9. Deberías verme con una corona

—Vina, espérame.

No me detengo al escuchar la voz de Bastián y sigo corriendo, aunque seguro pronto me va alcanzar, desde que cumplió diez y empezó con el atletismo dice que nadie es más rápido que él. Archer dice que a Bastián le gusta presumir, pero que no es verdad lo que dice.

Me detengo cuando Bastián me vuelve a llamar en ese tono de: detente porque yo soy mayor y sé más que tú. Odio mucho ese tono y también odio que Bastián crea que sabe más que yo.

—¿Por qué te tengo que esperar?

Las olas rugen junto a nosotros y muevo mis dedos en la cálida arena mientras espero a que Bastián me alcance, cuando lo hace, pone las manos en sus caderas y me regaña con la mirada.

—¿Por qué estabas corriendo tan rápido y tan lejos? Te puedes perder o te puede pasar algo.

Yo me encojo de hombros casi con indiferencia mientras miro por encima de Bastián hacia donde está Robert con nuestras nanas colocando las cosas sobre la arena para el día de playa que nos prometió.

—Tal vez solo quería escapar.

Bastián me mira ofendido y es normal, ¿cómo podría él entenderlo? Está aquí con su familia mientras la mía está muy lejos y no sé nada de ellas. Yo solo quiero hablar con mi mamá y mi hermana, solo quiero verlas, pero Robert dice que no se puede, que ellas están muy lejos.

¿Por qué Robert no me lleva a verlas? Él tiene mucho dinero, podría llevarme si quisiera.

—¿Por qué querrías escapar? Nosotros te amamos mucho y somos tu familia.

—¡No son mi familia! Quiero a mi mamá, quiero a mi mamá. ¡Ustedes no son mi familia!

Bastián mira con pánico en dirección hacia donde están su padre y hermanos antes de volverme a mirar a mí sin saber que hacer o decir. Luce algo perdido y culpable, tiene la misma expresión que tenía cuando se subió con Spencer a ese árbol y después no sabían cómo bajar.

—Mira, está bien sí quieres correr lejos de nosotros y buscar a tu familia, Vina, sí eso te hace feliz debes hacerlo porque nosotros solo queremos que seas feliz. Pero, ¿me puedes prometer algo?

—¿Qué?

—Prométeme que vas a regresar. ¿Puedes prometerme eso?

La voz de Robert llama nuestra atención y ambos nos miramos antes de empezar a correr en dirección a los demás olvidando la promesa que él me pidió cumplir y que yo nunca hice.

—Me siento muy honrado por permitirme entrevistar al científico detrás de este increíble nuevo producto que promete revolucionar el mercado —dice con entusiasmo el periodista que trajo Jerry y que nos mira a todos con mucho interés mientras su equipo está acomodando las cámaras—. Y bien. ¿Quién es el hombre a cargo?

Y aunque la pregunta está hecha en son de broma, e incluso podríamos darle el beneficio de la duda y decir que no pretendía ofendernos a las mujeres al hacer alusión que, al ser un gran proyecto, quien está a cargo es un hombre, pero la ofensa está ahí y Morgan, que al ser mujer, rubia y hermosa en un ambiente donde la consideran "demasiado bonita y rubia" como para tener cerebro, se levanta con calma de su silla y mira de forma desafiante al hombre.

—Y a mí me gustaría dejar de verme en la obligación de dar entrevistas a imbéciles machistas —responde Morgan.

La risa que acompaña aquella oración nos hace estremecer a todos, porque sabemos la tormenta que se viene sí ese hombre no cuida bien las siguientes palabras que van a salir de sus labios.

—¿Perdón? No entiendo.

—Comprensible, pero lo que quiero decir es que no hay hombre a cargo. Yo soy la mujer a cargo de este proyecto. Soy la científica que va a revolucionar el mercado.

El periodista, que parece no notar o finge que no ha notado como el aire de la habitación ha bajado un par de grados, sonríe como si no pasará nada y hace un gesto con la mano.

