Capítulo 12: ¿Puedo?
La luna llena es algo por lo que Atria siente demasiada atracción y nadie le ha explicado del todo porqué siempre sabe perfectamente cuando es luna llena o falta poco. Siente que tiene que saberlo, que es algo que tiene que tener controlado porque es importante para alguien, pero no tiene ni idea de quién es ese alguien. También lo relaciona con que es una loba y entiende que su parte animal también siente la luna o algo así. Sabe que es una animaga y que la forma no se elige, si no que es tu propia forma interna o algo así, ningún libro es capaz de explicar del todo como un animago adquiere su forma característica.
La cuestión es que ese día es luna llena y sigue sin hablar con Philip. En la última semana los dedos han dejado de ser lo único que tiene negro y se ha extendido hacia la palma de la mano. Entiende que, contra más lejos esté el fantasma, peores son las consecuencias para ella porque lo que sea eso avanza más rápido. Espera que no haya ninguna realmente grave como morir o, peor aún, que le llegue hasta el corazón y nunca llegue a morir porque entre en un coma permanente. Odia más esa idea que la idea de morir, lo cual debería explicar por qué no deja de arriesgarse constantemente.
Desaparecerse es lo peor que sabe hacer en cuanto a la magia, por eso siempre lo evita. Pero necesita hablar con Philip, así que se desaparece hasta el piso en Wetvalley, concretamente en el baño. Sabe lo que le espera y no se decepciona al ver como la mano empieza a sangrar sin parar porque se ha dejado un trozo de la palma por el camino. Lo odia, lo odia, lo odia. La herida escuece con el agua, que se mezcla con la sangre oscura que sale de la herida.Como ya no vive aquí, no hay ningún tipo de poción ni medicamento para poder curarla y bastante que tiene una toalla a mano porque pensaba que se la había llevado.
—¿Qué te ha pasado? —Philip aparece a su espada y Atria da un pequeño vote.
—Me he desaparecido para llamarte —responde la chica y él asiente.
—Por la luna llena —no lo pregunta, lo afirma y Atria asiente.
—Puedes no hacerlo —dice, pero niega.
—Quiero que seas feliz, si encontrar a ese chico lo hace lo haré.
—Philip... —no sabe cómo decírselo porque no quiere decirlo en voz alta, pero intenta transmitirlo diciendo solo su nombre.
Si Fred estuviera muerto de verdad Atria sabe que ni siquiera estaría viva. Lo único que ha conseguido que siga adelante es ver como su aguja se movía en Navidades, es lo único que ha conseguido que no volviera a hundirse en el pozo que había estado antes de ver ese pequeño movimiento. Sabe que no hubiera tenido fuerza de voluntad para no volver a la tumba y quedarse quieta allí, esperando a que La Muerte viniera a por ella. ¿Qué sentido tenía seguir viva si había perdido a las dos personas más importantes de su vida?
Espera. ¿Dos personas? Fred es una, sí, pero ¿quién es la otra?
—¿Y si está muerto cuando llegamos, Atria? ¿Lo has pensado? ¿Qué vas a hacer entonces? —Philip la desconcierta y el pensamiento de las dos personas desaparece de la mente de Atria tal y como ha llegado.
—No va a estar muerto —responde ella, pero Philip niega.
—No lo sabes, tú misma lo has dicho, los mortífagos son salvajes, no sabemos que planes tienen los que quedan —dice el chico y Atria aparta la mirada—. Aunque la teoría de que quieran entrar a Wetvalley sea cierta, si es verdad que ahora el pueblo juzga a los que quieren entrar ya ni siquiera le necesitan, Atria.
—Parece que siempre has estado escuchando, ¿eh? —intenta cambiar de tema, pero Philip no se deja manipular tan fácilmente como Harry.
—Si ese es el motivo por el que le tienen no va a estar vivo si se han enterado de las nuevas protecciones —el chico sigue con el tema y Atria se aprieta en la palma de la mano herida para intentar pensar en ese dolor y no en otro distinto, en el de Fred muerto.
—Si está muerto quiero enterrarle —responde la chica y Philip suspira.
