Capítulo 17: Ánimos por los suelos
Mara siente como, cada día, es más difícil seguir fingiendo.
Finge que no le importa que George se haya encerrado en el laboratorio de la tienda del Callejón, finge que no se da cuenta de que se acerca el cumpleaños del chico y finge que no tiene no sabe que le jode que Atria quiera vender el piso de Wetvalley. Finge que su cumpleaños es perfecto cuando lo celebran en casa de su abuela en una fiesta muy pequeña en la que solo Faith y George son invitados fuera de la familia.
También finge que no ha visto el cartel que Atria ha colgado en el piso y que todas las ventanas están cerradas a cal y canto y demuestran que la chica no vive allí. Pero eso no se lo cuenta a George porque no necesita saberlo, ya tiene bastante y ella no va a ser quien le diga algo más.
Por eso, día tras día, le deja en el piso del Callejón Diagon y ella vuelve a Wetvalley con la intención de hacer algo con su vida. Siempre acaba con Faith en la guardería del pueblo, intentando ayudar con los críos que han empezado a demostrar una magia muy temprana. Es algo fácil que le quita de la cabeza todas las preocupaciones sobre George y le hace pasar más tiempo con Faith, aunque cada día que pasa es más complicado no soltarle la verdad.
La verdad es que está a punto de hacerlo varias veces, pero uno de los niños vomita, luego otro se caga y el último se cae de cabeza y se hace una brecha en la cabeza, así que Mara es capaz de entender que no es el mejor momento para hablar con Faith sobre la relación falsa y de que está llegando a un punto que no la siente tan falsa como debería.
—Creo que has gafado a los niños —comenta Faith una semana después de los tres incidentes con los que Mara intentó confesar la verdad—. No es normal tener tantos accidentes.
—Será que les pego mi mala suerte o algo, cuidado que no entren en combustión espontánea —intenta bromear, pero por la cara de Faith suspira—. Si es por lo del compostaje te juro que yo no tuve la culpa.
—Mara, Dana se ha intentado comer un puñado del compost.
—Eso tampoco es mi culpa, lo intenté durante todo el día que no lo hiciera, al final se escapó de mi control, sabes que no soy tan buena con los niños —se intenta defender, pero la verdad es que ha dejado que Dana se comiera un puñado del compost—. Venga, Faith, estaba recién sacado de la basura, no le iba a pasar nada.
—Espero que nunca tengas hijos, de verdad, eres de lo que no hay.
Mara no puede evitar reírse porque sabe que es la mejor opción, los niños no son lo suyo y probablemente acabaría pasándole algo a no ser que a George se le dieran algo mejor. Aunque teniendo tantos hermanos, quizá se le daba bien, ¿no?
—Mierda, Faith, que me he pillado de verdad de George—se le escapa antes de que pueda pensarlo siquiera porque se supone que ella no lo sabe por mucho que haya estado intentando contárselo.
Lo ha estado intentando y ha agradecido, en parte, que no haya sido posible. Faith no tiene porqué saber en el lío en el que se ha metido por su propia estupidez y es lo mejor, pero lo acaba de soltar. Aunque para su suerte su amiga se lo toma de otra forma.
—Vaya, has tardado en darte cuenta, con las miradas que le echabas en Año Nuevo pensaba que lo sabías —le responde su amiga y Mara se gira para que no le vea la cara, porque si se la ve entenderá más cosas—. Aunque tampoco sé por qué dices mierda, ni que lo vuestro no fuera en serio.
Quizá puede mentir por ahí, suena como buena idea, por eso coge aire y se gira para mirar a su amiga de nuevo.
—Al principio no, ahora no sé dónde estamos —no es del todo mentira, no tiene ni idea de donde están porque son amigos que se lían y se acuestan y duermen juntos después. Prácticamente viven juntos aunque no lo tengan dicho.
—¡Lo sabía, Jake me debe veinte libras!
—¿Qué?
—Apostamos, Jake decía que era una relación de mentira, yo decía que os estabáis acostando y para no sacar más a tu abuela de sus casillas dijisteis que estabais juntos —Faith lo cuenta como si nada y Mara se queda atascada en la parte de que Jake lo sabía—. Es eso, ¿no? Follamigos y ahora te has pillado.
—¿Sí?
—¿En tono de pregunta? ¿Acaso Jake tenía razón? —Faith se acerca a ella y Mara niega rápidamente.
—No, no, no tenía razón, es que no pusimos etiqueta, solo eso, pero podrías llamarlo así.
