19. Caí rendido ante ti
Nunca me han gustado las etiquetas y a Bastián tampoco, no veo la necesidad de determinar algo solo para nombrarlo frente a otros. Así que no siento prisa en determinar que significa querer más, que significa lo que está sucediendo entre ambos, porque es nuevo y tranquilo, y al mismo tiempo hay momentos dónde me quita la respiración y deja mi mente en blanco. Yo estoy amando esos momentos, cada uno de ellos.
Esto que está pasando entre nosotros se siente como el paso eventual en nuestra relación, algo que jamás pensé que sería así. Es decir, ¿Bastián y yo? Jamás creí que fuera posible. Y debería asustarme lo bien que me siento con todo esto, lo cómoda que encuentro la relación que estamos creando. Me gusta, me gusta mucho lo que tenemos.
—¿Sabes una cosa que odio de los lunes? —le pregunto a Archer cuando salimos del ascensor de los laboratorios. No espero una respuesta de su parte y continúo hablando—. La incompetencia de quienes nos rodean y sus constantes quejidos por el inicio de semana.
Archer, que está con su vista fija en su teléfono revisando su correo, levanta un momento su mirada hacia mí y me sonríe.
—¿Por qué estás de mal humor está mañana? Pensé que estarías nadando en corazones y ese tipo de cursilerías.
Hago una mueca de desagrado antes de negar con la cabeza.
—Ayer estábamos de vacaciones y hoy estamos trabajando. Soy una persona profesional.
Nos detenemos a saludar Alina, la recepcionista y ella nos entrega nuestro correo y yo empiezo a caminar hacia mi oficina, pero Archer me detiene.
—No me dijiste porque estás de mal humor, Vina.
Le hago una seña para que me siga a mi oficina, porque no me apetece mantener esta conversación en el pasillo.
—¿De qué hablaron con Vanessa? —le pregunto cuando él cierra la puerta detrás de mí— Y no me digas que nada, porque ustedes tres han he estado extraños desde que ella fue a ver a los mellizos.
Tanto Spencer como Bastián y Archer, han estado compartiendo miradas y murmullos cuando pensaron que ni Max o yo estábamos prestando atención. Y los conozco lo suficiente como para saber que me ocultan algo.
Me masajeo las sienes y enciendo la pantalla plana con el canal de noticias silenciado, como suelo hacer todas las mañanas. Y espero a que mi hermano responda mi pregunta.
—Nada que valga la pena mencionar —es la respuesta de Archer—. Es solo Vanessa lanzando su habitual veneno. No vale la pena seguirle el juego.
—¿Seguro?
—Sí confía en mí —me dice y besa mi frente con cariño—. Te dejo, tengo que asegurarme que no haya ninguna incompetencia en los laboratorios.
—Ambos sabemos que ese es mi trabajo.
Yo me siento detrás de mí escritorio y empiezo a revisar mi agenda del día antes de ponerme a trabajar.
Morgan entra en mi oficina cerca de la hora del almuerzo para invitarme a comer con ella y para que podamos hablar sobre el viaje que hicimos a Santorini y la falta de preguntas sobre lo que sucedió con Bastián, me da a entender que Max no le ha contado nada.
Max es chismoso, pero juicioso.
—Necesito pedirte un favor.
—Claro, Morgan. ¿Qué necesitas?
Silencio mi teléfono porque me parece de muy mala educación estar hablando con alguien y ser interrumpidos por ese desagradable sonido.
Archer tiene razón, hoy estoy muy irritable.
—Necesito que vayas y coquetees con Mikel.
—Espera. ¿Quieres que yo qué?
Ella señala con su mentón hacia donde está Mikel hablando con Alina, la siempre amable y dulce Alina a quien Morgan está aniquilando con la mirada.
—¿Por qué haría eso?
—¡Para saber sí él me es fiel!
—Ustedes no están juntos, Morgan.
Ella se cruza de brazos y golpetea el suelo con el tacón de su zapato antes de soltar una exclamación en alemán.
—¡Yo sé eso! Y, además, todos aquí saben que estoy algo loca. Ahora, deja mis grados de locura fuera de la mesa y ve a coquetearle a Mikel.
Me paro frente a ella para ocultarle de la vista la imagen de Mikel y Alina conversando. Pongo mis manos en sus hombros y ella me mira con un ligero puchero en sus labios.
