenta a nadie. Al menos, a nadie vivo, porque según le dan la noticia vuelve a Hogwarts y se lo cuenta a la tumba de Fred.

—¿Te lo puedes creer? ¡Me han cogido! —le chilla y empieza a reírse mientras está sentada en la hierba—. Pensaba que no lo harían por eso de mi memoria, pero sí que lo van a hacer.

Se apoya en las manos, mirando al cielo y vuelve a sonreír. Hace un buen día para ser diciembre y los rayos de sol calientan el cementerio entre la nieve.

—No termino de creerme eso de que nos llevábamos mal, ¿sabes? Creo que George se está callando algo, no le culpo, claro, pero... me gustaría que me lo contara, ¿sabes? —le dice a la tumba y la mira.

Leer su nombre le da dolor de cabeza, pero es mucho mejor que el dolor que siente cuando ve como en la tumba pone "Amado hijo, hermano y novio". Su corazón se encoge cada vez que lee la palabra novio, así que intenta evitarlo todo lo que puede. Aunque ese día no lo hace. Se centra en la palabra novio hasta que le duele el corazón y solo puede ser feliz por la chica que estuvo con él. Sabe que es una chica, no sabe por qué, pero lo sabe. Y también sabe que la envidia muchísimo.

—Espero que tu novia esté bien, Fred —le dice, antes de ponerse en pie. No puede más, no—. Dentro de unos días viene la novia de George a cenar a La Madriguera, tu madre está de los nervios, la verdad. Y tu padre está emocionado porque le he dicho que Mara es nacida de muggles, así que creo que te puedes imaginar todo lo que quiere preguntarle, probablemente porque quiere dejar a Hermione tranquila durante un tiempo. Les molestaré de tu parte, no te preocupes, he preparado una pequeña broma en la habitación de George y ya le estoy comiendo la cabeza a tu madre para que les deje dormir juntos.

Antes de irse transforma un puñado de hierba en flores. No sabe por qué se han convertido en rosas blancas, pero se pone roja por ello. Sabe que significan las rosas blancas, aunque no sabe el motivo de ese conocimiento. Aún así se las deja y espera que su novia no las vea y se ponga celosa por ello, no es su culpa que ella no recuerde nada y hayan aparecido esas flores.

Cuando vuelve a Wetvalley esa noche vuelve a soñar con el chico. Con su chico. Siendo capaz de mantener recuerdos es mucho más sencillo entender qué sueña, aunque sea incapaz de recordar cómo es o como se llama. Solo recuerda cómo le quiere y como él la quiere. Lo peor es despertar, pensando que estará a su lado y ver la cama vacía.

Su micropuff intenta consolarla mientras que ella llora, pero ni siquiera que se pegue a su cara y le chupe la narice le hace gracia, así que Atria pasa todo el día en la cama, llorando. Le odia, con todas sus fuerzas. ¿Dónde está? ¿Por qué no está con ella cuando está tan mal? ¿Por qué ha dejado que se hiciera eso?

Se hunde un poco más cuando llegan unas lechuzas con una caja donde hay una camiseta con su apellido a la espalda. El Potter brilla como nunca y con la primera camiseta que saca Atria siente que le falta el aire.

Se supone que ese era su sueño, lo que más quería y lo que siente es que todo está mal, que no es lo que quiere. Le faltan tantas cosas para poder celebrarlo bien que busca en su armario uno de los grandes jerseys que tiene ahí y se echa a llorar en la cama con él puesto abrazando la camiseta de las Arpías.

Recupera las fuerzas el día de Nochebuena, pero no porque quiera, si no porque no le queda otra que levantarse a abrir la puerta cuando George llama porque ha olvidado las llaves. Atria sabe que no las ha olvidado, sino que las dejó hace mucho tiempo allí porque no sabe cómo decirle que se muda a su propio piso. Pero aun así se las vuelve a dar en un intento que las tenga —porque alguien más tiene que tener una copia de las llaves, no tiene ganas de tener que llamar a un cerrajero— y finge que todo está bien. Le dice a George que quiere ir a Gilbert para comprar el postre para la cena de esa noche y los dos bajan a la pastelería una vez Atria ha desayunado.

Cuando salen se encuentran con Mara y se le nota a distancia que está alterada, así que hace lo que se le ocurre, distraerles. Y suelta que sabe que no están juntos. Las caras de ambos son un poema, así que es muy divertido ver como Mara se enfada, pero no le gusta nada cuando George le dice que ella no le besaba delante de nadie. Finge que no pasa nada y le agradece a George que le recuerde que iba a comer con Molly y se va. No va a La Madriguera, no, vuelve al cementerio.

