Capítulo 28: A42

Cuando cierra la puerta de un portazo George solo puede apoyarse en la pared y coger aire. Odia haber hecho que toda la atención de Tonks esté en Mara, pero él necesita estar de nuevo allí, en la habitación. Está vez no se va a separar de Fred, es lo que consiguió que les hirieran, no va a volver a permitirlo.

Solo necesita unos segundos lejos de ambas camas, de verles pálidos y sin moverse. Don ya le ha dicho mil veces que puede irse a casa y que, si hay algún cambio, será el primero en enterarse, pero George no se atreve a irse más allá del baño. Solo puede pensar en la última vez que vio a Fred, en el Gran Comedor, antes de separarse para cubrir más terrenos del castillo.

No quiere recordar cómo pasó todo, no quiere volver a recordar como Harry estuvo describiendo durante horas el estado en el que le había visto en el Bosque Prohibido solo porque se lo había pedido para intentar ver si había alguna pista.

Claro que no había ninguna y lo siguiente fue que estaba muerto. No quiere pensar en ello, la verdad, porque no lo está, siempre ha tenido razón y ahora puede demostrarlo porque está allí, en una camilla, recuperándose. Porque va a recuperarse, solo necesita un poco más de tiempo, ha estado mucho tiempo encerrado.

Se separa de la pared y suspira. Le está empezando a pasar factura estar allí todo el día encerrado, echa de menos su cama, la verdad, las sillas que tiene Don en la clínica no son tan cómodas como lo es su cama. Incluso la cama del apartamento de Estados Unidos era más cómoda que las sillas y eso que se le notaban los muelles cuando te tumbabas.

Decide pasar primero por la máquina expendedora para ver si algo le llama la atención. No le vendría mal algo de chocolate, la verdad, quizá le sienta mejor que lo que ha cenado. Marius no es un mal cocinero, pero comer un estofado frío y luego ser sacudido por Tonks no sienta muy bien al estómago, por algún motivo completamente incomprensible. Lo que le gustaría es comerse uno de los croissants que hay en la cafetería nueva. No están tan buenos como los de Gilbert, claro, pero la cafetería nueva tiene la ventaja de que el chaval que la lleva no le conoce, así que no tendrá que hablar con él. Quizá se lo puede decir a Mara y salen por la mañana, cuando lleguen sus padres. Sabe que le vendría bien salir, pero tiene tanto miedo que no quiere alejarse.

Suspira y mira la máquina, porque independientemente de lo que haga por la mañana, quiere algo de chocolate para ese mismo momento. Se decide por el A42, que es como una barra de chocolate negro rellena de chocolate blanco. El contraste está tan bueno que coge otra de las barras para llevársela a Mara, porque tiene que probar eso y él ya ha devorado la suya. Y puede que le de un mordisco a la de Mara mientras va de camino a la habitación. Seguro que no le importa que...

¿Por qué oye pitidos?

No piensa mucho al salir corriendo hacia la habitación y se le para el corazón cuando ve la cama de Fred vacía y todas las máquinas que tenía conectadas están pitando.

—¡Eh, tú, aléjate de ella! ¿Quién cojones te crees que eres y qué le estás dando a Atria?

No, Fred no está de pie y al lado de la cama de Atria, hablándole a la nada. George no ha podido irse un momento y, cuando haya vuelto, que esté despierto y andando. No se ha quitado todos los cables que tenía puestos ni nada por el estilo, no, tampoco hay ruidos. Se los ha imaginado por culpa del chocolate de la máquina, está claro que es eso.

Fred le sigue gritando a la nada y parece que pelea con ella y George se pellizca la mano, para comprobar que se ha quedado dormido en la silla y que es un sueño porque tiene muchas ganas de que Fred despierte. Pero el dolor del pellizco es real, como es real que Fred tire hacia la puerta una de las zapatillas de hospital de Atria, dándole en la cara.

—¡George!

Que, de repente, parezca olvidarse de lo que sea que está persiguiendo para ir corriendo a abrazarle debería preocuparle porque Fred no parece estar en sus cabales, pero en realidad le alivia que sea capaz de reconocerle.

Fred está vivo, está bien, está delante, le está abrazando y no se lo está imaginando. Todo ha terminado, por fin, por fin ha terminado ese último año y medio lleno de horrores.

No, no de horrores, no todo ha sido un horror.

—Tengo que avisar a Don —le dice en cuanto le suelta del abrazo y a Fred no parece gustarle que tenga que avisar a nadie.