—¿Y luego qué? ¿Lo olvidarás todo de nuevo? —lo siente como un ataque y Atria se cruza de brazos.
—¿Qué más te da? Ni que fueras a estar ahí.
—Claro, porque me mandarás a mi tumba, ¿no?
—Ni que quisieras quedarte —responde ella y Philip se cruza de brazos.
—A lo mejor quiero.
No sabe que responder. Le ha cogido cariño al fantasma, claro, pero no entiende en qué momento él también le ha cogido cariño a ella o lo que sea que haya hecho. No quiere pensarlo, no. Philip está muerto y tiene que devolverle a su tumba, lo que sea que haya hecho con él también le afecta a ella porque es magia no explorada. Se ha podido convertir en su mejor amigo, pero no va atarle al mundo cuado debería estar descansando.
—¿Te quedarías entonces?
—Si está muerto no creo que debas quedarte sola.
A veces le gustaría abrazarle. Es quien ha estado ahí los últimos meses, quizá por eso él también la ha cogido cariño, por ser la única persona con la que puede hablar sin miedo a que esté juzgándola. Philip ha visto como está, lo sabe que no está bien, conoce sus secretos.
—Y, ¿quién sabe? Si resulta que está muerto a lo mejor intentas revivirle y puedes hacer lo mismo conmigo.
—No funciona así, ni siquiera la magia puede revivir a alguien, Philip.
—¿Pero sí convertirle en fantasma?
Atria no dice nada porque tiene teorías. La primera empieza por qué Philip no sea en realidad un fantasma, si no otra cosa que todavía no ha encontrado nombre. Los fantasmas solo aparecen cuando quedan asuntos pendientes y lo hacen después de su muerte, no un año después por un hechizo. La segunda teoría es Philip si que tenga algún asunto pendiente y, al ser muggle, no pudo volver como fantasma y por eso su hechizo funcionó a medias y solo ella le ve. La tercera es que ahora comparten la vida que le queda a Atria y preferiría que no fuera esa opción porque tiene pinta de que compartir una vida entre dos la acorta.
No es por nada, pero se ha empezado a ver canas desde hace unos días, aunque eso probablemente tenga más que ver con el partido contra el Puddlemere United y estaba estresada. Muy estresada. Además no ayudaba que Philip no la hablase y desapareciera para hacer quién sabe qué.
—Es... difícil —acaba diciendo y Philip chasquea la lengua.
—Te quejas de que no te cuentan nada, pero tú tampoco lo haces —dice el chico y Atria va a protestar, pero él se adelanta—. Vamos ya al cementerio, no quiero seguir discutiendo.
Se adelanta y vuelve a desaparecer en cualquier parte de la casa, como lleva haciendo desde el partido. De verdad que empieza a odiar que lo haga, pero tiene algo más importante que hacer y es curarse la mano antes de irse. Ni siquiera recuerda ningún hechizo curativo e intentar recordarlos solo va a salir peor así que busca un botiquín y resulta que, debajo del lavabo, hay uno, escondido casi al fondo. Es estúpido guardarlo tan lejos, pero explica por qué nunca lo ha visto cuando ha ido a comprar. No sabe muy bien por qué tiene vendas ahí dentro, pero le sirven al igual que le sirve la pequeña botella de esencia de díctamo que guarda allí.
El alivio en la palma de la mano es inmediato a pesar de que la cicatrización de la herida no es tan inmediata como debería. Definitivamente tiene que revisarse las manos porque no le gusta la idea que se le está ocurriendo y le preocupa. Pero ahora no es momento de hacerlo porque tiene que aprovechar que Philip quiere intentar recuperar todo.
Odia aprovecharse de Philip, pero tiene que hacerlo.
—¿Listo para la red flu? —lo pregunta al aire avanzando hacia el salón. Espera que Aberforth no vuelva a regañarla por utilizar la chimenea de la taberna—. ¿Philip?
Pero el chico no responde de nuevo y Atria suspira. Debería meterse en la red flu y hacer que aparezca de nuevo a su lado, pero quiere avisarle, ya se siente mal por estar usándole, así que le busca. Primero en la cocina, luego en la habitación de George y solo queda la suya.