Morgan es tan mimada, pero me produce mucha ternura cuando actúa así. Aunque ese puchero es solo una artimaña de ella para conseguir lo que quiere, funciona con todos, pero no conmigo y Morgan lo sabe.
—Morgan, tienes edad suficiente como para dejarte de juegos y solo ir hablar con la persona que te gusta.
—Sí fuera cualquier otra persona, lo haría, Vina, lo juro. Pero es Mikel y soy yo, hoy quiero estar con él y mañana no lo sé. No puedo arrastrarlo a esto. Él no lo merece. Y yo lo quiero todo, pero no sé sí en mi camino para conseguir mis objetivos tenga tiempo para una relación.
—¿Sabes? Una vez, cuando estaba en todo el asunto de mi corazón roto por Arthur, la señora del puesto de café del parque me dijo que: Cuando hay amor, no hay pretextos. Creía que eso era cierto, pero no es así, el problema es que tenemos idealizado el amor y la idea del romance. A veces no son pretextos, son hechos que determinan que incluso aunque haya amor, las cosas no van a funcionar y en tu caso no se trata de pretextos, se trata de objetivos de vida diferentes.
Sí ella empieza ahora algo con Mikel, llegará un momento que ni todo el amor que pudiera sentir por él, podrá evitar que lo recienta por apartarla de sus objetivos en la vida. Por tener que cancelar un viaje Alemania por pasar tiempo con su novio, por tener que dejar el laboratorio para hacer tiempo para su relación. Morgan está bien con la idea de coquetear con Mikel, de las conversaciones casuales que mantienen, pero eso es todo lo que ella puede darle, al menos por ahora, ella no tiene tiempo para ofrecerle nada más, no sin sentir que podría perder sus principales intereses. Y Morgan no es de las mujeres que deja sus sueños por un hombre.
¿Por qué se idealiza la idea de dejar nuestros sueños y metas por otras personas? Quizás nosotros somos fríos ante la idea y pensamos de esta manera por la forma en que nos criaron.
—Y como no puedes darle lo que él quiere y Mikel no puede darte lo que quieres, déjalo ser feliz con alguien más. Alguien que quiera las mismas cosas que él.
Las palabras que me dijo Mikel sobre su "relación" con Morgan vienen a mi cabeza: no porque ella me guste, significa que voy romantizar su mínimo o nulo esfuerzo. Yo también valgo la pena.
Y sí, él tiene razón.
—Morgan, te quiero, pero por una vez en tu vida, no seas egoísta.
—Tengo diecisiete libros en mi ático sobre el cuidado de las orquídeas, porque quería saber todo lo que pudiera sobre ellas y como mantenerlas vivas y bien cuidadas. Y la única razón de hacerlo fue por Mikel, ya que era él quien me las regalaba —ella saca su billetera de su cartera y me enseña un pequeño pétalo de una orquídea que guarda ahí—. Y tal vez sea todo lo que me quede de él. De lo que pudimos ser.
Muchas veces nos cuesta seguirle el ritmo a Morgan y sus pensamientos, su forma de ser. Dicen que los genios son personas difíciles, algunas caen en estereotipos para describirlos, pero no sé equivocan mucho sobre está afirmación.
—Morgan...
—Es difícil vivir sin orquídeas, pero tienes razón, es lo que debo hacer. Es lo mejor.
No desgasto saliva en consejos porque la entiendo, la forma en la que fuimos educados nos enseñó a no perder el tiempo en trivialidades, a no conformarnos y no dejar que nada nos desvíe de nuestro camino hacía nuestros objetivos.
Conseguir el amor nunca fue una prioridad para nosotros, al menos no cuando competía contra el éxito profesional. Morgan siente que sería un fracaso para ella concentrar sus fuerzas y energías en una relación justo ahora que está en el mejor momento de su carrera. Y quién sabe, tal vez después, cuando ella ya haya alcanzado todas sus metas y glorias, pueda tener tiempo para el amor.
—Algunos no lo entienden. ¿Sabes? Los sacrificios que hacemos para estar en la cima del éxito. Ellos solo nos critican y juzgan. No lo comprenden y es por eso que jamás van a conseguir nada.
De nuevo, esas son palabras de Cristal. A Morgan le está afectando mucho la visita de su madre adoptiva.
Me hago una nota mental de pedirle a Max que hable con su hermana y eso me recuerda, que debo ir hablar con Arthur porque justo ahora, Bastián está almorzando con su padre y hermanos para hablar sobre nosotros.