Deja adrede la bolsa de polvos flu en medio del salón y va a la habitación a coger la primera camiseta que sacó. Y en cuanto la tiene en las manos se desaparece hasta las puertas de Hogwarts.

Odia desaparecerse, no es capaz de hacerlo bien, acaba siempre con heridas y maldice mientras intenta arreglar la que se ha hecho. Lo hace andando hacia el cementerio, no parando por solo un trozo menos de carne cerca del estómago.

—¿A quién quería tanto? —le grita a la tumba en cuanto llega, como si esperase una respuesta de verdad—. ¡Dímelo ahora mismo!

Pero nadie responde, lo sabe, lo tiene más que claro que nadie va a responder porque los muertos no hablan y en Hogwarts no queda nadie por vacaciones de Navidad porque todos han vuelto a sus casas así que tampoco llega alguien que se lo diga. Se cae de rodillas delante de la tumba y llora. Llora hasta que siente el frío en los huesos y el corazón congelado. No se mueve de allí, no va a hacerlo. Se queda con la camiseta en la mano y acaba tumbandose junto a la tumba hasta que casi se queda dormida.

Y sería tan fácil dormirse, con la nieve cayendo sobre ella, tapándola, ahogándola.

Duele tanto.

Se acaba levantando y mira la camiseta en sus manos. La ha traído por algo, por eso empieza a cavar un agujero en el suelo, uno lo suficientemente grande donde pueda dejar la camiseta y pueda taparla.

—Tienes la primera —le dice, con la voz rota antes de ponerse de pie y coger la caja de bollos del suelo. Que suerte que no se haya abierto.

Finge cuando llega, abraza a Harry y dice que había mucha gente para conseguir los bollos y abraza a Hermione y a Ginny, que lleva sin verlas meses porque las evita cuando va a Hogwarts. Molesta a Ron cuando se acerca, pero acepta darle uno de los bollos a cambio de que le deje ir con Ginny en un partido improvisado después de comer. Ganan ellas, claro, y luego empiezan a ayudar a Molly a preparar la cena.

Ven llegar a George y a Mara, andando hacia la casa mientras que todos fingen que no les han visto cambiar el rumbo en el último momento.

—Bill, ¿vas a buscarles? —pregunta Molly viendo que su hijo mayor es el único que tiene las manos limpias porque está colgando decoraciones y no ayudando con la comida.

—Déjales mamá, ahora vendrán.

—¡Bill!

Todos se ríen, pero Bill va. Está claro que Molly tiene un plan que no planea compartir con nadie y que va a llevar a cabo cueste lo que cueste, aunque Atria la ve fruncir el ceño cuando se da cuenta de que George tiene algunos chupetones en el cuello, algo con lo que Atria molesta a Mara. Todos se sorprenden cuando ven donde se sienta Mara y Atria protesta en voz baja porque nadie le ha dicho nada. Entiende que es la silla de Fred, claro que lo entiende, pero si se odiaban por qué se sentaban juntos.

Luego está Teddy. Atria queda, al instante, completamente perdida por el pequeño. Juega con él, intenta darle el postre y luego se ofrece como niñera del pequeño porque siente que no se puede separar de él. Quiere cuidarlo con todas sus fuerzas y algo le dice que es lo que tendría que estar haciendo.

Una vez Andrómeda, Tonks y Teddy se han ido, todos empiezan a decir que también se van. Discuten con Molly porque no les deja dormir con sus parejas y, finalmente, ella acaba aceptando que no le queda otra que dejarlos. Bueno, a casi todo porque ni Ron ni Ginny lo consiguen, con la excusa de que ellos siguen viviendo bajo su techo. Es divertido ver como cada uno de los hermanos van subiendo las escaleras y se oye una puerta abriéndose y luego voces mientras que Ginny y Ron siguen discutiendo con Molly y Hermione y Harry parece que no saben donde meterse.

—No os preocupéis, al final vas a subir a la habitación de Ron, Hermione, y tú, hermanito, acabarás en la de Ginny —también es divertido ver como los dos se ponen rojos.

Finalmente tanto Ron como Ginny suben enfadados por la escaleras a gritarle algo a George y luego sube ella, cuando Ginny baja protestando.

