10. Corazones heridos y en espera
—Vina. ¿Estás tratando de huir otra vez?
La voz de Bastián me hace sobresaltar y aparto mi mirada de la ventana empañada por las gotas de lluvia, pero no me giro para verlo.
—¿Cómo podría escapar? Solo estoy mirando por la ventana.
—Sé que piensas en escapar cuando estás mirando de esa forma por la ventana.
Bastián siempre cree que lo sabe todo, cada año que cumple se vuelve más insoportable y da vueltas a mi alrededor como si yo me fuera a romper en cualquier momento, dice que lo hace porque su padre se enfadaría con él si algo me pasa.
Pero Robert no debería poner esa responsabilidad en Bastián, él solo tiene doce años, está en una edad difícil o eso me conversa Archer.
—No lo sabes todo, Bastián.
—No, pero se algunas cosas.
Me giro y lo veo mirándome de esa forma que a veces me irrita. Creyendo que él tiene razón y yo no. Bastián siempre cree que tiene la razón en todo.
—¿Qué cosas sabes, Bastián?
—Sé que estás molesta porque tu hermana no respondió tu carta. Se que quieres escapar porque no sientes que somos tu familia y que ya no quieres ir a buscar a tu mamá y a tu hermana, solo quieres escapar.
Aparto la mirada y dejo caer la cabeza, provocando que mis rizos negros caigan contra mi cara.
No voy admitir que él tiene razón, pero Bastián sabe que la tiene.
—Pero si te vas. ¿A dónde irías?
—¿Para qué quieres saber?
Él entre cierra sus ojos y me mira como si la respuesta fuera obvia.
—Para irte a buscar y asegurarme que estás bien, Vina. ¿Cómo podría estar tranquilo sí no sé si estás bien?
Su mano va hasta mi cabello y lo revuelve, soltando una fuerte risa al ver mi expresión.
—¿Me prometes que me dirás a dónde vas?
—No.
Él pone sus manos en mis hombros y me mira serio, dejando las bromas a un lado.
—Vina. Promételo.
Nuestra nana nos llama para avisarnos que Robert acaba de llegar de su viaje y tanto Bastián como yo salimos corriendo para recibirlo, olvidando de nuevo la promesa que él me pidió que yo cumpla y que yo nunca acepté cumplir.
—Arthur, creo que debes irte ahora.
Mu voz no suena tan firme como me gustaría y tiembla un poco casi al final y a pesar de lo que digo, no me muevo y una parte de mí, la parte egoísta que ya está cansada de perder todo y ver cómo otro consigue lo que yo quiero, espera a que Arthur tampoco se mueva y él no lo hace. No se mueve y junta su frente con la mía, como tantas otras veces en el pasado.
La voz de la razón dentro de mi cabeza grita que me detenga, que piense en Leila y, sobre todo, en mí porque yo merezco más que un momento fugaz.
—No somos nada y eso me está matando —murmura él y yo no entiendo de dónde ha salido esa confección—. Esa noche, cuando me preguntaste que somos, esa es la respuesta que vino a mi mente.
No, por favor, no me hagas esto ahora.
—Arthur, eso ya es parte del pasado.
Él sostiene mis manos y me mira a los ojos hay una determinación en su mirada que he visto muy pocas veces.
—Pero no tiene por qué ser así, podemos irnos. Tú y yo. Podemos irnos y dejar todo esto atrás. Olvidarnos de...
—¿Leila?
—Sí, de Leila, los laboratorios, el tener que hacer lo que se espera de nosotros. Podríamos irnos lejos y olvidarnos de nuestros miedos. Tú y yo, solo tú y yo como siempre debió ser.
Sus hermosos ojos me sostienen la mirada y yo apenas puedo entender lo que me está pidiendo, procesar el peso de su pregunta. Y por mucho que me quiera alejar, no puedo, porque mi corazón adolorido está encontrando algo de consuelo en su pregunta. Y es que lo amo, no hay nada que pueda hacer contra eso.
