Capítulo 2: Requiem por los muertos

La única publicación respetable después de la guerra era El Quisquilloso, lo cual decía mucho sobre el estado en el que se encontraba todo. Nadie confiaba en el Ministerio de Magia y mucho menos en El Profeta, que ya estaba intentando lavar su imagen, pero no iba a ser posible.

Al menos, todo el mundo pudo contrastar que las muertes que publicaba El Profeta habían sido reales porque todas habían sido publicadas en El Quisquilloso y Mara supo que la había cagado bastante al no ir porque el nombre de Julie estaba en la revista.

Julie había muerto junto a Beth y ella la había cagado porque si en lugar de haber dejado que el rencor por el pueblo la hubiera cegado hubiera estado allí para sus dos amigas. Había hecho cientos de rondas de perfectos con ellas, las había enseñado todo sobre el mundo muggle y ahora... ahora estaban muertas.

Y ella las había fallado, al igual que había fallado a Claire, Sam y Olivia, que estaban también apartadas en a un lado, hablando entre ellas. Miraban al frente, susurraban algo al oído de las otras y luego miraban de nuevo al funeral de esos momentos. Era demasiado poco lo que les había pasado, la venda en la cabeza de Claire, la pierna rota de Olivia y el brazo en cabestrillo de Sam. Todas tenían algún tipo de herida más allá de las más evidentes, como cortes en las mejillas o en los brazos y Mara aparta rápidamente la mirada de ellas cuando Olivia se gira de repente.

No fueron las únicas que llamaron la atención de Mara, claro que no, lo siguiente que llamó la atención de Mara fue un nombre en concreto que le hizo entender aquel patronus con la voz rota que le llegó en cuanto acabó la batalla. Fred Weasley estaba muerto y Atria Potter no tardaría en ir después teniendo en cuenta que Remus Lupin también había muerto.

La vio en los funerales, sentada en una silla, con la mirada perdida y, de la nada, se levantó en mitad del funeral del profesor Lupin y su hermano tiró de ella para que se sentara en la silla. Todo lo que estaban viendo había sido por culpa del chico Potter, porque le habían ayudado todos los que estaban allí en algún momento y todos los que estaban enterrando le habían hecho un gran favor a Potter.

Atria no se movió cuando enterraron a Julie y a Beth, Mara la observaba desde lejos, viendo como no reaccionaba y la chica solo tenía la mirada completamente perdida, como si no estuviera allí. Luego reaccionó, en mitad del entierro de su novio y le puso los pelos de punta a todo el mundo con su grito.

— Pobre chica —le susurró Don a Mara y ella solo asintió.

Atria era su amiga. Pero seguía jodidamente enfadada con ella. Atria había arrastrado a sus amigas a morir, a su pueblo a ser destruido. Probablemente hubiera conseguido que la mataran a ella si hubiera ido a su llamado. Así que Mara se dejó llevar por el rencor y empezó a odiar a Atria. Era mucho más sencillo odiar a alguien que tiene cara que aquellos que ya han matado, que a una idea.

Porque Mara era consciente de que Wetvalley fue destruido por una estúpida idea, pero echarle la culpa a una idea no era algo sencillo, no estaba allí y Atria sí. Atria que les había pedido usar Wetvalley como refugio, quería vivir allí, no estuvo cuando Bellatrix mataba a sus padres, no estuvo cuando la quemaban viva.

Las cicatrices de las quemaduras empezaron a picar y Mara empezó a oler de nuevo el fuego, la carne quemada, el calor subiéndole por las piernas y le faltó tiempo para saltar al Lago Negro. Si no hubiera sido por Don, Mara hubiera acabado haciendo alguna estupidez, pero el medimago la sacó del funeral y se la llevó a Wetvalley. No fue una mejora instantánea, porque allí la gente sí que la miraba, sí que sabían quién era y la prestaban atención. Una atención que no quería en esos momentos así que salió corriendo.

El sauce seguía fuera del pueblo, como si estuviera esperando algo. O a alguien. Y Mara esperaba que la estuviera esperando para volver a hablarla.

