Día 13 | Café y Tabaco | Primera Parte |


Junio.2217


  Bitácora de Afar; quinto día del sexto mes del año terrestre dos mil doscientos diecisiete. Solo cinco días desde que no actualicé.

  Lo admito, no ha pasado una eternidad, pero han pasado y van a pasar cosas que no creí posibles.

  Y hoy terminan las cosas importantes, conoceré a Eduardo. Así que, recapitulemos mi situación:

  Por las mañanas, llegaba la "todologa" a darme mi desayuno, conversábamos un poco y hasta jugamos a las cartas; ¡Julia tiene un increíble talento para el Poker! En serio, esta mujer tuvo que haber tenido alguna pareja militar o haber regentado un casino.

  Recuerdo una conversación…

¡Toma! —gritó Julia revelando su corrida—. Te he vuelto a ganar, enfermo.

—No cuenta —me quejé—. Sabes que soy un asco en las cartas.

  Julia me había ganado las últimas diez rondas —sí, soy un asco; pero ella es demasiado buena—, mi pierna me había dolido muy poco y, como dijo la "todologa", mantener la mente ocupada hace que pierdas el dolor.

Cuenta —Me apuntó con sus dedos como pistola. Yo fingí un disparo.

Me has matado —contuve mi respiración e hice una pésima imitación de alguien desangrándose. Ella se burló.

¡Tonto! —su puño juguetón impactó sobre mi brazo. Yo desperté con un alarido—. Comete la comida que se enfría.

—Dolió el golpe, sabes —sentí su mirada de superioridad—. Y ¡como ordene, mi General! —Elevé mi brazo derecho en un saludo militar.

  Guardamos silencio ambos, yo por comer y ella guardando las cartas.

Me sorprende que seas así, Afar —comentó de pronto. Yo bajé el platito sobre la charola.

¿Así, cómo? —pregunté.

Divertido —respondió—. Pocos son los enfermos que no se la pasan quejando…

—¿Han tenido muchos? —Ella negó. —. ¿Entonces?

—Solo hemos tenido un esguince y muchísimas heridas de bala de parte de la "Guardia Negra". —Hizo unas comillas en el aire en las últimas dos palabras. Yo fruncí el ceño.

¿"Guardia Negra"? —Ella asintió. —. ¿Quiénes son ellos?

  Julia se incorporó y me dio la espalda. Buscó su bolso y obtuvo una libreta de ella.

  La abrió y buscó una página en específico, escribió algo con su bolígrafo y me la entregó.

  «No podemos hablar de ellos» Leí. Elevé mis ojos y Julia hizo una mueca, lamentaba el hecho de no poder contarme.

¿Por qué? —volví a preguntar mientras movía mis almohadas.

—Eduardo tiene que autorizarte —respondió—. No podemos decirte mucho más, aún teniendo un "Consejo", él tiene el poder absoluto.

—¿Y por qué no se lo quitan? —insistí. Ella negó

Hace unos años ocurrió un incidente, él se encargó claro, pero… —empezó a juguetear con sus dedos, chocando sus índices—… es muy difícil que vuelva a entregar el poder, no quiere arriesgar a Mei.

—¿Quién es Mei…?

—¡Suficiente, Afar! —exclamó molesta. Dando un taconazo en el piso—. Me meteré en problemas si hablo de más…

  Julia, en un intento de escapar, tomó la charola y las cartas lo más rápido que pudo. Antes de que se diera a la fuga pregunté una última cosa:

¿Hay algo que sí me puedas decir? —rogué por información.

Huele a café y tabaco, siempre. —Cerró la puerta tras ella, dejándome en mi soledad.

  En las tardes, llegaba Gabriella; iniciaba siempre con datos curiosos sobre el Arrabal y he de admitir. Ella no tiene un botón para apagarse, ¡es una máquina de decir y decir cosas!

  Hay una conversación con ella de hace dos días que recuerdo de forma agridulce.

  Yo estaba con el libro electrónico, en el tiempo que había estado ahí, devoré toda la literatura cargada en ese aparato electrónico. Estaba al borde de un colapso de aburrimiento.

  Sonó unos pequeños golpes en la puerta, después, fue abierta y una cabecita sureña se asomó.

¿Se puede o te estás lamentando? —dijo Gaby con curiosidad.

Justamente acabo de lamentarme —respondí burlón—. Entra.

  La susodicha entró y fue directo a darme un golpe en el estómago. Me quejé.

¿Ya es costumbre? —murmuré, tratando de aguantar el dolor. Ella sonrió.

Es para curtirte —respondió con simpleza—. Ya sabes, Eduardo vendrá y necesitas ser más duro, ¡eres tan débil!

  Gabriella se sentó en el sillón mientras yo cerraba mis ojos.

Eres tan irritante a veces —me quejé—. ¿Vienes a advertirme sobre Eduardo o traes algo más?

—Un poco de ambas —añadió. Gaby sacó algo de su bolsillo trasero—. Cierra los ojos y estira las manos, chaparrito.

