Capítulo 2: ¿Y qué vas a hacer?

Quiere probar los hechizos de los libros que ha encontrado en casa.

Hablan de magia oscura, de torturas físicas y psicológicas, de revivir a los muertos. Ese es el más interesante, porque habla de como devolver a un muerto a la vida como fantasma, en contra de su voluntad y que esté a tus órdenes.

Y es justo lo que Atria necesita, revivir a un muerto en contra de su voluntad para que le responda a todas las preguntas que tiene.

También hablan de los peligros que tienen lanzar los hechizos. La locura que supone para quien los lanza, la tortura que es para quien lo recibe.

Porque traer de vuelta al mundo de los vivos a un muerto no es algo que salga gratis.

Atria cierra el libro con fuerza, enfadada. Las consecuencias son demasiadas, tanto para ella como para quien sea que esté en la tumba de Fred. No ha dejado de ir a verla, sin saber muy bien qué es lo que intenta al hacerlo, pero va todos los días después del entrenamiento y se sienta allí, con los libros. Le da igual que haga frío, le da igual si llueve o si nieva porque tiene la magia de su parte y, a veces, la utiliza para protegerse del tiempo. Cuando no lo hace es porque siente que tiene que castigarse a sí misma.

Eso pasa más de lo que a Atria le gustaría, pero no puede evitarlo. Ahora cena al menos una vez a la semana con George y Mara y les ve juntos, sonrientes y se siente jodidamente culpable por no contarle a George que Fred está vivo.

Porque está vivo, si no la aguja no se hubiera movido. Todo el mundo sigue esperando que la aguja caiga y ella solo sigue esperando a que vuelva a moverse. Vuelve a La Madriguera una y otra vez, solo para mirar el reloj y ver si cambia.

A Molly y a Arthur no parece importarles que Atria vaya a cenar los seis días restantes de la semana así que ella va y se queda mirando el reloj de reojo, lista para gritar si ve la aguja moverse. Pero no se mueve y ella solo sigue mirando.

Mira el reloj, mira sus libros, mira su cuaderno. Lee los hechizos, lee sus memorias, lee sus sueños. Todo grita que tiene que probar los hechizos, que tiene que hacerlo aunque pierda parte de ella cuando haga el primero. Necesita hacerlo porque tiene que entender quién está en la tumba de Fred y dónde está él.

Sigue leyendo, sigue intentando entender cómo funcionan los hechizos porque, si salen mal, quién puede acabar en la tumba es ella. Así que necesita un seguro, necesita saber que habrá alguien que sepa qué hacer si uno de los hechizos sale mal.

Por eso se cuela dentro de Hogwarts. No sabe muy bien cómo consigue llegar hasta la torre de Gryffindor, pero lo hace con éxito y espera hasta que sale alguien —un niño de primero que se asusta al verla pasar corriendo— para poder entrar.

Tiene que subir siete pisos en el ala de chicas y luego grita porque no quería ver eso. Cierra la puerta de un portazo y oye la risa al otro lado de Ginny y como su hermano empieza a reírse también y abre la puerta que Atria ha cerrado sin camiseta.

—Al menos vístete, que ya he visto demasiado —le dice, pero Harry no parece por la labor.

—¿Qué haces aquí? —Harry la ignora y, de repente, deja de sonreír —. ¿Qué has hecho?

—Nada.

—No te creo, ¿qué has hecho?

—Nada, en serio.

—¿Y qué vas a hacer? —ahí la ha pillado, la verdad. Atria solo sonríe y estira la mano para revolver el pelo de su hermano.

—Solo busco a Hermione, ¿sabes dónde está?

—Biblioteca, está estresada por los ÉXTASIS —responde Ginny desde la habitación y Atria no puede evitar poner los ojos en blanco.

—Tampoco son para tanto, me voy a buscarla.

No se da cuenta de la mirada de Harry, ni de cómo Ginny se asoma también por la habitación para ver cómo se va. No se da cuenta de que los dos se miran y se preguntan cómo es que Atria ha respondido eso.

Ella está centrada en cómo va a entrar a la biblioteca sin que madame Pince se de cuenta porque se supone que ella no debe de estar por allí, solo puede entrar a la enfermería para hablar con madame Pomfrey. Aunque, si piensa un poco, es probable que el rumor se haya extendido ya y todo el mundo sepa que está deambulando por el colegio porque no ha querido esperar a que estuvieran en clase si no que ha ido en uno de los descansos entre clases. La ha saludado gente que, definitivamente, ella no conoce e incluso le han dicho que lo sienten y también le han dado la enhorabuena, supone que por haber entrado en Las Arpías.

Les ha ignorado, claro, al igual que ha ignorado los murmullos de los grupos por los que ha pasado delante. Al igual que ha ignorado a un niño de primero de Hufflepuff que le ha querido pedir un autógrafo y ella solo ha sido capaz de mirarle raro porque ¿para qué va a querer un autógrafo suyo? El famoso es Harry, no ella, vale que ahora juega al quidditch de forma profesional, pero ni siquiera ha jugado un partido y todavía le falta para hacerlo, necesita mucho más entrenamiento antes de debutar.

También necesita un poco más de picardía cuando se choca de lleno con la directora McGonagall y suspira fuertemente, como si estuviera cansada.