—Relaja, cuñada, que luego me iré a dormir al sofá —le dice y Ginny le da un pequeño empujón, pero al menos se ríe.

Le queda una última cosa antes de irse a dormir y es molestar a George una última vez, por eso ella también se cuela en la habitación. La verdad es que espera que Molly no entre porque encima de la cama tienen una caja de condones. Les cuenta por qué Ron y Ginny están enfadados y luego les dice que no hagan nada que no haría ella. Y el regalo. Bueno, el regalo de esa noche, porque tiene otro para Navidad.

La mitad de la cama se va a quedar inutilizable, así que su regalo es que estén un poco más juntos. Lo necesitan, en serio, puede que los demás no se den cuenta, pero eso es porque no les ven tanto. Pero Jake se lo ha dicho, el hermano de Mara es divertido y se mete con ella de forma agradable y ella se mete con él cuando le ve que se queda mirando a Faith como tonto. Ella también se quedaría mirando a Faith como tonta, la verdad. Pero volviendo a Jake, sí, él también está convencido de que su hermana está mintiendo, pero le gusta molestarla. Eso y que también la ve de mejor humor ahora que sale más de Wetvalley.

Atria vuelve a la habitación de Ginny y allí están tanto ella como Hermione hablando tranquilamente de la cena. Claro que se cambian un poco el tema cuando entra, pero Atria finge que no se da cuenta.

—Tranquila, Ginny, me iré dentro de un rato, en cuanto todo estén durmiendo, Harry podrá bajar y haced lo que queráis —le dice y Hermione empieza a reírse a lo que Atria la mira—. ¿Vais a echar a Charlie de la habitación u os lo vais a montar con él allí?

—¡Atria! —Hermione chilla y ahora la que ríe es Ginny.

Sabe que ellas son sus amigas y es divertido estar con ellas, pero también es una mierda que no las haya visto durante los últimos meses. Ellas parecen estar completamente integradas, probablemente por los tres meses en Hogwarts mientras que Atria... Atria se siente fuera de lugar.

Como siempre, la verdad, no encaja con ninguno de ellos.

Quiere volver a su casa, con John y tumbarse en su cama y no hacer nada más durante días. Quiere volver al cementerio y hablar con la tumba de Remus Lupin mientras La Luna les ilumina y quiere tumbarse al lado de la tumba de Fred y ver las estrellas hasta quedarse dormida.

Quiere dormirse y no volver a despertarse.

Quiere entender por qué lo hizo, necesita entender qué le pasó para no querer recordar nada de su vida, para tirar dieciocho años a la basura sin más. Ella también luchó en la guerra y está claro que le pasó algo que la rompió en mil pedazos.

Hermione y Ginny siguen hablando y Atria participa de vez en cuando en la conversación, pero más perdida en sus pensamientos que otra cosa. Gira el anillo de papel que lleva en la mano, juga con la cadena que une los otros dos. Harry le ha dicho que el anillo con la cadena era de su madre, pero no le ha explicado quién le dio el anillo de papel. Atria supone que se lo dió el chico de sus sueños.

Se queda dormida con las voces de las chicas de fondo. Cuando Hermione se va de la habitación y Harry llega ni él ni Ginny se atreven a despertarla porque no deja de murmurar y la oyen incluso llorar. Y hablan de ella. Hablan de cómo les gustaría hablarle de Fred. Harry maldice tantas veces que Ginny no entiende cómo no despiertan a Atria entre las voces y la pequeña luz que tienen encendida en la habitación para alejar las pesadillas.

—Mira como está —murmura Harry, sin dejar de mirar a su hermana, que parece que por un momento se calma, pero vuelve a llorar—. Tenemos que contárselo.

—¿Y crees que le va a hacer algún bien que le hablemos de él?

Atria oye perfectamente esas dos frases. Se despierta con ellas, cuando su corazón se rompe en sueños. Intenta llorar en silencio, pero parece que ellos se dan cuenta. Aún así no se mueve, intentando fingir que está dormida. Necesita escuchar más, necesita saber más de él. Todos saben quién es él, todos menos ella.

—Tiene que saber la verdad, Ginny —dice Harry y Atria oye como la chica chasquea la lengua—. No podemos ocultarle durante el resto de su vida todo.

—Que no hubiera tomado esa estúpida decisión.

—Sé que sigues enfadada, pero...

—¡Claro que sigo enfadada! —Ginny susurra con fuerzas y Harry suspira—. Lo hizo justo después de su funeral, fue un puñetero impulso, no pensó en nadie más que en ella misma.