Espera que sus palabras sean mejores que sus nervios porque mentirle así a Faith no le gusta. Al menos la pelirroja está centrada en que ha ganado veinte libras y no parece prestarle mucha atención, algo que Mara aprovecha. Murmura una excusa que no termina de sonar del todo creíble —George queriendo que le eche a Atria un vistazo porque ha dejado Wetvalley— y se va del pueblo hasta el Callejón Diagon.
George ni siquiera ha salido de la cama cuando ella llega y se lo esperaba porque su cumpleaños es en dos días y no cree que pueda tener fuerzas para salir de la cama. A ella también le pasaría si Jake no estuviera para celebrarlo con ella, no es igual, pero el cumpleaños después del ataque Jake seguía en el hospital por las maldiciones de Bellatrix y ella seguía parcialmente quemada teniendo que ir a curas todos los días. En cierta forma lo había pasado sola porque su hermano todavía no respondía a casi nada. No fue hasta después del cumpleaños cuando empezó a hacer algo de progreso.
—¿Quieres algo de cenar? —se lo pregunta suavemente y cuando George se sube más la colcha de la cama Mara suspira—. Podemos pedir o podemos hacerlo.
—No quiero nada.
Son tres palabras más de lo que le ha dicho últimamente, así que Mara lo deja estar y va a la cocina. Sabe que saldrá si el olor es lo suficientemente bueno por lo que abre la nevera y ve lo que les queda en los cajones. Tiene suficientes pimientos como para poder intentar preparar unas fajitas y están de suerte con que quede pollo, un trozo pequeño, pero al menos está ahí y menos es nada. Tiene que inventarse el sazonado con las especias que George guarda en uno de los armarios, pero huele bien y eso consigue sacar a George de la cama hasta el sofá.
—¿Cuántas quieres? —se sienta a su lado después de dejar la comida sobre la pequeña mesa.
A ella no le gusta, pero a George siempre le gusta encender el fuego cuando se sientan en el sofá y hace algo de frío, así que lo enciende.
—No lo sé.
No lo sabe, pero al menos nota como ella se tensa y le pasa el brazo por encima de los hombros. Mara se pega un poco más a él y coge uno de los dos platos. Empieza a hablarle de los niños de la guardería, intentando que sea un tema más neutral y le habla de Dana y como ha comido compost. Se guarda los detalles de todo lo que pasó unas horas más tarde con el estómago de la pequeña y el baño que había en la guardería, ya se lo contará cuando no estén comiendo porque a lo mejor deja de comer si le habla de eso y por el color que tiene George lo que más necesita es comer y beber agua.
Se asegura de ello tal y como se asegura de recordarle que Tonks va a ir al día siguiente para hablarles de una pequeña pista que ha conseguido sobre Mulciber. Mara no sabe quien es, pero por lo visto George debe de saberlo porque parece que revive un poco. Hasta que la noticia de Tonks resulta ser que han revisado su casa y lo único que han podido encontrar son libros en los que se menciona Wetvalley.
—¡Con eso deberíais poder hacer algo! —le grita a la auror, que se cruza de brazos en la cocina del apartamento.
—¿El qué? ¿Detenerle por querer saber sobre el único pueblo mixto que permite romper el Estatuto del Secreto? —Tonks responde de forma sarcástica y George asiente.
—Por lo que sabemos pudo estar en el ataque.
—Os puedo decir quien estuvo si tenéis fotos —dice Mara y Tonks asiente.
—Nos será útil para intentar juzgarlos por ello al menos porque todos recurren a lo mismo, que fueron amenazados y han tenido un comportamiento ejemplar con nacidos de muggle desde que acabó la guerra —Tonks parece estar amargada por eso y no es para menos.
—Se tiene que poder hacer algo si se sabe que son mortífagos.
—Buena suerte haciendo que el Tribunal deje de estar comprado —dice la chica y George gruñe.
—Podemos ocuparnos de ellos —suelta y Tonks sonríe.
—Nada me haría más ilusión —se gira para mirar a Mara—. Traeré las fotos más tarde, intenta confirmarme todos las caras que puedas.
—Está hecho.
Pero no puede confirmar ninguna de las que Tonks le enseña. No reconoce a Mulciber e incluso llama a Jake, a su abuela y al tío Marius para que vean las fotos, pero ellos tampoco son capaces de reconocer a nadie. Faith observa, desde un poco más lejos en la cocina del apartamento y niega al ver todas las fotos.
