Mykonos

Los tres se sorprendieron con el desayuno. Leche con miel y una porción de la misma tarta que Pablo hizo la tarde anterior. El camarero explicó:

-Sus majestades nos han pedido que se lo sirviéramos.

Atenea se maravilló:

-Sin duda, sois especiales. Nunca han hecho nada parecido por nadie.

Llegaron puntuales a la cita, Ulises llegó antes y Telémaco le acompañaba. Subieron a otro avión, uno propio de la nave. El hijo tomó los mandos.

El aeroplano salió del portaaviones con dirección norte y giró al oeste. Tenía altura suficiente para sobrevolar las ciudades flotantes, aunque a la pareja terrestre les pareció demasiado bajo. Ulises les tranquilizó:

-No temáis, Telémaco es tan experto como yo.

Se acercaban a los rascacielos que vieron la víspera. El avión reducía la velocidad. La isla les recordó a Manhattan por los edificios.

-¿Qué isla es ésa?

-Mykonos.

No vieron ninguna pista de hydrizaje. Llegaron a una especie de calle marítima, con edificios flotantes a los lados. Descendieron hasta penetrar en el agua a velocidad muy lenta. Vieron gran cantidad de peces y pequeños submarinos.

Una compuerta se abría ante ellos, entraron y el vehículo se paró. Esperaron a que la compuerta se cerrara y el agua se fuera por los desagües. Después otra compuerta se abría. La traspasaron y entraron en un gran hangar.

Alguien vino a recibirles. Con aspecto parecido a Zeus, no tan alto ni corpulento, vestido de blanco y oro. Ulises hizo los honores:

-Alteza, le presento a Pablo y Cristina y su guía Atenea. Amigos, os presento a Poseidón, Señor de las profundidades marinas.

-Es un placer conocerles.

-El placer es nuestro, alteza. Mi esposa y yo amamos el mar.

-Me place. Espero que nuestra relación sea como la que tienen con mi hermano Zeus.

Cristina intervino: -¿Tiene su alteza familia?

-Mucha. Aunque no tienen los privilegios de mis sobrinos. Algunos viven aquí, operados; otros se marcharon. Vivo solo y de vez en cuando ...

Dejó la frase ahí. Pablo ocultó su pensamiento de que la conversación derivaba a un tema delicado. Lo cambió:

-Ulises. Según la leyenda, tú y su alteza no teníais buena relación.

Poseidón respondió: -Era cierta porque vivíamos en un planeta violento, aquí hicimos las paces.

La conversación transcurría mientras caminaban y subían en ascensor al siguiente nivel. Accedía a un aparcamiento. Pablo y Cristina vieron por primera vez un coche eléctrico recargando; sabían que, mientras estuvieran fuera, sería realidad en la Tierra. Telémaco se acercó a uno sin cable cargador con capacidad para nueve personas.

-Bonito coche. -Comentó Pablo. -¿Es tuyo?

Respondió Atenea: -Nadie tiene coche. Quienes tenemos permiso podemos conducir cualquiera.

Este coche tenía tres filas con tres asientos. Telémaco ocupó el asiento del conductor, Poseidón el derecho, Pablo el derecho de la segunda fila, Cristina a su izquierda, detrás y separados Atenea y Ulises.

Pulsó un botón, se encendió el cuadro, era la señal de que estaba en marcha, no hacía ruido; puso la marcha atrás y giró el volante a la derecha. Ningún coche se acercaba y salió de la plaza. Se dirigió a la salida, que llegaba a una carretera con tres carriles por sentido. El tráfico era intenso durante media hora. Hasta que entraron en un desvío con una barrera bajada. Una cámara enfocaba los asientos delanteros, la barrera se abrió. Entraron en un pequeño parking, sin más coches.