Este podría ser nuestro momento.
—Te amo, Davina. Te he amado desde el primer momento que te vi.
—No mientas.
—Es la verdad. Era Halloween. ¿Recuerdas? Y tú estabas vestida como una dama de la corte y tenías un hermoso vestido verde que resaltaba tus ojos y una corona plateada sobre tu cabeza. Olías a lavanda, vainilla y cerezo, en tu mano tenías una pequeña bolsa oscura. Y te juro, Vina, que contuve el aliento cuando te vi porque nada me había preparado para el momento de verte por primera vez.
¿Cómo podría olvidar ese momento?
—Lo recuerdo —le digo—. Tú te inclinaste hacia mí, tomaste mi mano y me dijiste, my lady.
—Y has sido my lady desde ese momento hasta siempre.
Pero él es el novio de tu hermana —me grita la voz de mi conciencia.
Sí, él es el novio de Leila, pero yo lo amé primero y tal vez eso no importe para los demás, pero a mí me importa y he vivido toda mi vida haciendo lo que otros quieren, complaciendo a los demás con mis acciones, siendo una persona desinteresada y poniendo a otros por encima de mí y ¿sería egoísta por pensar solo una vez en mí? Entonces bien, no me importa, seré egoísta.
—¿A dónde iríamos? —le pregunto y él sonríe, de una forma que no lo he visto sonreír en años y me complace ver qué esa sonrisa está destinada solo a mí.
Toma mi rostro entre sus manos y me besa. Sus labios se presionan contra los míos, al principio con delicadeza y después con un anhelo y otras emociones reprimidas que ambos hemos estado silenciando por demasiado tiempo. Yo me acomodo en su regazo y enredo mis dedos en su cabello, acercándolo más hacia mí.
—Aun no me dices a dónde vamos —murmuro cerca de sus labios cuando nos separamos.
—¿A dónde te gustaría ir? Iremos a dónde tú quieras.
Sus manos están en mis piernas y me sujeta con fuerza, sin llegar a lastimarme, pero como si quisiera asegurarse que esto es real, que en verdad está sucediendo y yo, mejor que nadie, entiendo ese sentimiento.
—Capri, me gustaría ir ahí, hace años vi una postal sobre ese lugar y siempre he querido ir.
—Entonces vamos a Capri. Yo me encargo de todo.
Vuelvo a juntar nuestros labios sin terminar de creer que esto está sucediendo.
—Voy arreglar todo y te mando un mensaje con la información.
—Creo que tengo un equipaje que arreglar.
—Solo lleva lo necesario, podemos conseguir todo lo demás, Vina.
—Nos vemos mañana, Arthur.
Nos damos un último beso antes de separarnos y dejo que él se vaya, pero antes de salir de mi ático, me vuelve a decir que me ama.
Guardo algo de ropa y algunas cosas esenciales en mi maleta de viaje y algunas otras en mi bolsa de mano, dónde también guardo mis documentos y algunas otras cosas que creo que podría necesitar. Y justo cuando he terminado de guardar todo suena la puerta del ático y yo salgo corriendo creyendo que es Arthur, pero no, es Robert.
—Hija mía. Espero no estar interrumpiendo nada.
Yo niego con la cabeza y me hago a un lado para dejarlo pasar.
—No, en absoluto, pero, ¿qué haces aquí a esta hora? ¿Qué está sucediendo?
—Voy a viajar a Alemania, quería despedirme antes de irme —me dice él.
Caminamos hasta la cocina y él se sienta frente al mesón mientras yo preparo algo de café.
—Jerry me comunicó que no fuiste ayer a lo que tenían programado.
—Lo siento, Robert...
—No, no mi niña, no hay nada que disculparse. En realidad, quien te debe una disculpa soy yo. Lamento de corazón haberte involucrado en este lío, hacerte lidiar con los errores de Bastián.
Le tiendo la taza de café y él me sonríe antes de murmurar un gracias.
