6. El silencio es el grito más poderoso

Cuando llego a los laboratorios veo a Mikel caminando con un hermoso ramo de orquídeas en sus manos y dirigirse a la oficina de Morgan, cuando sale, lo hace sosteniendo una simple orquídea.

Las orquídeas son las flores favoritas de Morgan y Mikel siempre intenta darle un tipo de orquídea diferente con la intención que ella conozca todos los tipos de orquídeas que existen.

—Son muy bonitas —le digo mientras me acerco a él —. Tú mismo las cultivas. ¿Verdad?

Observo la delicadeza de los pétalos y el brillo que poseen. Algunos tal vez crean que es una locura, pero yo siento que las flores cultivadas por uno misma, tienen un brillo y aroma diferente a las que se compran en las tiendas.

A mí me gusta cultivar las flores, me da mucha tranquilidad y paz. Es un momento dónde no necesito pensar en nada, dónde no hay máscaras. Las flores me escuchan y no juzgan, solo somos ellas y yo.

—Sí, tengo un pequeño jardín en mi casa y ahí las cultivo —me explica Mikel.

—¿Y por qué conservas una orquídea?

Él sonríe y sus mejillas se tiñen un poco de rosa.

—Para saber cuándo se están marchitando las flores en la oficina de la Dra. Avery y llevarle un nuevo ramo.

Eso es, tal vez, una de las cosas más bonitas que he escuchado. Es una clase de preocupación tan desinteresada que es muy difícil de encontrar en estos días y más que nada en el circulo que nosotros nos movemos.

Morgan tiene suerte de tener a alguien como Mikel como su amigo.

—Eso es un gesto muy hermoso, Mikel.

Mikel mira sus pies y suelta un suspiro algo cansado. Lo veo pasar con cuidado uno de sus dedos por los pétalos de la orquídea.

—Bueno. ¿Qué más le puedes regalar a alguien que lo tiene todo? Y la conozco lo suficiente como para saber que sí hay algo que ella quiere y no tiene, sé lo va a comprar ella misma. Porque ese es el tipo de persona que es.

—Y por eso estás enamorado de ella.

Ese tal vez sea el secreto a voces peor guardado en este equipo, incluso aunque Max se encuentre en he estado de negación.

Para mí grata sorpresa, las mejillas de Mikel no se tornan rosadas.

—No importa. Ella jamás se fijaría en mí y, además, yo estoy feliz siendo su amigo.

Yo pongo una mano en su hombro y le dedico una sonrisa.

—Para ella significas mucho.

Los ojos de Mikel se iluminan por mis palabras.

—¿De verdad?

Yo le digo que sí y me despido de él para dirigirme a mi oficina, pasando por la recepción donde le pido Alina el correo y le deseo un buen día antes de alejarme.

En medio de mi jornada laboral me llama Jerry, para que me reúna con él en su oficina y darnos las últimas actualizaciones, yo intento evitarlo, pero Jerry me dice que ya he estado evadiendo el tema toda la semana y lo bueno es que Jerry no sabe que no es lo único que he estado evadiendo.

—Buenos días y por favor, que esto sea rápido. Tengo reunión con el laboratorio de farmacología en una hora.

—Y yo tengo una video conferencia con Alemania y Hong Kong —comenta Bastián y yo giro mi cabeza para verlo entrar detrás de mí y sentarse frente al escritorio de Jerry.

Jerry nos da una mirada que no me detengo a observar por demasiado tiempo y yo le dedico una sonrisa que es más bien una amenaza disfrazada de cortesía.

Cómo hombre sabio que es, Jerry deja de perder el tiempo y empieza con las actualizaciones y como se están manejando los medios respecto a la imagen del laboratorio y a la imagen de la familia en general.

—Estaba pensando que podrían presentarse como pareja en la fiesta de los laboratorios.

Silver Lab organizará una fiesta en honor al nuevo producto que estamos lanzando al mercado, pero no entiendo porque Jerry cree que debemos anunciar nuestra "relación" en ese evento que es netamente para el lanzamiento del nuevo producto.

Él ve mi desconcierto y aclara porque decidió sugerir esa fecha.

—Vanessa va asistir, nos comunicó que como aún es esposa de Archer, tiene todo el derecho de estar ahí.

—O de lo contrario hará un escándalo —termino por Jerry, porque esa es la amenaza que Vanessa nos ha hecho desde que dejó los laboratorios y Archer.

