8. Somos dos caras de una misma moneda.

Davina.

No puedo dormir y está vez no tiene nada que ver mi insomnio a causa de mi trastorno de ansiedad, está vez el culpable es Bastián Baxter y su maldita manía de meterse bajo mi piel y hacer que yo haga cosas que jamás debí hacer. ¿Por qué Bastián es el único que consigue que yo haga ese tipo de cosas? Puede que se deba a que, a diferencia de los demás que me tienen en un pedestal alto y creen que no me pueden alcanzar, para Bastián yo estoy a la misma altura, en un pedestal sí, pero él también está en uno y siente que no hay diferencia entre los dos y eso siempre me ha gustado de nuestra relación.

Bastián no se detiene para señalar mis errores y yo siempre le digo lo que está haciendo mal. Tal vez es por eso que casi siempre solemos estar en la garganta del otro.

Y me gustaba la forma que teníamos de llevarnos: discutir, decir que estamos bien y volver a discutir. Ese era un terreno que yo podía manejar, pero sea lo que sea que hacemos ahora, no sé cómo lidiar con esto o con las cosas que estoy empezando a sentir. Porque NO debería sentir esto por Bastián. En realidad, no debería sentir nada por él.

—Te odio, Bastián, te juro que te odio.

Me levanto de mi cama para ponerme un suéter y un pantalón oscuro, ya que me siento cansada de dar vueltas por los mismos lugares y necesito algo de espacio y tiempo para mí. Y decido ir al bar de Jason para conversar un poco con él, quien al estar afuera y ver todo desde una perspectiva diferente, siempre me suele dar buenos consejos o si no me puede aconsejar, al menos me escucha, algo que agradezco.

El bar está casi vacío, cómo es normal a esta hora de la madrugada. Jason al verme me lleva hasta el sofá de siempre y empieza a desalojar el lugar.

—Tienes unas ojeras que gritan que llevas días sin dormir. ¿Qué sucede?

Yo camino hasta la barra y me siento en uno de los bancos altos y golpeteo mis dedos contra la barra de madera.

—Bueno, conozco a alguien que quiere tener sexo con una persona que no debería.

—Sabes que soy gay. ¿Verdad, Davina?

—¡Jason! Necesito que seas serio, ya sabes, por el bien de esta conocida.

Jason toma el trapo de franela y lo empieza a pasar por la barra.

—Conocida que claramente no eres tú.

—¡Jason!

—Bien, bien. ¿Cuál es el problema que está conocida quiera tener sexo con esa persona?

Todo. Si llego a tener sexo con Bastián, solo puedo pensar en todas las cosas que podrían salir mal, empezando con la confusión que vamos a tener al tratar de separar lo real de la farsa. Y esa es una línea que no deberíamos cruzar, pero cada vez que decimos que no lo volveremos hacer, lo hacemos y ambos sabemos que va a volver a suceder y es solo cuestión de tiempo hasta que tengamos algo más que sexo oral. Aunque ahora que lo pienso yo aún no le he hecho sexo oral.

Espera un momento Davina Hart, ¿acabas de decir aún? Sí, ya he perdido la razón.

—Lo siento, me perdí en mis pensamientos —le digo a Jason—. El problema es que mi conocida no puede controlar la forma que le hace sentir y tampoco sabe qué hará él después. Con él, mi conocida se siente en un terreno sinuoso.

Jason pone ambas manos sobre la barra y se inclina un poco hacia mí.

—Tu conocida está tratando de controlar algo incontrolable.

—Lo sé y ese es el problema —me lamento de forma dramática que hace sonreír a Jason con cariño—. No sé qué hacer, Jason. Me estoy volviendo loca, es como si estuviera infectada de deseo sexual por él y no es justo, ya que dudo que él se sienta de la misma manera hacia mí. No es justo que él pueda mantener el control y yo no.

Seguro Bastián debe estar tranquilo durmiendo en su cama soñando con él mismo. Porque así de egocéntrico es.

—¿Qué harías en una situación similar dónde tuvieras el control?

