Éxito
Sábado 12 de Junio, 9 de la tarde, Mientras papá hace la cena y Rafa y yo ponemos la mesa, suena el teléfono, corro a cogerlo.
─Dígame.
─Hola, Paul.
─Hola, Cris. ¿Qué tal el viaje?
─Es mejor viajar en coche que en tren, porque se llega antes.
─ ¿Has dormido bien?
─Muy bien. No en el coche, pero sí en nuestras camas.
─ ¿Cómo os han recibido?
─Genial. Somos la novedad y muchos quieren saber de nosotros.
─Me alegro.
─ ¿Y tú, qué te cuentas?
─Vamos a cenar. ¿Y vosotros?
─También, en la terraza del restaurante, yo estoy dentro echando monedas en el teléfono.
─No eches más, voy a colgar.
─Sigamos hablando hasta que se corte. Te echo de menos.
─Yo también. No sé si es peor saber hasta cuándo o no saberlo.
─Yo prefiero no saberlo. Nos hará más ilusión. Ahorra para nuestro encuentro definitivo.
─Depende de lo que cobre, no lo sé todavía.
Me explica detalles del viaje hasta que unos pitidos me dejan sin su voz.
El camión de la mudanza llega a la calle Hermanos de Pablo el lunes 14. Papá y yo lo seguimos en el 600, Rafa está en el trabajo. Lo primero que veo en la calle es una pastelería en la acera de enfrente. Lo veo como una buena señal, aunque yo tengo otro plan de trabajo.
Los transportistas descargan todo y montan los muebles en la nueva casa. Nosotros les echamos una mano para acabar lo más rápido posible.
Mamá también está presente para dirigir donde colocar los muebles, a través de mí, porque sabe que yo disimulo mejor que papá. Los transportistas me obedecen sin sospechar nada y, cuando se van, mamá entra en la mente de papá. Él se sorprende porque no ha notado su presencia hasta ahora.
También se queda para dirigir la cena y nos acompaña mientras cenamos los tres. Ya tiene práctica en su nuevo estado y Rafa nota su presencia por primera vez. Los cuatro somos felices.
Mi tío me espera a las 6 de la mañana del martes 15 de Junio. Me enseña cómo funcionan todos los aparatos.
Distingamos entre pasteles y dulces. Nosotros no fabricamos pasteles o tartas, sino madalenas, bizcochos duros y blandos, hojaldrados rellenos de crema o cabello de ángel y galletas.
Mi jornada acaba a las dos, como en casa con mi padre y mi hermano, me echo la siesta hasta las 6, me ducho y cepillo mis dientes.
Voy a casa de Jose, llamo al portero automático y nadie contesta. ¡Qué raro! Si Jose sale a las 5 del colegio, ha tenido tiempo para llegar. Su cuñada y su hermana también deben estar. Tal vez hayan salido, vuelvo a casa para llamarles.
─Dígame. ─Es una mujer, seguro que su cuñada.
─Buenas tardes, ¿está Jose?
─ ¿De parte de quién?
─Soy Pablo, un compañero de colegio.
─Lo siento, no puede atender visitas porque está ocupado estudiando.
─Lo que yo quiero es... ─Me ha colgado.
«Estoy solo en casa, sin saber qué hacer. Doy vueltas en mi mente con esta conversación. No quieren saber nada de mí, pero ¿por qué?, ¿por ser ateo? La Iglesia tiene la culpa, se aprovechó de la palabra de Jesús para montar el mejor negocio. Ha sometido a todos los creyentes. Cris me dijo que alguien difundirá la verdadera palabra de Jesús, pero no quién. ¿Soy yo?»
«Cris. ¡Cuánto te echo de menos! ¿Cuándo nos veremos? Son las 7, ¿estás en la pelu? Voy a llamar. Nadie. Recuerdo nuestro cumpleaños, su regalo. Cierro los ojos y vuelvo a disfrutar. No me conviene recordarlo a menudo, porque la nostalgia será peor. Debo distraerme, tener la mente ocupada. The Lord of the Rings, aún no he empezado a leerlo.»
Papá y Rafa llegan juntos y yo cierro el libro. Me preguntan por mi tarde, lo cuento todo y añado: ─Lo intentaré mañana.
─De eso nada. ─Papá ordena. ─Está claro que no quieren tu ayuda, no te rebajes,
─Pero Jose es mi amigo.
Esta vez es Rafa: ─Vive tu vida, no te metas donde no te quieren.
─Creo que tenéis razón, aunque me cuesta aceptarlo.
Papá dice la última palabra:
─Pablo, no eres el responsable de su fracaso. Has hecho todo lo que está en tus manos.
Debo aceptarlo, aunque mi conciencia no se queda tranquila. Hemos tenido la misma desgracia, pero mi madre sigue con nosotros. Tengo un dilema. No puedo contarles la verdad, al menos quisiera ayudar a Jose, pero no me dejan. Sueño con África y tranquiliza mi conciencia:
"Pablo, no podemos ayudarles, por eso estoy triste. Es mi familia y no la tuya, vive tu vida. Nunca perderéis vuestra amistad."
Tengo mucha imaginación, según voy tomando práctica, se me ocurren nuevos dulces que cuento a mi tío; pero se resiste.
─Si lo que hacemos tiene éxito, ¿para qué arriesgarse con algo nuevo?
─Tito, el negocio es tuyo y no soy nadie para decirte cómo llevarlo. Se puede hacer una muestra y ofrecerla a los clientes, que gusta, se hace; que no gusta, no se hace.
