25. ¿Final feliz? Lo siento, no estamos en Disney

Este es el momento justo antes del impacto final, el momento que proporciona el cambio en la historia y el cual producirá una especie de efecto domino sobre las personas que me rodean y solo hasta el final, cuando la última ficha haya caído y ya sea muy tarde para moverse y avanzar, cuando la ficha finalmente los haya aplastado, tal vez ellos logren levantar sus cabezas un momento, tan solo uno pequeño, para saber que fui yo, quien inicio todo.

Después de este momento ya nada será igual.

—¿A dónde vamos? Este no es el camino hacia el ayuntamiento —le digo a Bastián.

Mi vista sigue fija en la ventana cuando Bastián responde y puedo imaginarlo con una sonrisa en su cara y un brillo burlón en su mirada.

El anillo era de mi madre —me dijo después de poner el anillo en mi dedo—. Es mi posesión más preciada y jamás creí que existiría alguien a quien quisiera dárselo, hasta que te conocí.

—Mira, justo por eso me voy a casar contigo, porque eres inteligente.

Yo suelto una pequeña risa antes de verlo de soslayo solo para comprobar que sí, ahí está la sonrisa y la mirada burlona.

—No, te casas conmigo porque no puedes vivir sin mí.

—Corrección, yo puedo vivir sin ti, Davina, la cuestión aquí es que no quiero porque mi vida es mejor contigo a mi lado. Todo es mejor cuando estás tú.

Giro mi cuerpo hacia él, para mirarlo un poco incrédula por la intensidad de sus palabras y la forma en que las ha dicho; con solemnidad y un juramento entre nosotros.

Mi mano busca la suya y entrelazo nuestros dedos.

—Hasta que me odies y ya no me quieras cerca —murmuro, sin saber que decir ante su declaración anterior.

Siento que hemos recorrido un largo camino desde el momento que entré detrás de él, a la oficina de Robert y aceptamos empezar una relación falsa que nos hizo cambiar nuestra dinámica y cruzar algunas líneas que jamás pensamos que llegaríamos a cruzar. Pero no solo eso, él ha cambiado tanto desde esa mañana en la oficina de su padre, convirtiéndose, sin si quiera darse cuenta, en una mejor versión de sí mismo.

¿Cómo es que tu padre no puede ver cuánto has cambiado?

Tal vez yo veo el cambio porque tuve un asiendo en primera fila para presenciarlo.

—Estoy orgullosa de ti, Bastián. Muy orgullosa.

Él sonríe, como si hubiera ganado un premio o algo parecido y yo vuelvo a girar mi cabeza hacia la ventana, reconociendo el camino y mordiendo mi labio para evitar decir algo.

Nos sumergimos en un agradable silencio el resto del camino y yo voy guardando en mi mente cada segundo, sin dejar de lado ninguno, hasta que llegamos al acuario.

—¿Nos vamos a casar en el acuario?

—No —responde Bastián, con un toque de sarcasmo—. Solo vamos a visitar a los peces. Me dijeron que es de buena suerte.

Yo golpeo su brazo con mi hombro cuando me bajo del auto y él me toma en sus brazos para hacerme girar mientras repite que nos vamos a casar y tiene una enorme sonrisa llena de felicidad mientras dice aquello, siento que jamás lo he visto más feliz que en este momento y yo tomo su rostro entre mis manos y lo atraigo para un beso.

Para el recuerdo —me digo en mi mente, igual que el recuerdo de nuestra primera cita.

—Te amo —dice contra mis labios y toma mi mano para entrar al acuario.

Las luces están apagadas, pero mientras avanzamos por el pasillo puedo ver la luz azul que proyecta el agua del acuario y sonrío, porque me encanta ese efecto de paz que me envuelve cuando estoy aquí.

Contengo la respiración cuando llegamos al área donde nos tomamos la foto y yo le hice el comentario sobre los tulipanes azules, porque justo frente a nosotros y los peces, hay cientos de jarrones morados con tulipanes azules que decoran todo el lugar.

—Quería que tengas un buen recuerdo de nuestra boda, algo que atesorar —susurra Bastián en mi oído.

Es una imagen de ensueño, mejor de lo que había imaginado.

—Quiero que tengas todo lo que deseas, Davina.

Ojalá pudieras darme todo lo que quiero Bastián, las cosas serían más fáciles para todos, sí tan solo pudieras darme todo lo que quiero.

