Sobre Dios

No debemos temerle a Dios, 

sino a todos los crímenes que podemos cometer en su nombre.


No debemos temerle a su naturaleza,

a sus misterios, ni a su esencia, 

sino a la codicia y avaricia del hombre.


El ser que come y come y que nunca su hambre sacía.

Que bebe y bebe, hasta dejar a la tierra vacía.

Seca de aguas puras y dulces, de belleza y de vida.


No es Dios quien destruye lo que el hombre no cuida.

Y su existencia tampoco le quita

responsabilidad por sus actos.

Él nos dio el paraíso, la razón, la autonomía,

y nosotros a cambio le dimos la desdicha

de pintar todo el verde con amarillos de sequía,

de mezclar la lógica con ridículas doctrinas,

de entregar nuestro albedrío a falsos mesías,

y de vender nuestra libertad por libros de teología.


Él nos dijo: "Sé, y ya. Existe, y nada más."

Y nosotros intentamos moldear

su regalo a nuestra deseada realidad.


Usamos nuestra divina existencia para arruinar a la de los demás.

Usamos nuestro intelecto para  mentir, robar y matar.

Para borrar el toque de todo lo que es divino,

quemando bosques, álamos, robles y pinos.


Y lo hacemos con la grandiosa hipocresía 

de sujetar en las manos hojas vacías.

Libros que decimos contener sus palabras sagradas,

pero que en verdad, solo son vestigios de su naturaleza asesinada.


Él creó el planeta, abundante, diverso, y lleno de belleza;

 ya nosotros, la guerra, la miseria y la pobreza;

ya nosotros, los incendios que consumen

a forestas enteras.


Él creó la justicia del tiempo,

las leyes de la acción y reacción;

ya nosotros, la ajustamos a mandamientos

escritos por nuestras propias manos,

para ignorar la existencia del perdón.


Nosotros escribimos las reglas, 

con líneas torcidas e inciertas, 

e insistimos que estas

fueron dictadas por el cielo,

por ángeles bellos, correctos y perfectos.


Pero basta mirar al libro abierto 

que es el mundo que nos rodea, 

y ver en la noche todas las estrellas, 

para saber que no existen reglas más allá de una sola:

"Vive, deja vivir, y muere con la gloria

de en cierto momento de la historia

haber sentido cada emoción,

y haber explorado cada rincón

de tu humanidad y de las ricas culturas

que la conforman.

Vive, deja vivir, y muere con la gloria

de haber visto crecer a árboles más grandes que la torre de babel,

compuestos por una humildad contraria a la humana,

y por partículas milenarias

creadas por un ser al que no puedes oír ni ver,

pero al que puedes sentir, 

al tocar sus cortezas y al observar la maleza, 

que rodea tus pies."


Vive, y deja vivir. 

Y eso es.

No temas a Dios, ni a lo que representa.

Teme al hombre y su historia violenta.


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