Día 7 | "Carretera de Infortunadas Esperanzas" |
Dedicado a PremiosPlanetas
Abril.2217
Bitácora de Afar; décimo cuarto día del cuarto mes del año terrestre dos mil doscientos diecisiete. Madre de Dios, ¿cuántos días llevo sin descanso? Muchos como para no llevar la cuenta; pero, sí recuerdo lo que dije en mi anterior entrada, "los venezolanos eran demasiado habladores cuando entran en confianza".
Y puedo confirmarlo. ¡Han sido unos días muy divertidos!
Digo, ¿saben lo complejo que es conducir una motocicleta? Me corrijo, ¿saben lo difícil que es conducir con una persona que tiene un gran miedo a un vehículo de dos ruedas? Bueno, Gabriella es esa persona, ¡sus uñas atravesaron mi ropa!
Aunque, la sensación del viento chocar con mi faz, sentir ese extraño impulso de libertad, de soltar el manubrio y estirar las manos en el aire... Dejar este cuerpo terrenal, unirme con los espíritus y abandonar este pueblo en sufrimiento.
Un momento, ¿cuándo me volví tan metafórico querido Alá?
No me malinterpretes mi fantasmal oyente del futuro, es que la única forma de poder describir esa hermosa sensación es evocar a la religión, porque no hay palabras suficientes.
En estos instantes me arrepiento de que en mis años de adolescencia no me revelara contra mis padres.
Una motocicleta hermosa, como la actual, en mi posesión..., una con la cual recorrer la capital de pies a cabeza. Con Jocelyn.
Me imagino la escena en otro Universo. Recorrer Reforma, en los días primaverales cuando las hojas de las jacarandas dejan su lugar de origen para encontrar reposo, combinado con el hermoso crepúsculo de abril. Mientras una sonrisa ilumina mi faz, creada por la mujer de mi vida; afianzada a mi cintura, con los pocos mechones que dejan salir del casco, moviéndose a consecuencia del viento.
Al parar en un semáforo, girar y levantarle el protector del casco y besarla. ¡Me pongo triste de siquiera acordarme de ella!
¿Qué hubiera pasado sin ese accidente de avión? Solo tú lo sabes, mi querido Alá.
En fin, me desvío del tema, ¡mucho en realidad! Y me pongo más triste, que por cierto... ese sentimiento no es mío, o bueno, no es el sentimiento que prevaleció en esta maravillosa mitad de semana.
Retomando mi narración; no paramos en estos cuatro días más que para descansar. La venezolana y yo hemos pasado unas aventuras de locos.
En el primer día de nuestro viaje, nos despertamos a la primera hora del día para poder aprovechar el tiempo al máximo; compartimos unas excelentes alubias.
—¿Estás lista, chama? —pregunté, mientras guardaba las últimas cosas en mi mochila. Ella estaba guardando cosas en el bolso que encontramos, alzó la vista y clavó sus ojos en mí.
—Sí —respondió Gabriella. Se colgó su mochila en la espalda—. Estás seguro de que si me subo a esa cosa del demonio no voy a terminar de romperme la pierna, ¿verdad? —Levantaba su pierna y la señalaba. —. Porque si me la termino de fracturar, te juro que te haré pasar el páramo en escarpines —amenazó de muerte.
—Te lo prometo —mentí—. ¡Será como montar en bicicleta! Pan comido.
—Más te vale. —Me señaló con sus dedos como pistola y se giró. Yo tragué en seco.
—Espero no caerme... Si supiera que tardé años en aprender a montar una bicicleta seguro me deja sin poder tener descendencia —murmuré, estoy casi seguro que no me escuchó. Le di la espalda y continué mi labor de guardar las cosas.
—¿Qué dijiste? —chilló Gaby. Volví a tragar en seco; por eso dije casi.
—Emmm, que todo irá de maravilla, ¡no puedo esperar para llegar! Je... —reí nervioso.
Después de esa conversación y con las cosas en nuestra espalda; Gabriella y yo dejamos la preparatoria y, a su vez, nuestro Paraíso Perdido.
