12. ¿Aún crees que yo soy la buena de esta historia?
Bastián.
Las bromas se detienen, las discusiones dejan de ser parte de nuestra rutina y ya no hay coqueteo casual o algún juego que surgió después que empezó esa relación falsa. Ya no hay nada. Ella sonríe y saluda, habla y actúa con normalidad, pero yo me permito observar más allá de lo superficial y ver las grietas alrededor de la máscara, ver la forma que sus hombros caen con desgana cuando cree que nadie está mirando en su dirección, me permito escuchar como su voz suena monótona y a veces incluso algo forzada, como si le costara mucho hablar o no tuviera ganas de hacerlo en absoluto y tal vez es así.
¿Estás bien? —le pregunto casi todos los días porque no puedo evitar preocuparme por ella.
Sí, estoy bien —responde.
No puedo evitar preguntarme si ante una nueva luz sobre lo sucedido, ella se arrepiente de su elección, no la culparía si ese fuera el caso, solo me gustaría que me lo diga. Que diga algo, que haga algo más que actuar como si estuviera bien cuando es obvio, al menos para mí y por lo visto también para Archer, que ella no lo está.
—Miki, que bueno que llegaste —saluda Morgan a Mikel cuando entra en la azotea.
Estás últimas semanas Morgan parece disfrutar mucho más que antes de coquetear con Mikel y eso provoca que él se vuelva aún más tímido y torpe, y que pase casi todo el tiempo sonrojado.
Max pone los ojos en blanco y regaña a su hermana.
—¿Acaso escuché bien y Bastián alias Golden boy habló de crear una mujer perfecta para él? Cosa que sería imposible porque según Bastián Baxter, no hay nadie más perfecto que él —dice la voz de Arthur, yo giro mi cabeza para buscarlo y lo veo saliendo del invernadero junto a Davina.
Archer le hace una seña a Arthur y ambos se alejan del grupo para poder mantener una conversación privada.
Yo sigo con la mirada a Davina y le pregunto con la mirada si está bien, ella solo ladea la cabeza y pone y sonrisa falsa en su cara.
—Vaya, ¿acaso estás teniendo problemas para conseguir citas, Bastián? —me pregunta Davina en tono burlón tratando de mantener una expresión sería.
Es la primera vez que la escucho bromear sobre algo desde ese día donde creía que se iba a ir, pero al final no se fue.
Y ver la forma tensa y casi calculada con la que bromea, me hace pensar en la pequeña Vina que solía correr en la lluvia y saltaba en los charcos de agua, la dulce niña que reía por todo y lloraba cuando había tormentas eléctricas. Es la misma niña que dejó de hacer eso cuando el tiempo fue pasando y empezó a comprender mejor las cosas y la situación respecto a su familia.
Me encantaría que volviera esa vieja Davina, esa que no tenía el corazón tan endurecido y se permitía cometer un par de errores, la misma Davina que pensaba en ella antes que en los demás.
—Oh, vamos dejen de bromear, soy yo el que no busca nada serio. ¿Quién no quisiera salir con un multimillonario, sexy y perfecto como yo?
—Alguien con medio cerebro —responde Davina.
Le sostengo la mirada y hay algo, un pequeño atisbo de dolor, que me hace querer acercarme a ella y sacudirla de los hombros para que deje de reprimir todo. ¿Acaso ella no entiende que si sigue reprimiendo todo uno de estos días no va aguantar y va a explotar?
En definitiva, es la persona más fuerte que conozco y también la más terca y frustrante. Hace que preocuparse por ella sea algo tan complicado.
—Tal vez deberías buscar en aplicaciones de citas —sugiere Spencer con seriedad y pasa una mano por su mentón—. ¿Qué podrías poner en la descripción? Golden Boy y galán egocéntrico de veintiocho años con amor por su propio reflejo y con miedo a las arañas, busca novia, suena bien para mí.
Una vez, grité al ver una araña mientras estábamos en Australia, una vez y no me lo han dejado olvidar desde que sucedió. Y tenía todo el derecho de asustarme, era una araña enorme, más grande que la cabeza de Max y las ganas de comprar de Morgan.
—¿Perdón dijiste algo? —le pregunto a mi hermano menor— Me quedé en la parte de galán.
Max y Morgan se ríen por mi respuesta y Davina mira hacia donde están conversando Arthur y Archer antes de volver a mirar en mi dirección.