—Me tomaría mi tiempo para trazar un plan y también uno de respaldo, me gusta hacer planes, analizar sus posibles errores y ver cómo puedo evitarlos. Pero no puedo planear nada respecto a esta situación porque siento que todo está fuera de mi control.

Nada está donde se supone que debería estar. Bastián y yo ya no actuamos como deberíamos, mi relación con Arthur ha cambiado e incluso mi relación con Archer. Y yo solo quiero que todo vuelva a como era antes.

—Davina, así es como suele funcionar la vida. La mayoría del tiempo no podemos predecir lo que va a suceder.

—No mi vida —digo casi a la defensiva y después me encojo de hombros—. Robert siempre le exigió un poco más a Archer por ser el mayor, siempre decía como Archer sabía que iba a estudiar, que carrera iba a seguir y conforme iba cumpliendo cada una de sus metas, empezaba a apuntar más alto, porque lo que tenía no era suficiente. Y yo sentí que la única forma de pertenecer a esa familia que me había acogido, era hacer mis propios planes y demostrar que era igual de buena que Archer, Bastián o Spencer.

Y ahora no sé cómo demostrar mi valía sin los planes que suelen respaldar mis acciones.

También aplico mucho de eso en mi trabajo, tal vez por eso soy muy buena en lo que hago.

—No sé qué hacer —repito.

—Davina, incluso aunque lo intentes y te haya funcionado bien hasta ahora, no siempre vas a poder controlarlo todo y mucho menos vas a poder controlar una situación si otra persona está involucrada. Claro, puedes intentarlo, pero ¿a qué costo?

La pregunta parece sencilla, pero no lo es porque me hace pensar en todo lo que pierdo y arriesgo por miedo a perder el control, por temor a verme involucrada en una situación que se me escapa de las manos.

He vivido controlando cada paso que doy, pero ¿a qué costo?

—Eres un buen terapeuta.

—Sabes que no lo soy. Deberías ir a uno de verdad.

—Y lo hago, pero no sé puede sanar más de veinte años de problemas en un solo año de terapia. Se necesita tiempo.

Y eso que aún no he empezado a lidiar con los traumas de estos días. Mi vida está tan llena de dramas, problemas y giros extraños de trama como para poder producir una serie de mínimo cinco temporadas.

Capto una leve luz que proviene de mi sala de estar y frunzo las cejas al darme cuenta que es Bastián, quien está sentado frente a mí televisor comiéndose mi helado.

—Hasta dónde recuerdo, este ático es mío.

Me cruzo de brazos con una mirada acusatoria y Bastián levanta la cuchara de helado en mi dirección.

—Y me estás robando mi helado.

Me inclino hacia la cuchara y la llevo a mi boca, cerrando los ojos mientras me deleito con el sabor del chocolate.

—Podemos compartir.

Me dejo caer junto a él en el sofá y miro hacia la televisión.

—¿Por qué estás viendo the bachelor?

—No había nada más que ver. Antes estaba viendo Anatomía de Grey, pero me estresó cuando no hicieron nada porque Derek se acostó con Meredith en el baile de graduación que se hizo en el hospital. ¡Él engañó a Adisson! Y sí, ella lo engañó con su mejor amigo, pero ¡Él también la engañó! Eso no lo hace exactamente un buen hombre, en especial después de como trató a su esposa cuando lo engañó.

Me pregunto cuánto tiempo realmente pasó viendo esa sería porque suena más involucrado de lo que debería estar si solo vio un par de episodios.

—No me parece correcto la forma que tratan las infidelidades en esta serie. ¿Él tiene derecho a engañar a su esposa solo por qué es con la protagonista?

—No he visto la serie así que no te puedo decir, Bastián.

—Me quedé hasta mitad de la tercera temporada, no pude pasar de ahí.

Le quito la cuchara de helado y tomo un poco.

—¿Dónde estabas?

—Bastián. No quiero discutir, me duele la cabeza y me siento un poco cansada.

—¿No estás durmiendo bien?

Siempre he tenido problemas para conciliar el sueño, ese no es un secreto para nadie.

—No.

Él deja el helado a un lado y lleva sus dedos hacia mí cuero cabelludo, al principio yo me sorprendo por el gesto, pero cuando sus dedos empiezan a masajear mi cabeza me relajo y cierro los ojos.

