C. E | "La Noche del Fuego Verde" |
| Dedicado a XimMoran|
--------------------------------------------------
| *Canción de multimedia: "Hallelujah - Bon Jovi"* |
Frustrada, nerviosa y raquítica, son las sensaciones que describirían cómo me siento ahora.
Siempre he tenido un sentimiento conmigo, siempre; pero, ¿tres al mismo tiempo? ¿Qué rayos ocurre contigo, Christina?
Debe ser lo que estoy apunto de hacer. ¡Una cita! ¿Cómo se me ocurrió aceptarla? Es difícil tener esto en estos tiempos, por lo que me tomó casi por sorpresa que Afar me invitara a una.
¿En verdad le dije "sí"? ¿Estoy dispuesta a intentarlo con alguien? ¿Estoy dispuesta a dejar a un lado a Bruce Lought?
Llevo muy poco conociendo al moreno; pero me ha demostrado ser una persona fuerte, confiable y seguro de sí mismo. Pero también tiene ese lado débil que todos queremos ocultar ante los psicólogos.
Desde aquella noche que nos besamos, hubo algo distinto. Ese sentimiento que solo sentí en Kalem. ¿En verdad quería iniciar algo con Afar Assaf?
¡Ah! Tantas preguntas hacen que me duela la cabeza.
Y eso culmina en mí, estando en mi cama, encima de miles de prendas sin saber qué ponerme. ¡Estoy hecha un desastre! Quedan dos horas y necesito la ayuda de alguien.
Aunque tampoco conocía a dónde nos íbamos a ver…
Cada conjunto elegante había sido probado y rechazado por mí, ninguno era suficiente.
No me sentía cómoda y es es super raro. Yo siempre me he sentido cómoda con todo lo que uso.
Me incorporó y me siento en mi tocador. Mi reflejo en el espejo es bastante aterrador, en estos instantes no soy "Christina, la perfecta".
Mi cabello está lejos de ser perfecto, mi cuerpo está cubierto por una enorme bata y mis ojos no tienen el brillo que los caracteriza.
Bruce estaría decepcionado de mí. Volví a ser la chica débil que él conoció en un primer momento.
La puerta me saca del trance en el que me encuentro; sin importarme el estado en el que me encuentro, me dirijo a abrir la puerta.
—¡Ya voy! —grité ante la evidente desesperación de quien sea que esté tocando—. ¡Que voy! ¿Quién toca con tanta insistencia, como si su vida dependiera de ello…? —exclamé mientras abrí la puerta y veía la figura de mi mejor amiga—. ¡Gaby! Genial, vamos pasa. —Me hice a un lado dejando pasar a la venezolana.
—Estás hecha un completo desastre... —dijo con sarcasmo mientras cruzaba el umbral.
Ella estaba muy hermosa, había arreglado todo su cabello a un lado, encima tenía un suéter gris que se cernía a su figura, sus jeans azules combinaban perfectamente con unas altas botas negras.
—¡Ya lo sé! —me quejé dando un golpe en el piso—. Aunque tú te ves hermosa —añadí mientras ella subían las escaleras y yo cerraba la puerta—. ¿A qué has venido?
—¡Gracias! Tengo una cita hoy —exclamó—. Y vengo porque Afar me dio una nota para ti.
Al entrar a la habitación, Gabriella se había sentado en un extremo en donde no había ningún rastro de ropa.
Me tendió un pedazo de papel y lo leí.
"Sé que faltan dos horas, pero ni siquiera estoy listo. Y perdóname por hacer esto así, pero te prometo que valdrá la pena.
Te veo en casa de John.
Afar."
Sonreí como estúpida. Hace bastante que nadie hacía ese gesto conmigo.
—¡¿Christina?! —exclamó Gaby—. ¿Qué dice la nota? Parece que en verdad te trae loca. ¿Un poema?
—No, desafortunadamente no es un poema, niña —dije de manera sarcástica—. Solo es la ubicación de la cita.
—¿Ajá y dónde va a ser…?
—¿Para qué quieres saber? —Sí indignación fue lo equivalente a quitarle un dulce a un niño.
—¡Gafa! Me ofendes con tus acciones.
—Wey, como si te importaran lo que diga la gente.
Gabriella achinó los ojos y negó.
—¿Y qué piensas usar? —preguntó cambiando de tema, yo exhalé de frustración—. ¿De pana, me vas a decir que la gran y fabulosa Christina, por la cual todos los solteros del Arrabal se mueren por salir contigo, no tiene idea de qué va a usar?
