Capítulo 6: Como me tires una piedra te exorcizo
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NOTA: Es recomendable haber leído el Especial II de De las cenizas antes de leer este capítulo.
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Lo mejor para hacer el hechizo es esperar un mes y que coincida con la luna nueva. Pero Atria lo que menos tenía era paciencia para hacerlo y solo malas ideas y la forma de buscar excusas para que nadie se le echase encima así que está en el cementerio, con la luna nueva que apenas ha crecido y está agachada frente a la tumba de Fred.
No, no es la tumba de Fred, en pocos minutos va a saber de quién es esa tumba en realidad y no volverá a pisarla porque ya tendrá lo que necesita. O lo espera. Va a salir bien, claro que va a salir bien, es Atria Potter y esas cosas le salen bien.
Excepto que no es verdad porque no tiene memoria gracias a que es una gilipollas que ha querido olvidar todo en lugar de aguantar el dolor. Se siente idiota, la mayor idiota de todo el planeta y probablemente del universo y es genial porque ahora también se siente la más egocéntrica, lo que le faltaba.
—Vale, esto va a salir bien, ya está no hay más y no hay vuelta atrás.
Lo ha dicho en voz alta y el viento responde. Para ser mayo y en Escocia no hace demasiado frío así que en realidad la capa sobra. Pero sigue oliendo a Fred, como gran parte del armario y no piensa soltarla ahora mismo. Necesita saber que está a su lado para esto. ¿Cómo puede seguir oliendo a él si hace un año que no está allí?
—Vamos allá —murmura antes de ponerse en pie.
Deja la mano derecha sobre la tumba por si acaso, no termina de confiar en las instrucciones que leyó en los libros así que sigue su instinto. Levanta la varita hasta que está apuntando el cielo y luego tiene que bajarla rápidamente hasta la tumba diciendo el hechizo. Y tiene que hacerlo siete veces seguidas, modificando las palabras del hechizo. Porque, más que un hechizo, es una invocación y parece más un cantar que otra cosa. Está acostumbrada a usar la varita sin decir los hechizos, así que es un gran cambio lo que está haciendo y le empieza a costar cuando va por la quinta vez.
Quizá la luna nueva es por algo porque siente cómo las fuerzas le van disminuyendo cada vez hasta que llega a la séptima. Casi sin aliento, dice por última vez las palabras y entonces no pasa nada. O si pasa ella no lo sabe porque se desmaya sobre la tierra que tapa el ataúd.
En otro plano la tumba tiembla, se levanta. Ver fantasmas en el mundo mágico es lo normal, son visibles para todos. Este no lo es, solo para quien haya hecho el hechizo. La nariz de Atria empieza a sangrar y las gotas caen sobre la tierra seca de la tumba. Eso es lo que cierra el círculo, lo que despierta al nuevo fantasma, que observa a la chica con una mezcla de miedo y fascinación.
No habla, no quiere decir nada porque no deja de estar desmayada y lo último que recuerda él es sentir demasiado calor. Y luego despertar ahí, después de desmayarse. Ya no está en mitad de la nada, ahora está en un cementerio.
Eso le deja lo suficientemente distraído como para que Atria vuelva a recuperar la consciencia. Se le ha quedado tierra pegada en el pelo y, cuando se pasa la mano por la nariz, hace una mueca al ver la sangre. Debía haberlo esperado, tiene sentido, ¿no? Seguro que su sangre es lo que ata al fantasma al mundo de los vivos o algo así. Pero no es eso de lo que tiene que preocuparse, no, de lo que tiene que preocuparse es que el supuesto fantasma no está en ningún lado.
—¿Hola? —se pone en pie nada más hablar y coge la varita del suelo, por si acaso—. ¿Fantasma?
En una escala de estupideces probablemente la que acaba de hacer está, sin duda alguna, en el top tres. La primera está claro que fue acabar sin memoria y luego es probable que revivir a un fantasma sea la segunda. Si hay algo más desde luego no lo recuerda, aunque sabiendo cómo es quizá puede bajar a un top cinco, seguro que ha hecho grandes estupideces antes de perder la memoria.