—Cuando salimos de las casas para ver qué estaba pasando estaban encapuchados la mayoría de ellos y los que no lo estaban están en la pila de los muertos —dice la chica, señalando la montaña de fotos que se encuentra en el otro lado de la mesa.
No tardan en irse del apartamento y ahí es cuando empieza lo malo. La botella de whisky de fuego llega hasta las manos de George y empieza a beber sin parar, ofreciéndola cuando lleva más de media botella y le entra la tos.
—No deberías beber.
—Mañana cumplo veintiuno, Mara, creo que me merezco beber todo lo que me de la gana. Y tú también deberías hacerlo, decidiste que tu cumpleaños se celebraba de la manera más aburrida posible.
Sabe que tiene razón, pero no quiso una fiesta cuando fue su cumpleaños. Lo que quería es que todo volviera a ser como los días de después de Navidad, pero eso no era posible y no lo va a ser durante un tiempo por cómo está George.
—Ya no sé si creer que está vivo o muerto, Mara, no siento nada.
Lo susurra y vuelve a beber de la botella. Mara sabe que no debe hacerlo, pero le acompaña bebiendo por esa noche, hasta que el reloj da las doce en punto y le susurra un felicidades que George contesta con una voz completamente rota.
Llegan las primeras cartas, de su familia. Una carta de Charlie que tiene una lágrima justo en la firma. Un regalo de Ron que está envuelto algo mal. Otra carta de Ginny, una en la que ni siquiera se molesta en ocultar que ha llorado escribiendo la felicitación. Bill también manda un regalo y se nota como le temblaban las manos al envolverlo por como está colocada la cinta. Percy es el único que parece entero cuando manda la carta, pero la letra es demasiado irregular como para que estuviera tranquilo escribiéndola. Lo último que llega es un vociferador de parte de sus padres en el que le felicitan y al final casi se corta porque a la señora Weasley le tiembla la voz al desearle un feliz cumpleaños.
Los dos saben que, después de grabar eso, se ha puesto a llorar en los brazos de su marido porque no puede felicitar a Fred.
—Ninguno le ha mencionado —en ese punto de la noche George ya se ha bebido el solo dos botellas de alcohol y está abriendo la tercera. Se le nota en la voz que tenía que haber dejado de beber hace horas—. Todos fingen que no existe, que no tienen que hablarme de él.
—Solo intentan que no lo pases mal, George —ella también debería haber dejado de beber hace horas, es más, no debería haber empezado, pero lo ha hecho—. No lo hacen a malas.
—Tú sí que hablas de él, por eso me gustas.
Se queda dormido de golpe, con la botella en la mano y Mara no puede evitar darle un trago largo antes de coger la varita y llevar a George hasta la habitación. Le deja sobre la cama y piensa en que podría hacer un hechizo para quitarle la ropa, pero luego empieza a reírse al ver que le ha dejado con la cabeza en los pies de la cama y decide que solo va a mover la almohada de sitio y que irá a por una manta para que ambos se tapen.
Cuando se despierta George está mirando al techo, con el brazo sobre la frente y tiene mala cara por la resaca. No quiere comer y no quiere beber agua, pero Mara no le deja hacer eso. Se supone que tienen que ir a La Madriguera por su cumpleaños, pero George no se mueve de la cama y acaba escribiendo que han cogido algo de los críos de la guardería que no van a salir de casa por precaución para no contagiarles. Mara ni siquiera sabe como eso puede llegar a colar, pero la señora Weasley acepta la excusa y Mara suspira aliviada de no tener que lidiar con la idea de sacar a George de la cama para ir a celebrar un cumpleaños que no quiere.
Así que pasan el día en la cama y, poco a poco, George va aceptando cosas. Primero es un trago de agua, luego es un poco de bizcocho y al final acaban comiendo unos macarrones carbonara en la cama con una botella de vino. El alcohol no es lo mejor, pero ella también lo hizo y entiende por qué lo hace, por eso le deja ese día. Y al siguiente. Luego esconde las botellas, pero cuando llega a casa cuando sale George siempre las ha encontrado y da igual que las tire, siempre aparecen más y está borracho en el sofá.
La fiesta por la reapertura en el Callejón Diagon no parecen ayudar porque George mira por la ventana, dos semanas después de su cumpleaños y bebe aun más esa tarde. Mara se cansa y vuelve a quitarle la botella, a pesar de saber qué, cuando vuelva de comprar, habrá conseguido otra.
—Por favor —le suplica y el chico asiente, pero los dos saben que es mentira.