—¿Quién es ese Don?

—Tu médico, es buena gente.

Lo han preparado todo para ese momento, el momento en el que uno de los dos despertara, así que George aprieta el botón de la cama de Fred y, a los pocos segundos, Don aparece, en pijama. George no se queda al examen médico, no necesita oír que tiene que irse porque él ya quiere salir de allí. Tiene que contárselo a Mara, quizá esa noticia consigue distraer a Tonks lo suficiente y...

No están en la habitación donde las había dejado. Allí no hay nadie y está completamente vacía, como si nunca nadie hubiera estado allí. George no lo entiende porque Mara no le ha dejado solo desde que llegaron de Estados Unidos y que se haya ido en ese momento tiene que ser obra de Tonks.

Quizá han ido a otro lado para poder estar más cómodas mientras hablan, así que George vuelve a la sala de espera y se sienta en una de las sillas, una de las que miran hacia la puerta de la clínica. Se está levantando una gran tormenta y sabe que tiene que avisar a sus padres para que vengan a ver a Fred, pero no quiere hacerlo hasta que Don no termine. Y también debería esperar a que la lluvia deje de ser tan fuerte, se aparecerán, claro, pero lo harán en la plaza del pueblo y tienen que llegar hasta la clínica. Pueden esperar un poco más, si han esperado un año y medio por media hora más no pasará nada y más cuando la luz se va en todo el pueblo. Pueden esperar.

El exámen de Fred no dura media hora más, son dos horas extras en la que la tormenta no amaina ni siquiera por un segundo y los relámpagos iluminan tanto la sala de espera que George cree que puede leer allí mismo solo con la luz que le proporcionan. Supone que Mara ha vuelto a casa después de hablar con Tonks y piensa en hacerlo él también para darse una ducha y coger algo de comer. Quizá puede echarse un rato en la cama, seguramente Mara se haya quedado dormida allí después de pasarse tantos días en el hospital con él. Quizá debería haberla hecho caso, aunque fuera solo por ella y haber vuelto a casa para que no estuviera durmiendo en las sillas del hospital.

Pero no quiere moverse de allí, claro, no si no hay nadie con Fred. Podría llamar a sus padres, llegarían rápido aunque está Don, así que estará bien con él, no tiene que hacerles llegar bajo la lluvia solo para que no esté solo cuando no lo está. La lluvia no tiene pinta de que vaya a calmarse en ningún momento, así que George suspira y conjura un paraguas, aunque no tenga mucho sentido hacerlo. Transforma su jersey en un abrigo impermeable y se sube la capucha para luego hacer impermeables tanto sus pantalones como los zapatos.

Los relámpagos iluminan el camino, algo que agradece porque no vería de otra forma al no tener las farolas encendidas. El paraguas sale volando en cuanto llega a la plaza del pueblo y, para cuando llega a casa, da igual que la ropa sea impermeable porque está completamente empapado. Seca la ropa con un movimiento de varita para no dejar todo mojado según sube al baño y allí está la ropa de Mara, en el suelo.

Está llena de barro, lo cual le preocupa así que empieza a buscar a la chica por la casa. Debería ducharse para evitar ponerse enfermo porque la ropa estará seca, pero el frío de la tormenta lo tiene en el cuerpo.

Mira primero en su dormitorio, esperando encontrarla durmiendo en la cama, pero todo lo que ve cuando enciende la varita es que los cajones están revueltos. Falta ropa de Mara y la suya que está en los cajones que comparten está revuelta, como si hubiera estado buscando algo con prisa.

La cama está sin tocar y, por un momento, piensa que han venido a buscarla. Que se han colado en el pueblo y la han secuestrado porque la han reconocido del ataque que le han hecho a la mansión de esos estúpidos mortífagos. Por eso había sido tan fácil sacar a Fred, porque iban a ir luego a por ellos.

Pero si la hubieran secuestrado no hubieran cogido ropa de la chica, se la hubieran llevado con lo que sea que tuviera puesto. Si la hubieran secuestrado mientras estaba en la ducha el grifo se hubiera quedado abierto, así que no han podido secuestrarla. No han podido secuestrarla.

Tiene la ropa todavía húmeda a pesar del hechizo, pero le da igual cuando se sienta en la cama porque necesita sentarse. Todo está revuelto, podrían haberlo preparado para que pensara que no hay ningún problema y que solo ha tenido que salir. Podrían haber entrado, no sería descabellado, ya lo hicieron una vez, entraron y casi acabaron con el pueblo, casi acabaron con Mara esa única vez que las defensas de Wetvalley fueron anuladas.