Ha dejado cosas allí, no quería llevarse todo porque dolía tenerlo demasiado presente, ser consciente de que Fred estaba vivo en algún lugar era demasiado, por eso la ropa se había quedado allí. También se habían quedado algunos de los post-its, los que había ido pegando por las paredes cuando George se había ido de casa.
—Te quería mucho —susurra el chico y Atria aparta la mirada—. ¿Por qué no los habías enseñado?
—Son personales —murmura ella, pero a Philip no parece importarle.
—No deberías dejarlos aquí, ni siquiera vienes —dice el chico y Atria le mira fijamente.
—¿De qué me sirve verlos constantemente?
—Para lo mismo que me sirve a mi verte todos los días.
Philip sonríe con tristeza y se acerca a ella. Sigue siendo jodidamente raro cada vez que la atraviesa porque es imposible acostumbrarse a ese calor, pero ha echado de menos los intentos de abrazos del chico. Este no es un intento de abrazo, Philip levanta la mano hasta la mejilla de la chica e intenta acariciarla a pesar de saber que no va a ser posible.
—¿Puedo?
Su voz suena suave cuando lo pide y Atria no sabe ni que contestar, solo se queda allí parada. Ni siquiera puede pensar cuando ve como Philip se acerca a ella. Todo es fuego. Quema de una forma diferente a la que está acostumbrada y ni siquiera recuerda lo que es un beso de verdad, pero está claro que eso no lo es porque la culpa la está comiendo por dentro. Y los besos no hacen eso, es lo poco que tiene claro de todo lo que está pasando.
Se siente jodidamente confundida y no porque Philip haya decidido besarla, si no porque no se ha negado. Le ha dejado y se siente jodidamente culpable porque, por lo que ella sabe, acaba de engañar a Fred. La culpa empieza a comerla por dentro y no piensa mucho cuando se desaparece de nuevo hasta el cuarto de baño.
La mano vuelve a arder porque ha vuelto a perder el control, pero es lo de menos cuando está empezando a llorar y lo que quiere hacer es huir de un fantasma. Las puertas no sirven, no puede estar sola, ni siquiera puede pensar en nada que no sea la culpa que siente.
—Lo siento.
Al menos Philip se queda detrás de la puerta y no pasa al baño. La sangre empieza a salir de la venda, demasiado oscura, mucho más que antes y no puede evitar quitarse la venda y apretar la mano. Podría dejar que toda la sangre salga hasta desmayarse. Podría tener otra en la otra mano y meterse en la ducha. Podría dejarse llevar y la culpa dejaría de comerla.
Hace mucho que no piensa así, desde diciembre. Desde que se tumbó el día de Nochebuena, en la nieve, frente a lo que pensaba que era la tumba de Fred y consideró dejarse llevar por el frío. Y ahora está considerando lo mismo.
Empieza a llorar. Ni siquiera sabe qué está haciendo, solo sabe que lo está haciendo mal y que necesita ayuda, mucha ayuda. También que no sabe a quién pedírsela. No quiere pensar en eso, no quiere tener esos pensamientos, está tan cansada de que vuelvan cuando cualquier cosa la hace sentir demasiado triste.
—¿Atria? ¿Puedo pasar? —se nota la preocupación en el tono de voz del chico, también porque atraviesa la puerta con la mano y la extiende hacia ella.
—No, ya salgo.
La sangre ha goteado hasta el suelo, pero es lo que menos le importa en esos momentos. Coge una venda nueva y mete la mano debajo del agua. Solo queda una gota de esencia de díctamo, pero tiene que valer, no va a ir a buscar más ahora mismo porque ya han perdido mucho tiempo de la luna llena y el hechizo lleva tiempo.
—La luna debería iluminar tu tumba en una media hora, así que no tenemos tiempo que perder —dice nada más abrir la puerta y el chico solo la mira.
—Quería disculpa...
—No hay tiempo ahora mismo, ya hemos perdido demasiado.