—Tiene sentido, porque detrás de cada gran hombre, siempre hay una gran mujer que nos dice qué hacer. ¿Verdad?

—No lo sé, tal vez usted está acostumbrado a ir detrás de otros, pero yo no voy detrás de nadie. Y mucho menos pierdo mi tiempo en decirle a un hombre lo que tiene que hacer. ¿Para qué? Sí yo lo puedo hacer mucho mejor.

Yo observo la reacción de Archer y veo como intenta contener una risa mientras que Arthur y Spencer se ríen sin importarle la expresión del periodista.

Cómo director ejecutivo, Archer toma la palabra y le da algunas indicaciones al periodista antes que él hombre empiece a realizarle las preguntas a Morgan quien al inicio estaba emocionada, pero conforme las desagradables preguntas empiezan a salir de los labios de ese periodista, su buen humor empieza a caer.

—¿Realmente me está haciendo preguntas sobre mi imagen cuando lo que debería hacer es preguntar por mí proyecto? Bueno sí quiere hablar de imagen, está bien. Cuando estaba en la universidad, un profesor me dijo que debía pintar mi cabello de castaño o negro para que me pudieran tomar en serio. Un colega me comentó que debo evitar los escotes porque los "profesionales" podrían hacerme proposiciones, porque ya sabe, son hombres. Pero otro colega me sugirió que debería llevar un mejor escote si quería conseguir un buen proyecto o una buena calificación.

Morgan se levanta de la silla, se quita el micrófono con calma y elegancia y lo deja sobre la misma.

—Estoy segura que tiene más preguntas sobre mi imagen, pero perdón si no estoy interesada en perder mi tiempo hablando con un hombre cuya mejor pregunta es ¿qué tipo de acondicionador utilizas? Porque soy una bioingeniería jefa de laboratorio y estoy creando cosas que van a revolucionar el mundo. ¡Ich bin damit fertig!

Morgan sale de la habitación y Archer toma el cargo para lidiar con el periodista, le hago una seña a Spencer y me levanto para seguir a Morgan, que ha caminado muy rápido hasta su oficina, donde la encuentro dando vueltas como león enjaulado.

—Mira, es cierto, yo tengo muchos defectos. Soy malcriada, caprichosa, egoísta y materialista. Pero soy una gran científica, soy mejor que muchos de mis colegas, pero cuando entro en una sala llena de científicos me miran de pies a cabeza y me tratan con condescendencia, como sí yo no merecería estar ahí. Y no es justo, merezco el mismo respeto y trato que los demás y estoy cansada de luchar todos los días por ganarme algo que otros tienen con demasiada facilidad solo por poseer un pedazo de carne que cuelga entre sus piernas.

Entiendo la molestia de Morgan, no solo porque he tenido que pasar por cosas similares a ella, sino porque vi lo ilusionada que estaba por la entrevista por dar a conocer su trabajo y que el mundo sepa sobre las cosas que se están haciendo aquí en el laboratorio para intentar mejorar las cosas para todos.

—Cuando yo presento un proyecto debo dar mil y una explicación, asistir a varias juntas para exponer las razones de porque deberían darme luz verde para llevarlo a cabo y entonces vienen Arthur o Spencer, presentan un proyecto, responden un par de preguntas y ya, eso es todo, proyecto aprobado.

Y sí, es verdad. Si no fuera por Robert o Archer, los proyectos de Morgan no serían aprobados porque el resto de científicos no creen que sean buenos, a pesar que sus proyectos han sido de los mejores, pero eso siempre se lo atribuyen a las personas que trabajan con Morgan y no directamente a ella.

—Yo no puedo tener un mal día porque estoy siendo histérica. No puedo dar órdenes porque soy mandona y grosera, pero si Archer lo hace es porque él es un gran líder. Me cuestionan hasta mi vida sexual, cuando mi forma de vida sería perfectamente normal si hubiera sido hombre.

Ella se detiene frente a su escritorio, coloca las manos sobre él y deja caer su cabeza, quedándose en esta posición por un momento. Yo me muevo hacia ella y pongo una mano en su espalda, dibujando círculos con mi palma y repitiendo ese mantra que ella tiene para ayudarla a sentirse mejor en sus días malos.