Y Atria no confiaba en la gente del pueblo. Había encontrado algo que le había hecho desconfiar para no contarle a nadie que no fuera Mara y él el plan para salvar a Fred por si había alguien infiltrado. Si ya pasó una vez puede haber vuelto a pasar y si habían elegido a Fred la primera vez ahora podían haber elegido a Mara.

Porque elegir a Mara cuando planeabas una guerra entre magos y muggles era el movimiento perfecto. George puede ver todo el plan delante de él, el que tienen los mortífagos. Tener a Mara les garantiza que el pueblo esté más indefenso, es una de las mejores brujas que hay en el pueblo. Si desaparece y, cuando vuelve, lo hace controlada por la maldición imperio y empieza a decir cosas contra los muggles...

Mara podría romper el equilibrio del pueblo con tan solo decir unas palabras.

Tenía que haber estado. No tenía que haber estado obsesionado con estar en la clínica, no tenía que haber salido de la habitación y haberla dejado sola con Tonks. ¿Y si había sido Tonks? No, no podía haber sido Tonks, Tonks no entregaría a Mara a los mortífagos, ella no haría eso, no...

Solo que la Tonks que conocía George era la de antes de la muerte de Remus, no la nueva Tonks. Podía reconocer las ganas de venganza en los ojos de alguien, las ganas de llevar a cabo tu plan sin que te importe lo que le pase a quienes estén a tu alrededor. ¿Y si Tonks estaba trabajando para los mortífagos solo para poder vengarse de ellos cuando los tuviera delante? Podía ver, perfectamente, como Tonks no dudaría en arriesgar la paz que habían conseguido si con eso conseguía vengar la muerte de Remus.

Tiene que moverse, tiene que encontrar a Mara antes de que sea demasiado tarde.

Quizá todavía no se han movido, quizá siguen en la mansión donde estaba Fred. Se mueve con rapidez, sin saber que podía hacerlo y coge uno de los calcetines que Mara ha dejado en el suelo para transformarlo en un traslador. Sujeta la varita con fuerza antes de tocarlo y el tirón familiar le lleva por el océano Atlántico hasta las mismísimas puertas de la mansión.

Están abiertas de par en par, lo que hace que George levante la varita, protegiéndose. Ahora está alerta, ya no siente nada de la desesperación que estaba sintiendo en la habitación de su casa. El olor a madera quemada le ha puesto completamente alerta y no quiere pensar en cómo tiene que estar Mara. Tiene que estar odiando el olor.

Sube lentamente hasta el primer piso, guardando el calcetín en el bolsillo de los pantalones y teniendo cuidado de donde pisa. Ahora sí que puede ver bien la casa, con la luz del día que entra por la ventana. Los daños del fuego son más de los que pensó cuando fue a buscar la varita de Mara y le extraña ver como todavía la casa se mantiene en pie. Algunos de los escalones que pisa empiezan a desmoronarse cuando levanta los pies de ellos, pero no le preocupa porque no piensa volver por allí, en cuanto tenga a Mara va a desaparecerse.

Recorre el primer piso, con cuidado. Revisa todas las habitaciones, esperando a que alguien le ataque en cualquier momento, pero nadie va a por él así que sube al segundo, donde el daño del fuego es incluso mayor que en la primera planta. El daño a la estructura se nota mucho más allí y más ahora que ha pasado un tiempo. Hay algunos agujeros en el suelo, más trozos de madera han caído al pasillo y, cuando pasa por encima de uno de ellos, oye el sollozo.

Sabe perfectamente como llora Mara, así que no duda en salir corriendo hacia el sollozo, sin pensar en que puede ser una trampa.

Si lo es está bien hecha porque el cadáver está en el suelo, rodeado de sangre y Mara está en el charco de sangre, de rodillas. Intenta tapar la herida del estómago, pero ya es demasiado tarde para Rookwood y Mara lo sabe perfectamente y aun así está intentando salvarle.

—Mara...

Se ha equivocado al llamarla, lo sabe por la mirada de pánico de la chica. Aparta las manos del cuerpo y la sangre le gotea desde las muñecas hasta que le mancha los pantalones.

—No quería, no... no era lo que... no tenía que haber... estaba enfadada y... y...

