Sueño en una noche de invierno

Cerré los ojos y te vi de nuevo.

Cuando pensaba que tu recuerdo ya se había esfumado,

que bajo las alas del olvido lejos ya habías volado,

me sorprendiste... Tú volviste.


¡Tú, a quien yo creía perdida para siempre, reapareciste!

¡En una misión onírica,

en una singular visita!

¡Una milagrosa visión al final del día!


Y tras el velo del sueño,

vi a tu rostro sonreír,

alegre y sincero,

hermoso y feliz.


Te juro, amada mía,

que mi descanso fue pleno.

Que mi alivio fue eterno.

Que quise llenarte de besos, de caricias, de afecto...


El júbilo renació en mí.

Mi pulso se electrizó,

mi corazón volvió a latir.

Fue magia pura, la que sentí.


Y yo sigo absorto, yo sigo honrado,

que por mi imaginación, 

en la noche más oscura, 

tú hayas pasado.

Que hayas entrado a mi mundo interno, 

cuando todo el cielo era negro,

y el aire en mi pieza, sereno.


Llegaste como un soplo fresco de los cielos.

Como un divino momento de alivio.

Como una palabra necesitada de aliento.

Como un anhelado y añorado respiro.

Como un milagro divino.


Me inundó la calma,

 el alma atribulada y pesada.

Me apaciguó el oído,

el timbre de tu voz azucarada.


El peso en mi pecho,

como un exhalo en invierno se deshizo.

Una nube blanca, cálida en el aire frío.

Mi corazón,

fue encantado por tu sensual hechizo.

Embrujado por tu bello brillo. 


Y entre sueños, profecías y revelaciones,

te vi nuevamente de cerca;

el hada a quien le pertenezco,

sea en el cielo, el infierno, o en la tierra.


Viniste a mí mientras dormía.

Besaste mi espíritu, amada mía.

Y te juro que no quise despertar.

Quise estar contigo en mi ilusión, 

por infinitas horas más.

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