Prólogo

—¿Podrías quitar esa sonrisa de tu cara, Davina? Al menos finge que estás un poco preocupada por mí.

Cómo es normal en ella, está disfrutando mucho de mi sufrimiento y no siente ganas de ocultarlo, por el contrario, su sonrisa se hace aún más amplia mientras me señala con el mentón hacia la oficina de mi padre, quien es el CEO de Silver Lab. Dónde tanto Davina como yo trabajamos, siendo ella directora del departamento de investigación y desarrollo, y yo el director de producción.

Yo reprimo el comentario que quiero hacerle y ella se da cuenta.

—Tu padre te espera, Bastián. No lo hagas esperar más.

Empiezo a caminar hasta la oficina de mi padre y veo de reojo que Davina me sigue, porque claro, ella tiene que estar presente cuando mi padre me regañe.

¿En qué estaba pensando mi padre cuando la acogió como parte de nuestra familia?

Davina Hart, llegó a nuestras vidas cuando tenía tan solo seis años, después que su padre falleciera en un accidente y su madre regresara a Londres con su hija mayor porque decidió que no podía cuidar de dos niñas y Davina aún era muy pequeña. Así que mi padre, quien había sido gran amigo del padre de ella, le dijo que él la acogería en nuestra familia y desde ese día hasta ahora, jamás ha hecho una diferencia entre nosotros.

Aunque todos saben que sí debe escoger a un hijo favorito entre mi hermano mayor Archer, quien es el director ejecutivo del laboratorio, mi hermano menor Spencer y mi persona, la va a escoger a ella.

—Robert, aquí está Bastián —anuncia Davina a mi padre.

Mi padre está sentado detrás de su elegante y ostentoso escritorio, vistiendo un traje negro hecho a la medida, como es habitual en él.

Cuando escucha la voz de Davina, sus ojos se levantan de la tablet que sostiene entre sus manos y me escudriña con molestia. Su mandíbula se tensa mientras deja el aparato sobre el escritorio antes de levantarse y extender un montón de periódicos y revistas hacia mí.

—Papá, lo siento, no sabía que había reporteros esperando afuera del restaurante.

Davina se cruza de brazos y niega con la cabeza.

—¡Siempre hay reporteros, Bastián! Tienes veintiocho años y, ¿aún no entiendes que siempre están bajo escrutinio público?

Cuando recibí un mensaje de su asistente está mañana y otro de Davina, supe que estaría muy enfadado por el último escándalo en el que me vi envuelto gracias a Susan, una hermosa modelo que resultó ser muy impulsiva y fanática de los paparazzi.

Davina da un paso hacia mí padre y pone una mano en su hombro para tratar de tranquilizarlo.

Mi padre empieza a enumerar a todas las mujeres con las que he salido y como todas, sin excepciones, anuncian a la prensa que el Golden Boy de San Francisco le acaba de pedir matrimonio. Y como esos escándalos afectan al laboratorio, en especial después del escándalo del año pasado.

—Esto no puede seguir así, Bastián y hablé con el jefe de relaciones públicas del Laboratorio y estoy de acuerdo con la solución que sugiere para limpiar tu imagen y la imagen de nuestra familia. Los laboratorios tienen que dejar se sonar para este tipo de noticias por parte de personas que quieren sus cinco minutos de fama a nuestra costa.

El brillo malicioso en la mirada de Davina me dice que no me va a gustar nada lo que sugirió el jefe de relaciones públicas.

—Vas a empezar una relación para que las mujeres se dejen de colgar de tu brazo y anunciarle al mundo que te vas a casar con ellas.

—Sera una relación falsa —agrega Davina—. Igual al de las celebridades cuando promocionan algo. Se va a vender la imagen de la relación soñada y tú pasarás de ser el chico malo y mujeriego, al príncipe encantador que toda dama sueña tener en su vida. O eso es lo que dijo Jerry, de relaciones públicas.

Mierda.