Le ha matado ella. George no necesita que lo diga en voz alta, ya lo sabe, por cómo está Mara sabe perfectamente que ha matado a Rockwood y no es una gran pérdida para el mundo mágico así que le pueden dar por culo a él y a su cadáver. Se arrodilla en el suelo, junto a ella y la abraza.

—No, no me abraces, no... —intenta soltarse y George afloja el abrazo para que no se agobie, a lo que ella se aleja—. Soy una... una...

—No lo eres —la interrumpe y avanza hacia ella, cogiéndole las manos. Da igual que las tenga llenas de sangre, no tendría que ser ella quien las tuviera así—. No lo eres. Eres muchas cosas, Mara, pero no eso.

Tiene que sacarla de allí, lo sabe porque ve como vuelve a mirar el cuerpo de Rockwood y no puede dejar que siga viendo todo eso. Saca el calcetín del bolsillo y vuelve a encantar para que les lleve de nuevo a Wetvalley.

A casa.

Sabe que no va a ser fácil lo que venga ahora, pero no le importa, le da exactamente igual, ella ha estado para él estos últimos días y él va a estar para ella. Le ayuda con la ducha, a sacar toda la sangre de incluso debajo de las uñas y está con ella en la cama mientras llora de nuevo hasta que se queda dormida.

Él también se duerme, abrazándola, por fin en una cama después de tantos días y no puede creerse lo bien que puede llegar a dormir si no es en una silla. Duerme tanto que, cuando despierta, sigue siendo de noche a pesar de que se habían ido a dormir con el amanecer.

Mara no está en la cama cuando despierta, así que George no se queda en la cama como pensaba hacer. Se levanta rápidamente, con la varita en mano, para buscarla porque si bien no va a presionarla para que le cuente cómo mató a Rockwood si que quiere entender cómo llegó hasta allí, cómo acabó en esa situación.

—A buenas horas te despiertas, tus padres han estado por aquí, les he dicho que iríamos luego a la clínica a ver a Fred porque necesitabas dormir.

Está en la cocina, delante de los fogones y parece que hace como si no hubiera pasado nada. George entiende perfectamente cómo funciona el trauma, lo ha vivido y sabe que Mara también lo ha vivido así que deja la varita en la encimera de la cocina y solo observa a la chica.

—¿Por qué no me habías dicho que Fred había despertado? —sigue como si nada y le pone delante un plato de huevos revueltos. Es un desayuno, pero también vale como cena.

—No me parecía el momento más oportuno —que ella se sirva otro y se siente en la mesa de la cocina como si nada, sonriendo—. ¿Estás bien?

—Claro, ¿por qué no iba a estarlo? —que se lleve la comida a la boca y sonría como si nada no le da buena espina.

—¿Recuerdas lo que ha pasado esta mañana?

—¿Que por fin hemos venido a casa a dormir en lugar de quedarnos en la clínica? Claro. Por cierto, siento haberme quedado dormida después de hablar con Tonks, quería tantos detalles sobre cómo sacamos a Fred que...

—No me refiero a eso —la interrumpe y no sabe si es lo mejor, pero lo hace igualmente.

—¿Entonces a qué te refieres? Porque no ha pasado nada más desde que te fuiste de la habitación en la clínica.

Lo sabe. Mara sabe perfectamente lo que ha pasado y solo está ocultándolo.

—No puedes no hablar de ello, no...

—No ha pasado nada, George, ¿no lo habrás soñado? —ahora es ella quien le interrumpe.

—¿Soñado?

—Sí, soñado, llevas tanto tiempo sin descansar bien que habrás soñado algo raro.

Casi puede creerla. Casi. Debería llamar a madame Pond para que venga a hablar con Mara sobre lo que ha pasado en esa mansión. Debería darle la razón y hacer como que sí, que lo ha soñado. Debería hacerlo, pero le está intentando mentir a la cara.

—¿He soñado que has desparecido durante horas y que he tenido que ir a buscarte?

—Supongo, no sé que has soñado exactamente, George, no puedo meterme en tus sueños.

Mara ni siquiera ha terminado de comer, pero coge su plato y empieza a recogerlo como si lo hubiera hecho. El temblor de sus manos la delata cuando echa los restos en la basura y mueve el plato hasta el fregadero.

—Supongo que también he soñado los restos de sangre que sigue habiendo en la ducha, ¿no? —ni siquiera sabe por qué está empezando a enfadarse tanto.

—George, ¿estás bien? No tiene pinta de que haya sido un sue...

—Ni se te ocurra decirme que ha sido un sueño, Mara, sabes perfectamente que no he soñado como te sacaba de una piscina de sangre.