Lo que Jerry quiere es disfrazar las llamas que podría provocar Vanessa y sofocar las habladurías sobre su presencia en la fiesta.

La idea es que ella pase a estar en segundo plano.

—¿Robert sabe sobre esto?

—Sí.

Por supuesto que sí, no hay nada que suceda en los laboratorios sin que Robert lo sepa y ahora entiendo la tensión que había entre Bastián y su padre.

¿Ves los problemas que ocasiona Vanessa, Bastián? ¿Ves por qué no hay que acercarse a ella? Sí tan solo me escucharás. ¿Por qué nunca escuchas?

—Por mí está bien —acepta Bastián entre dientes.

Jerry me mira esperando una confirmación de mi parte y yo solo muevo mi cabeza para decir que sí.

La fiesta será dentro de cinco meses, hay mucho tiempo para hacerme la idea y preparar a los demás.

—¿No han pensado en tener apodos cariñosos como pareja? —nos pregunta Jerry.

¿Acaso Jerry tiene ganas de morir? Él no puede decirme lo de Vanessa y después cambiar a otro tema igual de molesto.

Yo cierro los ojos y cuento hasta diez en mi mente para intentar mantener la calma y plasmo una sonrisa tensa en mi cara antes de responder.

—No me gustan los apodos.

—Pero yo estaba pensando...

Detengo a Jerry antes que siga hablando.

—No.

Pero Bastián, cuyo lema en la vida es: él que tenga miedo a morir que no nazca, me mira de pies a cabezas.

—Déjame ver, ¿cara de qué tienes? —se pregunta y lo veo pasar un dedo por su barbilla en señal de máxima concentración, como si encontrar un apodo cariñoso fuera algo de suma importancia—. Bueno, tienes cara de amargada. Sí, ese será tu apodo, mi amargadita.

—¡Cállate, Bastián! Y sabes que no me gustan los apodos.

—Mi amargadita —repite, ignorando lo que yo acabo de decir—. Mira, incluso es pegajoso.

—¡Claro que no! Tú tienes cara de idiota. ¿Quieres que ese sea tu apodo?

Él se encoje de hombros sin ocultar la diversión que toda esta situación le produce.

—Dado que me llamas así casi todo el tiempo, me da igual.

Jerry llama nuestra atención y lo veo analizar muy bien lo siguiente que va a decir, porque él sabe, por la mirada que le estoy dando, que una palabra mal dicha, hará que no salga vivo de esta oficina.

—Cuando yo sugerí apodos cariñosos no era eso lo que tenía en mente. No se pueden llamar así.

Mala elección de palabras Jerry y no por mí, si no por Bastián al que no le gusta mucho que le digan que hacer.

—¿Por qué? —pregunta Bastián.

—No suenan bien —insiste Jerry.

—¿Y quién me lo va a impedir? ¿Tú? Porque será divertido ver qué lo intentes.

Jerry me mira en busca de apoyo, pero yo me mantengo fuera de ese problema, ya que suficiente tengo con los míos.

—Y ya he reorganizado sus salidas —nos dice Jerry para cambiar de tema—. Dado que ambos tenían mucho trabajo la semana pasada y no pudieron cumplir con la cena que estaba programada.

—Yo no puedo ese día.

Jerry me mira algo molesto, parece que estamos drenando hasta la última gota de paciencia que tiene.

—Davina, aún no digo el día.

—Estoy ocupada toda la semana.

No es una mentira, tengo muchas cosas en mi agenda e incluso ahora, no puedo dejar de pensar en todas las cosas que tengo pendientes.

—Sí, yo también estoy ocupado toda la semana. Y no sé sí lo olvidas, pero somos directores de departamento y estamos por sacar un nuevo producto al mercado, lo que quiere decir que estamos trabajando el doble y algunos días incluso el triple.

Justo para hacer eco de nuestra palabra, tanto mi celular, como el celular de Bastián empiezan a sonar.

Ambos nos disculpamos y nos dirigimos a nuestra respectiva oficina.

Yo me siento un poco sofocada por la presión de hacer las cosas bien, de llenar las expectativas que tienen sobre mí, unas expectativas que yo desearía que jamás las tuvieran, porque de esa forma creo que no sentiría que se me oprime el pecho, se me revuelve el estómago y mi cabeza dejaría de doler ante la idea de cometer un error, aunque sea el más pequeño e insignificante.