Un ascensor les llevó a lo más alto, una cúpula sin paredes, con columnas. La cabina del ascensor ocupaba el centro. El único mobiliario se componía de asientos metálicos y de lona y mesas pequeñas. La vista era más impresionante que la del Palacio Imperial, porque los rascacielos estaban más cerca. El borde del círculo estaba protegido por una barandilla, excepto por una escalera. Cristina miró hacia abajo, vio el mar a escasos metros. Estaban en una minúscula isla. La escalera bajaba a la entrada de la planta baja. El nivel del mar llegaba hasta un metro más abajo.

-¿Aquí no sube la marea?

-Sí. Está en marea alta, nunca ha superado este nivel. ¿Les apetece un baño?

Todos aceptaron. Pablo y Cristina no fueron los únicos con bañador. Poseidón, Ulises y Telémaco, por ser parte de la excepción, preferían demostrar su pudor.

Poseidón y Atenea se sumergieron nada más entrar. Cristina, Pablo, Ulises y Telémaco tomaron todo el aire que cabía en sus pulmones. Lo expelían poco a poco mientras buceaban.

El primer nivel submarino estaba construido con metal y cristal, aunque no se podía ver el interior.

-Son las habitaciones. -Informó Poseidón. -Bajemos a mi sitio predilecto.

Pablo se quedaba sin aire, su esposa lo notó y aconsejó que se dejara subir por la corriente. Atenea también lo notó, sabía que no llegaría a tiempo y decidió lo mejor para él. Arrimó sus labios para darle todo su aire; no lo necesitaba porque respiraba por sus branquias. La palidez anterior se tornó en su color habitual. Ulises explicó:

-El agua no tiene densidad para elevarte.

Él y su hijo le agarraron de un brazo cada uno y bracearon coordinados hacia arriba. Todos les siguieron.

Pablo ya podía hablar: -Gracias. Lo siento. Creo que me confié.

Poseidón estaba sorprendido:

-Dijo usted que amaba el mar, imaginé que lo conocía mejor.

-Conozco mi mar Mediterráneo, nací a su lado. Confío en él porque siempre me eleva a la superficie.

-Mi mar añorado. ¿Dónde naciste?

-En Ceuta, Abyla en su idioma.

-La conocí, la columna sur de Hércules. Tenía unos peces voladores deliciosos.

-Me recuerda cuando era niño, se dejaban secar con sal. Fuimos a Madrid cuando yo tenía ocho años. Está a cuatrocientos kilómetros del mar.

Así empezó una larga discusión. Poseidón no comprendía cómo un país puede establecer su capital lejos del mar. Pablo intentó explicarlo sin poder convencerle. Según el antiguo dios del mar, los íberos estamos locos.

La planta baja era similar a la del Palacio Imperial, aunque sin escalera ni terraza. Una gran mesa y doce sillas, una librería enorme y el televisor eran el único mobiliario. Cerca de la entrada había una especie de columna. El salón acaba en una pared con dos puertas, dan acceso a la cocina y el cuarto de baño.

Se sentaron junto a la mesa para tomar un aperitivo. La discusión entre Pablo y Poseidón no había concluido. Debo aclarar la palabra discusión, para ellos es sinónimo de debate o tertulia. El parlamentario es buen oyente, entendía los argumentos de su contertulio, mas no los compartía. Disculpad que no reproduzca la conversación completa, estoy escribiendo las costumbres de otro planeta, no del nuestro.

Cristina quiso cambiar de tema y lo consiguió: -¿Cómo pueden bajar a las habitaciones?

-Mire hacia la entrada.

No vio la puerta hasta esa vez, comprendió que esa gran columna era el ascensor.

-¿Nunca se estropea?

-Nunca.

Acabaron el aperitivo. El anfitrión les guió al ascensor, el mismo que les llevó a la cúpula. Esta vez descendieron al siguiente nivel, la puerta era el inicio de un largo pasillo con tres puertas a cada lado. Abrió la primera puerta, lo que nuestros amigos vieron les dejó maravillados, toda la pared de enfrente era un cristal que permitía ver el mar como si estuvieran sumergidos. Recordaron lo que Poseidón mencionó cuando buceaban. Entonces no vieron nada del interior de la habitación, debía ser como esos cristales en las comisarías para las ruedas de reconocimiento.