Se le cae el plato a la pila. No debería haberse roto porque la altura no es la suficiente, pero se le rompe y Mara no se mueve de allí. Solo se queda mirando el plato, en el fregadero, los pedazos que hay. El grifo sigue abierto y solo se mueve para cerrarlo.

—Haberme dejado allí, George, nuestro trato ya se ha acabado, no tenías que venir a buscarme.

Se seca las manos con el trapo de la cocina antes de coger la basura y empezar a echar los trozos del plato dentro.

—¿Nuestro trato? ¿A qué viene eso? —no entiende nada. No lo hace.

—Sí, ¿no te acuerdas? Te ayudo a encontrar a Fred si finges que sales conmigo para que mi abuela me deje en paz.

—Claro que recuerdo el trato.

—Ya hemos encontrado a Fred, así que nuestro trato ha acabado.

—¿Qué tiene que ver nuestro trato con lo que pasó anoche?

No, esto no viene de que no quisiera que negase lo que había pasado en la estúpida mansión. No viene de ahí, no está sacando el tema solo porque haya intentando entender qué le estaba pasando. No puede estar sacando ahora eso, no en estos momentos. No puede querer romper todo ahora, cuando estaban empezando a volver a estar bien. Cuando podrían estar bien sin ya más mentiras de por medio, solo lo real.

Mara por fin se gira para mirarle y no le gusta que se haya girado. No hay ningún tipo de emoción en la mirada de Mara, ni siquiera el pánico que estaba sintiendo anoche cuando llegaron. No hay nada, está completamente vacía, es una cáscara que se mueve mientras sigue secándose las manos y no es ella.

—Solo quería recordarte que ya no tenemos que fingir más, nada más.

—¿Esto es por lo de anoche? Mara, me da exactamente igual lo que le haya pasado a Rockwood, no es...

—Se ha acabado el trato, George, nada más. Quería habértelo dicho hace días, pero con Fred inconsciente no me parecía el mejor momento. Ahora está despierto así que podemos acabar ya con esto.

—¿Todo esto es porque no quieres hablar de que anoche mataste a alguien?

No tiene tacto, lo sabe, no tiene excusa, no tiene tacto ninguno cuando está a punto de perder todo de nuevo. No quiere perder a Mara.

—No puedes fingir que no ha pasado, Mara, no funciona así, no...

—¿Qué más te da como lo gestione? —el trapo que seguía sujetando sale volando hacia la encimera de la cocina—. ¿Qué más te da, George, si no te has separado de las camas de hospital todo este tiempo?

—No me da igual como lo gestiones, Mara, me...

—¡Me he comido todas las broncas, George! ¡Todas! ¡Faith se ha cabreado conmigo y no he ido a arreglarlo con ella todavía!

—Has salido del hospital, podrías haber ido a arreglarlo.

—He salido del hospital para ver a mi abuela para que no le diera un infarto después de haberme ido contigo sin avisar.

—Nadie te pidió que te quedaras conmigo —pero se lo agradece, ¿por qué no se lo está diciendo? ¿Por qué está siendo así?

—Nadie te pidió que fueras a buscarme anoche.

—¿Hubieras preferido que te dejara en el charco de sangre?

—¡Hubiera preferido que hubiéramos roto ya esta mierda de trato!

Mierda de trato. George quiere reírse porque sí, la verdad es que tiene razón, era una mierda de trato que iba a salir claramente mal. Nunca tenía que haber aceptado nada, tenía que haber sabido que iba a salir mal.

—Por fin estamos de acuerdo en algo desde que hemos empezado a hablar.

Y ya está. Se ha acabado. No hay más. Ni siquiera se molesta en coger la varita que ha dejado sobre la encimera, ya volverá a por ella cuando venga a sacar todas sus cosas de la casa.

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A ver, si no os esperabais que estos dos iban a romper pues no sé qué hacéis leyéndome, la verdad, ser cruel es mi pasión y más si hago que estos dos peleen y sufran por ello.

Ahora tenemos una Mara que ha matado alguien y no es mi primera niña que mata, ese puesto es de April, pero ella lo lleva mejor que lo que lo está llevando Mara, la verdad. Pensaba que Atria acabaría matando a alguien por accidente antes de que Mara decidiera que iba a hacerlo por su cuenta, la verdad, eso ha sido totalmente inesperado.

Nos vemos la semana que viene, con más cositas ahora que Fred está despierto y George y Mara han peleado. Mil gracias por leer <3

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