Yo siempre debo hacer las cosas bien. No me puedo equivocar —me repito en mi mente casi como un mantra.

Todos esperan tanto de mí y a veces siento que ya no puedo más y no entiendo de dónde consigo fuerzas para seguir, porque me siento tan cansada de llenar las expectativas de los demás y fingir que estoy bien y feliz, cuando hace mucho que ambas cosas son solo un recuerdo lejano de algo que quizás pude tener, pero que perdí y jamás recuperé.

—Respira hondo un par de veces.

Levanto mi cabeza de la pila de papales frente a mí y me encuentro con Arthur, que tiene una sonrisa comprensiva en su cara, pero es una sonrisa que disfraza la preocupación que está empezando a sentir.

¿Qué tan estresada me veo para que me mire de esa forma?

—Respira —repite—, tan solo respira.

Camina hasta donde yo estoy y gira mi silla para alejarme de los documentos y quedar frente a él. Arthur se arrodilla frente a mí y sujeta mis manos entre las suyas.

Quiero decirle que estoy bien, que no debe preocuparse por mí, que todo está bien, pero no sé siente así. ¿Cuándo las cosas empezaron a dejar de sentirse bien? Y ni siquiera sé si estuvieron bien alguna vez.

—No estoy bien, Arthur.

No lo estoy, no es un secreto para él que ha sido mi mejor amigo por años y me ha visto colapsar cuando he sentido que voy a fracasar. Cuando mis ataques de ansiedad no me dejaban memorizar algo sencillo o mi vista se volvía demasiado borrosa como para seguir redactando documentos.

Arthur estuvo ahí y lo hizo por mí.

—Estoy aquí, my lady. Solo dime qué necesitas.

Solo necesito que dejen de esperar tanto de mí. He intentado tan fuerte, tan duro, el ser suficiente. Quiero demostrar que valgo la pena, que soy tan buena como los demás, pero ni siquiera sé a quién se lo quiero demostrar.

—No lo sé, Arthur, no lo sé.

Él no pierde el control de la situación al escuchar la desesperación en mi voz y sigue sujetando mis manos que han empezado a temblar un poco.

Mi cuerpo está empezando a doler o ya me dolía antes, no lo sé, no puedo recordar, solo sé que ahora me está doliendo y que quizás se deba al agotamiento. ¿Cuándo fue la última vez que dormí más de cuatro horas seguidas? No puedo recordarlo y mi mente está corriendo frenética en diferentes direcciones, haciéndome sentir confusa y provocando que la habitación empiece a dar vueltas. Y al sentir eso lo único que provoca es que mi preocupación vaya en aumento e intento con desesperación mantener el control sobre una situación que en definitiva no lo tengo, pero siento que debería tenerlo.

También siento que esto es mi culpa, que soy demasiado débil y que no puedo soportar algo de presión. ¿Por qué todos los demás pueden y yo no? Todos tienen la misma carga laboral que yo tengo y nadie más está colapsando. Todos pueden y se supone que yo también debo poder, porque eso es lo que se espera de mí.

—Davina, mírame, necesito que respires. Respiraciones lentas y pausadas —me dice Arthur y yo tardo un tiempo en escuchar lo que me está diciendo—. Siente como el aire entra a tu cuerpo y déjalo salir. Todo va a estar bien, Vina. ¿Recuerdas que ya has sentido esto antes? Y todo está bien. Todo estará bien.

Sí, ya he sentido esto antes.

Reconozco la emoción o eso es lo que dicen que debo hacer y me concentro en mis respiraciones.

Arthur empieza con el truco de ver, oír, sentir, oler y saborear que suele ayudarme a dejar los pensamientos frenéticos en pausa por el tiempo suficiente como para retomar el control de la situación, tal y como sucede ahora.

—Lo siento, Arthur.

Él besa mis manos y me mira a los ojos.

—¿Por qué te disculpas? Tuviste un colapso, no hay nada que lamentar. Pero estoy un poco preocupado por ti, Vina. Creo que talvez deberías decirle a Robert o Archer...

—¡No! No, por favor, no. Yo puedo manejarlo, mira, las cosas están un poco estresantes estos días, pero te juro que puedo manejarlo.

Arthur no me cree, tal vez porque ya le he dado la misma excusa antes.

—Llama a tu terapeuta y consigue una cita, sin peros, yo mismo te llevaré —me dice él en un tono que no da lugar a réplicas—. Y no quiero la excusa de que no tienes tiempo.

