Mujer culta

El mundo se voltea de cabeza cuando te veo.

El tiempo se detiene, la gravedad cesa de existir.

Y todo lo que sé, y todo en lo que creo,

deja de ser cierto, de ser fácil de admitir.


De pronto, mi genio me traiciona.

Las palabras me fallan, mi léxico me abandona.

Mi intelecto se curva ante tu alma culta,

y mi mente colapsa, ante tu inteligencia absurda.


La belleza es efímera, y la fama es frágil.

La carne es débil, y el cuerpo es mutable.

Pero la sabiduría es noble y perdurable.

Esto todos los grandes maestros lo saben.


Por eso mismo, oírte hablar es un honor.

Por eso mismo, soy tu mayor admirador.

Por eso mismo, tu voz me resulta dulce, como el canto de un pájaro.

Por eso mismo, cuando tú hablas, yo me callo.


Porque no quiero perder un fragmento de diálogo.

No quiero ignorar un consejo, un dicho, una frase.

¡Cada encuentro contigo es una fantástica clase!

¡Y a veces ni quiero que el tiempo pase!


¡Quiero oírte, más y más, hablar sobre todo y nada!

¡Quiero ser tu discípulo, maestra sagrada!

¡Quiero amarte, y coleccionar tus palabras,

tesoros más valiosos que los de oro y plata!


Si me dejas, te seguiré como a un profeta;

te estudiaré y te apreciaré de cerca.

Seré tu mayor aliado, tu mejor alumno, tu más fiel apóstol;

si me aceptas seré tuyo, orgulloso.

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