—¿Tienes un novio secreto o algo así?

—Sí lo tuviera, cosa que no tengo, no se los diría, ustedes siempre asustaban a todos mis pretendientes.

Sus dedos bajan hasta mi cuello y yo me dejo llevar por la sensación de relajación que recorre mi cuerpo.

—Me dirás algún día a dónde vas.

—¿Has pensando en dedicarte a dar masajes? —pregunto con la intención de cambiar de tema— Porque eres muy bueno en esto.

Lo escucho reírse y mueve mi cabello hacia un costado para masajear mi espalda.

—Mis tarifas son altas, Vina.

No tengo un plan trazado que me guíe en esta situación y solo me queda afrontar las cosas conforme vengan, no es con lo que me siento más cómoda, pero tendrá que ser suficiente por ahora.

—¿De verdad? ¿Y que podría ofrecer si no tengo dinero?

—Sorpréndeme —murmura en mi oído, provocando un escalofrío en mi cuerpo.

Enredo un cabello alrededor de mi dedo y mi mente empieza a sobre pensar demasiado está situación, como siempre hago, hasta que siento que he tenido suficiente y me levanto del sofá, me paro frente a Bastián y me siento ahorcadas sobre él. Sujeto su cara entre mis manos y lo beso.

—¿Esto te parece un buen pago? —pregunto contra sus labios.

Sus manos recorren mi piel debajo del suéter y sujeta con fuerza mis caderas para acercarme más a él.

—Me estás matando, Davina —susurra contra la piel de mi cuello.

Yo sonrío y me empiezo alejar de él, sin dejar de mirarlo a los ojos y al ver su expresión de desconcierto le dedico una mirada maliciosa.

—Oh, Bastián. Aún no has probado nada.

Bastián.

Hay un par de cosas interesantes que aprendí después de conocer a Davina, pero creo que la más importante de todas, es que, de alguna forma, ella me da fuerzas para ser valiente y me impulsa a ser mejor persona. Y no, no soy mejor porque ella me obliga a serlo, lo soy porque la veo y ella es mi ejemplo. Es la clase de persona que quiero ser.

Recuerdo una vez cuando ella recién llegó a casa y mi padre me estaba regañando por sacar malas notas en matemáticas y ella se paró a mi lado, no dijo nada, solo tomó mi mano y me ayudó a soportar la tormenta. Y momentos como ese se repitieron mucho y ella estuvo a mi lado, sin decir nada, pero sosteniendo mi mano y yo sabía que todo estaría bien porque la tenía a ella a mi lado. Las cosas cambiaron cuando yo me fui al internado en Gales, me alejé de ella y de todos, porque me sentía traicionado y en el fondo pensaba que los había decepcionado a todos, en especial a Davina.

Pero ella está tomando mi mano ahora y su sonrisa juguetona grita problemas.

—Davina. ¿Qué vas hacer?

Me guiña un ojo y suelta mi mano.

—Voy a pagar mi deuda.

Cada momento que hemos compartido se ha sentido único, casi como un sueño o una fantasía, pero nada de esos encuentros me ha preparado para esto, porque ver a Davina arrodillarse frente a mí, entiendo que ni siquiera hemos arañado nuestras fantasías más salvajes, y que en definitiva esta mujer será mi muerte un día.

—Davina.

Los dedos de Davina viajan hacia abajo para poder desabrochar mi cinturón, sin apartar sus ojos de los míos y mi respiración se acelera ante la vista que tengo.

—Estaba pensando que nunca te he hecho sexo oral —ronronea ella y hace un ligero puchero al final de esa oración.

Sus ágiles manos bajan mi pantalón y mi bóxer, y yo sonrió complacido ante la expresión de su rostro cuando ve mi miembro erguido cerca de su cara.

Mi mente no logra procesar con claridad todo lo que está sucediendo ahora, porque no creo que ella tenga la intención de hacer lo que creo que está a punto de hacer.

—Y me parece una buena forma de pagar mi deuda —continua ella, pero yo a penas y reconozco su voz porque al tener sus carnosos labios tan cerca, no puedo evitar ponerme aún más duro y una gota de humedad se acumula en la punta —. Parece que estás muy feliz con mi forma de pago.

