11. Tú sabes dónde encontrarme
No tengo tiempo para lamer mis heridas o seguir llorando mi perdida porque debo comunicarme con Robert para impedir que siga adelante con el plan de desterrar a Bastián a Alemania. Y de camino llamo a Archer para pedirle el día libre porque tengo un par de asuntos personales que debo resolver.
Entro un poco en he estado de desesperación cuando llamo al número de Robert y él no contesta, ni él o su asistente, pero respiro de alivio cuando me dicen que el avión privado de los laboratorios sigue en la pista y aún no despega y yo les pido que le digan a Robert que estoy de camino y me dicen que lo harán en seguida.
—Robert —lo llamo y él gira su cara en mi dirección.
Yo debo tomar un momento para retomar el aliento que perdí al correr hasta aquí.
Él me lleva hasta una sala privada para que podamos conversar sin que nadie nos interrumpa o escuchen nuestra conversación.
—¿Qué sucede hija mía? ¿En qué te puedo ayudar?
Repaso de nuevo en mi mente la excusa y el discurso que pensé mientras venía hasta aquí y dejo que las emociones de mi conversación con Arthur se filtren un poco para hacer más creíble está mentira.
Para decir mentiras y comer pescado, hay que tener mucho cuidado —nos suele decir Morgan.
Y hay que saber mentir muy bien a alguien como Robert Baxter.
—No puedo permitir que mandes a Bastián a Alemania.
¿Realmente voy hacer esto?
Sí, Bastián lo vale y yo se lo prometí. Además, es un poco triste pensar que sí yo no hago esto por él, nadie más lo hará.
—Davina, ya hablamos sobre esto.
—Pero Robert, no lo entiendes, no puedo dejar que Bastián se vaya porque yo estoy enamorada de él y romperías mi corazón si lo mandas lejos.
Pienso en todas las veces que Bastián fue a buscarme, la forma que siempre cuidaba de mí y me recordaba que ellos eran mi familia porque no quería que yo me sienta sola, pero, sobre todo, pienso en la conversación que tuvimos cuando él tenía fiebre a causa del resfriado que consiguió al venir por mí en medio de la noche y bajo esa terrible lluvia.
—Y sí Bastián se va, yo me voy con él.
Ni siquiera debo preguntarme sí Bastián haría lo mismo por mí porque sí, él lo haría, me daría un discurso de que lo hace porque es fantástico y mejor que yo, pero lo haría y jamás me lo sacaría en cara. Porque incluso con todo lo egocéntrico que es, no es ese tipo de persona.
—¿Estás enamorada de Bastián?
Robert suena algo incrédulo y sus ojos me escrudiñan, tratando de comprobar si lo que yo digo es verdad.
—Sí, resulta que debajo de todas nuestras peleas había un amor que intentábamos ocultar. Al menos es así de mi parte.
—¿Y él que siente por ti?
—En este momento, no estoy segura. Pero nunca lo podremos descubrir sí se va. Por favor, Robert, no se puede ir. No lo voy a resistir.
Dios mío, que buena actriz, resulté. Hasta yo me estoy creyendo mi actuación.
—Cuando estuve en tu ático estabas feliz con terminar está mentira y dijiste que Bastián también estaría feliz.
Mierda.
Piensa, Davina, piensa y sigue en el papel de enamorada desesperada.
—Sí, porque podríamos intentar algo real.
—Davina. ¿De verdad amas a Bastián?
—Sí, lo amo.
Esa no es una mentira, porque Robert no específico de qué forma lo amo.
—¿Y quieres intentar algo con él?
—Sí.
Una azafata de acerca a Robert para comunicarle que ya todo está listo para que su avión despegue, pero Robert no aparta sus ojos de mí y yo me estoy poniendo un poco nerviosa pensando que tal vez él pueda ver a través de mis mentiras y todo esto no sirva de nada.
Robert pone una mano sobre mi cabello y me da un beso en mi frente.
—Está bien, hija mía. Bastián se queda, pero sí él se mete en un problema más...
Yo me lanzó abrazar a Robert.
—No lo hará, lo prometo. Gracias, Robert, de verdad.
Nos despedimos y yo espero hasta que su avión despega para salir y dirigirme a casa.