-Pasen por favor. Quiero enseñarles algo.

La pared izquierda estaba ocupada por un armario y la derecha por una cama de matrimonio, que tapaba una abertura con escalones en el suelo. Conducía a una sala con estalactitas de varios colores, vegetación tropical y una piscina.

-Éste es mi sitio predilecto. Lo encontré poco después de llegar a Hydra. Buceaba por el mismo sitio donde estuvimos antes. Encontré una cueva inundada que me llevó a este sitio.

Pablo demostró su ingenuidad:

-¡Qué casualidad que esté junto a su casa!

-La casa no existía. Entraba luz por un agujero, pero no podía subir. Construí esta escalera hacia la luz. Descubrí una cueva con otro agujero en el techo, ahora es mi habitación. Salí al islote, comprobé que tenía espacio suficiente para construir mi casa. Mi habitación y todo lo que ven lo hice yo solo.

Cristina se extrañaba:

-Si estamos bajo el nivel del mar, ¿cómo puede estar esta zona sin inundar?

-No lo sé. Supongo que debe haber alguna ley física. No soy experto y preguntarlo implica descubrir mi secreto.

Todos agradecieron su confianza. Pablo se interesó por las plantas:

-¿Cómo pueden crecer sin luz natural?

-Acérquese a cualquier lámpara, no demasiado.

-¡Qué sorpresa! Da calor.

-Un sabio descubrió la forma de concentrar la energía de Helios usando paneles.

-Como nosotros en la Tierra, sin embargo sólo producen electricidad. Quisiera conocerle para conocer sus descubrimientos.

-Es Helios, el Arkonte de Energía.

-¿Arkonte?

-Hay veinticinco parlamentarios, algunos son Arkontes y otros somos representantes. Cada Arkonte es experto en su materia. Los representantes somos portavoces de los ciudadanos.

-¿Hay elecciones?

-No son necesarias. La generación más joven es la de Atenea y tiene siglos de edad. Cada representante puede renunciar y se convocaría para sustituirle.

Cristina esperó un rato de silencio para no interrumpir ningún tema:

-Alteza. ¿Es cierta la leyenda de Kronos?

-La exageramos para amedrentar a nuestros enemigos. Sólo se amaba a sí mismo. No quería hijos, nos tuvo únicamente por el placer del Acto. No comió a ningún hijo, aunque tenía esa intención. Rea se quedó embarazada por primera vez. Kronos no fue muy hábil ocultando sus intenciones. Ella puso las cosas claras:

-No hay amor entre nosotros. Aún así, voy a ser tu esposa fiel y sumisa. Sólo te pido que dejes vivir a mis hijos. Es muy cruel tenerlos dentro nueve meses para perderlos cuando salgan. ¿Me lo prometes?

-Te lo prometo. Serás la única responsable durante su niñez. Cuando cumplan quince años, los encerraré.

Tuvieron tres niños y tres niñas. Ellas se libraron del encierro. Zeus era el más pequeño. Su hermana Hera se encariñó con él y le contó su destino. Zeus creció desarrollando su fuerza para derrocar a su padre antes de cumplir quince años.

El combate parecía decantado al padre. Fue una táctica del muchacho, cuando tuvo la primera ocasión, le arrancó la mano diestra.

-Padre. Voy a ser clemente contigo. Vivirás en la misma celda donde están mis hermanos. Solo. Sin más compañía que mi madre para llevarte agua y comida sin pasar por la puerta.

Poseidón concluyó así su narración:

-Zeus mereció ser el rey. Nosotros no tuvimos su valentía. Supongo que Kronos seguirá allí comido por los gusanos.

-Lo averiguaremos.

-Esta historia me ha abierto el apetito. ¿Subimos a comer?

........................................................................

Toda la comida servida procedía del mar. Sopa de mariscos, sin nada sólido; de segundo esos mariscos con algas rehogadas y pescado a la plancha. Para beber, la misma cerveza que tomaron la víspera.