Robert siempre ha sido amable conmigo, dulce y de alguna manera nunca me mintió respecto a mi madre y porque no me buscaba, algo que yo agradezco porque hubiera odiado vivir engañada creyendo que me aman cuando no es así. Robert jamás hizo una distinción entre sus hijos o yo, a los cuatro nos trató igual, nos exigía lo mismo y nos recompensaba de la misma manera.
Claro, yo siempre sentí que era más duro con Archer y con Bastián, y ellos también lo sintieron.
—Le dije a Jerry que ya no es necesario seguir con esto.
—¿De verdad? Eso es muy bueno de escuchar y creo que a Bastián también le gustará saber eso. Ha cambiado, creo que entiende mejor las cosas y ya no hará los desastres de antes.
Robert no parece convencido con lo que estoy diciendo.
—Bastián irá Alemania. Es lo mejor. Las cosas allá son diferentes y creo que podrá tener la libertad que él quiere.
Lo están mandando lejos otra vez igual que hace años cuando lo mandaron a ese internado en Gales dónde hubo dos años que no lo vimos ni siquiera en navidad, como castigo por su mal comportamiento.
Bastián cambió mucho después de ir a Gales y no lo puedo culpar, él sintió que su padre se rindió con él y en parte lo hizo. Antes que Bastián se fuera Robert le dijo que era una causa perdida y que su madre estaría muy decepcionada de él.
—Robert, no creo que eso sea necesario.
—Ya está decidido, mi niña. Es lo mejor para todos.
No para Bastián. Él ama a su familia, se preocupa por nosotros y le dolerá mucho si lo destierran de nuevo de esa forma. Y sí, él se ha equivocado, pero no merece que lo manden lejos como si no nos importara.
—Pero, ¿por qué ahora?
Necesito al menos comprender que lo llevó a tomar esa decisión.
—Me voy a retirar de los laboratorios después de la fiesta del lanzamiento de nuestro nuevo producto y Archer asumirá mi cargo. No puedo dejar que lidie con Bastián y sus problemas. Suficiente va a tener con lidiar con los laboratorios.
Archer será CEO de los laboratorios y Bastián debería ser el director ejecutivo o al menos es lo que Bastián pensaba que iba a suceder. Se sentirá tan decepcionado cuando sepa que no es así.
—Pero Bastián ha cambiado.
—No tengo tiempo para comprobar si eso es verdad.
Robert se está rindiendo con Bastián, yo lo sé y él lo sabe, pero ninguno de los dos va hablar sobre el elefante en la habitación.
Eres una maldita causa perdida, Bastián. Tu madre estaría tan decepcionada de ti —le gritó Robert a Bastián y yo aún tengo guardada en mi memoria la mirada de dolor de Bastián y como esas fueron las últimas palabras que escuchó de su padre antes de irse a Gales.
—Por eso voy Alemania, para organizar todo. Es lo mejor.
Robert repite mucho esa frase, pero ¿a quién está tratando de convencer?
Está lloviendo y todos los demás están durmiendo y pienso que es el momento justo para escapar. Esta casa de campo es mucho más pequeña que la casa de los Baxter en San Francisco y creo que será más fácil escapar.
Me duele un poco dejarlos a todos, pero siento que puedo hacerlo, que debo dejarlos atrás y así empezar de nuevo. Respirar otra vez sin sentir está opresión en mi pecho, tener una nueva vida sin la presión de las altas expectativas que tienen sobre mí.
—Sera mejor que no estés pensando en hacer lo que creo que vas hacer.
Dice una voz detrás de mí que yo reconozco muy bien y me giro para enfrentarme a Bastián, que me mira molesto y aparta su cabello mojado por la lluvia de su rostro.
—¿Por qué decidiste huir con esta terrible lluvia? —me pregunta y parece más molesto por tener que mojarse que por salir a buscarme.
—¿Qué haces aquí, Bastián?
La lluvia ha empezado a caer más fuerte y eso solo eleva el mal humor de Bastián, pero a mí no me importa, yo no le pedí que me venga detrás de mí.