Entonces Ginny se echa a llorar y Harry se mueve rápidamente. Se abrazan y Atria intenta contener las lágrimas de nuevo, pero no es capaz. Así que llora y se sienta rápidamente en la cama, como si se acabara de despertar de una pesadilla y coge un montón de aire de golpe. Le pasa bastante a menudo, pero Harry y Ginny no lo saben.

—¿Estás bien? —le pregunta Harry y ella asiente rápidamente.

—Me voy a por un vaso de leche.

Coge el edredón de la cama, con una fuerza que no sabía que estaba usando y sale de la habitación rápidamente. En cuanto cierra la puerta va hacia las escaleras, subiendo un poco y se tapa con el edredón antes de sentarse. Necesita respirar profundamente varias veces antes de conseguir tranquilizarse, pero por fin lo consigue y se queda un rato allí sentada, escuchando.

Harry y Ginny siguen hablando, en voz baja, con susurros rápidos que no llega a entender y se levanta rápidamente para ir a buscar el vaso de leche que había dicho. Le vendría bien, ayudaría a calmar sus nervios.

El edredón arrastra por el suelo mientras que ella se mueve por La Madriguera hasta la cocina. Calienta la leche de la forma muggle, pero de la forma muggle cuando los microondas no existían. Esa es una de las cosas de La Madriguera que no le gustan, no saben lo que son las comodidades como un microondas. Así que le toca sacar un cazo, echar la leche y calentarla a fuego lento. Aprovecha mientras se calienta para buscar la miel y le echa una buena cucharada que va disolviendo poco a poco.

Normalmente desde su sitio no se ve el reloj de la familia Weasley. Atria lo agradece porque, en realidad, no puede dejar de mirarlo. Le gusta ver como las cucharillas se mueven y también le gusta mirar la cucharilla de Fred, aunque intenta evitarlo. Le gusta la sonrisa que tiene. Le gustan sus ojos. Le gusta imaginarse que la cucharilla de Fred mira a su cucharilla y le sonríe.

Por eso agradece no poder mirar el reloj porque se quedaría embobada constantemente. Ahora es de madrugada, nadie le puede preguntar por qué mira el reloj con tanto interés, por qué sonríe de vez en cuando. Puede mirar la cucharilla de Fred todo lo que quiera.

Así que Atria la observa, sonríe cuando le ve sonreír en su foto y se imagina que la está mirando a ella. Remueve su vaso de leche distraída, le va dando pequeños sorbos mientras deja que su imaginación se dispare.

Le imagina delante, sentado en la silla. Estira el brazo para darle la mano, sonríe, gasta una broma, se mueve de silla hasta su lado, le pasa el brazo por los hombros, le da un beso en la sien.

Atria vuelve a sonreír, aunque su corazón se haga pedazos porque entiende perfectamente lo que le está pasando.

Se está enamorando de un muerto.

Deja el vaso de leche en la mesa y se tapa la cara con las manos. Lo ha dejado ir todo demasiado lejos. Ha hecho crecer unos sentimientos que nunca van a poder ser correspondidos por un motivo más que obvio. Así que tiene que pararlo.

Se promete que va a ser la última vez que mire al reloj, que después de eso se irá al sofá a dormir un poco y al día siguiente no lo mirará. No volverá a hacerlo y va a olvidar esos sentimientos que nunca deberían haber aparecido.

Atria deja de mirar su vaso de leche para mirar la cucharilla de Fred. El chico sonríe de nuevo desde la foto que hay pegada y, entonces, sucede.

Se mueve.

La cucharilla cambia de "En peligro" a "Viajando".

______________________________________

Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?

Yo no sé que ha pasado aquí.

¿Habéis visto que Atria y Jake son amigos? Juntar a esos dos debería ser delito la verdad, no quiero imaginarme la que podrían liar. También hay un guiño a la idea original, Atria sintiéndose atraída por Faith. Fun fact se llama Faith porque Atria necesitaba la fe. Y que me hacía gracia que estuviera pillada por alguien cuyo nombre empezara la F.

No ha pasado nada más, ¿no? Entonces os veo próximamente por aquí, no he decido la fecha de la próxima subida exactamente, pero poner unas tres semanas, ¡pero no prometo nada!

Espero que os haya gustado este capítulo en el que no pasa nada digno de mención.

Nos vemos en las próximas semanas <3

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