—Bien, basta de hablar de mí. Cuéntame. ¿Qué pasó en Santorini?
Pero la respuesta muere en mis labios cuando veo la expresión de Bastián al bajarse del ascensor y la forma molesta con la que se dirige hacia su oficina.
—Dile a Max, que digo yo, que tiene permiso de contarte —respondo—. Ahora sí me disculpas, debo ver qué tan mal le fue a Bastián en el almuerzo con su padre.
Me despido de Morgan y le prometo que mañana si almorzamos juntas, antes de girarme e ir a ver cómo está Bastián.
Toco la puerta de su oficina y el murmura un adelante. Cuando entro lo veo sentado con la silla girada hacia los ventanales de vidrio detrás de él. Camino despacio y me siento en el filo de su escritorio antes de girar la silla para que él me mire.
—¿Qué pasó?
Bastián se levanta de la silla y se acomoda entre mis piernas, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuerpo.
—Lo de siempre —murmura contra mi cabello—. No cree que yo sea bueno para ti. Cree que te voy a lastimar, pero Davina, yo sería incapaz de hacer algo que te vaya a herir. Jamás podría lastimarte.
—Lo sé.
—Arthur me defendió, pero papá no lo quiso escuchar. No sé porque él piensa que voy a destruir todo lo que tocó. También me dijo que la única razón por la que permitió lo nuestro al principio, es porque creía que no llegaríamos a nada.
Bastián, incluso aunque intenta dejar de hacerlo, no puede evitar buscar la aprobación de su padre, de quienes él ama. Buscar formas de hacerlos sentir orgullosos. Es por esas razones que a veces actúa de la forma en que lo hace. Porque siente que todos sus esfuerzos no valen la pena e intenta revelarse contra el sistema, pero después viene la culpa y quiere hacer todo bien.
Es similar a un círculo vicioso. Solo que a Bastián le resulta sencillo romper el círculo, no sé cómo lo hace, y cuando decide volver a él, lo hace bajo sus propios términos, porque a Bastián no le gusta que le digan que hacer.
—Jamás podría lastimarte.
—Lo sé —repito—. Porque de los dos, eres tú quien siente más que yo. ¿No te asusta eso? ¿El poder que tengo sobre ti? Porque seamos honestos, sí yo te digo salta, tú vas a quejarte y hacer drama, pero al final vas a saltar, Bastián.
Sus dedos se entrelazan con los míos y observo nuestras manos juntas porque así es nuestra relación ahora. Entre los dos hay toques suaves y tiernas caricias, sonrisas cálidas por la mañana y una tranquilidad por las noches que ninguno de los dos ha sentido antes, incluso sí no compartimos cama.
Esto que tenemos es bueno.
—Tienes razón, Vina. Yo salté, caí directo rendido ante ti y no, no me asusta ni un poco, porque si pudiera elegir una persona para caer rendido a sus pies, te escogería a ti. Siempre tú, nadie más que tú.
Para él no soy una opción, solo soy yo y esto es justo lo que siempre he querido y vuelvo a pensar que esto es demasiado bueno, que debería ser malo.
—Pero no saltaría.
—Lo harías.
—No. No me gusta que me digan que hacer, Vina.
Recuesto mi cuerpo hacia atrás y pongo mis codos sobre el escrito para sostener mi peso.
—Tómame, Bastián. Ahora.
Sus manos están sobre mis rodillas y las desliza hacia arriba levantando mi falda mientras sus labios besan mi cuello y desciende por el escote de mi blusa.
—¿Ves? Siempre obedeces lo que yo te digo —murmuro en un tono muy suave —. Ahora tómame. Hazlo porque soy tuya.
Él se detiene y se aparta un poco para mirarme a los ojos.
—¿Mía?
Yo tomo su corbata y lo acerco hacia mí.
—Sí —ronroneo las palabras cerca de sus labios—. Tuya.
—Es la primera vez que lo dices.
—Y si no me follas ahora, será la última.
Bastián no pierde tiempo y quita la blusa por encima de mi cabeza antes de volver a besar la piel que ha quedado expuesta. Su mano levantada una de mis piernas alrededor de su cadera y me jala más cerca de él.
Yo le quito el cinturón y estoy por desprender su pantalón cuando el nombre de Bastián se escucha desde la puerta y ambos giramos nuestras cabezas solo para ver a Arthur cerrando la puerta y saliendo.
Mierda.