— He ido al funeral de mis amigas —le dijo nada más llegar, pero no hubo respuesta—. Sé que sigo siendo digna, no seas cabezota.

Pero la única respuesta que tuvo fue la del viento, ese día y los siguientes.

Cassiopeia Black no sabía qué hacer con su nieta. Ella solo se levantaba, cogía algo de comer y desaparecía en el bosque hasta bien entrada la noche, cuando volvía completamente derrotada y con los nudillos blancos y la varita en la mano. Cassiopeia entendía el miedo que tenía Mara, claro que lo hacía porque había vivido con él durante treinta años de su vida. Las marcas que dejaban los Black no desaparecían fácilmente y, desde que Bellatrix había aparecido por el pueblo tanto Marius como ella tenían problemas para dormir de nuevo. Tampoco era fácil dormir cuando Mara se despertaba gritando de dolor o de miedo y la ducha de la casa se abría de golpe a las tres de la mañana con el agua más fría posible.

No había sido fácil llegar hasta allí y ahora que no había peligro parecía que seguía allí, sobre todo cuando lo leían en El Quisquilloso. Solo había pasado un mes desde la guerra, pero todos los días había noticias sobre mortifagos capturados, sobre los futuros juicios, sobre recompensas por la información sobre los mortifagos mezclados con noticias sobre las propiedades de la saliva de gnomo. Por eso, en casa de los Perkins, decidieron que volvían a leer El Profeta cuando anunciaron que Percy Weasley iba a estar encargado, provisionalmente, de revisar todas y cada una de las noticias del periódico.

Cassiopeia recordaba a Mara hablar pestes de Percy como Premio Anual porque siempre tenía que decirle algo sobre que no hacía bien sus rondas con Cedric o porque estaba, de nuevo, vendiendo cosas muggles. También recordaba que, a veces, Mara expresaba cierta admiración por el chico Weasley porque la había ayudado con algunas de sus asignaturas. Así que Cassiopeia decidió que volvían a leer El Profeta y como Mara no se quejó, supuso que estaba bien.

Claro que no todo estaba bien, ni mucho menos, porque Mara no hablaba con nadie.

— Sal con tus amigos, vamos, deja de ir al bosque —le repetía todas las mañanas y Mara seguía haciéndose su sándwich como si nada.

— ¿Con quién quieres que vaya? ¿Con las dos muertas o con la que consiguió que las mataran? Quizá puedo ir con las tres que ni siquiera se han molestado en venir a verme. O puedo ir con la que no deja de tirarse a mi hermano, voy con quien tu quieras, abuela —esa respuesta había sido nueva y Cassiopeia no supo qué contestar, por eso Mara volvió a irse de casa a ver al sauce.

— Podrías tener el detalle de decirme qué cojones tengo que hacer para que vuelvas a hablarme.

Ya no sabía que contar al sauce. Había arreglado todo el pueblo, había levantado aún más protecciones y había arreglado todo lo que podía las relaciones entre magos y muggles en el pueblo. Había renovado todos los hechizos que el pueblo utilizaba e incluso había añadido nuevos para implementar los pedidos a domicilio. Había buscado a gente que quisiera mudarse al pueblo y el sauce los había aceptado sin ningún tipo de problema.

¿Qué cojones quería el puto sauce para hablarla?

— ¡Qué me digas algo de una vez, árbol de los cojones!

— Es un árbol, estoy seguro de que no hablan.

Sabía quién era. Había trabajado con él codo con codo así que reconocía fácilmente la voz de George Weasley. Lo que no terminaba de entender era qué hacía en Wetvalley y por qué estaba junto al sauce.

— ¿No tienes que tirarte a la novia de tu hermano muerto o algo así para evitar que se mate? —¿Por qué había dicho eso? A veces no se reconocía, quizá por eso el sauce se negaba a hablarla.

— Fred no está muerto.

Mara no pudo evitar girarse para mirar a George. Eso sí que no se lo esperaba, ni mucho menos. Así que levantó una ceja y se le quedó mirando.

— Eres consciente de que le habéis enterrado, ¿no?