Veo el anillo de compromiso que brilla en mi dedo anular antes de lanzarme a los brazos de Bastián y besarlo, hasta que somos interrumpidos por el ministro que va a oficiar nuestra ceremonia y hay dos trabajadores del acuario que van actuar como testigos y Bastián le pide a uno de ellos que nos tome fotos para recordar por siempre este momento.

Somos solo él y yo ahora —me digo en mi mente—. Y es perfecto.

—¿Prepararon sus votos? —nos pregunta el ministro.

Yo murmuro que no y Bastián dice que sí, lo cual me sorprende y enarco una ceja en señal de pregunta hacia él.

Él toma mi mano entre la suya y sostiene la argolla matrimonial frente a mí.

—Cuando nos conocimos, yo era un irresponsable arrogante y desafiante, que a pesar de sentir una atracción entre nosotros después de nuestro primer beso, lo descarté porque era más fácil que admitir que ese tipo de amor del que siempre huía, estaba ahí, justo frente a mí. Pero no puedo huir de ti, Davina y tampoco puedo huir del amor que siento por ti, y es bueno porque no quiero hacerlo. Te amo, como jamás creí posible amar a nadie.

Bastián pone el anillo en mi dedo y nos miramos a los ojos.

La mirada que me dedica ahora es la misma que tenía cuando admitimos que queríamos más, la misma que tenía cuando le dije por primera vez que lo amaba. Tiene ahora esa mirada llena de amor y devoción hacia mí, esa mirada que significa que haría cualquier cosa por mí, como correr debajo de la lluvia en medio de la noche solo para venir a buscarme.

Y la parte más egoísta de mí, está tan contenta de ver esa mirada reflejada en sus ojos color miel, porque eso significa que es mío y solo mío y porque nadie más me ha mirado de esa manera antes.

—... Hasta que la muerte nos separe —finalizo y coloco el anillo en su dedo.

El momento es perfecto y mágico, como esos momentos perfectos de los cuentos justo antes de agregar el punto final y terminar la historia, y sí este fuera ese tipo de historias con finales perfectos, sería el momento ideal para agregar la palabra FIN, pero está no es de esas historias y aún faltan unos cuantos reglones torcidos que narrar.

Él me carga al estilo nupcial para entrar en su ático y dice que debemos decidir dónde mudarnos.

—También debemos pensar dónde irnos de luna de miel —murmura antes de besarme.

Siempre tendremos Santorini —respondo en mi mente mientras él nos lleva hasta su habitación.

—No creo que en algún momento pueda dejar de pensar en ti, Vina —admite y sus manos sujetan mi cintura parar acercarme un poco más hacia él—. Estás atrapada en mi mente y en mi corazón. Me consumes —sus dedos empiezan a quitar mi sencillo vestido blanco y yo llevo mis dedos hasta su camisa para desabrochar los botones mientras mis labios están en su cuello—. Todo el tiempo —me recuesta en la cama y me besa—. Todo el jodido tiempo.

Y todo lo que yo puedo decir ante sus palabras es, lo sé. Nada más que eso.

La mano derecha de Bastián está dejando moretones en forma de sus dedos en mi cadera por la forma que me sujeta, pero no lo detengo, por el contrario, le pido más porque no me importan unos cuantos moretones en mi piel por el sexo, porque se van a desvanecer, siempre lo hacen. Me importan más los moretones que se dejan en los corazones, lo que yo podría estar dejando en su corazón.

Yo le puedo permitir esa marca temporal, porque sé que Bastián jamás me dejaría moretones en mi corazón.

—¿Te importaría esperar un poco hasta decirle a los demás?

Sus dedos suben y bajan de forma lenta y suave por mi espalda.

—No, Vina. Podemos tomarnos todo el tiempo del mundo —me dice antes de dejar un casto beso en mis labios— ¿Te imaginaste que íbamos a terminar así?

Reprimo el impulso de decirle que aún no hemos terminado. Que al final, tal vez no esté muy feliz con las decisiones que ha tomado, pero eso sería una especie de Spoiler y Bastián nunca ha sido fanático de ellos. Así que no le diré nada.

—No. ¿Te arrepientes?

—Jamás.

Yo me río, pero no hay humor en mi risa.

—Eso dices ahora, Bastián. No creo que dentro de unos días pienses igual.

—¿Unos días? ¿Ese es todo el tiempo que le das a nuestro matrimonio?

Él lo pregunta en son de broma, pero la realidad no es otra que esa, nuestro cuento de hadas tiene los días contados.

Mi teléfono suena con un recordatorio para mi desayuno con Robert y yo le mando un mensaje pidiéndole algo de tiempo y también tiempo lejos de los laboratorios porque necesito concentrarme en mí y en cómo lidiar con todo.