Abro la puerta de mi ático y me detengo en seco al ver a Bastián, sentado mirando una foto que sostiene entre sus manos, parece consumido por algún pensamiento lejano. Desde donde estoy, no alcanzo a ver qué foto es, pero creo reconocer el marco roto de aquella vez que se cayó por accidente.
¿Por qué está mirando de esa forma una foto de nosotros?
Esa foto fue tomada el verano antes que él se vaya a Gales, ambos estamos sentados en la playa, su lugar favorito y tenemos los pies en la arena y unas enormes sonrisas en nuestras caras. Es una de mis fotos favoritas de ambos y también creo que es la única foto que tenemos juntos que no tenga que ver con eventos de laboratorio e incluso ahí, no creo que tengamos fotos solo los dos. No, ahora que lo pienso, esa foto que Bastián sostiene, es la única foto que nos hemos tomado.
Lo conozco desde que tengo seis años. ¿Cómo es posible que esa sea la única foto que tenemos juntos? —me pregunto antes de empezar a caminar en su dirección.
—Es la única foto que tenemos juntos —digo.
Él se sobresaltar y casi deja caer el marco, pero lo sujeta antes que llegue al suelo.
Sus ojos me miran con sorpresa y los entrecierra para verme de pies a cabeza.
—¿Qué estás haciendo aquí, Bastián?
—Pensé que te habías ido.
No, esa no sería yo.
No soy una soñadora idealista, no puedo poner sueños en una maleta y huir con solo esperanzas de que las cosas funcionen en mi bolsillo. Por un momento intenté serlo, pero entonces recordé el pasado, recordé cómo llegué aquí y la razón de porque hago planes y los llevo a cabo, y dejé de soñar para enfrentar la realidad.
—Bueno, pensaste mal.
Me sirvo una copa de vino y le sirvo una copa a Bastián, sin preguntar si quiere o no, porque no me apetece beber sola.
Me siento tan agotada y el día ni siquiera ha llegado a su fin.
—¿Por qué no te fuiste? Es lo que siempre has querido.
¿Siempre? Eso es mucho tiempo y tal vez cuando tenía diez o incluso a los trece lo único que quería era irme, pero ya no.
Mientes —me grita esa desagradable voz en mi cabeza—. Hay veces donde aún sueñas con escapar.
—¿Qué sabes tú lo que yo quiero? —espeto a la defensiva.
Dejo la copa en su mano y me siento en el sofá, con la botella de vino descansando junto a mis pies.
Estoy por soltar otra réplica enojada, pero me detengo y en su lugar bebo un poco para calmar mi molestia.
—No, no sé nada. Cuando se trata de ti nunca se nada.
Debería empezar hablar sobre la conversación que tuve con Robert, la mentira que tuve que decir para conseguir que su padre lo deje quedarse y como en ese tiempo debe demostrarle a su padre que ha cambiado porque ambos sabemos que al final Robert se va a terminar enterando de la verdad y que cuando eso suceda, yo daré un paso al frente y asumiré la culpa de la mentira.
Pero me siento tan cansada y no quiero decir nada, así que guardó silencio por otro momento y observo como Bastián sigue mirando nuestra foto.
—Hermosa foto con un marco roto —murmura para él—, igual que nosotros.
Sí, yo también pensé en eso y fue la razón de porque decidí dejar ese marco roto.
Él deja la foto en su lugar y me mira.
—Hablé con Robert está mañana —empiezo a decir antes que Bastián pueda hablar—, me dijo que la farsa de la relación se termina porque te iba a mandar a Alemania, ya que Archer asumirá la presidencia después de la fiesta y no era justo que cargue contigo.
No pretendo lastimarlo con mis palabras, pero Bastián aprecia la honestidad y sabe la forma que tiene su padre de expresarme, no veo sentido a mentirle diciendo otras palabras. Pero sí me permito suavizar la idea.
Bastián no dice nada y su mirada se vuelve helada y distante, a veces es su mirada natural y no solo conmigo, es así con todos y lo entiendo, porque a veces yo también miro al mundo de esa manera, es casi un mecanismo de defensa.
Uno cree que, si no deja entrar a las personas, si las mantiene al margen, todo va a estar bien y nada va a doler. Pero entonces uno se acostumbra tanto alejar a las personas, alejar todo lo que nos pueda afectar que con el tiempo ya no solo dejamos de sentir dolor, caemos en un abismo oscuro dónde no hay nada, dónde no sentimos nada.