— Ese no es su cuerpo —joder, sí que estaba jodido. Y había venido a molestarla allí, a su sitio. ¿Qué se supone que tenía que decirle?

— Mira, yo tampoco quería aceptar la muerte de mis padres, pero es lo que hay, ¿sabes? Por mucho que lo niegues sigue siendo algo real —intenta ser suave, de verdad que lo intenta, pero no le sale ni de lejos.

— Pensaba que podría estar por aquí, Harry dijo que le habían dado un golpe en la cabeza, quizá le han dejado amnésico y...

— Weasley, le enterraste, no está vivo —Mara no duda en interrumpirle y el chico solo suspira.

— No le has visto entonces, ¿no? Por el pueblo.

— Le vi en su puto funeral.

— Vale —contesta George y se gira para irse, pero en el último momento, vuelve a mirar a Mara—. ¿Qué es lo que te pasa?

— ¿Qué qué me pasa? Qué te pasa a ti, ¿por qué no vas a un psicólogo para que te ayude a superar el duelo? —dulce ironía, recomendándole un psicólogo cuando ella ha rechazado todas las citas que Don ha programado para ella.

— Ya sé lo que pasó en el pueblo, pero pensaba que... da igual.

El chico se queda callado, pero sigue mirándola, al menos hasta que se gira y entonces Mara se da cuenta.

— ¿Qué te ha pasado en la pierna? —le dice y George vuelve a girarse para mirarla.

— No sabía que te importaba algo —contesta y ella se encoge de hombros.

— Solo me llama la atención que cojees, en el funeral de tu hermano —lo remarca, sabe que es estúpido, pero lo remarca como si eso fuera a hacer que George aceptase antes que Fred está muerto y no le está echando sal en la herida— no cojeabas.

George la mira fijamente y eso la incómoda. La incómoda bastante porque sabe que la está juzgando por sus palabras y aunque quiere disculparse por ellas solo le sale seguir atacando al chico.

— Me he levantado está mañana con la cojera —responde después de un rato, como si hubiera estado pensando en si responderla o no.

— Uno no se levanta con cojera un día.

Esta vez George Weasley sí que no responde, se va como ha aparecido, como una sombra. Así que Mara vuelve a girarse para mirar al sauce y no puede evitar acariciarle.

— Por favor, no me quites el poco sentido que me queda —le susurra, pero la respuesta sigue sin llegar y Mara recoge sus cosas para volver antes a casa de su abuela.

O, al menos, intenta ir a casa de su abuela, porque a mitad de camino cambia de opinión y va a su casa por primera vez desde que sus padres murieron. No le apetece ver a su abuela en esos momentos, no quiere así que le envía una nota en un avión de papel que dice "He salido con un amigo, volveré mañana" y se mete directamente a su cama.

Su habitación nunca volverá a ser la misma, no cuando Jake ya no puede estar allí con ella, roncando y molestándola. No volverán a hablar por las noches hasta bien entrada la madrugada y no podrá volver a molestarle cuando no pueda dormir lanzándole un cojín porque Jake no mejora y solo parece que está estancado. Cada día le cuesta más moverse, cada día le cuesta más hablar y Mara solo puede pensar en que también está perdiendo a su hermano.

Así que llora toda la noche y gran parte del día siguiente. Manda otro avión de papel a su abuela, diciéndole que llegará para la cena y que no se preocupe e intenta recuperarse de las lágrimas dándose un buen baño.

Gracias a la magia por ser capaz de proporcionarle un baño caliente en cuestión de minutos y mantenerlo así todo el tiempo que lo necesite. No soporta el agua caliente porque las cicatrices le pican, pero ese día necesita sentir algo más que el frío que tiene en el corazón, por lo que se hunde en el agua e intenta volver a sentir algo que no sea odio, rencor y tristeza.

Pero los buenos sentimientos no vienen con un baño caliente, así que Mara sale sintiendo como el frío sale de su corazón y se extiende por sus huesos.

— ¿Dónde has estado? —le pregunta su abuela en cuanto entra por la puerta.