—Debemos asegurarnos de cerrar la puerta la próxima vez —le digo a Bastián—. Creo que debo ir hablar con él.
—¿Ahora?
La decepción en su voz me hace reír.
—Es muy gracioso que lo quieras hacer conmigo sobre tu escritorio —le empiezo a decir mientras me vuelvo a poner mi blusa—. Cuando después de nuestra primera vez estabas como loco e incluso me propusiste matrimonio.
—Esa será una buena historia para contarles a nuestros hijos.
—¡Jamás le contaremos eso a nuestros hijos!
O a alguien más.
Me termino de arreglar y le doy un beso rápido antes de empezar a caminar hacia la puerta.
—Y Bastián, no escuches lo que dice tu padre. Eres lo suficientemente bueno y digno de cosas buenas.
—¿Vina? No vas a correr a los brazos de Arthur. ¿Verdad? —la pregunta sale como una broma, pero yo puedo leer la duda debajo del tono burlón.
—¿Por qué huiría con él si yo quiero estar contigo? Eso no tiene mucho sentido, mi Golden boy de San Francisco.
Él me lanza un beso antes que yo salga y sonrío, una sonrisa que me acompaña hasta la oficina de Arthur, dónde me detengo en la puerta organizando mis ideas antes de tocar y entrar después de escuchar un adelante, de su parte.
—No tienes que darme explicaciones de nada.
—Entiendo eso y no es la razón de porque estoy aquí.
Nos dirigimos al sofá verde que está en una de las esquinas y nos acomodamos ahí.
—¿Por qué estás aquí?
Exhalo y paso una mano por mi cabello y mis ojos recorren su oficina hasta que finalmente caen sobre él.
—Quería que te enteres por mí. Quería hacer por ti, lo que hubiera esperado que hagas por mí, cuando empezaste a salir con Leila.
—Pero las cosas nunca salen como uno espera.
—No.
Caemos en un silencio pesado y es Arthur quien decide romperlo.
—¿Cuándo empezaron? ¿En qué momento sucedió?
—No lo sé, pasó. Un día estaba sentada en mi invernadero y en lo único que pensaba es en un comentario que me hizo Bastián y luego pensé, ojalá estuviera aquí, porque la vida se sienta más fácil cuando él está conmigo.
—Vaya.
—Exacto. Fue... revelador. Y me asustó, porque no éramos nada y lo descarté, hasta que ya no pude seguir ignorando el sentimiento y me rendí. Aunque creo que, en realidad, jamás estuve luchando.
Fue tan sencillo rendirme ante mis sentimientos por Bastián, no sé si porque llevo veinte años de conocerlo, si se debe a que él no me tiene en un pedestal y no debo preocuparme por tener un papel que desempeñar, pero todo se sintió fácil. Y cualquier creería que no es así, pero él ya había visto lo peor de mí y también lo bueno, incluso a visto lo que los demás no ven. No tenía nada que esconder ante él, nada que me asusté que vea y que lo haga irse.
No tengo miedo a que Bastián me vaya a dejar, porque es el único que siempre ha venido a buscarme y sabe cuándo quiero escapar.
Es el único.
—Tu siempre serás mi primer amor, Arthur. Él que se escapó, él que rompió mi corazón y creo que, de alguna manera, yo ya te había superado, pero me aferraba a lo que podíamos ser, más que nada por costumbre y algo de masoquismo —le digo y suelto una pequeña risa al final—. Pero te dejé ir y seguí, igual que lo hiciste tú. Y no me voy a sentir mal o a ocultar lo que siento por Bastián, porque no sería justo para él o para mí. Aunque tampoco quiero hacerte sentir mal, así que te voy a dar un tiempo para que te acostumbres a la idea.
Él asiente de forma lenta y veo como mis palabras se asientan en su cabeza, procesando poco a poco el cambio en la historia. Viendo que ya no hay vuelta atrás en lo que pudimos ser, que eso ya es un libro que no se volverá a leer y cuya tinta hace tiempo se secó.
—¿Eres feliz? ¿Él te hace feliz? Porque eso es todo lo que me importa.
—Mas feliz de lo que he sido en mucho tiempo.
—Me alegra saberlo.
Me muevo para abrazarlo y decirle que vamos a estar bien.
Salgo de su oficina y me topo con Morgan, que está discutiendo con algunos miembros de su equipo de laboratorio afuera de su oficina.