—¡No lo sé! —exclamé derrotada, sentándome en la silla frente al espejo—. Es que hace bastante no tenía estas decisiones y no sé qué hacer. ¿Parezco una idiota, no?
—Y una grande —aseguró Gabriella, se incorporó y echó un vistazo al guardarropa. Sonrió de satisfacción. —. ¿Y ya probaste con el vestido verde?
Negué, pareciendo más despistada de lo usual, olvidé por completo aquel vestido.
Me dirigí a mi closet y empecé a sacar montañas y montañas de ropa, las cuales, graciosamente enterraron a Gaby en una escena bastante cómica.
—¡Espera! Me ahogo en ropa —exclamó con dramatismo. Yo me reí.
Mis ojos se posaron en lo que estaba buscando, encontré al final de mi closet una pequeña caja de color marrón, tenía un delicado moño que la cubría.
Sabía ya su contenido. Al deshacerme del moño, mi mejor amiga observó con gran detenimiento la tela.
Un viejo vestido de gala, que guardé desde mi graduación. Un vestido que había mandado a hacer cuando me gradué de Psicología. Uno que nunca llegué a usar y que cuando todo este desastre comenzó, lo llevé conmigo.
Los recuerdos melancólicos golpearon fuertemente a mi espíritu. La sensación de la suave y fina tela al pasar por mis dedos era especial, inmediatamente supe que era el momento indicado para usarlo.
Un vestido largo de satén, de tonalidad verde esmeralda intensa que hacía resaltar mi cabello rojo.
Las costuras eran apenas visibles, daba la sensación de ser un simple pedazo de tela.
Sin reparar en la venezolana, me deshice de mi bata, dejando mi cuerpo al natural.
—¡Ah! —gritó Gabriella, acostándose sobre la cama y cubriéndose los ojos con mi ropa—. ¡No hagas eso!
Tomando la ropa interior que había preseleccionado, me puse encima de mi cuerpo aquel vestido.
Al ponérmelo, simplemente comprobé que había sido la elección correcta; se ajustaba de una forma asombrosa a mis curvas pero sin enseñar demasiado.
Pensé que le debía un favor a la venezolana que seguía con los ojos cubiertos, se veía tan inocente por lo cual, solté una risita.
Mis ojos se posaron en el espejo, todavía faltaba mi cabello.
Después de mucha indecisión, decidí dejar mi cabello al natural; no le hice prácticamente nada, simplemente me hice unas pequeñas ondas en las puntas y le agregué un broche de pequeñas filigranas doradas que había sido de mi madre, uno de los pocos recuerdos que tenía y conservaba de mi infancia.
Al verme en el espejo, solté un pequeño gemido, a lo cual reaccionó Gabriella y destapó sus ojos, los cuales abrió como platos. Por mi parte quedé satisfecha. Me sentía bonita y especial por primera vez en un tiempo.
Volvió Christina.
—¿Y bien? —Mis palabras la sacaron de su trance.
—Estás… —dijo con incredulidad—. Estas hermosa, hace tiempo que no te veía así.
—Gracias —respondí con una sonrisa sincera, y discreta.
—Definitivamente hoy te la vas a pasar increíble —soltó con sarcasmo—. Afar te va a bucear completamente. —Solté una carcajada ante su comentario.
—Lo sé —respondí nuevamente, dándole la espalda, y viéndome en el espejo de cuerpo completo. Me sentía yo por fin.
El tiempo se fue volando, diez minutos eran los que me faltaban para verme con Afar.
Gabriella me acompañó todo el tiempo, con la excusa de protegerme. Nos separamos en el parque central y ella fue directo a la casa de Dante. Yo emprendí camino a la casa de John.
No pude evitar tener mi sonrisa característica en mi rostro; todas las personas que saludaba, o que me veían pasar, se quedaban observándome.
Definitivamente eso me hizo sentir mucho más segura de mi decisión.
Al llegar a la puerta, una nota me esperaba.
"Dirígete al jardín trasero.
Afar. "
Una vez más, fue inevitable que se me formara otra sonrisa de estúpida en mi cara, traté de ocultarla lo más que pude y me dirigí al lugar señalado.
Al ver el camino cuidado, no pude evitar soltar un pequeño jadeo.
La naturaleza de los jardines muertos de Arrabal es una maldición constante en cada casa pero aquí, todo había renacido.
Las plantas, que siempre están secas, habían adquirido un tono verde bosque con pequeñas gotas de rocío; sobre las paredes habían crecido algunas enredaderas que, al parecer, habían secado hace poco, dándole un contraste amarillo. Todo este conjunto le daba un toque que llegaba a ser mágico, diría yo.