Finalmente, ella levanta la cabeza y me sonríe.

—Estoy bien. Gracias por estar conmigo, Vina. Eres un pedacito de sol. Ahora vamos, tenemos que seguir brillando y seguir demostrando lo valiosas que somos.

Yo me río y la sigo, de vuelta a la sala de juntas dónde se estaba llevando a cabo la entrevista para retomar con la misma, está vez, el periodista hace preguntas sobre el proyecto y se enfoca en resaltar a Morgan como la gran científica que es.

—Spencer me contó lo sucedido en la entrevista de esta mañana —me dice Bastián mientras entra en mi oficina, de nuevo, sin tocar la puerta.

¿Acaso él cree que la puerta está ahí de adorno?

—¿Puedo saber por qué sigues entrando aquí sin tocar?

—Hay algo aquí que quiero tocar y no es esa puerta, Vina.

Él camina hasta pararse frente a mí y yo muerdo mi labio para evitar sonreír, pero su sonrisa coqueta me hace casi imposible el resistirme.

Mis dedos se enrollan alrededor de su corbata y lo jalo hacia mí para besarlo sin soltar mis dedos de su corbata, por alguna razón siempre he tenido un fetiche por las corbatas y está corbata negra llamó mi atención desde que se la vi está mañana.

Tocan la puerta y escucho la voz de Arthur.

—Adelante... Si como te decía debemos revisar el informe sobre el análisis del balance —le digo a Bastián quien está inclinado mirando una hoja de papel que yo le estoy señalando sobre mi escritorio y que está en blanco.

—Sí, debemos revisar ese balance. Arthur, hola. Ya termino aquí, solo estaba revisando algo de este balance con Vina.

Bastián se aparta y acomoda su corbata con una sonrisa pícara que quita de su cara cuando capta la mirada de Arthur.

—¿Qué balance?

—Es confidencial —respondemos Bastián y yo al mismo tiempo.

—Estamos en el mismo equipo.

Es verdad, olvidé ese pequeño detalle.

—¿Qué te trae por aquí, Arthur? —le pregunto para cambiar de tema.

—Vine a ver a Bastián, quedó en acompañarme a comprar mi nuevo auto.

—Y yo vine a decirte que iré con Arthur.

Yo le sonrío a Bastián.

—No necesitas mi permiso, pero me alegra saber que te estás portando bien o de lo contrario...

Bastián se ríe y Arthur nos mira serio antes de que ambos salgan de mi oficina.

Al llegar a mi ático con las compras de la despensa, las dejo sobre el mostrador para empezar acomodar todo en su lugar, antes de ir a cambiarme la ropa por algo un poco más cómodo para ir al invernadero y mimar un poco a mis flores.

—¿Te puedo interrumpir un momento? —pregunta Archer.

Yo sonrió en su dirección y le hago una seña para que entre.

—Tú puedes interrumpirme siempre.

—Quiero hablar contigo sobre algo que tengo pensando hacer y necesito tu opinión sobre el tema

Yo me quito los guantes y me limpio las manos.

—Te escucho.

—Quiero viajar a Santorini unas dos semanas antes de la fiesta de los laboratorios y hablar con Vanessa para evitar que asista.

Esa es la diferencia entre Bastián y Archer. Porque mientras Bastián es impulsivo, Archer medita y consulta sobre las decisiones que va a tomar, más que nada, si sus decisiones afectan a los demás.

—Robert no estará de acuerdo.

—Lo sé y no quiero decirle exactamente lo que voy hacer hasta después del viaje.

Sí, porque al final Robert igual se va a enterar.

—¿Qué tienes en mente?

—Un viaje en familia para visitar a mis hijos y celebrar que vamos a presentar un nuevo producto. Hasta la fecha que quiero realizar el viaje ya todo estará listo para el lanzamiento, así que podemos viajar sin inconvenientes.

—¿Y quieres que yo convenza a Robert de ese viaje?