Nos montamos en la motocicleta y con un grito de la venezolana comenzamos el viaje por la senda. Está por demás decir, que casi nos matamos al arrancar, no es mi culpa que costara un poco encender el motor.
Todo el viaje me ha estado indicando el camino: "¡Aquí, a la izquierda! ¿Estás seguro que sabes cuál es tu izquierda? ¡Izquierda!" O "Ingresa a esa autopista, siempre derecho, ¡te dije que la entrada estaba a unos cuantos metros!" Cosas por el estilo, y para no hacer más largo mi relato —porque estoy seguro que ya llevo mucho—, ¡hemos dado unos giros tremendos!
Como decía, solo paramos a descansar cuando el Sol se oculta en el horizonte y la noche nos envuelve con sus colores fríos; porque vamos, ¡se me entume el trasero! Viajar más de doce horas en una posición tiene también cosas malas.
Mi abuelo lo llamaría "dolor de jinete", ya que las piernas —en la zona de las ingles— te comienza a doler; ahora que lo pienso... ¡A Gaby le debe de doler mas! Porque mínimo yo tengo el desgastado asiento, pero ella está sobre el frío metal.
Bueno, también hemos parado para comer, tomar agua e, incluso, ir al baño.
En esas pausas, he podido darme cuenta de algo, mejor dicho, de afianzar una creencia; ¡Gabriella es una excelente compañía para un viaje! Ya soltada en confianza, es tan extrovertida y alegre.
—¿Cómo puede ser que no soportes el picante después de vivir tantos años en México? —pregunté. Era la tercera noche del viaje. Gaby tenía la cara roja a consecuencia de haber mordido un chile habanero.
—¡No le veo la gracia! —chilló, mientras entumia su cuerpo en arcadas—. ¡Agua!, ¡dame agua! —Le pasé la pequeña cantimplora, ella la bebió de un tirón.
—Deberías de saber que la leche es la que quita la sensación del picante. —Sus ojos me apuntaron cual pistola, estoy seguro que ella me hubiera matado.
—Idiota —murmuró. Yo reí—. Nunca, nunca aguantaré el picante, ¡ustedes están locos!
Reí muchísimo, ¿ven lo que les digo? El tiempo con ella son sonrisas y risas. Siento que en algún momento, ella y yo terminaremos siendo muy buenos amigos.
Esto último lo digo porque, hasta cierto punto, me recuerda a mi hermanita Valeria; siempre hay tema de conversación y la chispa de confianza de toda la vida.
Hay un tema en especial que siempre me exalta. El Arrabal, ¡quiero conocer a todas y cada una de las personas de esa comunidad! A la mayoría, los describe con tanto brillo y alegría, como si fueran de su familia.
Según mi acompañante, los conoceré muy pronto; quedan de unos tres días para llegar, claro, si La Tormenta no aparece de repente.
Hablando de aquel fenómeno climático, ¿les comenté sobre las carreteras? Todas están destruidas por los incesantes rayos que impactan cuando llega La Tormenta. Agradezco a Alá que nos favorezca su ausencia o desaparición... no tengo idea de cómo llamarlo o explicarlo.
Ahora que lo pienso, jamás se había ido tanto tiempo; no hay imágenes satelitales del fenómeno: ni ubicación, ni su magnitud, nada. Es como si hubiera desaparecido de la faz de la Tierra.
Es que, solo piensalo, llevamos años intentando sobrevivir a La Tormenta y en un abrir y cerrar de ojos hay calma. Es malo, tiene que ser malo; no puede irse así como así, quizás está transformándose o evolucionando. ¡No lo sé! La paranoia se apodera de mi ser.
Si vemos el vaso medio lleno, o sea, si vemos todo del lado positivo; esto podría ser bueno... Dejaríamos de pelear, no habría gente matándose, e inclusive, la humanidad podría volver a su apogeo.
Ahora bien, ¿por qué estoy hablando ahorita si dije que no parábamos para nada? Bueno, nos quedamos sin combustible.
Los garrafones de gasolina han sido una ayuda increíble, resistimos sin parar. Pero hoy, no pudimos aguantar sin recargar el tanque.
Cinco kilómetros era lo que nos separaba de la gasolinera más cercana.