Bastián no puede faltar a los laboratorios y me dice que después que Archer asuma el cargo de CEO de Silver Lab ambos deberíamos pedir días libres para irnos de luna de miel, yo no respondo y cambio de tema, y si él se da cuenta, no comenta nada al respecto. En gran parte porque el trabajo lo ha mantenido muy ocupado y casi no tiene tiempo de pasar conmigo en el ático, lo cual es bueno para mí porque me permite salir, pensar y analizar las cosas desde una mejor perspectiva.

—¿Lista para tu regreso a los laboratorios? —me pregunta Bastián.

Yo solo hago una pequeña mueca y me encojo de hombros.

Tres semanas no han sido suficiente tiempo fuera, creo que necesito un poco más, pero no digo nada y me termino de arreglar para ir a los laboratorios.

—No tienes que ir sí no quieres, Vina.

No, no quiero ir, pero debo hacerlo.

Quito los anillos de mi dedo anular y los coloco en una fina cadena de plata que cuelgo alrededor de mi cuello y Bastián hace algo similar.

Nadie comenta nada o dirige una mirada en mi dirección cuando entro en Silver Lab del brazo de Bastián, no me interesa si dieron una excusa por mi ausencia, cosa que dudo, porque quienes trabajan aquí saben que hay preguntas que no deben hacer sí quieren conservar su trabajo.

—¡Vina! No tienes idea de cuánto te he extrañado —me dice Morgan a penas y me ve—. No tienes idea de lo mucho que he extrañado tu cara. Este lugar no es lo mismo sin ti, mi hermoso rayito de sol.

Ella envuelve su brazo alrededor del mío y me acompaña hasta mi oficina mientras me va contando todo lo que ha pasado estás tres semanas que yo he estado ausente. Morgan no me pregunta porque no he venido, tampoco pregunta porque no me ha visto en mi ático y no he querido hablar con nadie.

Ella no hace preguntas y yo sé lo agradezco.

Max se une a nosotras y me empieza a contar los chismes que Morgan no sabía, e incluso me cuenta que su hermana y Mikel han vuelto a compartir sonrisas secretas.

—Buenos días, my lady. Es bueno verla, espero que ya estés mejor.

Abrazo a Arthur cuando él suelta mi mano y le digo que sí, que ya estoy mejor y le pregunto cómo está él.

—Seguí tu consejo, Vina. Estoy asistiendo a terapia.

—Vaya, eso es bueno. ¿Cómo te va?

Una media sonrisa llena de calidez se extiende por su cara.

—Es bueno. Me gusta.

—Me alegro mucho por ti, Arthur.

Él me vuelve abrazar, enterrando su cara en mi cabello.

—Eres una buena amiga, Vina. La mejor amiga que cualquier persona podría tener.

—¿Por qué lo dices?

—Nunca te rendiste conmigo. Nunca te rindes con nadie.

Me despido de él y me dirijo a mi oficina para empezar a trabajar. Hay tantos proyectos que revisar, tanta información, demasiado para tan poco tiempo.

Levanto mi cabeza de mi tablet cuando escucho unos golpes en la puerta.

—No sabes lo feliz que me hace venir y verte aquí, hermana —me dice Archer cuando entra en mi oficina—. Unos días más sin tu presencia aquí y este lugar se iba a empezar a caer. Pero más que nada me alegra ver que ya estas mejor. Me dolía el alma verte sufrir de esa manera y no poder hacer nada.

Me río, sin una pizca de felicidad.

Pensando en cómo las personas tenemos una capacidad extraordinaria para mentirnos entre nosotros.

—Es bueno estar de regreso, hermano.

Pienso en cómo nos empezamos a corromper después de un tiempo por tantos engaños y mentiras.

—Papá está muy feliz de saber que estás aquí. ¿Ya lo fuiste a ver? Aunque está bien si no quieres, todo irá a tu tiempo y como sea mejor para ti.

Requiere de un gran esfuerzo de mi parte que la sonrisa en mi cara no flaquee mientras lo miro, pensando por un momento sí él se da cuenta que todo es muy reciente y ellos actúan como si ya todas mis heridas han sanado y fueran cosa del pasado. Que yo voy a correr a sus brazos y que todo será igual a como era antes.

Pero ya nada será igual. Nada puede ser igual.

—No, aún no he tenido tiempo, pero iré a verlo después del almuerzo.

