De amigos a extraños

Es tan raro, pero ahora que lo pienso,

ya no te extraño a ti,

sino a tu recuerdo.

Y tú no me extrañas a mí,

sino a mi recuerdo.

Somos sombras en un camino sin retorno.


Es algo tan simple, pero a la vez tan absurdo.

Es algo tan obvio, pero a la vez tan abstruso.


No somos las mismas personas que solíamos conocer en el antaño.

Compartimos tantas fechas, recuerdos, y años

pero al vernos a los ojos, ahora nada más queda que la nostalgia por el ayer,

que el cariño por un tiempo al que nunca podremos volver,

que curiosidad, por aquello que pudo ser,

y que nunca fue, ni nunca será.


Es trágico, pero ya no nos conocemos en lo absoluto.

Porque tú ya no eres tú, y yo ya no soy yo.

Y entre ambos no hay vínculo alguno. 


Siete años desde la última vez que nos hablamos.

Siete años, y ahora somos extraños.


Ya no sé si te sigue gustando el sushi.

Si aún te encantan las películas de Kubrick.

Si al reírte, sigues pegándote el muslo.

Si al llorar, sigues culpando al mundo

por tus dolores, por tu pena, por tu angustia...

Ya no sé si tu alma sigue mustia,

o si ahora eres feliz, si has encontrado algún propósito.

Ya no sé quién eres. Ya no sé quién somos. 


Y si nuestros caminos se chocan de nuevo,

al ver tu rostro familiar, al pensar en todos los recuerdos

que yo guardo en mi alma herida,

me pregunto si me tratarás con apatía, 

o si me saludarás como a una vieja amiga.

Me pregunto si podré reconocer tu expresión, 

si podré leer sus líneas, como si fuera un guion, 

si podré entenderte, luego de años sin verte.


Sé que eso no pasará. 

Sé que no te veré más.

Es mejor así para ambos lados.

Pero por la noche, cuando la luna sale,

y en la almohada mi cabeza cae, 

el silencio me hace contemplar la idea

de un tal vez, de un quién sabe. 


Me imagino escenarios hipotéticos. 

Me aferro a recuerdos viejos, y me atrevo a creer que a lo mejor,

si algún día me volvieras a hablar, lo harías con cordialidad.


Sí, a este punto somos extraños.

Sobre eso, yo ya no me engaño. 

Siete años son siete años.


Pero la esperanza del perdón no muere.

La fe en el reencuentro tampoco.

Así que, si me ves, un día de estos,

acércate a mí y charlemos un poco. 

Intentemos hacer lo indebido, lo imposible, lo complicado,

e intentemos conocernos de nuevo. 



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