Mara sale a comprar, sin estar muy segura sobre dejarle solo de nuevo, pero necesitan la comida, no puede dejarlo más. Solo ha salido a comprar lo imprescindible, viajes de cinco minutos, pero no pueden seguir así porque no han comido nada decente en días. Por eso va, compra con miedo de volver a casa y ver a George aún peor. Pero lo que se encuentra cuando llega al portal es una Atria con miedo de llamar a un timbre y su maldito bicho en brazos.
—¿Qué haces delante de la puerta? —no se le ocurre otra forma mejor que iniciar conversación, pero asusta a Atria, que se gira rápidamente—. ¿Quieres ver a George?
—Quiero que revise a John.
Atria levanta al micropuff en el aire y Mara lo mira con desconfianza.
—¿Qué le pasa al bicho?
—Me he dormido —dice Atria y Mara se queda mirándola fijamente, ¿qué está diciendo?
—Eso no explica qué le ha pasado.
—Cuando me he despertado le he lanzado contra la pared porque se ha puesto en mi pecho —Mara tiene que aguantar la risa cuando oye hablar de ello porque se imagina el incidente y ver volar al bicho tiene que ser demasiado divertido.
—¿Al bicho le gusta dormir sobre tu pecho?
—No le llames bicho.
—Vale, vale —la chica levanta las manos con las bolsas colgando y se acerca a la puerta de la calle, sacando las llaves como puede—. Vamos, te abro para que George revise al micropuff.
—Se llama John.
—Como si se llama Dave, me da igual.
No le gusta nada ese bicho, pero a lo mejor eso saca un poco a George de su estado de tristeza. Quizá lo ve y recuerda que hay más cosas, quizá recuerda la tienda y las ganas que tenía de volver a ella y como estaba intentándolo. Quizá puede recordar cómo los creó con Fred y recupera la confianza en que está vivo. Pero cuando entran en el piso solo le ve en el sofá y ve la botella de nuevo a su lado. No sabe porqué se molesta en ocultarlo cuando Atria se va a dar cuenta, pero lo hace e intenta ocultar la botella.
—He traído más comida —le susurra, abrazándole por la espalda.
—Bien.
—¿Sabes qué te apetece comer?
—No.
—¿Puedes no enfadarte conmigo?
Al menos eso consigue que George se mueva un poco y la mire. Se mueve lo justo para que George pueda mirar hacia la puerta y vea a Atria y por como frunce el ceño sabe perfectamente que la ha visto y que le cabrea la idea de que esté allí.
—No la quiero aquí —lo susurra con enfado y Mara suspira.
—Lo sé, pero... estaba en el portal, George, con el bicho rosa peludo que tiene, creo que le pasa algo y...
—¿Puedes mirar a John? —Atria decide hablar y Mara deja de hacerlo en el mismo momento porque George se suelta de su abrazo con un poco de brusquedad, pero todavía sin moverse del sofá, solo se queda mirando la chimenea sin moverse ni un poco.
—¿Por qué tendría que hacerlo? —ni siquiera parece George por el tono frío que utiliza y Mara se gira para ver como Atria se hace un poco más pequeña, pero mantiene la mirada en la espalda de George. Quiere hacer como si no le importase.
—Porque John no te ha hecho nada —dice y levanta al micropuff—. Por favor, se ha dado en la cabeza, George.
George finge que se lo piensa y que le va a decir que sí, pero todo en la habitación saben que se va a negar porque ni siquiera está en las condiciones de hacerlo. Aunque no hubieran discutido George seguiría borracho y sería incapaz de ocuparse del micropuff.
—¿Has vendido el piso? —pregunta, todavía sin levantarse y Atria le mira.
—¿Eso es lo que te importa ahora?
—¿Lo has vendido o no?
—¿Me vas a contar por qué es tan importante?
Por la forma en la que Atria habla Mara duda en si interviene o no. Sabe algo, lo está viendo en la chica, sabe algo más de lo que piensa admitir y quiere que se lo confirmen. Pero la última vez que mencionó a Fred ella pidió morir y lo que menos necesita George ahora es oír esas palabras saliendo de la boca de Atria. Por eso se calla y deja que los dos hablen.
—No.
—Entonces no te voy a decir si he vendido el piso —dice la chica, levantando la cabeza de forma orgullosa.
Mara ni siquiera se da cuenta de que George se ha movido del sofá hasta que es demasiado tarde y grita porque le ve empujando a Atria fuera del apartamento.
—¿Qué coño te pasa? —grita y George vuelve a empujarla, esta vez consiguiendo sacarla a mitad del rellano.