—Tal vez deberías hacerlo —dice Davina con seriedad—. No has salido en un buen tiempo y tú teléfono siempre está sonando con llamadas de mujeres hermosas que se mueren por salir contigo. Deberías empezar atender esas llamadas.
Ella me dijo que iba hablar con mi padre, que le diría que necesitamos un tiempo por separado para aclarar las cosas y poder separar la farsa de la realidad, por supuesto mi padre estuvo de acuerdo con ella, porque Davina es su hija querida y no hay nada que ella le pida, que él le pueda negar.
Mi padre siempre le ha dicho que ella es la hija que él nunca tuvo.
—No estoy interesado.
Veo como Mikel y Morgan conversan cerca de la baranda de vidrio y él dice algo que hace reír a Morgan, es una risa ligera que muy pocas veces logramos escuchar de parte de ella.
Sonrío al ver que ella lleva el broche que él le regaló. Creo que lo ha utilizado todos los días desde que Mikel se lo dio.
—¿Desde cuándo?
Miro en dirección a Davina y me dirijo hacia una de las tumbonas de madera para recostarme y aprovechar un poco del sol.
—Desde que prometí que no te iba a decepcionar.
Ella camina y se acomoda sentada frente a mí en la tumbona junto a la mía.
—Puedes salir con quién quieras, Bastián. Solo no con Vanessa y tampoco con nadie que te meta en problemas. O de lo contrario, te juro que haré que te arrepientas.
Parece que dice el comentario en son de broma, pero hay un tono subyacente en cada una de sus palabras, que ambos captamos.
Yo me río y asiento con la cabeza mientras veo como ella se cruza de brazos y levanta la barbilla de forma casi desafiante.
—¿Qué?
Tiene esa mirada que pone cuando no está de humor para bromas y yo dejo de reír, adoptando una postura sería, pero relajada.
—Si fueras mi novia, Davina, no creo que te engañaría nunca. Das mucho miedo y lo digo en serio. Muy en serio.
Ella sonríe, no llega a sus ojos, pero es una sonrisa agradable de ver.
—Tienes suerte que no sea tu novia —bromea antes de pararse para irse.
Y antes de alejarse, vuelve a mirar en mi dirección y por un atisbo de tiempo, me parece ver una expresión de dolor cruzar por su hermoso rostro y quedarse en sus ojos esmeraldas.
Pero cuando la sigo con la mirada y no veo nada de eso, creo que lo estoy imaginando todo.
—¿Deberíamos buscar otra abogada para el equipo? —me pregunta Spencer.
Él se acomoda dónde hasta hace un momento estaba Davina y le da un sorbo al cóctel que tiene en su mano.
No invitamos a Leila a esta reunión, Arthur terminó con ella y aunque todos sabemos la razón, nadie comentó nada. Y hoy le preguntamos a Vina si quería que invitemos a su hermana y ella se encogió de hombros y dijo que le da igual, pero yo sé que en el fondo ella quería decir que no, así que yo tomé la decisión por ella y no la invité.
Me alegra no haberlo hecho, porque Davina se ve bien.
—Pensé que te agradaba Leila.
Spencer mueve la cabeza y hace una ligera mueca.
—Dije eso por Davina, pero no, no me agrada una persona que rechazó a mi hermana y amiga por tantos años y que un día apareció en las puertas del laboratorio esperando que Vina la reciba con los brazos abiertos.
Es lo que todos pensamos, pero Davina no, al menos de los dientes para afuera, porque puedo ver como lucha con la idea de tener a Leila en su vida y como no la ha perdonado, que solo dice que lo ha hecho, porque se supone que es lo que debería hacer.
Es mi hermana. ¿Qué más se supone que debo hacer? —respondió Vina cuando le pregunté porque habló con mi padre para que deje a Leila en el trabajo de asistente legal de nuestro equipo.
Ignorarla, de la misma forma que ella te ignoró a ti —le dije, pero ella solo se encogió de hombros y se fue.
—¿Te preocupa que ella sepa demasiado de nosotros?
—Un poco, sabes que no me gusta dejar entrar a extraños a nuestra vida y la razón es que siempre quieren saber nuestros secretos —respondo.
Spencer está de acuerdo en eso conmigo.
—Sí ella sabe demasiado, también debe saber que no le conviene abrir la boca o eso será lo último que hará.