—Mi equipo. Mis decisiones —sentencia ella—. Yo no voy a dejar que nadie y mucho menos ustedes, ponga en duda mi capacidad como jefa de laboratorio. ¿Acaban de obtener su doctorado y ya creen que lo saben todo? La próxima vez que vayan en contra de mis decisiones y hagan lo que ustedes quieran, será la última vez que hagan algo en el campo laboral de la ciencia.
Ella les hace una seña con la mano y el grupo regresa al laboratorio.
—Di una orden. Una sola orden y no la pudieron llevar a cabo y ahora estoy una semana retrasada con mi trabajo. Te juro que no hay nada peor que imbéciles con iniciativas.
—Al menos no los hiciste llorar está vez —le digo mientras sigo mi camino.
—Todavía —comenta ella a mi espalda y yo me río.
Está lloviendo, es normal en esta época del año, lo que no es muy normal es la fuerza con la que llueve, Morgan culpa al calentamiento global. Yo sonrío mientras contemplo la lluvia caer y una idea cruza mi cabeza y me cambio de ropa para salir del edificio.
—¿Vina? ¿Sucede algo? —me pregunta Bastián cuando atiende la llamada.
Muerdo mi labio y miro la lluvia empezar a caer con más fuerza, mientras Exile de Taylor Swift suena en la radio.
—Ven a buscarme.
—¿Al ático?
Lo puedo escuchar moverse por su propio ático, seguro en busca de su ropa para venir por mí.
—No.
—¿Dónde estás, Vina?
—En el lugar donde nos besamos por primera vez.
—¿Estás loca? Está lloviendo y te puedes enfermar. Regresa aquí.
—No. Sí quieres que regrese, tendrás que venir por mí.
Termino la llamada y me acurruco en el asiento de mi auto mientras la lluvia sigue cayendo y Taylor Swift me acompaña con su música.
Cuando las luces del auto de Bastián llaman mi atención, me bajo del auto y corro hacia la playa, justo donde nos dimos nuestro primer beso y puedo ver a Bastián venir hacia mí, con su mirada sería porque lo hice venir de nuevo a buscarme en la lluvia en medio de la madrugada.
—Ves. Siempre vienes por mí, Bastián.
Su cabello cae contra su cara y yo levanto mi mano para apartar los mechones mojados de su rostro.
—Te juro que tú serás nuestra muerta, Davina.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.
—Es que siempre quise un beso bajo la lluvia y que mejor que aquí, contigo.
Bastián me levanta en sus brazos y me hace girar en el aire mientras sus labios se unen a los míos.
—¿Por qué siempre me haces venir a buscarte bajo la lluvia? —me pregunta antes de volver a besarme.
Para el recuerdo, pienso, cuando nos separamos.
—Vamos, sígueme en tu auto. Hay un lugar que quiero enseñarte.
—Vina, estamos mojados y no por las razones correctas.
Yo lo golpeo en el brazo y le digo que no se queje y me siga.
Lo llevo hasta el pequeño bar de Jason, que me mira con una sonrisa cuando ve entrar a Bastián detrás de mí. Y Jason, como siempre, empieza a desalojar el lugar.
—Una vez me preguntaste a dónde voy. Bueno, está es la respuesta. Cuando necesito alejarme de todo, yo vengo aquí y Jason desaloja el lugar para darme privacidad. A veces le cuento mis problemas y otras veces solo paso el rato.
Jason regresa y veo como Bastián lo mira de pies a cabeza.
—Jason, este es Bastián. Bastián, este es Jason, mi amigo.
Ambos se dan la mano de forma cortes.
—Y no hay necesidad de asesinarme con la mirada —le dice Jason a Bastián—, soy gay, muy gay.
Bastián se ríe y le da unas palmadas amistosas a Jason mientras le dice que ahora le agrada más.
Jason regresa detrás de la barra para darnos algo de privacidad.
—¿Por qué me trajiste aquí? Este es tu lugar privado, Vina.
—Vengo aquí para huir y si un día no me puedes encontrar, quiero que sepas que estoy aquí. Para que puedas venir por mí.
Dicen que hay momentos dónde lo que uno más ama es la causa de nuestra caída, pero creo que estoy bien con la idea de caer por Bastián Baxter, incluso aunque a veces quiera arrancarle la cabeza.
#20 Esa madrugada bajo la lluvia, justo donde nos dimos nuestro primer beso, debí decirte que siempre iría por ti. Incluso ahora, si me lo pidieras, yo iría por ti. Tan solo pídeme que vaya.
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