Vuelve a empujar a Atria y Mara empieza a andar hacia ellos al ver que esta vez la ha dejado a punto de tirarla por la barandilla de la escalera. Piensa acercarse para coger a George del brazo porque le ve listo para volver a empujar a Atria, aunque eso la tire por el hueco de la escalera y luego en San Mungo. Nunca le ha visto tan enfadado, ni siquiera cuando se peleó en el campo de quidditch en el último curso o al principio, cuando todavía buscaba desesperado a Fred hasta debajo de las piedras.
Aunque no le da tiempo a llegar hasta George porque la siguiente en empujar es Atria y lo hace con tanta fuerza que le tira al suelo de culo. Y ese es el momento que ve Mara para meterse en medio de los dos.
—¡Tú a la habitación! —grita con fuerza, intentando sonar amenazadora, pero a George le da igual y se levanta, listo para ir a por Atria de nuevo así que Mara le pone la mano en el pecho para frenarle—. ¡Qué te vayas a nuestra habitación, joder!
—Que no vuelva.
No sabe cómo, pero funciona. George se va y Mara deja caer la mano al ver cómo se va enfadado. Al menos ha evitado que tire a Atria por las escaleras y la mate o la deje peor de lo que ya debe de estar.
—En Wetvalley podrán mirar a tu bicho, Atria —empieza a decirlo sin mirarla porque lo único que puede hacer es mirar al pasillo por el que se acaba de ir George y donde ha dado un portazo que ha dejado la puerta de la habitación abierta de nuevo.
—Gracias —la chica parece agradecida por la idea y Mara asiente.
—No vuelvas —lo dice con brusquedad, pero Atria parece entenderlo a la perfección porque asiente.
—No pensaba hacerlo.
Cuando se va cierra la puerta, esta vez con suavidad y Mara se queda mirando a la nada. Porque hay algo raro en esa Atria que ha entrado por la puerta, no es la misma que apareció a finales de febrero con una caja que tenía un anillo y suplicaba por saber qué era. No, no es la misma porque esta parece saber qué era y lo único que buscaba era una confirmación para saber que tenía razón. La desesperación ha pasado a ser algo parecido a un orgullo que Mara no termina de entender como ha llegado hasta allí, pero no es su problema, al menos no ahora, no cuando tiene que conseguir que George deje de beber. Así que coge aire y va hasta la habitación.
—Se acabó.
Le quita la botella de las manos y luego le apunta con la varita. Sería divertido en otro contexto, pero en este solo es triste y George solo parece más enfadado.
—Devuélvemela.
—Sé que crees que va a mejorar todo, pero no es así, tú mismo me lo dijiste.
—No es lo mismo, tú solo podías ir a mejor —contesta el chico e intenta recuperar la botella, a lo que Mara la lanza contra la pared.
—¿A mejor? —lo grita, haciéndose daño en la garganta.
—Ya sabes que tus padres están muertos y tu mellizo solo mejora, ¿por qué ibas a seguir llorando por eso? Solo puedes mejorar y nunca tendrás la duda de que tus padres están muertos.
Lo suelta como si no fuera nada y Mara se queda mirándole fijamente. Se niega a decir nada, solo le mira hasta que ve como el chico se da cuenta de lo que acaba de decir. Espera unas disculpas, un abrazo mientras que le dice que va a dejar de beber y que siente que haya tenido que estar cuidándole todo este tiempo.
Pero no pasa nada de eso, George solo pasa por su lado hasta la habitación donde tienen los hilos y las fotos y todas las teorías. Le observa desde la habitación de ambos como revuelve todos los calderos hasta que encuentra una nueva botella y la abre, mirándola fijamente mientras le da un trago.
Mara decide en ese momento que no puede más y le deja allí, bebiendo solo de su botella.
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Supongo que son cosas que pasan, ¿no? Peleas y esas cosas, no sé, surgió y aquí está escrito. Estos dos idiotas no siguen mis planes y han vuelto a discutir así que no sé que pasará en los próximos dos capítulos (¡sorpresa! ¡Es el fin de acto! ¡Se viene otro especial! ¿Quién narrará ese especial?) porque ya he escrito la escaleta varias veces y ellos hacen lo que quieren, en fin.
Y en otro orden de cosas, es hora de celebrar. Principalmente los 100k de Atria, pero también los 3k de Mara porque las dos niñas están creciendo y ay. Así que nos vemos en el cumpleaños de Atria, el 31 de agosto, ya hará un año que terminó y me pongo a llorar de solo pensarlo.
Mil gracias por seguir aquí a pesar de las subidas tan irregulares.
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