—¡A sus órdenes, alta! —seguí sus indicaciones.

Abre tu mano…

  Abrí mi mano y sentí la presencia de un objeto familiar.

¡Bien! Puedes mirar —completó orgullosa.

  Al recuperar mi sentido de la vista, sonreí.

¿Es la…?

—La llave de mi casa —murmuró—. De nuestra casa, al menos hasta que encuentres un lugar dónde dormir, mejor dicho, hasta que Eduardo te dé un lugar donde vivir.

—Gracias —Cerré mi puño y asentí agradecido.

No es nada —replicó—. Te dije que me gusta pagar, además, eres mi amigo.

—Y tú la mía —Dejé la llave sobre la repisa. —. Dijiste que me venias a advertir…

—¡Ah sí! —exclamó y se sentó en flor de loto—. Eduardo vendrá a verte, y antes de que te quejes déjame hablar.

»Cuando el Consejo aprobó tu acceso, venía con una condición —torció ligeramente la boca—, tienes que ser útil; me refiero a que Eduardo vendrá a entrevistarte el cinco de junio, en tres días para más práctico.

—Mierda…

—Y de la grande —reí ante su comentario—. ¡Oye! Sabes que lo es, Eduardo es un estúpido muy grande y no hay forma de tenerlo contento. Recuerda que mi me pasó lo mismo y desafío las órdenes.

»Me trataba como niña, no te lo tengo que repetir

—Nunca me dijiste cómo lograste tu "independencia".

—Hum… Tiene una esposa…

—¿Esposa?

  Gabriella abrió los ojos como platos e inmediatamente puso sus manos sobre la boca y negó seguidas veces.

Oh no… —suspiré y pregunté—. No puedes decir nada porque no soy miembro del "Arrabal", ¿verdad?

  La venezolana asintió seguidas veces. Yo bufé de frustración.

  Decidimos cambiar de tema —mejor dicho, decidí—, para evitar que la tertulia parara. ¡Porque vamos! Hablar con aquella señorita es divertido, aunque a veces yo callé bastante.

  Llegada la tarde, entraba mi ángel guardián, Christina Callen a administrarme mi medicamento y a sostener charlas terapéuticas. Claro, siempre vestida de distinta forma cada día.

  No bromeo, ella era la persona que más variedad tenía en cuanto a guardarropa de refiere.

  Conjuntos deportivos, blusas de tirantes, de manga corta, sudaderas enoes, vestidos, botas. ¡Esa mujer viste de todo y todo le queda super bien!

  Es perfecta, ¡y qué decir de sus ojos púrpura! Son… Lo más hermoso que he visto, cada día pareciera una tonalidad distinta.

 Hace tres días fue la última vez que la vi, recuerdo la conversación y su vestimenta.

 Unos golpes en mi puerta rompieron mi aparente sueño. Y sí, comenzaba a babear.

Toc, Toc —dijo Christina mientras asomaba su cabeza. Su melena estaba atada en una trenza sencilla—. ¿Se puede?

—Pasa —respondí al tiempo que me sentaba nuevamente. —. Hola, doctora…

—¿Cómo está mi único paciente favorito? —preguntó mientras abría completamente la puerta.

  La pelirroja vestía un conjunto de excursión, algo llamativo porque se amoldaba sus curvas. ¡Hey! Antes de que me regañes oyente del futuro, te recuerdo que no tengo la culpa por la perfección de la pelirroja.

  Volvamos a la anécdota.

Creo que hay un poco de verdad en tu sarcasmo —respondí. Ella negó colocando una mano en su cara.

Haces comentarios medio raros a veces —tomó asiento—. Vengo a despedirme, Afar.

—¿Te vas? —murmuré con tristeza.

No querido, no —tomó mi mano. La suya era fría—. Me escaparé junto a un grupo de personas para buscar suministros que nos hacen falta aquí en el "Arrabal".

—¿Querido?

—No te ilusiones, moreno —soltó mi mano y fue directo al gabinete—. Solo es una forma de suavizar las cosas; volveré en unos días, con regaños de parte de Eduardo, pero volveré a apoyarte.

—¿Gracias? Supongo.

—Nada de gracias, has mejorado y con unas cuantas sesiones tendrás el alta médica de mi parte —Sacó mis medicinas y me las tendió—. Toma tus medicinas.

—Gracias… —tomé el vaso de agua y las pastillas, de un trago fueron introducidas en mi ser. Christina se acercaba a mí y me tendía la mano—. ¿Tan pronto?

—Sí —respondió—. Mientras más rápido nos vayamos, menos tiempo tiene Eduardo de descubrirnos.
—¿Por qué viniste entonces? —tomé su mano.

No lo sé —dijo sincera—. Se lo debo a Gaby, supongo que por ella.

—¿La quieres?

—Mucho —añadió—. Es la mejor persona que he podido encontrar aquí, la quiero y respeto aunque me saque de mis casillas.