Por un momento cruza por mi mente la idea que esto es solo una broma o una forma que tiene mi padre de asustarme para que deje a un lado los escándalos y las salidas en mitad de semana, pero su mirada sería me da a entender que lo que acaba de decir Davina es verdad, ellos en serio esperan que yo haga eso.

Mierda, mierda y más mierda.

—Pobre de la mujer que tendrá que fingir ser tu novia, la compadezco tanto.

—Cállate, Davina.

—No le hables así —interviene mi padre, como siempre, poniéndose de parte de Vina—. Y Jerry ya tiene una persona en mente y yo estuve de acuerdo con su elección.

Maldito seas Jerry.

—¿Y quién es esa mujer? —pregunto, aunque no me interesa mucho la respuesta.

Seguro pesaron en una mujer con el complejo de salvadora que piensa que puede hacerme creer en la idea del matrimonio y hacer que yo siente cabeza. Pero yo dudo mucho que exista una mujer que pueda conseguir eso.

—Davina —responde mi padre.

La sonrisa de Davina abandona su cara, suelta un jadeo cargado de horror y abre mucho sus rasgados ojos verdes antes de dar un paso hacia mí padre.

—¿Yo? Pero Robert, ¿cuál fue el mal que yo hice? ¿Bastián y yo? Esa es una idea terrible.

Vina suena como si la estuvieran condenando a la hoguera y por la mirada que me da, ella siente que es así.

Si las miradas mataran, la de Davina ya me mandó directo al infierno.

—Además, no podríamos ser una pareja, siempre he estamos discutiendo. No va a funcionar.

—Oh, mi querida niña, no sabes nada de relaciones.

Mi padre le da unas palmadas en su espalda para intentar tranquilizarla.

—Y no has hecho nada malo, hija, pero creo que Jerry tiene razón. Tú eres la inalcanzable dama, todos te quieren tener y nadie puede. Mientras que Bastián es el mujeriego que huye del compromiso. Serían la pareja soñada.

¿Pareja soñada? Eso me suena a palabras del imbécil de Jerry, pero cuando lo vea voy a cruzar un par de palabras con él para que deje de sugerir estupideces como esas.

Además, a ella la conocen como Ice Queen o Reina de hielo. Y se ha ganado ese apodo a pulso.

—¿O acaso estás saliendo con alguien, Davina?

Ella se apresura a negar con la cabeza y responde que no, pero la conozco muy bien como para saber que miente. Pero, ¿con quién está saliendo ella? Hago una nota mental de pedirle a Spencer que lo averigüe.

—Bien, eso es perfecto. Porque, ¿quién mejor que tú, mi querida Vina para ayudarnos a limpiar la imagen de nuestra familia? Y como le dije a Jerry, no confío en extraños para este tipo de cosas.

Mi padre no confía en extraños para casi nada, le gusta mantener todo en familia.

Mi padre ni se molesta en preguntarme sí yo estoy saliendo con alguien, él sabe que las relaciones a largo plazo no son lo mío, porque, aunque todos piensan que se debe a que le tengo miedo al compromiso, no es por eso. se debe a que al igual que mi padre, a mí me cuesta confiar en extraños.

Porque a veces todo lo que quieren es nuestro dinero y saber nuestros secretos más oscuros, pero nada más.

—Jerry les explicará mejor sobre cómo van a llevar todo esto de la relación falsa, pero una cosa sí les digo, a parte de los tres y Jerry, nadie más debe saber la verdad.

Davina murmura estar de acuerdo y yo sabía, incluso antes que ella responda, que iba aceptar la idea de mi padre.

Sin más que decir, mi padre nos despide para que podamos regresar a trabajar.

Davina me detiene del brazo cuando me dirijo hacia mi oficina.

—Todo esto es tu culpa y me voy a vengar. ¿Algo que quieras decir en tu defensa, Bastián Baxter?

Yo le sostengo la mirada y acepto el desafío que ella me da.

—No tengo nada que decir, Davina Hart.

#1 Debí decir lo siento, porque mis errores nos llevaron a eso y era lo que tú querías escuchar. Debí decir lo siento y evitarnos el desastre que se volvió lo nuestro. 

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