— Hemos ido a la playa —miente y es fácil mentir—. Me he duchado en su piso.

— ¿Has estado con Atria? —le pregunta su abuela y antes de que pueda negar, su abuela ya está hablando—. Pobre niña, perder así a su novio... espero que venga pronto por aquí y...

— He estado con George —responde rápidamente Mara y luego se maldice por la mentira. Estupido chico, ¿por qué había tenido que aparecer el día anterior en su lugar?—. El gemelo del muerto.

— ¡Mara! —por supuesto, a su abuela le escandaliza que hable así de la gente, pero de verdad que lo intenta y no le sale, no es capaz de volver a ser ella y se echa de menos.

Joder, se echa mucho de menos.

— Es la verdad —dice y se acerca a la cocina para coger una pieza de fruta—. He cenado con él antes de venir, me la llevo por si me entra hambre de noche, me voy a dormir.

Tiene que salir de la cocina lo más rápido posible antes de que el estómago le ruja o su abuela sabrá que está mintiendo y no puede permitirse que la pille en esa mentira, no ahora, no cuando planea utilizarla todo lo posible para que la deje tranquila.

Siempre ha agradecido tener su propia habitación en casa de su abuela, ahora solo quiere volver a tener que quejarse a sus padres de que tiene que compartirla con Jake a pesar de que podrían mudarse a cualquiera de los pisos más espaciosos de tío Marius. No sabe ni cómo consigue aguantar el llanto cuando Cassiopeia entra en la habitación y se sienta a los pies de la cama. Solo cierra los ojos e intenta respirar lo más lento que puede.

Coge aire durante cuatro segundos, lo mantiene durante siete y lo expulsa durante ocho. Es lo que los muggles publican en sus revistas una y otra vez como una técnica para dormirse en menos de un minuto y Mara quiere que funcione antes de empezar con los sollozos.

— ¿Qué voy a hacer contigo? —oye susurrar a su abuela, que luego suspira.

Es junio, pero las noches de Wetvalley siempre refrescan por lo que su abuela no duda en echar la sábana por encima de su cuerpo y Mara tiene que cerrar los ojos con fuerza, notando como va a empezar a llorar en cualquier momento. No puede más, no puede más, no puede más. Ella solo contesta a todo el mundo de malas maneras y todo el mundo sigue siendo bueno con ella y se siguen preocupando por ella y no lo merece, ni mucho menos lo merece.

Por eso, esa noche, silencia su habitación y deja que los sollozos la llenen. Cuando se levanta lo hace con un gran dolor de cabeza, pero también con ganas de ir a un lugar nuevo.

Quiere hablar con él, lleva mucho sin ir a verle, con la guerra no es que haya salido mucho de Wetvalley.

— Me voy, volveré para la cena —le dice a su abuela y, esta vez, ella sí que busca explicaciones por lo que se pone delante de la puerta, bloqueandola.

— ¿Con quién?

— George, de nuevo, ¿puedo irme ya? Voy a llegar tarde.

— Pues espero que le traigas a cenar, te estás aprovechando de sus comidas —responde Cassiopeia y Mara se muerde la lengua. Genial.

— Sí, se lo diré que sí quiere venir. Pero no creo que quiera porque, ya sabes, se ha muerto su hermano gemelo —sí, esa carta es buena, así que la va a utilizar. Lo que no se espera es que su abuela la abrace.

— Veo que empiezas a volver, me alegro mucho de que estés ayudando a un amigo.

— Sí, vale, lo que sea abuela, de verdad que llego tarde.

Se suelta rápidamente antes de echarse a llorar de nuevo e ignora a Jake, que está también parado junto a la puerta. Ahora no puede pararse porque tiene que hacer una puta coartada para que la dejen tranquila. Genial, sencillamente genial, todo porque no ha podido mantener la boca cerrada.

Se vuelve a pasar por el sauce, en un intento de que le hable de nuevo, pero el silencio sigue ahí y no parece que vaya a cambiar por el momento. Ya no es digna, ya no es suficiente.