Pero se siente mucho más tranquila de lo que se ha sentido en el último mes y también vuelve a sentirse ella misma. Quizá eran las emociones del fantasma, que estaba listo para matar a quien fuera por lo que le había pasado.
—¿A quién llamas fantasma?
Sí, sin duda alguna es un fantasma, le delata el brillo fantasmal que tiene alrededor, pero está claro que no es un fantasma como los del castillo, porque a esos los ves más bien transparentes y a ese fantasma no. Se puede apreciar perfectamente el pelirrojo de su pelo —Atria no puede negar que casi se le para el corazón al verlo— y los ojos verdes. También puede ver perfectamente el color de la ropa y le cuesta bastante distinguir las tumbas que hay más allá del chico.
—A ti, es lo que eres —le responde y le tiende la mano—. Soy Atria, te he traído a la vida de nuevo.
—¿Por qué no te limpias las manos? —el chico hace una mueca y Atria se mira las manos.
—Pero si están limp...
No, no lo están. La punta de sus dedos no está limpia, la de todos. Se va ennegreciendo, poco a poco, hasta que llega a la mitad de la uña y parece que ahí para, sin más. No tiene ni idea de qué es eso, pero las posibilidades de que sea algo que ha salido mal son muy altas. Demasiado altas.
—No es suciedad, es mi mano —acaba diciendo después de intentar limpiarlo. Al menos no ha perdido la sensibilidad en la punta de los dedos. Ahora parece que lleva guantes de yema de dedos—. ¿Planeas presentarte?
—¿Por qué debería hacerlo, bruja?
Oh, genial, acabaron con un muggle. Lo ha dicho como un completo insulto y al chico no parece hacerle ninguna gracia estar allí. Vale, ha perturbado su descanso eterno en el más allá sí es que hay uno, pero necesita las respuestas que él le pueda dar. Además, es otra prueba andante de que Fred está vivo porque en su tumba no está él.
—Oye, mira, siento lo que te pasó, ¿vale? Pero necesito encontrar a la persona por la que te han hecho pasar —le dice e intenta de nuevo tenderle la mano, pero el chico no la acepta—. ¿Recuerdas algo?
—No tengo por qué responderte.
—Bueno, en realidad sí, creo que soy la única persona con la que puedes hablar así que...
En realidad no tiene claro eso, pero quizá se lo puede llevar a la taberna de Aberforth y ver si él consigue verle. Al tabernero parece darle exactamente igual lo que haga, así que él podría guardarle el secreto.
—También creo que estás pegado a mi para toda la eternidad o algo así, es difícil de saber porque parece que han censurado los libros —le informa y al chico ya sí que parece no hacerle ninguna gracia.
Es divertido ver como intenta empujarla y no deja de caerse porque la atraviesa. La sensación es rara, como si de repente hiciera muchísimo calor en la zona donde la toca. Si no se equivoca le quemaron vivo, así que es probable que sea por eso por lo que siente el calor extremo. Pobre muggle, estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
—¡Déjame en paz, bruja! —se le ocurre gritar y, que cosa más curiosa, resulta que sí que puede coger cosas de su tumba porque coge una piedra. Y se la lanza a la cabeza.
—¡Oye, eso ha dolido! —le grita y coge la piedra de vuelta.
Que curioso es que también le de de vuelta. Tiene que leer más sobre el tema, probablemente escribir ella misma un libro porque resulta alucinante. Aunque también es un incordio tener a un fantasma que te persigue, lo descubre cuando vuelve a casa y el chico también aparece allí, más traslucido que en en el cementerio. Y con más piedras de su tumba.
—Como me tires una piedra te exorcizo —le amenaza y entonces se la tira—. ¡Oye!
—¡Es lo que quiero, bruja de los cojones!
—¿Pero qué tienes en contra de las brujas? —le grita de vuelta y el chico se cruza de brazos—. Ah, vale, ya, perdón, te mataron unos magos, sí.