No siento nada —me digo con pesar en mi mente.
A veces no siento nada y eso me asusta un poco. Y fue el reconocimiento de no sentir nada, ni felicidad o tristeza, lo que me llevó a aceptar los juegos de Bastián, porque quería sentir algo, estaba un poco desesperada por no sentir nada y por un pequeño atisbo de tiempo, lo hice, sentí y fue una refrescante bocanada de aire.
—Le mentí y dije que estaba enamorada de ti y que por eso no podía permitir que te fueras, que sí tú te ibas Alemania, yo quería ir contigo.
—Y mi padre no iba a perder a su hija favorita, incluso sí el precio a pagar es quedarse con el hijo que no es nada más que una decepción para él.
¿Qué se supone que debo decirle? No, eso es mentira, Bastián, tu padre estaba dispuesto a luchar por ti. Ambos sabemos que Robert no iba hacer eso.
Porque siempre hay que salvaguardar la imagen prístina e intachable de Silver Lab.
—¿Es por eso que no te fuiste, Davina? ¿Por mí?
Bastián suena desconcertado, como si no alcanzara a comprender porque alguien lo elegiría por sobre cualquier otra cosa y yo no entiendo su desconcierto.
—No es solo por ti, que no se te suba a la cabeza. Pero yo no podía permitir que sucediera lo mismo que pasó cuando te mandaron a Gales.
Después del incidente de mi huida cuando yo tenía once años y él trece, Robert estaba muy molesto con Bastián y dijo que no podía permitir que él siga comportándose de esa manera, que siga arriesgando a la familia y la reputación que tanto les costó conseguir y fue ahí cuando decidió mandarlo a estudiar lejos.
Porque eso es lo que sucede cuando no hago planes y me dejó llevar por la emoción del momento, personas inocentes salen lastimadas.
—Nunca entendí como no me odiaste después de eso, tenías todo el derecho de hacerlo.
Yo creía que Bastián estaba molesto conmigo, que me odiaba y por eso cuando todos mandaban cartas, yo no lo hacía, porque pensaba que él no quería saber nada de mí. Pero cuando Bastián vino por vacaciones, no me recriminó nada, tampoco actuó de forma diferente, claro, estaba más distante, pero se comportaba así con todos.
—No fue tu culpa, mi padre estaba buscando cualquier excusa para mandarme a ese internado.
—Y yo se la di, Bastián.
Por eso y más, no podía permitir que lo manden Alemania.
—No me importa, Davina. Incluso sabiendo que al ir por ti esa noche mi padre me mandaría a Gales, yo igual hubiera ido.
—¿Por qué?
La pregunta casi lo ofende, lo veo en la forma que sus cejas se fruncen y sus ojos recorren mi rostro en busca de confirmación hacia mí pregunta.
—Te lo he dicho cientos de veces, eres mi familia. Me importas. Iría a los confirmes de la tierra a buscarte y traerte de regreso a casa.
Y no sé si es por la pesadez del día, por la acumulación de tantas emociones o por la honestidad y cariño que se derraman en cada una de sus palabras que suelto un sollozo y dejo caer unas cuantas lágrimas.
No oculto que estoy llorando y Bastián no sabe qué hacer, porque creo que es la primera vez que me ve llorando de esta manera.
—Vina, aún estás a tiempo de irte. Ve, yo iré Alemania, papá tiene razón, es lo mejor.
Yo niego con la cabeza casi de forma frenética y un poco de vino me mancha el pantalón. Bastián me quita la copa y la deja en la mesa frente a nosotros.
—No entiendo porque me escogiste a mí.
—¿Por qué no lo haría? Eres mi familia.
Sus manos van hacia mí rostro y limpia con cuidado el rastro de lágrimas que hay en mis mejillas.
—Eres la primera —murmura en voz baja.
Hay un par de emociones nadando dentro de él y veo que no sabe qué hacer con ellas.
—¿Perdón?
—Eres la primera persona que me escoge a mí. Nunca antes nadie me ha escogido.
Y es por eso que él quiere que me vaya, porque siente que escogerlo es un error, ya que eso es lo que siempre le han hecho creer.