─Pablo, eres un genio. Ponte a hacer las muestras.
Con masa de hojaldre hago unos cilindros largos, lo doblo con la misma forma de un churro, lo nombro lazo. También hago galletas con chocolate en su parte superior y dibujo en el chocolate el nombre CRIS.
─ ¿Por qué CRIS?
─Es mi novia.
─ ¿La sevillana?
─La misma.
─Ojalá nos traiga suerte.
Los lazos tienen éxito, pero menos que las galletas. Tanto que debo quedarme a comer con mi tío para continuar por la tarde y acrecentar mis ahorros. Tenemos una máquina para estampar dibujos y letras, mi tío encarga un molde con la palabra CRIS, así ganamos tiempo por no tener que escribirlo a mano una por una.
El mes de julio se acaba, mi tío me cuenta:
─Yo siempre cierro el mes de agosto porque cierran por vacaciones muchas tiendas y no merece la pena seguir trabajando. Eres tan bueno que no mereces seguir conmigo. Puedes trabajar en cualquier pastelería, hotel o restaurante. Aprovecha el mes de agosto para buscar un empleo mejor que aquí. Si no lo encuentras, algo que dudo mucho, puedes volver en septiembre.
─Tito, quiero seguir aprendiendo, y es mejor contigo.
─No tienes nada que aprender, sino enseñar.
Cris y yo seguimos en contacto casi a diario. Su ánimo no decrece, sobre todo cuando se entera del triunfo de sus galletas.
─Paul, mándamelas.
─Mi tío dice que llegarían destrozadas.
─Pon etiqueta de frágil.
Me decido a enviar un paquete con la ayuda de mi tío. Llegan intactas y a Cris le gustan, tanto de aspecto como de sabor.
1 de Agosto. Después del desayuno, voy a la pastelería de enfrente. Una joven alta, morena, ojos negros y con sonrisa simpática me saluda.
─Buenos días, ¿qué quieres?
─Buenos días. Hablar con el dueño. ¿Está ahora?
─Sí, adentro. Voy a avisarle.
Ella no abandona el local, descuelga el teléfono y pulsa una tecla.
─Don Luis, hay un joven que quiere hablar con usted.
─...
─No parece un representante.
No escucho la respuesta y ella cuelga. Don Luis aparece antes de un minuto.
─Buenos días. ¿Para qué quieres hablar conmigo?
─Mi padre trabajó de pastelero, me ha enseñado y he hecho las tres últimas tartas de nuestras fiestas familiares. Mi tío fabrica dulces y he trabajado con él hasta ayer.
─ ¿Por qué no quieres seguir con él?
─Porque siento debilidad por las tartas y él no se dedica a hacerlas.
─ ¿Te gustaría hacer una tarta aquí y ahora?
─Es lo que más deseo. Don Luis.
─Vamos adentro, ¿Cuál es tu nombre?
─Pablo. Muchas gracias.
El obrador es mucho más pequeño que el local de mi tío. Tiene aparatos similares que ya sé cómo funcionan. Hay alguien más.
─Es mi hijo Antonio, te presento a Pablo.
─Mucho gusto. ─Decimos a la vez y chocamos las manos.
Hay un solo mostrador donde trabajan. No están tan mecanizados como mi tío, aquí es más artesano, algo que me encanta. Don Luis me explica donde coloca todo, me cede su sitio junto al mostrador y dice:
─A ver qué sabes hacer.
No es lo mismo hacer tartas para la familia que para los clientes. Por eso, no me importaba describiros cómo hacía las tartas, ahora no quiero hacerlo para que nadie me copie. No tengo un plan preestablecido e improviso sobre la marcha haciendo una tarta que nunca antes hice.
─Eres un artista, ¿no te parece, papá?
─Muy buen aspecto, eres muy bueno. Pero ahora no necesito a nadie.
─Papá. Pablo puede quedarse contigo. Yo por fin podría montar mi negocio y casarme con Ana.
─De acuerdo. Pablo, ¿cuántos años tienes?
─Dieciséis.
─Cobrarás como aprendiz. Tu horario será de 7 a 14. Trabajarás los domingos y festivos, solo tendrás un día libre a la semana. Tengo un amigo que me hace todos los trámites legales, el redactará el contrato. Como eres menor de edad, deberá firmar tu padre. ¿Aceptas el empleo?
─Lo acepto. Muchas gracias.
Don Luis nunca ha cerrado la pastelería por vacaciones, este año tampoco. Antonio y Ana, que es la dependienta, aprovechan mi presencia para disfrutar de unas merecidas vacaciones, en las cuales buscan un local para su pastelería, vivienda y tramitan su boda. También tienen tiempo para pasar unos días en una playa.
Don Luis y yo estamos solos en la pastelería. No tenemos competencia porque las otras cercanas han cerrado.
El boca a boca es la mejor publicidad y además gratuita. Mi tarta de prueba se vende a un cliente que le ha gustado tanto que lo cuenta a los pocos amigos y familiares que siguen en Madrid. Creo que es fácil imaginar que este mes de agosto está siendo muy ajetreado. Don Luis y yo no damos abasto a toda la demanda. Antonio y Ana se ofrecieron para suspender sus vacaciones, pero el padre de él no quiso. Papá también está de vacaciones y Don Luis le propone que nos eche una mano en el obrador conmigo, mientras él atiende a los clientes.
Todos los días llegamos reventados a casa, pero satisfechos. Mis ahorros suben como la espuma. A este ritmo, Cris y yo podríamos vernos al principio del próximo año.
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