—Dado que no soy yo quien se está escapando en mitad de la madrugada en una terrible lluvia, creo que soy la persona que ha venido a llevarte a casa.
—Esa no es mi casa.
Él dice algo entre dientes y pasa una mano por su cara para limpiarla de la lluvia, pero no sirve de nada porque la lluvia sigue cayendo.
Tienes trece años, Bastián y ¿no sabes que si sigues parado debajo de la lluvia te vas a seguir mojando? Y, aun así, él se cree más inteligente que todos los demás.
—Tampoco es mi casa, estamos de visita. ¿Lo olvidas? Ahora deja de ser una niña malcriada y vamos. Con esta lluvia uno de los dos se va a enfermar.
Bastián toma mi mano, de la misma forma que yo he tomado su mano antes cuando ha necesitado mi apoyo.
—Soy tu familia, Vina. Incluso si no quieres que lo sea.
Me quedo en silencio y bajo la cabeza avergonzada por mi comportamiento. Más que nada porque ellos me han tratado como parte de su familia desde que llegué y la verdad es que yo también siento que son mi familia, solo que tengo miedo a que me dejen, igual a como me dejó mi mamá y mi hermana. Y creo que sí me voy primero, no dolerá mucho.
—Sí quiero que seas mi familia, Bastián.
—Es bueno escuchar eso. ¿Ves? No es tan difícil de admitir.
Yo le saco la lengua y empezamos a caminar de regreso hasta la casa.
—Vina. Prométeme que no te volverás a escapar.
La lluvia se ha convertido en una ligera llovizna y sonrío al ver cómo algunas gotas en su rostro parece que han atrapado las pecas en sus mejillas.
—Promételo, Vina.
Pero la voz de Robert desde el pórtico de la casa nos hace sobresaltar y corremos hacia la casa, olvidando la nueva promesa que Bastián me pidió que cumpliera y que, de nuevo, yo jamás prometí.
Cuando yo tenía doce y Bastián catorce años volvimos a ir a esa casa de campo, pero esa vez no intenté escapar, no porque no quisiera, es porque ese año Bastián estaba en Gales, a millas de distancia y no podría venir a rescatarme y hacerme entrar en razón para que yo regrese a casa.
¿Qué hubiera sido de mí si Bastián no me detenía esa madrugada? ¿A dónde estaría yo ahora? Seguro no tendría la vida que tengo y quizás ni siquiera seguiría viva. Ahora que lo pienso, le debo más a Bastián de lo que creo.
Robert está molesto con Bastián por salir en la madrugada y no avisarles que iba detrás de mí. Y se enfadó aún más cuando Bastián se enfermó.
—Me gustaría tener una madre que me cuide mientras estoy enfermo —murmura Bastián con voz ronca—. Porque las madres nos cuidan cuando estamos enfermos. ¿Verdad?
Creo que lo dice debido a la fiebre.
Me acerco a su cama y quito el trapo mojado de su frente y lo refresco antes de volverlo a colocar con cuidado sobre su frente.
—No lo sé, yo tampoco tengo mamá. Pero creo que sí, que las buenas madres hacen eso.
Tiene los ojos cerrados y yo tomo la silla que está en una esquina y me siento cerca de él.
Me siento culpable porque se haya enfermado, ya que solo se enfermó porque salió en medio de la lluvia a buscarme, si yo no hubiera salido, él no tendría que irme a buscar y ahora no estaría enfermo.
—¿Qué más crees que hacen las madres?
No lo sé —estoy a punto de volver a responder, pero él vuelve hablar.
—¿Crees que mi madre me hubiera amado incluso aunque soy algo insoportable y difícil de controlar?
Estoy segura que si Bastián no tuviera fiebre no me haría esa pregunta.
—Sí, estoy segura que sí, Bastián.
—¿Por qué todos se dan por vencidos conmigo, Davina?
Suena tan roto y luce aún más vulnerable por lo enfermo que está. Me siento tan mal por él, porque no merecía ni el castigo, ni el regaño de Robert.