Algo bastante simple, pero hermoso.
Al fondo del lugar había una solitaria mesa con dos sillas al costado, en el centro de esta había un florero con pequeñas rosas rojas.
Se lució Assaf.
Al dar el primer paso para entrar al jardín, alguien tocó mi hombro y sentí un escalofrío recorrer toda mi espina dorsal, lo que hizo cerrar mis ojos.
—Espero que no te resulte demasiado... —susurró en mi oído, algo que hizo erizar toda mi piel.
Me giré y lo observé; vestía una hermoso traje negro con una corbata y camisa a juego con el color de mis ojos.
Se veía demasiado perfecto, como si fuera una cita normal; una de la cual no debíamos preocuparnos por el clima. Él se acercó más de lo debido, casi rozando nuestros cuerpos.
—¿Demasiado? —pregunté bromeando—. No, yo no lo definiría así. —Señalé con coquetería. —. Yo lo definiría como tu traje.
—¿Y cómo es eso? —Noté cierto tono de incredulidad.
—Perfecto —Esta vez yo fui la que me acerqué más a él con una sonrisa pícara, haciendo que nuestros cuerpos entraran en contacto; pude notar que su confianza se había ido momentáneamente.
—Ven, cenemos —dijo aturdido, mientras decrecía nuestra cercanía; me tendió su brazo y yo la tomé gustosa, así inició nuestra cena.
La cena transcurrió con normalidad; una comida japonesa deliciosa que demostraba el talento culinario oculto de mi joven acompañante, agregando el intercambio bromas y comentarios que lograban sacar una sonrisa de nuestros rostros, además de unos cuantos intercambios de miradas.
Al término de nuestra velada Afar se incorporó.
—¿Bailamos? —Me tendió su mano.
—¿Sin música? —pregunté curiosa y con la sonrisa en mi rostro. Jamás en mi vida había sonreído tanto como esa noche.
—¿Crees que no vendría preparado? —respondió con otra pregunta al mismo tiempo que sacaba de su pantalón un curioso aparato y unos auriculares—. Como mi padre decía "hombre prevenido vale por dos". —Yo solté una leve carcajada. —. Colócate uno —murmuró cerca mí, tragué en seco y asentí colocando torpemente el auricular en mi oído, me levanté del asiento.
»¿Lista? —volvió a preguntar sonriendo de una forma que hizo a mis piernas y autocontrol flaquear. Estaba totalmente nerviosa.
—Siempre —respondí con la sonrisa más segura que pude dar. Se notaba el nerviosismo de ambos.
Un estruendo se sintió sobre la tierra, ¿me volví loca de tantos sentimientos?
Encendió el extraño aparato y una dulce canción empezó a sonar, que reconocí de inmediato, la voz angelical de uno de mis clásicos cantantes favoritos sonaba en mi oído, Bon Jovi y un cover de una increíble canción; eso sin dudar, aumentó ligeramente mi sonrisa.
Tomó mi cintura con una mano y con la otra mi mano izquierda, yo por mi parte coloqué mi mano libre en su hombro, y simplemente me dejé llevar, pasaron algunos minutos en los que simplemente me dejó acurrucarme en su pecho mientras la música sonaba solo para nosotros.
Pude observar su rostro tranquilo, y perderme en su mirada que transmitía seguridad, con un dejo de misticismo que me hacía sentir curiosidad.
Nuestros pies se mecían al son del piano, al ritmo de la voz angelical del cantante; por un momento nos olvidamos de nuestros problemas, solo éramos él y yo.
Al finalizar la pieza nos quedamos así un buen rato, volví a abrir mis ojos y volví a alzar la mirada hacia él.
Me di cuenta de que estaba totalmente arruinada. No tenía más dudas, ni más temores. Estaba comenzando a sentir algo por Afar Assaf, y ni lo podía dudar.
—¿En qué piensas? —Su voz me hizo reconectarme con el momento.
—En ti —respondí sin pensar, sin coquetería, solo sinceridad.
—¿En mí? —preguntó confuso, creo que no se esperaba esa respuesta.
—¡Olvida eso! Me exprese mal, es decir obviamente pienso en ti, estamos juntos y eso... —balbuce, solo había una sola salida—. ¿Sabes qué?, al demonio. —Tomé su rostro e hice que nuestros labios se juntaran.
Este beso fue muy diferente al anterior, sí, aquel que fue un tonto reto mío. En esta ocasión no fue un golpe directo que despertó en mí sentimientos perdidos.
No, en esta ocasión no fue dulce ni delicado, ni desesperado ni forzado, fue salvaje y cargado de sentimientos; sus manos recorrían mi espalda.