Archer pasa un brazo por mis hombros y me da una amplia sonrisa.

—Sabes que mi padre nunca te dice que no. Si alguien lo puede convencer, esa eres tú. Y dejando un lado el asunto de Vanessa, será bueno para nosotros, incluso sí solo vamos por pocos días.

—Y sabes que yo nunca te puedo negar algo, así que sí, hablaré con Robert.

—Por eso eres mi hermana favorita.

Yo pongo los ojos en blanco.

—Soy tu única hermana.

—Y me alegra que lo seas.

Archer es el mejor hermano que la vida me pudo dar. Cuando se enteró sobre Leila, la mandó a investigar, no quería que ella se acerque a mí sin saber la razón detrás de sus intenciones, él aún sigue receloso con la idea que yo dejé entrar a Leila a mi vida.

No la necesitas, Vina —me dijo Archer—. No necesitas en tu vida a alguien que solo te da migajas que otros rechazaron.

Porque tal y como dijo Bastián, ellos siempre me han puesto en primer lugar y yo no debería conformarme con menos. Eso me hace preguntar, ¿cómo completos extraños pueden amarme más que mi propia madre y hermana?

—¿Esperando por mí, caballero? —le pregunto a Arthur que está sentado junto a la puerta de mi ático con las piernas estiradas y un libro en la mano.

Tengo una especie de Dejá vü al verlo esperar así por mí, me recuerda aquella madrugada, un poco después que Leila llegara a nuestras vidas, dónde yo estaba esperando por él y me pregunto sí vamos a tener una conversación similar a la que tuvimos esa noche.

Él levanta la cabeza y cierra el libro antes de levantarse y tomar mi mano para besarla.

—Siempre estoy esperando por usted, my lady.

Sí tan solo tu respuesta esa noche hubiera sido otra, nuestra historia sería tan diferente, Arthur.

Veo como Arthur se acerca a mí, él me dijo que, si le hubiera dicho que iba a estar aquí esperando por él, hubiera venido antes, pero Morgan me dijo que llevó a Leila a su casa y yo no quería molestar.

Él acuna mi rostro entre sus manos con mucha delicadeza y deja que sus dedos recorran mis pómulos.

—No podemos hacer esto, Arthur.

Mi voz sale suave y él no pierde el toque de desesperación en mis palabras, más que nada porque es la misma desesperación que se refleja en su mirada.

Arthur se inclina para besar mi frente dejando que sus labios descansen contra mi piel más tiempo del necesario y yo cierro los ojos con fuerza porque es un beso que me sabe a despedida.

—¿Hacer qué, my lady? —pregunta y yo debo hacer un esfuerzo para recordar sobre que estábamos hablando—. Solo soy un amigo tocando a su amiga.

¿Amigos? Oh, Arthur, ojalá entendieras cuánto me duele esa palabra.

—No puedo recordar un tiempo donde eras solo un amigo.

Cierro los ojos porque no tengo las fuerzas para seguir sosteniendo su mirada, para seguir tan cerca de él y no hacer nada.

—Arthur. ¿Qué somos? —pregunto aún con los ojos cerrados— Porque necesito que seas claro conmigo ahora, necesito saber sí hay algo, sí... Solo dime qué somos.

Y su respuesta esa noche puso punto final a cualquier cosa que podría llegar a pasar entre nosotros porque sí bien me amaba, fue un cobarde por no luchar por mí y yo estaba cansada de esperar, así que le di libertad de ir tras quien él quisiera y para mí desagradable sorpresa, Arthur fue tras Leila.

Sí, tienes razón, no eres bueno para mí, porque eres un cobarde y yo merezco mucho más que eso. ¿Acaso piensas que esa mierda de discurso es suficiente para mí? ¡Quería que lucharas por mí! Porque si me amarás, si realmente me amarás, intentarías ser el hombre que yo merezco —fue mi respuesta para él esa noche—. He terminado contigo, Arthur Nolan. He terminado de esperarte, de estar ahí para ti cuando me necesites. He terminado contigo. Porque me cansé de esperar que seas el hombre que yo merezco, no puedes serlo, ya que lo único que veo cuando te miro, es a un niño asustado que tiene miedo de enfrentar sus miedos.