Él no tiene idea como estas cosas que hace por mí me hacen amarlo más y al mismo tiempo me destrozan un poco.

Por un lado, me deleito con la belleza y suavidad de la flor y sus pétalos, y por el otro lado me lastimo con sus espinas.

—Gracias por estar cuando te necesito, Arthur.

Me inclino hacia él y lo abrazo, él me sostiene con fuerza contra su pecho y deja un beso en mi coronilla.

—Para ti siempre, my lady.

—¿Interrumpo? —pregunta Bastián desde el marco de la puerta con una mirada ilegible.

Arthur se aparta un poco de mí y besa mi frente antes de pararse a mi lado, con su mano derecha aun sosteniendo la mía.

—¿No te enseñaron a tocar, Bastián? —le pregunto, ignorando lo que él acaba de preguntar—¿O es una información demasiado difícil para que tu cerebro la procese?

—La puerta estaba junta.

Los ojos color miel de Bastián observan con demasiado interés mi mano entrelazada con la de Arthur y yo con cierto disimulo, que no pasa desapercibido para Arthur, aparto mi mano de la suya y la coloco sobre el escritorio.

No hay réplica de parte de Bastián ante mi pregunta sarcástica. Extraño.

—¿Qué necesitas? —le pregunto.

—Pensé en invitarte a cenar porque Alina me dijo que no almorzaste hoy. Pero veo que ya tienes planes.

—No hemos hecho planes —responde Arthur—. Todavía.

—¿Todavía?

Sus ojos están fijos en Arthur mientras habla.

—Vaya, no esperaba tanta amabilidad de tu parte, Bastián —intervengo—, pero aún tengo trabajo que hacer.

—Bien.

Él se gira para irse, pero mi voz lo detiene.

—¿Me podrías esperar una media hora? Tengo que responder un par de correos y llevar esto al departamento legal.

—No te preocupes, Vina, yo puedo esperar.

Siento que hay un leve trasfondo en las palabras de Bastián, pero creo que son solo ideas mías.

Cuando Bastián sale de mi oficina me giro hacia Arthur, que tiene el ceño fruncido.

—¿Qué sucede?

—Siento que Bastián se está robando a mi mejor amiga.

Yo suelto una risa, pero me muerdo el labio al ver la expresión de Arthur, pensé que él estaba bromeando, aunque al ver su mirada siento que habla en serio.

—Exageras. Y te recuerdo que tienes novia.

—Vina, ¿qué tiene que ver que yo tenga novia con pasar tiempo contigo? He tenido novias antes y siempre he tenido tiempo para ti. Siempre tendré tiempo para ti.

—Sí bueno, ahora es diferente.

Intento ocultar la amargura en mi voz, pero no lo consigo del todo.

—No, no lo es. Vina, conozco a Leila desde hace menos de un año, hemos estado saliendo por cinco meses, mientras que a ti te conozco desde siempre, tú y yo nos hemos respaldado por años, nos hemos ayudado en nuestros peores momentos. Meses de conocer a una persona no quitan eso.

—¿Quieres decir que sigo siendo tu chica número uno?

—Siempre serás, my lady.

La buena persona que todos piensan que soy e intento ser, diría que esto está mal porque él es novio de mi hermana, pero la otra parte, la que ya está un poco cansada que los demás obtengan lo que debería ser mío, la que está cansada de dar la otra mejilla, está feliz con la declaración de Arthur. Porque yo estuve antes que Leila, porque él fue mi amigo antes que ella aparezca.

¿Por qué debería sentirme mal por Leila? Ella nunca estuvo para mí y solo se acordó de mi existencia cuando su madre había muerto y terminó su compromiso con su ex novio, en resumen, Leila solo me buscó cuando no le quedó nada más.

—Siempre serás mi número uno, aunque ahora pases más tiempo con Bastián.

Yo pongo los ojos en blanco y lo empujo lejos.

—Bien, bien, me voy, pero mañana te invito almorzar, my lady.

—¿También puede ir Bastián?

—Sin Bastián.

Yo me río mientras lo veo salir de mi oficina.

Termino de revisar y responder los correos para recoger mis cosas y salir de mi oficina. Al salir me doy cuenta que la mayoría ya se han ido y veo a Spencer hablando con Max cerca de los ascensores.