Después dos horas de siesta. Las habitaciones eran herméticas respecto al agua. Pablo y Cristina percibían el aroma y el rumor del mar, imaginaron que provenía del Edén inferior. Las puertas quedaron abiertas. Poseidón lo confirmaría después. Y añadió:

-Advierto que nuestra bella invitada siente curiosidad por nuestra cultura y espectáculos. Recomiendo un sitio donde podrá elegir a su gusto. Entre teatro, exposiciones de pintura o escultura y música. Todo en el mismo edificio.

-¿Debo escoger ahora?

-No es necesario. Lo que sí quisiera saber es si aceptan ser mis huéspedes para esta noche, para que mi servicio tenga todo listo para la vuelta.

Pablo aceptó, la idea de pasar la noche en una habitación tan especial les encantaba. Ulises rehusó:

-Como no van a necesitarnos hasta mañana, preferimos volver a nuestra nave. Les llevaremos hasta el Centro Cultural y seguiremos nuestro camino.

-¿Atenea?

-Si su alteza permite quedarme, mi labor es acompañar a nuestros invitados.

-Lo permito. Tu experiencia será muy útil para ayudarle a elegir.

A las 5.50 los cuatro espectadores entraban en el ascensor. Subieron a la ciudad. La mayoría de los altos edificios eran metálicos y acristalados. Numerosa gente de un lado a otro, entrando y saliendo. Muchos se pararon para saludar a la famosa pareja de la Tierra, lamentaron no tener cámara.

Entraron en el Centro Cultural. Un cartel anunciaba los eventos, mientras Atenea explicaba:

Pintura. Exposición de Orestes de Corinto.

-Es un pintor realista, le gustan los colores claros y pinta retratos y paisajes. Es muy detallista.

Escultura. Exposición de Argos de Salónica.

-Su tema preferido son los niños. También esculpe objetos antiguos. Es el escultor del recuerdo, no toma modelos, son obras de su memoria.

Teatro. 18.30. Representación de Medea de Eurípides.

-Conocemos esta obra. Es una tragedia clásica.

Música. 18.45. Concierto del grupo Rodas.
-Es música intimista y onírica, bien conjuntada. La cantante tiene la voz dulce y los instrumentos son clásicos.

-Prefiero el concierto, aunque también me interesa la exposición de escultura.

Poseidón aconsejó:

-Tenemos tiempo para ambas. Conviene ir antes al concierto para encontrar buen sitio.

El Odeón era la cúpula del edificio, ocupaba casi toda la tercera o última planta. Con pasillo interior y circular junto a la pared, con dos escaleras y dos ascensores. La cúpula estaba hecha por cristal traslúcido. Con aforo para quinientas personas. Cuatro radios servían de pasillos. Las filas de asientos tenían forma circular. El escenario se situaba en el centro, para que todos puedan escuchar. sin micrófonos.

Los cuatro aparecieron cuando la afluencia era escasa. Todos se levantaron y les aplaudieron. Ocuparon asientos en la segunda fila.

Llegaron los músicos con sus instrumentos, flauta, lira y cítara.

Empezaron a tocar con estilo virtuoso, ensoñador y lento. Todo era nuevo para Pablo y Cristina. Lo más parecido en la Tierra sería Enya.

El concierto se les hizo demasiado breve, aunque duró casi una hora. El público iba saliendo, los más próximos se despedían. La luz en el Odeón comenzaba a menguar. Poseidón comentó:

-Parece que les ha gustado.

-Nos ha encantado, son geniales.

Los músicos ya habían guardado sus instrumentos y se acercaron.

-¡Hola, papá!

-¡Hola, Mar!

-Gracias por venir y traer a tus invitados.

Hizo las presentaciones y Cristina comentó:

-Nos ha encantado su voz.

-Gracias. Viniendo de alguien como ustedes, es un gran cumplido.

-No somos más que nadie. Me gustaría que nos tratásemos como amigos.