—Oh no —dije mientras perdíamos velocidad. Gaby me miró abriendo sus ojos—. ¡Vamos enciende! No te apagues...
—¿Qué ocurre? —preguntó Gabriella, mientras la motocicleta se moría lentamente.
—Se nos acabó el combustible. —La frustración salía de mi boca. —. Lo siento, Gaby. Tendremos que caminar.
—No te preocupes —murmuró la venezolana, mientras me daba unas palmadas en la espalda—. Nos hará bien caminar un poco y hacer algo de ejercicio, je.
Y así, tuvimos que caminar. Yo arrastrando la moto.
Al llegar a la periferia de la gasolinera, Gabriella se puso a investigar el lugar mientras que yo llenaba el combustible de nuestro vehículo, y a su vez, lo limpiaba.
Me dejó solo por una hora, yo había terminado. Di la vuelta y vi dos cosas: la primera, estamos en el camino de La Línea Negra del Metro. La segunda, un letrero; me dirigí a ver el nombre de la calle.
Y ahora mi pregunta para ti, amado Alá, ¿todo tiene que recordarme mi triste existencia? A que no adivinan el nombre de la carretera: "Road of Unforeseeable Hopes".
¿Que por qué las carreteras están en inglés en un país donde se habla español? Pues no tengo idea; hace años tuvimos un presidente que tenía raíces inglesas y tuvo muchas ideas locas, entre ellas, colocar algunas avenidas más importantes de la capital.
Si lo traducimos, sería "Carretera de Infortunadas Esperanzas". ¿Nombre feo? Sí, no lo discuto; pero ese sería el título del capítulo en el que estamos ahorita, del libro de mi vida.
Este jodido mundo, esta distopía, estas calles sin gente. Todo esto, pocas respuestas y demasiadas preguntas.
Agaché cabeza y cerré mis ojos, me dolía. Todos los recuerdos malos que he tenido en estos últimos diez años me colmaron el vaso. Tomé una piedra del piso y la lancé al cartel, lo rompí, al igual que yo en llanto.
—¡No volveré a ser eso! —grité. Gabriella venía corriendo hacia mi. Sentí que paró unos cuantos pasos tras de mí—. Jamás me voy a rendir, ¡me oyes, Alá! ¡En mi vida me voy a rendir! —Gaby llegó a mi y me abrazó por detrás.
—Ya, olvídalo Afar —dijo consolandome—. Es segura la gasolinera, vamos a descansar. Mereces descansar, mexicanito. —Me giró y me tomó por las mejillas. Limpiando las lágrimas. —. Comamos y tomemos una siesta. ¿Te parece? —Asentí. Se giró y me guió tomándome la mano hacia adentro. —. ¡Vamos!
Al entrar comimos y decidimos no seguir hasta mañana, un día de descanso al menos. Pero, ¡tonterías! Tenemos que seguir moviéndonos; estamos tan cerca.
Hace media hora desperté de la siesta y terminé con las sobras de la comida. Gabriella también se quedó dormida, tenía frío, así que, la tapé con una de las mantas de mi mochila.
Estoy narrando esto, mientras mi comida ya está más que fría; ¡maximizar el tiempo! Es lo que diría mi abuelo. Solo espero que Gabriella no se asuste ni se saque de onda por hacer esto.
Madre de Dios, me siento super cansado. ¡Sí, cansado! Las siestas me dan más sueño, además me lo merezco. ¡Sí, me lo merezco!
Dormiré un poco para descansar mis ojos; para quizás, mañana seguir el camino hacia El Arrabal.
Y bien, me despido Kitty. Porque dormir es importante, para tan siquiera vivir un día más.
¡Afar, fuera!
¡Nuevo Capítulo! Estamos a uno de terminar la Primera Parte y se viene Ufff...
De lo mejor.
Este capítulo va dedicado Premios Planetas y a su organizadora evelynromero21
Porque, ¡acabamos de ganar el primer lugar de mucho que nos faltan! Esta pequeña novela ha comenzado su camino para volver a nacer.
Esta edición fue la mejor decisión que pude haber tomado.
Vota, comenta y comparte.
¡Farewell!
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