Davina, no es rencorosa, nunca está enojada con las personas por demasiado tiempo —dicen todos sobre mí—. Es una de sus mejores virtudes.

Claro que no soy rencorosa. ¿Por qué guardaría rencor sí ya conseguí vengarme por lo que sea que me hayan hecho? Incluso si la venganza fue en silencio y jamás se enteraron que fui yo.

—¿Por qué no salimos a cenar todos está noche? ¿Te parece bien, hermanita?

¡Deja de llamarme así! —quiero gritarle.

—Me parece una idea perfecta.

Archer rodea mi escritorio y me abraza, besa mi frente y me dice lo mucho que me quiere y cuánto agradece que yo haya regresado.

—No te molesto más, nos vemos hermana.

—Sí, ve. Tienes un laboratorio que dirigir, querido hermano.

Él me sonríe y apenas sale, dejo de sonreír.

Pienso en como las personas mienten, engañan y aun así fingen amar. Pero no puedes amar a alguien que estás engañando. Porque cosas malas suceden cuando se teje una red de engaños, porque si tejes demasiado, incluso podrías quedar atrapado en tu propia red de mentiras.

—Aquí están los papeles que me pediste —le digo a Leila cuando entro a su oficina.

No me molesto en tocar la puerta.

—Vina, es bueno verte. Te ves bien.

—¿Por qué no me vería bien?

Ella toma los papeles que le entrego y los comienza a revisar.

—Bueno, escuché que estabas teniendo algunos problemas personales, pero es bueno ver qué ya estás bien.

Mi enojo e ira van en aumento cada vez que alguien asume que ya estoy bien. ¿Cómo pueden creer que estoy bien? Mi vida entera colapsó frente a mí y una persona a quien yo amaba y admirada rompió mi corazón. Y, ¿ellos en serio creen que sané todo eso en tres semanas?

—¿Arthur te lo dije? —ella se queda quieta y no sabe que responder.

—Sí, me dijo que ya sabes que nos hemos vuelto a ver y que estás bien con eso.

Yo le sonrió, la misma sonrisa que le he dado desde que la conocí.

—Pero Leila, te hará bien no olvidar que yo fui su primer amor. Recuerda siempre que fui la primera y última en tener su corazón, y que te dejó a ti porque iba a huir conmigo. Recuerda que solo está contigo porque yo decidí no huir con él —mi voz es fría y mis palabras secas, porque tengo la intención de lastimar a Leila con ellas, porque ella me ha lastimado mucho en el pasado—. Recuerda que mientras está contigo, es en mí en quien piensa, porque es a mí a quien ama.

—¿Por qué me estás diciendo esto?

—Porque me preocupo por ti, hermana y no quiero que te tome por sorpresa cuando te des cuenta que la única razón por que Arthur esta contigo, es porque te pareces a mí.

Le deseo que tenga un buen día y salgo de su oficina.

Cuando mi jornada laboral está llegando a su fin, recojo mis cosas y tomo la hoja que ha estado sobre mi escritorio casi todo el día y me dirijo hacia la oficina de Robert.

Él sonríe feliz cuando me ve entrar.

—Hija mía, es tan bueno verte. No sabes lo feliz que estoy de ver qué estás aquí.

Yo le devuelvo la sonrisa y me esfuerzo por devolverle el abrazo.

Él, como siempre, acomoda la silla para que yo me siente antes de regresar a su escritorio y yo le entrego el papel que sostengo en mi mano.

—¿Me estás entregando tu renuncia?

—¿Qué esperabas? ¿Una carta de agradecimiento? Tus hijos tal vez puedan estar agradecidos por lo que hiciste por ellos, pero yo no —espeto con coraje y él me observa, analizando mi reacción, porque pensaba que ya todo estaba solucionado entre nosotros, pero eso no podría estar más lejos de la realidad—. Porque tú me convertiste en la persona que soy hoy. Esta mujer que ves aquí delante de ti, es lo que tú hiciste de mí.

Tus hijos, que no merecen nada de lo que les diste, esos mismos hijos que les tiembla la mano casa vez que tienen que tomar una decisión, y, sin embargo, son quienes llevan tu apellido y se van a quedar con tu legado.

—No voy agradecerte por mis traumas. No voy agradecerte por la paz emocional que me robaste. Tú robaste años de mi vida dónde todo lo que hice fue moldearme para ser la hija perfecta que siempre quisiste que fuera.

Mis traumas me dieron una desventaja en la vida. Mis traumas me dieron ansiedad y no tienen ni idea de la lucha diaria que es vivir de esa manera. Porque he estado en modo supervivencia desde que puse un pie en esa casa y he seguido así hasta ahora.