  Estuvimos tomados de la mano unos minutos más, su piel era muy fina y su pulso estaba tranquilo.

Bien, creo que me voy —Rompió el agarre. —. ¡Nos vemos, Afar! —Dio media vuelta y emprendió la marcha.

—¡Espera! —grité—. ¿Cómo es Eduardo?

  La pelirroja giró noventa grados su cabeza y sonrió.

Guapo con muchísima arrogancia y autoridad —respondió—. Y siempre huele a café y tabaco.

¿Guapo? —Los celos se hacían presentes en mi voz.

Tranquilo, tigre —una risa seca brotó de su ser—. Él me salvó y fue mi primera impresión.
¿Me contarás cómo llegaste?

—¡Algún día! —Dicho esto, cerró la puerta.

  Dejándome solo, una vez más.

  Y en las noches llegaba el terror de las enfermedades, mi mejor amigo.

  Y qué decir de él… ¡Es un Médico excelente!

  Me ha traído unas muletas para intentar caminar con ayuda de las terapias; lo que normalmente sanaría en cinco semanas, John, con la ayuda de la prótesis, ha hecho que toda mi pierna derecha se regenera y deje de doler.

  ¡Es un genio! También es culpa del IS-Core.
  Puedo medio caminar, con muletas claro. Aunque todavía duele un poco. ¡Pronto comenzarán las terapias con agua! Y podré conocer el Arrabal.

  Recuerdo algo que dijo ayer por la noche.

¡Es un milagro! —grité de alegría al aire. Estaba caminando mientras que yo estaba de brazos cruzados. —. ¿Es posible esto?

—No sabía qué resultaría —respondió mientras se rascaba la barbilla—. Fue lo primero que se me ocurrió y ¡mírate! Estás bien.

—Estúpido —dije mientras caminaba de vuelta a la cama.

Lenguaje. —regañó y yo rodeé los ojos. Me senté sobre la cama. —. Como sea, tengo algo que decirte…

¿Estás embarazado? —bromeé. Él rió.

No, claro que no —tomó asiento—. No hemos llegado hasta ahí.

—Me decepcionas.

—Como sea, mañana Eduardo vendrá a verte.

—¿Vas a dejarme con él? —pregunté mientras me recostaba.

No es mi decisión, quiere conocer qué haces y posiblemente te dé trabajo. Como a mi.

—¿Después de que te salvó de la línea? —Asintió. —. ¿Y si lo insulto?

—No sería inteligente —Negó. —. Preferible ganarte su confianza y estar tranquilos, no llames tampoco la atención porque te querrá cerca de él.

—¿Y eso es malo?

—Bastante —Hizo una pequeña pausa y se cruzó de piernas. —. Es un completo machista, solo quiere a las mujeres para conservar la especie.

»Te pudiste haber dado cuenta por Gabriella y Christina; una es rebajada a los estatus más bajos y la otra, está mucho mejor preparada que yo, ella debería estar aquí. —Tomó una inyección y me la colocó en la vía. —. Si logramos ganarnos su confianza, podemos derrocarlo y que todos seamos iguales.

—¿Quieres hacer una estupidez?

—Quiero igualdad —declaró—. Yo no puedo encargarme de esto yo solo.
  Dio media vuelta y fue directo a la puerta.

—John no te enfades —murmuré—. Solo era una broma.

—Solo ten cuidado —dijo mientras su mano tocó la perilla—. Intentará convencerte para trabajar en su "Guardia Negra", convencerlo que eres Ingeniero y estarás seguro; créeme, ya pasé por eso hace tiempo…

  Cerró la puerta dejándome solo a mi y a mis pensamientos, mientras que lentamente me daba sueño.

  Y así estoy ahora, esperando su llegada con poca información.

  Tiene una esposa, es un machista y, lo más importante, huele a café y tabaco.

  Espero ganarme su confianza, Kitty. Será mejor dejar la bitácora a un lado, cuando sepa más de él haré una actualización.

 
  ¡Afar, fuera! Por ahora…




Hola pipol, Adivinen quién se acaba de despertar xdxdxdxd.

Bueno, ahora tengo que explicar por qué hay capítulos más seguidos.

He perdido a mi editora, por una estupidez mía más que nada. Se tomó mal el hecho del trato hacia uno de los personajes y decidió alejarse del proyecto.

Por lo tanto, a partir de hoy verán errores ortográficos y principalmente, dejaran de ver palabras "venezolanas" en Gabriella.

Es una lástima que mi editora se fuera, pero creo que lo merecía, no la había tratado con respeto y es mejor darnos un tiempo.

Porque no voy a perderla.

Y por otro lado, quiero llegar al día 21, que ahí es donde podré darle más sentido a los tratos de los personajes.

Una vez más ¡mil perdones! Yo estoy aquí para ayudar, siempre voy a estarlo.

Si les gusto el capitulo, por favor, ayúdenme a compartirlo con sus conocidos.

Muchas gracias por el apoyo.

Vota, comenta y comparte.

¡Farewell!

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