Está vez la piedra le da en el hombro y es un golpe más bien suave. Mira, parece que se pueden llevar bien. No, era solo un espejismo, la siguiente también le da en el hombro, pero esta vez con fuerza, así que solo le queda ignorarle durante un rato hasta que el chico entienda que ahora está condenado a estar con ella hasta que sepa como mandarle de nuevo a la tumba.
Sí, quizá debería empezar a buscar sobre el tema, pero el estómago de la chica ruge y lleva sin tener hambre de verdad desde que se tomó la estúpida poción. Así que empieza a intentar cocinar mientras lee los libros de hechizos. Al fantasma parecen no gustarle los libros porque no deja de intentar tirarlos y se dedica a lanzarles piedras que interrumpen su lectura y casi caen en la comida más de una vez.
—Oye, lo siento —dice Atria, cerrando con fuerza el libro y el fantasma da un pequeño bote—. Hay magos realmente malos, que son los que te mataron, y luego estamos los demás, que intentamos evitar que maten a gente como tú.
—¿Gente como yo? —genial, encima parece que le ha ofendido—. ¡Tú eres la rara!
—Sí, pero tú eres muggle, en mi mundo el raro eres tú —le contesta y el chico gruñe—. Mira, tienes ahora mismo dos opciones, o me dejas leer el libro tranquila para saber como te mando de nuevo a la tumba o te quedas atascado conmigo hasta que me muera. Y que sepas que tenemos una larga esperanza de vida, el director de mi colegio llegó hasta los doscientos cincuenta años.
Cree que ha exagerado, pero ha visto el retrato del director Dumbledore en el despacho de la directora McGonagall y los aparenta. Bueno, quizá solo aparenta ciento cincuenta y le ha echado los cien extra para asustar al fantasma. Y parece que funciona porque el chico se sienta en el suelo.
Ah, no, le ha roto. Mierda. O no, porque al menos ahora estará un rato tranquila mientras está teniendo una crisis sobre cómo va a pasar su muerte atado a una bruja loca o algo así. Podría ofenderse, pero bruja es un cumplido y está algo loca, así que coge un plato y lo llena de la pasta que ha estado cocinando y está lista para cenar a las cuatro y media de la mañana. O desayunar. Como quieran llamarlo.
Pero tampoco puede comer tranquila porque ahora el chico ha pasado de tener una crisis por tener que estar con ella para siempre a una crisis porque ha llegado a la conclusión de que está muerto y cómo murió.
—¡Espera, espera! —le grita, cuando le oye hablar en voz alta de lo último que había visto—. Repite eso.
—No me mandas.
—¡O repites eso o te meto una de las piedras por el culo! —no tiene ni idea de cómo podría hacer eso, pero lo conseguiría, está segura de ello y parece que el chico también.
—Lo último que recuerdo antes del calor era a otro chico pelirrojo al que le estaban quitando la chaqueta e intentó pelear —dice y Atria se deja caer al suelo—. Creo que dijo que me dejasen en paz y le dijeron que yo era un regalo para su novia.
Es su culpa. Por eso nadie le dice nada. Es su culpa que se lo llevasen. Es su culpa que no esté allí con ella ahora mismo. Por eso el fantasma también está muerto, todo es su culpa, pero no entiende por qué es su culpa, ¿qué hizo para cabrear tanto a los mortífagos?
—Oye, tienes que respirar —dice el chico y vuelve a intentar tocarla, pero de nuevo solo está el calor sofocante.
Resulta, en cierta forma, relajante, así que estira el brazo y le atraviesa, dejando la mano justo en el corazón. El calor es como si fuera un latido en ese punto y es lo suficiente como para que Atria pueda volver a respirar un poco mejor.
—Me llamo Philip, por cierto.
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Que cosas que un chaval aleatorio al que quemo en De Las Cenizas resulte ser uno de los personajes más importantes aquí, que cosas.
Por fin conocéis a Philip y os juro que él y Atria son demasiado caóticos juntos.
¿Qué le pasarán a las manos de Atria? ¿Se estará convirtiendo en La Bruja Escarlata o es que escribí esto justo cuando salió Doctor Strange Multiverse of Madness? Correcto, lo escribí en esos momentos.
Mil gracias por leer ❤️
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