Porque mientras los demás tenían permitido cometer errores, nosotros no podíamos, debíamos ser perfectos. No salir, no exponernos y mantener nuestra privacidad.

—No lo entiendes, porque no has sentido esta clase de dolor, porque este dolor solo ocurre cuando alguien que amabas profundamente y en quien confiabas a ciegas, te traiciona. Pero por eso estoy aquí, para que sientas el dolor que yo estoy sintiendo.

A veces lo único que necesitamos es una cucharada de nuestra propia medicina, para regresarnos a la realidad —siempre nos solía repetir Robert.

Y justo para eso he venido.

Yo merecía más, siempre he merecido más de lo que me han dado y ya me cansé de no conseguir lo que quiero, de no obtener lo que merezco. Porque merezco estar a cargo de los laboratorios, no hay nadie en ese lugar que lo merezca más que yo y sí Robert no me dejará a cargo de su legado, no habrá legado.

Pongo los papeles en su escritorio y él los mira con horror.

—¿Sabes que pasó hace tres semanas? Me casé con tu hijo, Bastián y conseguí el apellido Baxter que tú me negaste y, ¿sabes que más pasó? Me hice aliada de Denali Lab y justo ahora, ellos tienen toda la información de este lugar. Cada proyecto y secreto, está en manos de tu mayor rival.

Robert se levanta de su escritorio y lanza los papeles con fuerza, tirando todo lo que encuentra a su alcance y la mirada de horror, incredulidad y dolor con la que me mira, valió la pena cada decisión que tomé y que me trajo aquí.

Él luce tan herido y derrotado parado justo frente a mí.

—Solucioné mis propios problemas, tal y como me enseñaste —le digo con una sonrisa—. Conseguí lo que quería sin importarme a quien lastimé en mi camino hacia mí objetivo. Igual que tú. ¿Ves? Tú y yo somos iguales. ¿Acaso no estás orgulloso de mí?

Porque no podía dejar que tus hijos se queden con lo que debía ser mío, porque no podía dejar que años de sentir que yo les estaba robando algo cuando en realidad ellos eran quienes tenían lo que debía ser mío, se quede en la nada. Debía hacer algo y que mejor que quitarles todo.

Robert se para frente a mí y sostiene mi mirada, lágrimas se acumulan en sus ojos. Yo nunca lo he visto llorar. Jamás. Y sonrío llena de felicidad al saber que la razón de sus lágrimas es el dolor que siente por mi traición.

—Lo has perdido todo. Ya no tienes nada —espeto.

Igual que yo.

Robert nos enseñó que todo el mundo tiene dos lados y un punto débil. Tenemos un lado que mostramos a todos y otro que debemos dejar solo para nosotros y la persona que confiamos lo suficiente como para dejar entrar a nuestras vidas y conocernos.

—Yo solo quería ser una buena persona, pero, ¿ya sabes lo que les sucede a las buenas personas? Él mundo las rompe y las convierte en los villanos de las historias.

La vida nunca fue tan simple, no tengo recuerdos de una vida dulce y sencilla, pero sí de momentos de felicidad que se vieron manchados por mentiras y engaños. Por la cobardía de un hombre que le importaba más el poder y mantener su legado que la felicidad de quienes dice amar.

—Davina, en realidad no eres una villana, solo estás rota, hija mía. Pero aún podemos...

—¡No! Ya no.

Un lado para que todos lo vean y el otro lado es quienes en realidad somos —me decía.

Y yo le estoy mostrando ahora a Robert mi verdadero rostro, ese lado que permanecía oculto para todos.

—Te arrepentirás de lo que me has hecho. Todos ustedes se van arrepentir —hay tanto odio destilando de mi boca, tanta amargura y resentimiento—. ¿No estás orgulloso de mí? Hice exactamente lo que me enseñaste.

Él estira su mano en mi dirección y veo como tiembla en el aire. Parece que Robert está a punto de colapsar en cualquier momento. Está tan lleno de arrepentimiento, tan lleno de culpa y dolor.

—Davina...

Yo doy un paso hacia atrás y niego con la cabeza.

—Ya es demasiado tarde... Papá.

Quizás sería de otra manera, si tan solo hubiera sido un poco diferente al principio.

#26 Debí decir... No nos engañemos, en este punto, no había nada que yo pudiera decir para cambiar el final de nuestra historia. Pero me hubiera gustado decirte te amo por una última vez. Tan solo una vez más.

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