Y sí, yo terminé con él, pero al parecer mis sentimientos no.

—¿Podemos hablar?

Mi teléfono vibra con un recordatorio para una ida a la galería de arte que tengo con Bastián y miro a Arthur, antes de mandarle un mensaje a Bastián diciéndole que no puedo asistir, que reprogramamos la salida.

—Por supuesto, Arthur. Vamos.

Abro la puerta y él entra detrás de mí. Me dice que le gusta el olor a lavanda y vainilla que siempre se respira aquí.

—Dicen que la lavanda sirve para relajar.

—¿Ayuda?

Yo me encojo de hombros.

—No. Creo que estoy más allá de la ayuda.

—No digas eso, Vina. No me gusta escucharte decir ese tipo de cosas.

Suelto mi cabello y paso mis manos por los largos mechones negros para peinarlos un poco.

—Dime, Arthur. ¿Sobre qué quieres hablar conmigo?

No enciendo la luz de la sala porque siento que es suficiente con la luz de la cocina, ya que nunca me ha gustado que la casa esté demasiado iluminada. Las luces muy brillantes y los lugares muy iluminados me provocan migraña.

—Mi madre viene de visita y Leila insiste en conocerla y discutimos porque yo le dije que no. ¿Por qué para Leila es tan difícil entender que no todos tenemos una buena relación con nuestra madre?

Arthur se deja caer en el sofá y yo me siento junto a él, poniendo una mano sobre su rodilla en señal de apoyo.

—¿Sabes cuáles eran las palabras que más me repetía mi madre? Eres como una infección, destruyendo todo desde adentro. Infectas y destruyes, Arthur —me dice él—. Y a veces siento que sí, que eso es todo lo que soy.

Ninguno de nosotros tiene relaciones parentales sanas, la relación más sana sería la de los hermanos Baxter y ellos perdieron muy pequeños a su madre, una mujer que dicen era muy buena y que amaba más que a nada a sus hijos y que murió pocas horas después del nacimiento de Spencer.

—Creo que Leila se está proyectando contigo. Creo que ella tiene heridas que no pudo sanar y como su mamá murió, ella ve en tu relación con tu madre, una forma de reparar tales heridas.

Arthur levanta su mirada hacia mí con una media sonrisa en sus labios.

—Veo que tú tiempo en terapia está produciendo algo de efecto.

—No exageres, es solo mi percepción del asunto, quizás y me estoy equivocando. Sí me lo preguntas no, no tienes que tratar con tu mamá o mantenerla en tu vida, porque no es el tipo de persona que necesitas. Estás mejor sin ella y Arthur, no destruyes todo lo que tocas. No me gusta que pienses así.

—¿No? Pero lo hago, destruyo todo a mi paso. ¿No ves cómo nos destruí? Yo terminé lo que pudimos ser y no hay día que me arrepienta de eso.

Él entrelaza nuestros dedos, yo recuesto mi cabeza en su hombro y él coloca su cabeza contra la mía.

—No fuiste tú quien nos destruyó, fue tu cobardía y el miedo. Tenías miedo a lastimarme y terminaste hiriéndome más de lo que te imaginas —tomo su rostro entre mis manos y lo obligo a mirarme—. Estaba decepcionada de ti por la forma que rompiste mi corazón hasta que entendí que tú estás roto y eso es lo que hacen las personas rotas, rompen a otros. Incluso si esa no es su intención, incluso sí se esfuerzan por no hacerlo. Y debes decidir si quiere seguir así y romper a quienes te rodean o aprender a sanar. Es tu decisión, Arthur.

Estoy tan cerca de su rostro, tan cerca de sus labios, tan cerca...

#10 Esa vez, quien debió decir algo fuiste tú, pero no dijiste nada y yo me quedé esperando palabras que jamás iba a escuchar, al menos no esa noche, porque esa noche se las susurraste a alguien más.

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