—No dejes que Davina te escuche porque hice un comentario similar cuando recién conocimos a Leila y no se puso muy contenta. Además, conozco a Davina y sé cómo es cuando se enfada. Y escucha mi advertencia hermano, nunca, pero escúchame bien, nunca hagas enojar a Davina.
Spencer intenta no reírse, pero al final se rinde y suelta una fuerte carcajada.
—¿Tienes miedo de ella, Bastián?
Sí, cualquier persona tendría miedo de Davina cuando se enoja.
—No —respondo—, solo soy alguien cauteloso y que valora su vida.
Miro en dirección hacia Davina y la veo conversando con Max, y luce como la imagen viviente de la serenidad y tranquilidad, pero puedo ver en sus ojos el caos que se está desatando en su interior.
Davina es ahora la personificación de la calma antes de la tormenta y me pregunto, ¿quedará alguien vivo cuando ella desate la tormenta sobre nosotros?
Davina.
Arthur es un cobarde y aunque esté enamorada de él, no puedo pensar en pasar mi vida con alguien así, en dejarlo todo por alguien que no supo luchar por mí. Tuve una madre que no luchó por mí y una hermana que tampoco lo hizo, así que no voy a conformarme con un hombre que tampoco lo haga. Merezco que luchen por mí, que sepan lo afortunados que son al tenerme en sus vidas y no me voy a conformar con menos.
Y aunque él esté plagado de defectos, yo lo amo, yo quería que pudiéramos tener una oportunidad, que Arthur sea un cobarde no evita que me duela menos el que ahora lo esté perdiendo, que este dejando ir la posibilidad de que podamos tener algo.
—No va a doler por mucho tiempo —me digo—, todo va a estar bien. Esto es lo mejor.
Una parte de mí está molesta con él, enojada por todas las decisiones que ha tomado respectos a nosotros desde que nos conocimos. Todas y cada una de ellas. Esa parte de mí que estaban molesta también quería que él sufra, al menos una pizca de lo que yo sufrí cuando rompió mi corazón, cuando no eligió luchar por nosotros en el pasado, porque antes mi corazón no se había endurecido como ahora y sentía que sí teníamos una oportunidad real.
Quería que el corazón de Arthur se rompa de la misma forma que el mío se rompió, no estuvo bien y puede que mañana me arrepienta de eso, pero sí yo me estoy ahogando en el dolor. ¿Por qué debería ahogarme sola? Su cobardía fue la que nos lanzó al mar sin salvavidas y es justo que él también se ahogue conmigo.
—¿Estás bien? —me pregunta Leila mientras entra a mi oficina.
Sigo masajeando mis sienes e ignoro el hecho que ella acaba de entrar sin tocar, porque no quiero que mi dolor de cabeza vaya en aumento.
—Sí, estoy bien, solo algo cansada —respondo, sin molestarme en poner una sonrisa falsa en mi cara.
La veo acomodarse en una de las sillas frente a mí escritorio y me preparo para lo que sea que viene a decirme.
—¿En qué te puedo ayudar?
Solo espero que lo que ella vaya a decirme no haga que mi dolor de cabeza empeore.
Junta sus manos sobre mi escritorio y mira sus dedos moverse antes de levantar la cabeza y mirarme.
—Es por lo que sucedió entre Arthur y yo...
Yo la detengo antes que ella continúe, porque sí ese es el tema de conversación, no me interesa.
—No es asunto mío.
—Pero eres la razón de porque rompimos —me dice Leila y suena molesta.
Veo que todo el enojo de Leila está dirigido hacia mí. ¿A pesar de todo ella está enfadada conmigo? Cuando ella llegó había una norma de no relaciones entre empleados y yo hablé con Robert para que ellos puedan seguir juntos, algo que no hice ni siquiera cuando estaba el triángulo amoroso de Bastián, Vanessa y Archer.
También hablé con Robert para que la dejara conservar su trabajo, porque él creía que ella no tenía la suficiente experiencia.
¿Y a pesar de todo tiene el cinismo de enojarse conmigo por qué Arthur no la ama?
—Lo tienes todo, Davina y, ¿no pudiste dejarme tener a Arthur? Era todo lo que quería y también tuviste que tenerlo.
Suena amargada y me pregunto sí esa amargura que veo en ella mientras sus ojos marrones se clavan en los míos, siempre estuvo ahí y yo la pasé por alto. Lo más probable es que Leila haya disfrazado su amargura de la misma forma que yo disfracé mi desprecio hacia ella.