—¿Te enteraste que Sonia, de recursos humanos dejó a su novio por el primo de él? —me pregunta Max a penas y me ve.

—Así qué sin saludo previo, directo al chisme y no, no sabía porque a mí no me gusta el chisme.

Spencer se ríe y Max finge estar ofendido.

—Bueno, entonces no te cuento cómo reaccionó su novio cuando se enteró.

Yo pongo los ojos en blanco.

—Por suerte para ti, Max, a mí sí me gusta el chisme, así que sigue contándome que fue lo que pasó —le dice Spencer.

Yo me alejo de ellos y camino hacia la oficina de Bastián y toco un par de veces antes de entrar.

—¿Estás listo?

Él está de espaldas a la puerta, mirando por la pared de vidrio que tiene una parte de su oficina.

Se gira despacio cuando escucha mi voz y me dice que sí, antes de tomar su saco y gabardina para ir a cenar al restaurante de siempre, Rossi, que pertenece a la familia Baxter y que posee un área privada en su segundo piso que está siempre reservada para nosotros.

—Lo amas —suelta de repente Bastián cuando nos hemos acomodado en la mesa del restaurante—. Amas a Arthur.

Yo concentro mi mirada en la carta que sostengo entre mis manos y la utilizo para ocultar parte de mi rostro.

—Por supuesto que lo amo, es mi amigo.

—Estás enamorada de él.

No me sorprende que Bastián sea directo, a ninguno de nosotros nos gusta andar por las ramas. Siempre nos gusta ir directo al asunto.

—Creía que era solo un enamoramiento pasajero —continua Bastián—, pero no, tú lo amas. Lo vi con claridad esta tarde en tu oficina. Me pregunto, ¿cómo no lo vi antes?

—Antes no estabas prestando atención. Me mirabas, pero no observabas más allá de lo que había frente a ti.

La camarera se acerca a nosotros y detenemos nuestra conversación mientras ordenamos y cuando la camarera se va y nos volvemos a quedar solos, el ambiente parece bajar un par de grados.

—¿Eras tú ese amor imposible del que Arthur tanto hablaba? —me pregunta y yo respondo un simple sí, sin saber que más decir— No paraba de hablar de como quería ser un gran hombre porque ella se merecía lo mejor y lamentablemente no era él.

—Nunca lo fue. Al final escogió a mí hermana.

El problema con Arthur fue que me colocó en un pedestal tan alto, que jamás lograría alcanzarme.

—Y te hizo un favor. Tú no eres una opción, no eres alguien que deba sentarse a esperar que la quieran. No debes mendigar el amor de nadie y mucho menos de alguien que te hace sentir que eres una opción a elegir.

Su declaración me deja sin palabras, jamás esperé que él me diga algo como eso y no sé cómo responder al respecto.

—¿De verdad crees eso?

—Vina, nosotros siempre te hemos puesto primero y lo mínimo que esperamos es que estés con alguien que haga lo mismo. Que te trate como lo que eres y vales. Por favor, no te conformes con menos que eso.

Ese es el gran problema con todos, que me han puesto en un enorme pedestal sobre sus cabezas y yo me veo en la obligación de demostrar que merezco estar ahí, cuando lo único que quiero es bajarme del pedestal y sentir algo de libertad.

—No soy perfecta, Bastián.

—¿Quién habló de perfección? Yo solo hablo de tu valor como persona, porque créeme, sé que tienes defectos y muchos. Eres terca, mandona, siempre quieres tener la razón y controlar todo, eres algo neurótica...

—¿Y tú punto es?

—Que veo tus defectos y también veo tus virtudes, y es por eso que te digo esto, no te conformes con menos. Nunca.

Yo me levanto de mi silla y me acerco a él para besar su frente.

—Gracias, Bastián.

—Sí bueno, solo digo que mereces un gran hombre. Un gran hombre para una gran mujer.

Yo regreso a mi asiento y lo miro con mucha atención.

—¿Alguien como tú?

—Tampoco exageres, soy demasiado bueno para ti.

Sé que él no lo dice en serio y yo me río de su broma, aunque en el fondo pienso si es así como siempre serán las cosas en mi vida: o sienten que soy demasiado, o no soy lo suficiente. ¿Acaso jamás seré la correcta?

# 7 En esa cena, ¿debí decir algo más? Yo siento que sí, que tú esperabas que dijera algo más, pero sigo sin saber que es.

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