Suena brusca, pero necesita que lo entienda. Quiere que entienda que le va a utilizar hasta el final porque no quiere nada con él. Por Morgana, está muerto, ¿en qué estaba pensando cuando ha hecho eso? ¿En qué iba a salir bien? Ha visto los post-its, tanto los suyos como los de Fred y ha entendido los sentimientos del chico, pero no los suyos. ¿Acaso piensa que los ha olvidado? ¿Qué no han vuelto a salir? ¿Por qué no puede ser solo su mejor amigo? ¿Por qué tiene que querer algo más?
Como temía, Aberforth se enfada cuando la ve salir de la chimenea, pero le ignora porque sale de la taberna casi corriendo. Tiene prisa por llegar, por eso ni siquiera espera a Philip a pesar de que le necesita. En cuanto ve un callejón en Hogsmeade se mete por él y, cuando sale, lo hace convertida en loba. Es mucho más rápido y nadie sabrá que es ella.
Llega hasta la tumba con tan solo quince minutos y Philip aparece de golpe justo al lado. Ella cambia de golpe e intenta colocarle, sin ni siquiera acercarse para atravesarle por accidente. Ya entiende lo que ha pasado, se ha dejado llevar, pensaba que podrían ser amigos y ha sido como lo ha sido con todos sus amigos y Philip lo ha malinterpretado.
Espera, ¿cómo era con todos sus amigos?
La memoria llega tan rápido como se ha ido y siente la necesidad de sentarse en el suelo porque siente que se marea. Está débil, lo odia, debería ir a ver a Madame Pomfrey, quizá lo hace en cuanto acaben con esto, debería ir para que le curase la mano y quizá puede contarle a ella que ha creado un fantasma.
Quizá la encierra en San Mungo, pero está empezando a pensar que es lo mejor que le puede pasar.
—¿Estás bien?
—¡No, no estoy bien!
Se siente bien gritarlo, a pesar de que esté en un cementerio y se suponga que tiene que estar en silencio para que los muertos descansen. Pero gritar ha sido demasiado relajante y quiere volver a hacerlo, una y otra vez, quiere gritar hasta dejarse la garganta.
—Ponte delante de la tumba —siente que todo va demasiado rápido y a la vez no va lo suficientemente rápido. Tiene que dejar de pensar en que quiere gritar, en que lo quiere mandar todo a la mierda y tiene que centrarse en el hechizo.
Se siente estúpida haciendo que alguien recupere sus memorias cuando ella ni siquiera es capaz de tenerlas si no toma una estúpida poción.
—No te muevas, si te duele no te muevas —le dice, sin saber siquiera si va a dolerle o no.
Es probable que, si lo recuerda, sienta cómo le queman vivo.
—Hazlo.
Se le nota seguro de sí mismo. Quizá eso es una parte importante del hechizo. O quizá da igual porque quien importa es quién lo lanza y la mano de Atria tiembla demasiado cuando levanta la varita.
Recita el mismo hechizo que cuando le devolvió la vida, pero ligeramente alterado. Ya no quiere que vuelva a la vida como fantasma, quiere que vuelvan sus memorias. Cada vez cuesta más, cada vez que repite el hechizo se nota más y más cansada y, cuando llega a la última, le tiembla tanto la mano y la voz que no sabe si va a ser capaz de terminar.
—Hazlo por Fred —dice el chico, que también tiembla. Tiene los ojos cerrados y, por un momento, vuelve a parecer que está vivo.
Sus palabras valen para que Atria termine el hechizo, coincidiendo en la última palabra cuando la luna deja de iluminar la tumba y ambos, chica y fantasma, caen al suelo desmayados.
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Mi niña está como el culo, la verdad, no sé por qué le hago esto si ya había sufrido demasiado como para que encima venga y le quite al novio y le quite a Remus.
Que no recuerde todavía a Remus es otra de las cosas que me parten en pedacitos, pero bueno, es lo que hay, a saber si le recuerda o no. Echo mucho de menos escribir cosas de ambos juntos es que ay les echo tanto de menos.
Nos vemos en dos semanas, como regalo de Navidad <3 ¡Mil gracias por leer!
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