—Hasta donde yo recuerdo, Arthur no es de mi propiedad, él es su propia persona y toma sus propias decisiones. Sí él no quiso estar contigo, yo no tengo nada que ver ahí.
¿Cuál es esa frase que dicen sobre el Karma? ¿Qué a todos nos llega? Bueno, tiene razón y sin importar sí creemos que lo merecemos o no, cuando nos llega, nos molesta, hiere y apresa. Y es normal, somos humanos, no vamos a recibir algo malo con los brazos abiertos, más que nada porque también somos algo cínicos, al menos yo lo soy y por lo visto Leila también lo es, porque no se da cuenta que quizás, lo que tiene es lo que merece.
Una cucharada de nuestra propia medicina nos regresa a la realidad y a veces eso es justo lo que necesitamos —suele decirnos Robert.
—¡Mientes! ¿Por qué todo siempre se tiene que tratar de ti? Todo aquí es por ti y no es justo. No es justo que tú lo hayas tenido todo y a mí me tocó esforzarme por conseguir las cosas porque nuestra madre lo perdió todo en apuestas y la buena vida que ya no nos podíamos dar porque no estaba papá.
¿Y acaso ese es mi problema? —estoy a punto de preguntarle.
Me recuesto contra el respaldo de mi silla y la observo pensando en que se supone que debo decirle. ¿Qué diría una buena persona ahora? Seguro le daría un discurso amable y lo más probable es que la abrace y le diga que hablará con Arthur para que se arreglen y estén juntos. Eso diría una buena persona, pero yo no soy exactamente buena, la mayoría del tiempo solo finjo serlo y una de las razones por las que soy tan buena en mi trabajo, igual que los demás miembros de este equipo, es que no nos tocamos el corazón para tomar ciertas decisiones.
Yo intento ser una buena persona, porque me ha tocado ser la voz de la razón y es lo que se espera de mí.
—¿Por qué estás aquí, Leila? Di que quieres.
Ella se levanta de la silla y coloca sus manos con fuerza sobre mi escritorio, pero yo no me inmuto por su reacción.
—Advertirte que, si me llegan a despedir, contaré secreto a secreto de la gran familia Baxter y lo que esconde el gran imperio que es Silver Lab, empezando con decir que ni Archer o Bastián son hijos del matrimonio Baxter, ambos son adoptados.
Leila se gira para irse, pero yo soy más rápida y me paro frente a la puerta para impedir que salga de mi oficina.
Sí, ambos son adoptados porque creían que Rebecca de Baxter no podía tener hijos, Spencer fue una especie de milagro, uno que salió muy caro porque al final ella murió.
—No quieres hacer esto Leila —le advierto—, porque hasta ahora has conocido mi lado bueno, pero no quieres saber lo que yo le hago a mis enemigos.
—Tú no tienes enemigos.
Yo le dedico una sonrisa sórdida.
—Exacto, porque me deshago de ellos conforme aparecen. Y confía en mí, tú no quieres formar parte de mi lista de enemigos.
Vanessa es una excepción porque es la madre de nuestros sobrinos, de lo contrario hace mucho que nos hubiéramos encargado de ella, porque ya suficientes dolores de cabeza nos ha dado.
—Se que no me amenazas en serio, Davina. Eres demasiado buena persona y nada rencorosa como para amenazarme. Menos a mí que soy tu hermana.
No eres mi hermana, solo eres una extraña con la que comparto ADN —espeto en mi mente.
—No tienes idea, hermana, con que facilidad el amor se puede transformar en odio —mi voz esconde una clara amenaza.
Incluso aunque no lo parezca, el odio es más fácil de sobrellevar que el amor, pero el odio es helado y te congela desde adentro, lo endurece todo en especial el corazón y al final, después de odiar por tanto tiempo, estás tan congelada que un pequeño toque te quiebra en miles de pequeños fragmentos de hielo y terminas cortando e hiriendo a todos los que estaban cerca, incluso sí no era tú intención hacerlo.
A veces pagan justos por pecadores. Así es el mundo en el que vivimos.
—Escucha Leila, vamos hacer como que no querías decir nada de lo dijiste. Vamos a fingir que está conversación nunca ocurrió, pero te advierto, sí llegas a decir un secreto que no te corresponda, te prometo que acabaré contigo —le dedico una sonrisa y abro la puerta para ella—. Ten un buen día, hermana. Nos vemos mañana.