Se desaparece del pueblo con la varita en la mano, lista para entrar al Callejón Diagon porque no sabe qué se va a encontrar allí, ni siquiera sabe si George está allí, pero merece la pena intentarlo, si no le mandará un patronus. Si es que es capaz de conjurar uno, claro. Si no le dejará una nota en la puerta de la tienda o algo así. Si es que queda algo de la tienda porque tal y como está todo es imposible que quede algo en pie.

Ha pasado un mes desde que acabó todo, pero la destrucción sigue presente en el Callejón Diagon, junto al miedo porque todos los días hay nuevas detenciones y siguen faltando mortífagos que se han dado a la fuga. La lista es larga y Mara no es capaz de recordarlos a todos por mucho que lo intente, pero cada día solo cogen a un par como mucho y la lista casi no disminuye, lo cual no ayuda a la situación del exterior. No se había dado cuenta de lo mal que estaba todo el mundo porque Wetvalley, después de por lo que había pasado, estaba bien.

De Flourish y Blotts solo quedan las cenizas de los libros, arrasados por el fuego que parece haber quemado casi todos los edificios de la calle menos Gringotts. La heladería ha sido completamente saqueada y de las varitas de Ollivander no quedan ni rastro y, según va avanzando Mara por el Callejón Diagón, el destrozo es cada vez más evidente y el olor a quemado se sigue manteniendo en el ambiente, despertando los recuerdos de Mara.

Los brazos le pican y las ganas de salir de allí cuanto antes aumentan a cada segundo, pero tiene que cubrirse las espaldas así que sigue avanzando hasta que llega donde una vez estuvo el cartel brillante de Sortilegios Weasley, con la cabeza de los gemelos coronando la puerta. Ahora ya no quedan colores brillantes, ni una cabeza que mueve un sombrero, solo quedan cristales rotos, ceniza y una tienda completamente destrozada.

Y alguien que está ayudando a terminar de destrozar el local ya de por sí quemado dentro.

— ¡Eh, no rompas más las cosas de ahí dentro! —le grita primero y luego recuerda su varita, así que le ataca, lanzando al chico por los aires—. ¿Qué crees que haces? ¡Qué la tienda esté destruída no significa que tengas que romperla más!

— Es mi tienda y hago con ella lo que quiero.

Si hubiera apostado algo hubiera perdido porque, desde luego, que George estuviera en la tienda en esos momentos era tan imposible como que Mara no conteste a alguien.

— Y como está rota, ¿la rompes más?

— ¿Qué te importa, Perkins?

No puede negar que eso le ha dolido un poco. Siempre había sido Mara, incluso cuando lo único que hacían era hablar para colaborar con sus tiendas. O cuando estuvo introduciendo todos los pedidos de Sortilegios Weasley en el colegio gracias a Jake. Y la vez que encontró aquel consolador que quería para regalarselo a Atria. Siempre había sido Mara, nunca había sido Perkins y, si iba a ser sincera consigo misma, había considerado a George Weasley un amigo. Total, ya había admitido que le dolía que la llamase Perkins, ¿por qué no iba a admitir que le había considerado un amigo?

— Bueno, también estás destruyendo el trabajo de un muerto —George se queda mirando a Mara fijamente y luego niega—. ¿Sigues sin asumirlo?

— No tengo nada que asumir.

— ¿Entonces por qué estás rompiendo la tienda? ¿Eso no es una de las fases del duelo?

— ¿Qué cojones estás diciendo?

— Sí, los muggles tienen eso, la fase de negación, la fase de ira, la de negociación, la de depresión y la de aceptación —responde Mara y se cruza de brazos—. Tú estás en negación e ira.

— Y tú estás en la de ira completamente, ¿no?

— Me has pillado, es lo que tiene que tu prima tercera asesine a tus padres delante de ti, torture a tu abuela y a tu tío abuelo y luego decida que te va a quemar viva —joder, que bien se siente decirlo. Aunque la cara de George es un poema, claro—. ¿No te lo contaron Fred y Atria?