Tomo su mano entre las mías.
—Yo no me voy a dar por vencida contigo, Bastián. Nunca.
Él abre los ojos y parpadea un par de veces para acostumbrarse a la luz hasta que me mira.
—¿Lo prometes?
Mi respuesta es inmediata.
—Lo prometo.
Y esa fue la primera promesa que él me pidió y que yo prometí cumplir.
Igual a la primera vez que lo mandaron lejos, está vez tampoco es justo que él se vaya Alemania. Porque se irá, lo conozco, es orgulloso y obstinado y va a irse, dirá que está bien con esa decisión, pero sé que no lo está. Que se va a sentir herido y traicionado.
—¿Y que se supone que debo hacer ahora?
Y el problema no es solo Bastián, también es el equipo Eta 7 por el que tanto luchamos, el que nos costó conseguir y más aún mantener a flote. Un equipo que ahora podría perder cuatro miembros, porque Archer ahora será CEO y quién sabe si Leila decida seguir en el equipo.
Las decisiones egoístas no son tan fáciles después de todo.
Toco su puerta un par de veces y cuando la abre, entro antes que él me pueda decir algo.
—¿Qué pasaría sí te dijera que me voy? Si está fuera tal vez la última vez que me verías. ¿Crees que me perdonarías por irme? ¿Crees que todos los demás me perdonarían?
—Espera un momento, ve más despacio. ¿Te vas?
Me giro hacia Bastián y él tiene la misma mirada que tenía cuando yo intentaba huir y él me convencía que no lo hiciera porque era una mala idea.
—¿Qué pasaría, Bastián? —insisto.
Él pasa una mano por su cabello y lo despeina en el proceso, da vueltas por la sala y se detiene de forma abrupta y camina hacia mí, pone sus manos en mi cara y besa mi frente.
—Sí eso es lo que quieres, entonces vete. Huye como siempre has querido, ya no eres una niña, estoy seguro que estarás bien.
Pongo mis manos sobre las suyas y unas cuantas lágrimas traicioneras se escapan de mis ojos.
—¿Me perdonarías por irme?
—Vina —dice mi nombre con tanta dulzura que me siento conmovida y mucho más viniendo de él—, no tengo nada que perdonarte. Quiero que seas feliz. No importa nada más que tú felicidad.
—Oh, Bastián. ¿Por qué?
Él no entiende mi pregunta o el tono dolido que sale de mis labios.
Yo repaso en mi mente todas las promesas que él me pidió y que no prometí cumplir. Repaso nuestros momentos pasados y los que han sucedido de forma reciente.
—Gracias por ser honesto conmigo. Me tengo que ir.
Salgo de la misma forma abrupta con la que entré y al llegar a mi ático me encuentro con Arthur.
Yo camino hasta la cocina y me sirvo una copa de vino para ordenar mis ideas, para centrarme en lo que estoy a punto de hacer.
—Ya tengo todo listo, nuestro vuelo sale dentro de cinco horas.
Él empieza hablar y yo soy vagamente consciente de lo que dice mientras termino la copa de vino en mi mano y repaso toda nuestra historia de forma lenta y minuciosa, repasando lo bueno y lo malo. Poniendo todo en una balanza y trazando esquemas en mi mente de lo que podría suceder.
Hago planes sobre que podría pasar si nos vamos ahora y no es difícil pensar en un plan, porque lo hice toda la noche, solo que ahora la venda de la emoción ya pasó y me permito ver la realidad: ¿Qué clase de relación podríamos tener sí me voy con él? ¿Qué fragmentos de nuestra historia me grita que podríamos funcionar? Porque yo no soy de tomar decisiones impulsivas, soy más bien de crear planes que me ayuden a controlar la situación y está en particular, no tiene ningún control.
—No puedo hacerlo, Arthur.
La sonrisa en su cara se desvanece y yo debo hacer un gran esfuerzo por mantenerme fuerte e implacable mientras rompo su corazón y nuestros sueños de escapar.