Le hago una seña para que salga y cuando ella sale de su estado de shock y se va de mi oficina yo cierro la puerta y me dejó caer en mi sillón.
No me agrada Leila, no la he perdonado, pero tampoco me siento feliz al tener que amenazarla, es mi hermana, hubiera preferido no hacerlo, pero no puedo arriesgar a los Baxter o Silver Lab por una persona que no conozco. Y solo espero que ella se quede callada y no haga nada, porque no me gustaría tener que tomar medidas en su contra. Pero, ¿qué más se supone que debo hacer? ¿Dejar que ella vaya y exponga todos los secretos que le confiaron solo porque yo decidí dejarla entrar a nuestras vidas? No, eso no es justo.
—Aunque el secreto de la adopción de Archer y Bastián casi nadie lo sabe y dudo que alguien se lo haya dicho a ella. Entonces, ¿cómo Leila se enteró de eso?
Además, a pesar que no quiero, debo contarle esto a Archer y Robert. Así que me levanto y voy a la oficina de mi hermano.
Entro después que él me dice que puedo pasar.
—Hola, hermanita. ¿Qué ocurre?
Yo me acerco para darle un beso en su mejilla.
—Nada que no podamos controlar.
Le cuento sobre la visita de Leila a mi oficina y Archer me dice que esa es la principal razón de porque no quería que ella entre a nuestras vidas y yo omito decirle que estoy segura que fue Vanessa quien le dio esa información a Leila.
—¿Y si le ofrecemos dinero por su silencio? —sugiere Archer.
Yo no creo que sea dinero lo que ella quiere. Porque recuerdo que Leila dijo que venía en busca de una familia y cuando llegó y se sintió deslumbrada por la vida "perfecta" que ella cree que tengo, empezó a querer eso. Así que el dinero no va apaciguar su deseo de querer lo que yo tengo.
Es irónico porque hubo un tiempo donde yo quería la vida que ella tenía. Qué quería ser la hija que mi mamá escogió.
—Solo estemos cuatro pasos al frente y creemos una forma de controlar los daños.
—También hay que averiguar cómo se enteró sobre la adopción.
Desde mi punto de vista una adopción no debería ser algo terrible, en sí, para mí es algo normal, pero para los Baxter y su legado, no.
No hay forma que se mache el apellido Baxter y a Silver Lab con algún escándalo o chisme.
—¿Estás bien, Davina?
Yo saco mi mente de aquellos pensamientos y miro a Archer.
—Sí, hermano, estoy bien.
—¿Comiste algo hoy?
—No, no he tenido apetito.
La expresión de preocupación de Archer se acentúa cuando escucha mi respuesta.
Pero es que tengo tantas cosas en las que pensar y hacer, manejar y gestionar. Tantas cosas que controlar cuando justo ahora mi vida no tiene mucho control y cada vez sucede algo nuevo que amenaza con sacar mi tren de las vías. Es difícil y tan cansado tener que buscar soluciones, tener que hacer las cosas sin cometer errores y ver qué los demás no cometan equivocaciones.
Estoy tan cansada y lo último que quería hoy era tener que amenazar a Leila. Pero al mismo tiempo estaba tan cansada de ser buena porque eso es lo que todos esperan, cuando hay momentos que lo único que quiero es mandarlos a todos al infierno e irme lejos.
—Davina, creo que debes tomarte un descanso. No tienes nada que demostrar.
Murmuro que estoy bien y salgo de su oficina.
Él no lo entiende. Porque cuando los niños sufren de algún trauma su cerebro está enfocado en sobrevivir, una de las formas que tienen de enfrentarlo es buscar una forma de calmarse ellos mismos y es ahí cuando nacen las adicciones.
Mi adicción es tener el control y siento que es todo lo que me queda y no puedo darme el lujo de perderlo, incluso aunque talvez sea yo quien se pierda en el proceso.
# 13 Debí decir algo cuando vi la forma en que el dolor que has cargado por años te estaba pasando factura, consumiéndote en silencio y llevándote a un lugar oscuro.
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NOTA:
En honor a los 1K de votos estaré respondiendo todas sus dudas, preguntas ya sea sobre la historia o sobre algún personaje❤
❤GRACIAS POR APOYAR ESTA HISTORIA❤
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