Ella me vuelve a dedicar una sonrisa maliciosa antes de sacar su lengua para atrapar la gota y juro por mi vida que ver a Davina hacer eso es el jodido momento más erótico de mi vida.

Pero mi cerebro perturbado por el placer tiene un momento de claridad.

—Davina, no tienes que hacer esto... ¡Maldita sea, Davina! —gimo cuando ella lleva la punta de mi erección a su boca.

Su lengua comienza arremolinarse alrededor de mi miembro, sus suaves labios se arrastran por toda mi longitud, tomando lo que puede de él en su cálida boca.

Yo dejo caer mi cabeza hacia atrás, contra el respaldo del sofá y clavo mis palmas contra el mismo para reprimir el impulso de enredar mis dedos en su cabello.

Esta mujer me está volviendo loco.

—¡Dios mío santo, Davina!

Ella me tiene tambaleándome entre olas de placer, con mi cuerpo temblando por el éxtasis del momento y puedo sentir que estoy tan cerca de mi liberación. Tan cerca de perder el control.

—Davina, me voy a correr.

Ella me mira y se separa un poco de mí.

—Bien —responde—, quiero probarte.

Yo gimo su nombre cuando su lengua juega con la cabeza de mi miembro y unos movimientos más de sus labios y me corro en su boca y mis ojos se encuentran con los de ella, mientras la veo tragar con una sonrisa que me haría poner el mundo a sus pies si ella me lo pidiera.

Se aleja de mí y se ríe mientras limpia su boca. La veo caminar hacia su cocina y sacar una goma de mascar de un recipiente. Y yo no puedo apartar mis ojos de ella mientras vuelvo acomodar mi pantalón.

—¿Fue suficiente mi pago? —pregunta cuando regresa y se vuelve a colocar en mi regazo.

Yo no puedo evitar soltar una risa sin terminar de procesar lo que acaba de pasar.

Davina Hart me acaba de dar sexo oral. Seguro tuve que haber hecho algo jodidamente bueno en mi anterior vida como para merecer esto.

—¿Qué sucede? —me pregunta ella.

—¿Dónde aprendiste hacer eso?

Ella se ríe antes de responder.

—Me gusta leer.

—Recuérdame comprarte muchos libros.

Paso mis dedos por su mejilla y beso la punta de su nariz.

—Eres una mujer extraordinaria, Davina Hart.

—Lo sé, Bastián Baxter.

Nuestros labios se encuentran en un beso profundo y embriagador, qué para mi mala suerte, no dura el tiempo suficiente.

Mi mente no puede dejar de pensar en ella. Morgan y Arthur dirían que tiene que ver con las hormonas que se segregan durante el sexo y como ellas pueden nublar nuestra percepción de la realidad hasta el punto de hacernos creer que estamos creando lazos y sintiendo cosas que pasaran después de un tiempo. Pero no es como si antes yo no hubiera pensando en Davina, aunque por supuesto, no de esta manera, siento que estaría violando su confianza si pensara en ella de esa manera, incluso ahora me resulta difícil.

—Oye, ¿podemos hablar un momento? —le pregunto a Max.

Siento que después me voy arrepentir de esto, pero no sé con quién más puedo hablar. Mi primera opción para estos asuntos siempre es Arthur, pero al saber que Davina siente algo por él y que tal vez Arthur también siente algo por ella. No me siento cómodo hablando con mi amigo. Al menos no sobre este asunto en particular.

Y tal vez podría hablar con Spencer, pero, aunque él no es chismoso, siempre termina diciendo lo que no debe, revelando más información de la necesaria. Es decir, Spencer, tampoco es una opción.

—Sí, por supuesto, primo. Dime, ¿qué pasa?

Pasa que no puedo dejar de pensar en Davina y no debería estar pensando en ella porque está enamorada de Arthur desde siempre y tal vez siempre esté enamorada de él y aunque no lo estuviera, ella no piensa en mí, de la misma forma que yo pienso en ella.