No es nuestro momento, mi caballero —le digo en mi mente—. Y tal vez nunca lo sea.
—Yo estaba en una especie de negación, viviendo en el pasado y aferrándome a sentimientos que ya no están ahí —empiezo a decir el discurso que viene a mi mente—. Y creo que se debe a que tú siempre has he estado ahí para mí y eres alguien muy importante en mi vida, tenía miedo y perderte y... Perder tu amor.
—¿Qué estás tratando de decirme, Vina?
La forma en la que Arthur me está mirando hace que cada fibra de mi piel arda de dolor por lo que va a suceder a continuación.
Él toma mis manos entre las suyas y me sonríe con esperanza.
Me amas mucho, ¿verdad?
—Te amo, pero no estoy enamorada de ti, Arthur.
Intento alejar mis manos de las suyas, pero él no lo permite y yo muerdo la parte interna de mis mejillas para evitar soltar un sollozo que amenaza con escaparse de mis labios.
Ver el dolor en su rostro y su mirada me está destrozando, más que nada, porque yo soy la culpable de ese dolor, pero no puedo permitirme mostrar debilidad. Esto es lo mejor.
—No, no, estás mintiendo —me empieza a decir—. Me amas, lo sé. Nos hemos amado por años, tú estabas esperando por mí.
—Era costumbre —suelto de repente, como si ya hubiera pensado en eso antes, pero no es así.
Por supuesto que te amo, Arthur, pero ¿podemos vivir siempre huyendo? ¿Esa es la clase de vida que queremos? Yo siento que no, que ambos somos buenos el uno para el otro como amigos, pero que no podríamos hacer funcionar una relación y es que a veces se ha idealizado demasiado el amor, creyendo que, si hay amor en una relación, se puede conseguir todo. Pero no es así.
El amor no puede evitar la costumbre o los problemas que surgen a diario, el amor no evita que haya dudas e inseguridades. El amor es bueno es una relación, pero no lo es todo.
—No, mientes, Vina. Me amas y yo te amo.
Se que podrá superar esto y estar con alguien más, una persona que no tenga miedo de equivocarse y romper las expectativas de los demás y puede que cuando encuentre esa persona, él ya no sea un cobarde y elija un mal momento para dar un paso adelante y declarar su amor.
Por qué sí, nos amamos, pero ambos sabemos que cargamos demasiados traumas del pasado como para hacer funcionar una relación y tal vez nunca podamos y debemos dejar de aferrarnos, dejarnos ir para poder avanzar y entablar relaciones con otras personas qué si tengan la capacidad de funcionar.
—Sí, te amo, pero como a un amigo y tal vez antes te amaba como algo más, pero ya no. Mis sentimientos han cambiado y lamento todo esto, pero no puedo irme contigo, porque no estoy enamorada de ti.
Y hacerte creer que no te amo, es la única manera que encontré de hacer que me dejes ir y permitirme dejarte libre. Porque te conozco y sé que no me obligaras amarte, que darás un paso atrás y buscarás la manera de seguir porque sabes que eso es lo que yo quiero para ti.
Somos el sueño y promesas de jóvenes que ya no existen —agrego en mi mente.
—¿No estás enamorada de mí?
Contengo el aliento un momento y suelto el aire de forma suave antes de responder.
—No.
Él se inclina hacia mí y besa mi frente, deteniéndose más tiempo del necesario.
—Lo entiendo, Vina, de verdad lo entiendo. Me voy, no te molesto más.
Lo veo salir de mi ático y cuando la puerta se cierra yo caigo al piso de rodillas y empiezo a llorar sin dejar de ver la puerta por donde acaba de salir mi felicidad.
Yo te amé primero Arthur Nolan, pero alguien te amará mejor.
#11 Ese día, debí decir que quería que te quedes, que tenías que quedarte por el bien de todos, porque tú querías que ese día yo fuera egoísta para ayudarte con tu decisión. Pero no lo fui y aún lamento lo que eso te costó.
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