Bastián siente que está mal que lo pongan a él primero, que lo elijan antes que a nadie y me pregunto, ¿qué tan jodidos y rotos debemos estar para sentir algo así?
—Te lo prometí. ¿Recuerdas? Yo no me daré por vencida contigo.
—Deberías.
Oh, Bastián.
—No, eso sería igual a perder y yo nunca pierdo y mucho menos contra ti.
Él se ríe y el ambiente se vuelve un poco más ligero, pero aún veo como algo nubla sus pensamientos y sé que debe estar pensando en la decisión de su padre y como creía que todo estaría mejor si él estuviera lejos. Porque sí, ese podría considerarse el mensaje final, que tanto Silver Lab como la familia Baxter estarían mejor si Bastián está lejos.
—¿Vamos a estar bien, Davina?
Su pregunta me saca de mis pensamientos y pienso en lo que me acaba de preguntar para poder responder con honestidad.
—Estaré molesta contigo un tiempo, te culparé un par de veces, pero solo porque necesito culpar a alguien y no, no tiene sentido, pero estoy sufriendo y cuando estamos heridos no solemos ser racionales. Pero sí, vamos a estar bien.
—Bien, lo entiendo.
Me froto la cabeza con mis dedos porque he empezado a tener un terrible dolor de cabeza que parece no querer desaparecer.
—¿Que sucede? —me pregunta Bastián.
—Todo, pero estoy bien. Y Bastián, le prometí a Robert que ya no te meterías en problemas y espero que me ayudes a cumplir mi promesa.
—Lo haré. ¿Estarás molesta conmigo por mucho tiempo?
—No, solo necesito por un tiempo a alguien a quien culpar.
No creo en el destino, Arthur dice que solo las personas mediocres creen en el destino y yo creo que él tiene razón, pero si creyera en el destino, podría culparlo de porque Arthur y yo no estamos juntos. Podría limpiar mis manos y decir que es culpa del destino, pero no creo en él y no tengo a quien culpar más que a mí misma y a Arthur. Reparto la culpa entre los dos, porque entiendo que si no llegamos a nada fue culpa de ambos. Si uno de los dos tiene más culpa que el otro, eso ya no importa mucho, lo único que importa es la realidad frente a nosotros: no somos nada.
—Davina.
—¿Sí?
—¿Recuerdas cuando te dije que no te conformes con menos? Me alegra que no lo hayas hecho.
—Tal vez eso es todo lo que merezco —murmuro con un toque de sinceridad y otro de dolor, dejando que la frase se pierda a nuestro alrededor, casi como una pequeña broma, a pesar que se puede escuchar y ver el anhelo en mi mirada por querer más.
Y la forma en la que Bastián me mira, me grita que sí, que merezco más.
—No, ya te lo he dicho, Vina, tú mereces más —lo dice de forma diferente está vez, casi como si me estuviera desafiando a conseguir más.
Recuesto mi cabeza en su hombro y no respondo nada, no es necesario.
Cuando Bastián se va, yo me levanto y voy a buscar a Archer a su ático, pero él no está, seguro está en los laboratorios. Hay una oficina ahí que antes se utilizaba como archivador y ahora tiene una cama donde Archer pasa casi todas las noches, porque dice que no tiene muchas razones para regresar al ático. Yo tampoco tengo muchas razones para regresar, pero uno de nosotros debe ser la voz de la razón y ese papel recae en mí.
Me recuesto en el sofá y no sé en qué momento me quedo dormida, pero soy vagamente consciente de la manta que Archer pone sobre mis piernas.
—¿Archer? —pregunto y paso una mano por mi cara para alejar el sueño.
Me siento con las piernas levantadas cerca de mi pecho y la manta cubriéndolas.
—Hola, hermanita —responde.
—No me di cuenta que me quedé dormida. ¿Qué hora es?
Archer mira su reloj antes de responder y yo me doy cuenta que he dormido más de una hora.
—Debes estar muy cansada si te quedaste dormida.
Él suena preocupado y yo suelto un largo suspiro.
Archer se sienta a mi lado y pasa un brazo por encima de mis hombros.
—¿Qué sucede, Vina?
Esa es la pregunta del millón.