—¡No he hecho nada! —le dice y la directora vuelve a suspirar.

—A mi despacho, Atria —responde y empieza a andar sin esperar a Atria.

Maldice en voz baja, pero sigue aún así a la directora. Probablemente sepa que planea revivir a los muertos y que no tiene ni idea de cómo hacerlo y que por eso busca a Hermione. Aunque, ahora que lo piensa, quizá Hermione no es la persona adecuada, no tiene la motivación correcta y...

—¿Me has escuchado?

La respuesta es no, tampoco tiene muy claro cuando han llegado al despacho y se han sentado en las sillas, pero ya está acostumbrada a ese tipo de cosas, la poción de madame Pomfrey no es perfecta y por eso todavía hay cosas que no termina de recordar bien y tiene algunos efectos secundarios como ese.

—No, lo siento, directora —responde y empieza a jugar con sus manos—. ¿Me lo puede repetir?

—No puedes volver más al cementerio, Atria.

Se levanta de la silla rápidamente, tirándola al suelo, y apoya las manos con fuerza en el escritorio. Atria no lo recuerda, pero Minerva si que lo hace y vuelve a verla con quince años, hablando de lo importante que son sus pociones para ella.

—¡No puede hacerme eso! —grita y vuelve a dar un golpe en la mesa—. ¡No puede prohibirme venir al cementerio!

—Sí que puedo porque esto es un colegio —dice la directora y Atria se gira.

No puede evitar darle una patada a la silla y vuelve a girarse.

—¡No puede prohibirme venir a verle!

No espera la respuesta de la directora, va a hacer lo que quiera. Y si lo que quiere es pasar horas delante de la tumba de Fred piensa hacerlo hasta que consiga lo que quiere. Solo necesita a alguien que la entienda, que tenga las mismas ganas que tiene ella de hablar con un muerto. Por eso se desaparece hasta la casa de Tonks.

No es tonta, sabe perfectamente que ella también ha perdido a alguien durante la guerra y no hace falta ser muy listo para saber qué es el padre de Teddy. La casa está vacía y cerrada con llave, pero Atria no tarda en encontrar una en cuanto se pone a buscar. Tiene preguntas, claro que las tiene, porque no sabe muy bien cómo es posible que sepa dónde está la llave si no conoce esa casa.

Entra y vuelve a cerrar con llave para evitar que Tonks se asuste cuando entre y sube por las escaleras en un intento de, al menos, no estar en el sofá esperando. Le parece demasiado tétrico estar allí mirando a la nada hasta que llegue Tonks, además puede asustarla si está en el sofá sentada. Por eso decide buscar la habitación de Teddy para ver si encuentra que le gusta al niño y comprarle algo.

Se queda parada delante de otra habitación, una con calderos y trozos de papel por todos lados. Estanterías llenas de libros y una cama no demasiado bien hecha. No puede evitar entrar y coge uno de los papeles.

Es su letra.

Todos los papeles que hay en la habitación tienen su letra. En el armario hay ropa que le vale perfectamente. La almohada tiene un olor que sabe perfectamente que le recuerda a algo, pero solo le da dolor de cabeza intentar recordarlo. Bajo la cama hay otra cama y muchos más papeles. Si levanta la alfombra hay aún más y también manchas de tinta y explosiones.

Cuando se tumba en la cama ve algunos agujeros en la pared y empieza a reírse sin saber muy bien por qué. Se sienta de nuevo y mira el escritorio que hay en la habitación. No parece que se haya utilizado mucho, pero se levanta y va a sentarse en la silla.

Los cajones están llenos de cosas, papeles, bolígrafos, cuadernos vacíos y también algunas fotos.

Se ve, de pequeña, con Harry y sus padres. También en brazos de dos personas que no sabe quiénes son, pero solo con verles quiere llorar porque sabe perfectamente qué les conoce y les ha olvidado.

Sólo quiere recordar, solo quiere entender qué es lo que ha pasado para estar así.

—¿Atria? ¿Qué haces aquí?

Tonks la asusta cuando habla, desde el marco de la puerta y con Teddy en brazos. Se pone en pie rápidamente y avanza hasta ellos, intentando coger a Teddy y fingiendo que está perfectamente. Todo va de eso, todo va de fingir porque al ver a Teddy en los brazos de Tonks se ha dado cuenta de que tampoco se lo puede decir.

No sabe siquiera si va a funcionar, no puede ilusionarla con que podrá hablar con el padre del niño cuando ni siquiera sabe si todo va a ir bien.

—Hoy no tenía entrenamiento y he pensado que sería buena idea venir para ver a Teddy —responde, sonriendo—. La parte de allanar la casa es porque hacía frío fuera.

Coge al niño y empieza a hablarle de juguetes, de la escoba que le va a comprar en cuanto empiece a andar y parece que Teddy entiende lo que quiere decir porque intenta tirarse al suelo. De momento gatea, pero no le debe de quedar mucho para empezar a andar y Atria no duda en poner en su lista de cosas por hacer comprar una escoba a Teddy.

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Venga que de momento solo hay drama y más drama, aunque creo que ya está clara la motivación de Atria, ¿verdad?

Prometo que el drama es hasta el capítulo seis y luego se calma, de verdad.

Mil gracias por leer ❤️

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