Seguro ella está muy tranquila trabajando en su oficina mientras yo no dejo de repetir la forma que sus labios estuvieron en mi... No, no es bueno seguir esa línea de pensamientos.

—Tengo un conocido...

—Que se llama Bastián, cuyo primer amor fue su propio reflejo y le tiene miedo a las arañas.

Sí, ya me estoy arrepintiendo de hablar con Max.

—¡Max! Esto es serio, mi conocido está algo desesperado.

—Bien, perdón sigue con tu problema... Es decir, con el problema de tu conocido.

Pongo los ojos en blanco y me levanto de la silla frente al escritorio de Max y empiezo a caminar en círculos alrededor de su oficina.

—Como decía, tengo un conocido que no puede dejar de pensar en una persona, alguien que conoce desde hace años, pero que ahora provoca cosas que no debería. ¿O siempre fue así y mi conocido no lo vio? Tal vez intentó ignorar todo porque pensó que así era mejor —me tomo un momento para aclarar mis ideas antes de continuar—. Mi conocido piensa que todo es culpa del sexo, aunque no han tenido exactamente sexo, pero, de todas formas, él cree que todo es pasajero.

—¿Y cuál es el problema en sí?

Que, si existe una mujer en la faz de la tierra o en cualquiera momento de la creación que podría ponerme de rodillas a sus pies, esa mujer es Davina y yo no le puedo dar ese poder.

—¿Crees que podrías enamorarte de ella? ¿Ese es tu temor?

Sí.

—Ella está enamorada de alguien más y dudo que vaya a dejar de amarlo —respondo, evadiendo en sí su pregunta—. Él está intentado ser un buen hombre para ella y sé que llegará un momento dónde, de forma eventual, se dará cuenta que es un buen hombre, dará un paso en su dirección y ella caerá en sus brazos. Vivirán felices por siempre y yo me quedaré solo, con mi corazón destrozado porque me arriesgue a jugar un juego perdido.

Es algo en lo que he pensado desde que me descubrí que Davina está enamorada de Arthur y cuando él vino a mi ático el otro día para hablar sobre mis intenciones con Davina, yo pude sentir sus celos y no eran celos de un amigo. Y sí, creo que ella se merece a alguien que no haya escogido primero a su hermana, incluso aunque entiendo porque lo hizo, siento que Davina, merece algo mejor y no estoy diciendo que ese hombre soy yo, pero si, podría serlo. Al menos yo jamás elegiría a nadie más sobre ella, para mí, ella siempre estaría primero.

Davina no es el tipo de persona que uno puede poner en segundo lugar, ella no es la segunda opción de nadie y merece a alguien que se lo demuestre, que la haga sentir única y yo podría hacerlo, pero no soy a quien ella quiere y a mí jamás me ha gustado perder mi tiempo.

—Sí ella tiene que escoger entre él y yo, lo va a escoger a él. Siempre ha sido él y siempre lo será.

Con Archer sabíamos que Davina tenía un ligero enamoramiento por Arthur y pensamos que era solo eso, un enamoramiento pasajero y aparte de darle una advertencia a Arthur, no hicimos nada más porque creíamos que es algo que iba a pasar con el tiempo.

Pero esa vez que entré a su oficina lo entendí bien, comprendí que ella se había enamorado de él y que todos estos años que ha estado sola, lo hizo porque estaba esperando por Arthur mientras que él estaba con otras mujeres porque no se siente suficiente para Davina, su eterno amor imposible. Y sé que lo hizo para desilusionarla y que así ella siga adelante, pero eso no son formas correctas. Uno no debe utilizar a las personas y mucho menos para olvidar a otras. No es correcto jugar así con los sentimientos de los demás.

—¿No te han dicho que la esperanza es lo último que se pierde?

Yo sonrió y niego con la cabeza ante la pregunta de Max.

Yo podría darme el lujo de tener esperanzas, pero ¿cuándo me han escogido a mí?

#9 Debí decirte que ya no debías esperar por Arthur porque me tenías a mí, que yo estaba dispuesto hacer cualquier cosa por hacerte feliz. Debí ser valiente y decirte eso, porque estoy seguro que tú querías escuchar que alguien estaba dispuesto a pelear por ti.

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