Vine dónde Archer porque es el único que me puede entender ahora, los demás me hablarían de sentimientos y seguir mi corazón, me dirían que deje todo a un lado y me vaya, pero esa no soy yo, no puedo dejarlo todo y seguir algo a ciegas por dejarme llevar por la emoción. Sí lo hago, no iba a durar, porque la emoción va a pasar y cuando me dé cuenta de lo que hice, entraría en pánico y querría regresar.
Archer es igual de analítico que yo sobre las situaciones, él toma una posible decisión y la desarma por completo frente a él, analizando todas las opciones y posibles errores. Igual a como lo hago yo.
—Iba a irme con alguien y cuando la idea cruzó por primera vez por mi mente, tenía sentido irme y dejar todo atrás. ¿Y luego qué? Yo no soy soñadora y él es un cobarde. No había forma de hacerlo funcionar.
Arthur y yo estábamos dando vueltas en un círculo vicioso de constante espera, siempre esperando algo o al menos yo siempre lo esperé y odio un poco que él justo haya elegido ese preciso momento para dar un paso al frente y decir que está listo, aunque en el fondo no lo está. En el fondo sigue siendo el mismo Arthur lleno de miedo que no podía aceptar que quería algo conmigo. Él mismo Arthur cobarde que prefirió romper mi corazón antes de arriesgarse por nosotros en el pasado.
Él seguía siendo el mismo y yo tampoco he cambiado mucho, entonces, ¿qué podría ser de nosotros? Yo no soy de las que salta sin antes prever todo lo que puede suceder cuando vaya a caer. Y no podía hacer una excepción por Arthur, ya que él jamás hizo ese tipo de excepciones por mí en el pasado.
—Yo solo quiero... Quería... ¿Es tanto pedir que me pongan a mí en primer lugar? Quiero que alguien me quiera lo suficiente como para no ser una opción, ser solo yo.
Estábamos en un círculo vicioso, yo lo esperé por años y sí le decía las verdaderas razones de porque no podemos estar juntos sé que Arthur iba a prometer que me esperaría, que él podría esperar por mí y eso solo provocaría que el ciclo vicioso de espera continúe.
Uno de los dos debía romper ese ciclo y él siempre fue demasiado cobarde para tomar ese tipo de decisiones, así que yo di un paso al frente por los dos y rompí el circulo para intentar salvarnos a ambos, pero aún no sé si lo conseguí.
—Desde que lo conozco siempre ha sido él para mí y lo he estado esperando desde siempre. Porque me decía que no era el hombre para mí, que merezco alguien mejor y yo estaba esperando a que él se convierta en ese hombre. Pero me di cuenta que seguir esperando es una causa perdida. Ya que siempre había alguien más, pero nunca era yo.
Y sí él no me va a saber valorar, entonces voy aprender a valorarme yo. Porque merezco más que ser solo una opción.
Me recuesto contra el pecho de Archer y lloro por todo lo que ha pasado y dejo que algo de dolor se drene de mi cuerpo por medio de mis lágrimas.
—Es una locura y una gran falta de amor propio amar a alguien que te hiere. Y es aún peor pensar que quien te lastima, te ama.
—Lo sé.
Porque cuando amamos a alguien o algo nos volvemos manipulables y vulnerables.
—Voy a estar bien. ¿Verdad, Archer?
Siento como si de pronto, sin aviso alguno, el mundo entero ardió hasta convertirse en cenizas bajo mis pies y yo me estoy hundiendo en humo negro y gruesas capas de cenizas negras sin la posibilidad de poder respirar con normalidad.
Tengo las cenizas de lo que pudimos ser en mis manos y no sé qué hacer con ellas.
—Sí, vas a estar bien.
Mi teléfono suena y no quiero revisarlo, pero al final mi vena responsable me hace encenderlo y veo que es un mensaje de Bastián.
Bastián B: Gracias por elegirme, Davina. Te prometo que no te voy a decepcionar.
Sonrío al ver su mensaje y sé que he tomado la decisión correcta, porque a diferencia de Arthur, Bastián lo intenta y jamás me ha hecho promesas que no esté dispuesto a cumplir.
#12 Debí decir alguna otra cosa, lo que sea, menos esa promesa porque al final ambos nos terminamos decepcionando del otro.
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