— Llegaron buscándonos a todos porque habían atacado el pueblo, se callaron qué había pasado —responde George y, desde el suelo, sigue mirándola, así que Mara, viendo que el chico no parece querer levantarse, se sienta frente a él, apoyándose en una de las estanterías que todavía aguantan.

— Dile que te lo cuente, creo que mi abuela le dio todos los detalles o casi todo. Si quieres que te cuente como fue lo de que me quemaran viva también te lo puedo contar, tengo pesadillas todas las noches con ello —y decir eso en voz alta también se siente bien. ¿Por qué no lo dice más a menudo? Por la cara de George se nota que incomoda a la gente y así la dejarían en paz.

— Atria está... bueno, ahora mismo no puede contar muchas cosas.

— No me jodas que está en coma o algo así por intentar matarse.

— ¿Qué? No, ¿por qué iba a... ? No —parece que George no contempla esa opción siquiera, pero Mara sí que lo hace y es raro.

— Bueno, se ha muerto su padrino y luego su novio, Atria no era la persona más estable cuando murió Sirius Black —señala lo obvio y George solo niega.

— Te lo repito, Fred no está muerto.

— Tu fase de negación es increíble, ¿cómo puedes negar lo evidente?

— No era su cuerpo el que enterramos, ¿vale? Lo sé y punto.

— Ya, claro, y yo soy como mi prima Bellatrix.

— Pues te estás pareciendo a ella cada vez más.

— Al final te voy a torturar como hacía ella, obtuve muchos conocimientos cuando torturaba a Jake hasta casi la locura.

De nuevo, George guarda silencio y Mara no puede evitar sonreír. A la gente le incomoda que hable del tema, le incomoda bastante y con eso pueden dejarla en paz. Al menos lo hará toda la gente del pueblo, su abuela es otro tema. Uno que tiene que solucionar cuanto antes, claro y se lo va a pedir en ese momento, antes de echarse para atrás.

— Atria se ha desmemorizado —pero George se adelanta y suelta eso—. Por eso no puede contarme ahora nada de lo que dijo tu abuela.

Mara no sabe qué responder y se pregunta si es así como se ha sentido George unos minutos atrás. Joder.

— Por eso no está muerta ni nada, prefirió seguir viviendo, pero sin recordarles. Madame Pomfrey nos ha dicho que tampoco podemos hablar de Remus o Fred con ella hasta que no consigamos estabilizar su mente un poco más, pero estamos jodidos. Bastante jodidos, la verdad, no sé que cojones creó, pero se ha jodido la cabeza para bien —George coge aire y se ríe débilmente mientras que mira lo que queda de la tienda, para luego mirar a Mara—. He venido a desahogarme aquí, no encuentro a Fred y no encuentro la forma de hacer que Atria mejore.

No, definitivamente no sabe qué decir a eso. Ella no sabe nada de creación de hechizos, así que no puede ofrecerle su ayuda. Tampoco le puede ofrecer su ayuda para buscar a un muerto, así que solo le queda seguir callada, esperando a que George decida seguir hablando.

— No te lo esperabas, ¿verdad?

— Bueno, pensaba que se mataría, ya te lo he dicho, después de lo de Black estaba fatal y eso que... bueno, él estuvo encerrado doce años de la vida de Atria en Azkaban, ¿no?

— Creo que te puedes hacer una idea de como estaba cuando Tonks se lo dijo —dice George y, de repente, es como si se diera cuenta de algo—. No puedes contarlo.

— ¿Qué?

— Sí, es un asunto familiar, no se lo puedes contar a nadie —bueno, tampoco iba a hacerlo, pero si insiste podría utilizarlo para cambiar de tema.

— Si me haces un favor no lo vendo a Corazón de Bruja, creo que Skeeter le tiene ganas a Atria y estará encantada de publicar algo que la deje como si estuviera completamente loca —dice Mara y George se queda mirándola fijamente.

— ¿Vas en serio?

— No, George, claro que no voy en serio, ¿por qué se lo iba a contar a alguien? —pone los ojos en blanco, pero oye perfectamente el suspiro de alivio del chico—. Pero sí que necesito el favor.