Apenas podían verse, el Odeón carecía de luz artificial. Salieron por la escalera, Mar se hizo la remolona y su padre la esperó. Charlaron en silencio y en secreto:

-Padre, has vuelto a hacerlo.

Cuando ella le nombra así, provoca su alerta.

-¿Lo de venir aquí? Has sondeado el cerebro de ella. Lo admito, ten en cuenta que lo que no se ejercita se atrofia.

-Te aconsejo que no les digas nada, puedes perder su confianza.

-No la conoces bien, es mucho más lista de lo que crees.

-¿Por qué hablas sólo de ella? Ama a su marido, no lograrás nada.

-Si alguien puede, soy yo. Tranquila, no es mi intención seducirla. Es regalarles mi poder. Pacificar un planeta requiere algo más que buenos propósitos. Hay muchos depredadores que les comerían vivos.

-Tienes razón, papá.

La exposición de escultura es permanente, para que nadie olvide sus orígenes. Todos los niños son de tamaño natural y están desnudos.

-Da la impresión de estar a punto de andar o hablar. -Se impresionó Pablo. Alguien se le acercó:

-Gracias. Es un privilegio que alguien como usted valore mi obra.

Poseidón les presentó:

-Pablo García. Cristina Rico. Argos de Salónica.

El escultor sirvió de guía para toda la exposición. Fue muy útil para explicar los objetos expuestos al final. Antes de despedirse, Pablo solicitó:

-Es usted un genio. ¿Sería posible llevarme alguna de sus obras?

-Todas las que quieran. Éstas no pueden salir, conservo varias copias. Pueden visitarme cuando deseen. Tengan mi tarjeta.

-Le avisaremos antes.

Ya era de noche y el Centro Cultural cerró las puertas cuando dos terrestres, alguien nativo y alguien que ha vivido en tres planetas salieron. La plaza estaba solitaria y bien iluminada. Bajaron al aparcamiento y eligieron un coche pequeño. El antiguo dios no se fiaba de quien conducía a su izquierda, transmitió en secreto y silencio a los ocupantes de los asientos traseros.

-¿Sabéis qué es la sugestión?

Ambos lo sabían:

-El poder de dominar mentes ajenas, ellos creen que son ideas propias.

-Sobresaliente. Cristina, tú no elegiste en el Centro.

-¿Por qué nos tuteas? No es que nos disguste, sino todo lo contrario.

-Porque quiero daros todo mi poder. Cristina, ¿te molesta que haya decidido por ti?

-Me has hecho desconfiar de ti. Me siento más sorprendida que molesta.

-Podéis seguir confiando. Prometo respetar vuestra Unión. Sigo con el tema importante. Los mortales tenéis ...

-Disculpa, somos eternos. Nuestro hijo descubrió la vacuna con la ayuda de Jesús. Pablo tenía cuarenta y yo dos más.

-Ahora el sorprendido soy yo. Merecéis el poder de la sugestión. Yo lo uso para divertirme, vosotros para salvar un planeta.

-Gracias, alteza.

Atenea no se enteró de nada por estar concentrada en la circulación. Sólo se sorprendió por el silencio reinante. Cristina transmitió su última frase cuando entraban en el garaje.

Atenea no podía dar crédito a su oído durante la cena. Incluso se ofendió un poco por no avisarle. Todo empezó con esta frase de Cristina.

-Me gusta el nombre de tu hija. ¿Nació en Hydra?

-No. Es hija de Calipso. Su madre decidió quedarse y Mar venir conmigo.

-Entonces, es una sirena. De ahí su voz. Lo que me extraña es que todo su cuerpo es humano.

-¿Cuántas sirenas habéis visto en carne y hueso?

-Sólo a Mar.

-La mitología tiene muchas mentiras o verdades exageradas. Las sirenas son como nosotros, sin medio cuerpo de pez. Un artista las imaginó así y esa imagen fantástica prevaleció.

No explicaron a Atenea la causa del cambio de tratamiento. Comprendió que la ocasión de saberlo había pasado. Decidió rechazar esa curiosidad y mantener su tratamiento de Alteza.







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