— Para eso has venido, ¿no?

— Pues la verdad es que sí, sinceramente no me creo mi suerte, pero tampoco me voy a quejar de tener algo de buena suerte por fin.

— Vale, ¿qué es lo que quieres?

— ¿Puedes venir a cenar a casa de mi abuela un día?

La cara de George es un completo poema, probablemente porque literalmente era lo que menos se podía esperar de Mara Perkins.

— ¿Qué?

— Puede ser que le haya dicho a mi abuela que estoy quedando con un amigo para que me deje tranquila y, puede ser, que haya dicho que ese amigo eres tú.

— No somos amigos, Mara, solo somos conocidos —vale, eso dolía, en serio, ¿cómo que no eran amigos? Había comprado un consolador por él, ¡claro que eran amigos! Pero se lo iba a dejar pasar, solo porque estaba en la fase de negación. Cuando llegara a la fase de la ira no le iba a dejar pasar ni una. Si es que, cuando llegara a la fase de la ira, seguían hablando, claro.

— Bueno, pues ahora lo somos. Al menos para mi abuela —le dice, pero George niega—. ¡Por favor! Solo es una cena, si quieres peleamos cuando termine la cena porque estoy insoportable y tú necesitas espacio para asumir la muerte de tu hermano.

— Te lo repito, no está muerto —dice George, pero Mara le ignora.

— Es fácil, te comes lo que ponga mi abuela delante, le dices que hemos ido a la playa un día y que me quedé en tu casa a comer y a dormir, ¿vale? Luego le dices que el resto de veces lo hemos pasado en tu apartamento de aquí y ya está, es fácil.

— ¿Y por qué no le dices la verdad a tu abuela? Ya sabes, la de que te estás volviendo loca y le hablas a un árbol.

— No me estoy volviendo loca, el árbol habla.

— Por supuesto, y yo soy rubio.

Mara coge aire y aprieta la varita con fuerza. Quiere romper algo, la verdad, necesita romper algo o gritar al menos. Y eso hace, grita con todas sus fuerzas y parece una loca, pero sinceramente, George ya piensa que lo está, así que ¿qué más da?

— ¿Te has quedado agusto?

— Bastante —contesta y se pone en pie—. ¿Lo harás o no?

George también se pone en pie y Mara nota más que nunca la diferencia de altura. Joder, ¿siempre ha sido tan alto? ¿O le ha robado centímetros a Fred? Nunca había tenido que levantar tanto la cabeza para mirarle a los ojos, ella es alta, pero joder, ahora parece que ha encogido o algo.

— Lo haré —responde y Mara no puede evitar sonreír con autosuficiencia.

— Lo sabía —dice y George solo pone los ojos en blanco—. Te mandaré un patronus si es que me sale con la fecha. Si no te dejaré una nota aquí.

— Mejor déjala en el apartamento, puerta de la izquierda en el primer piso, pásala por debajo para que no la lea nadie —dice George y ella asiente.

— Perfecto. Pues no tengo nada más, así que me voy, tengo que ver a...

Se queda callada. Vale que lo ha decidido esta mañana, pero todavía no lo ha dicho en voz alta. Joder.

— ¿Si vas a ver a alguien por qué no le preguntas si va contigo a cenar a casa de tu abuela? —George frunce el ceño, como si no le hiciera gracia la idea de tener una cena gratis. ¿Qué le pasa?

— Sí, me encantaría ver a Cedric cenando en casa de mi abuela, la verdad.

No se molesta en esperar respuesta, solo se da la vuelta y sale de Sortilegios Weasley para ir, por fin, a la tumba de Cedric.

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El próximo capítulo será el 15 de diciembre y tenéis en mi perfil una precuela de esta saga Doce momentos y un te quiero que tiene Jily jejejeje

No sé qué más decir la verdad, se me ha olvidado todo lo siento (habéis perdido os quiero)

Gracias por leer y por votar, aquí no lo he dicho, tenéis otra historia, Magnificently cursed en el perfil de -AprilFools- y os prometo que es calidad, y no porque la escriba con mis besties eh????

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