Las mías, tiraban fuertemente de su cabello, para no soltarlo nunca. Seguimos esa pequeña batalla entre nuestras bocas hasta que, sin querer, en algún momento estábamos caminando al interior de la casa de John.
La melodía seguía sonando en mi cabeza.
La puerta fue abierta en un movimiento, las habilidades de supervivencia del moreno contribuyeron a tal acto; y sin darnos cuenta, terminamos cayendo sobre el sillón. El calor crecía a casa beso.
Sus manos recorrían mi espalda, hasta que sentí que sus extremidades superiores iban hacia mis muslos, subiendo peligrosamente mi vestido e instintivamente reaccioné.
—Aquí no —murmuré separándome bruscamente, lo que provocó que me mirara desconcertado—. Me refiero a que necesitamos un lugar más cómodo. —Solté con una mirada y sonrisa pícara.
El moreno se incorporó y me tendió la mano. Al estar los dos de pie, reanudamos lo que yo, torpemente, terminé.
Caminamos a la escalera como un solo cuerpo, sus manos se posaron en mis muslos, obligándome a subirme en él, para así subir cómodamente al piso superior.
Entramos a la habitación más próxima —que supuse estaba desocupada— y nos sentamos al filo de la cama. Ahí fue donde yo, tomé el control.
Con mi mano derecha lo empujé sobre el colchón y con mi mano libre me despojé del broche que sostenía mi cabello, dejándolo libre. Y de tres movimientos, logré quitarle la corbata.
Él cooperó quitándose el saco y yo le ayudé con los botones de su camisa. Botón a botón, la temperatura de ambos subía y, a su vez, los besos y caricias eran más lentas y tiernas.
Ambos necesitábamos esto, y lo queríamos demostrar.
Sus manos subieron lentamente la fina tela que separaba mi cuerpo del suyo, hasta elevarlo a la pelvis, mientras repartía besos en mi clavícula que me hacían estremecer.
Tomé y jalé su cabello e, inconscientemente, me movía lentamente, al compás de la música imaginaria, sobre su miembro. Provocando su deseo.
Estaba a punto de romper la promesa que le hice a Bruce hace años, cuando un estruendo de la parte de abajo nos separó inmediatamente.
Afar me hizo a un lado, dejándome con el rubor en las mejillas y el calor del deseo latente.
Observé su rostro y la sonrisa se había esfumado. Tenía la cara de nuestro primer encuentro, en el Edificio de Salud.
—Quédate aquí, yo iré a ver quién nos está buscando —dijo Afar con tono serio, ¿habrá significado algo lo que estábamos haciendo?
—No tardes —respondí seco, un tanto herida por su actitud.
—Perdóname —añadió al ver mi expresión y tono—. Te prometo regresar y terminar esto, significa mucho.
—Más te vale…
—Como dice el dicho: "nunca decepciones a una dama" —añadió agachandose para encontrar su camisa y ponérsela. Arremangando a la altura de sus antebrazos. —. Prometo que volveré y concluimos esto.
Dio una vuelta y barrió mi cuerpo con necesidad. Él quería hacerlo al igual que yo.
—Te espero... —murmuré, intentando que mi sangre comenzará a circular a partes con raciocinio de mi cuerpo.
Afar sacó un cuchillo de su cinto y salió de la habitación hecho todo un superviviente.
—Parece que no es tu noche —murmuré con un dejo de sarcasmo y cansancio. Acomodé mi vestido y me incorporé. —. Ahora, ¿dónde quedaste broche mío?
Di una perspectiva general de la habitación en la que entramos de manera de aleatoria; esta era del mismo tamaño y color que todas las habitaciones del Arrabal. Solo había un escritorio y armario con diversas cajas que me decidí no abrir.
Pero sí, me llamó la atención una pequeña nota sobre el escritorio, la cual, leí.
"Cuídala bien, no se te ocurra hacer una estupidez o te juro que te quedas sin hijos.
Gaby."
Sonreí ante las palabras de mi mejor amiga. Ella siempre me protegería, aún siendo menor que yo; aunque, en el fondo, sabía bien que este hombre jamás me dañaría.
—Gracias por cuidarme, niña —murmuré.
Un sonido procedente del pasillo me hizo reaccionar por instinto. Pude observar a Afar en el umbral, un poco desconcertado.
—¿Christina...? —preguntó con un cierto desconcierto.
—¿Qué ocurre? ¿Quién era? —respondí con otra pregunta. Mientras me acercaba a él y tocaba su pecho de manera coqueta. Pero Afar estaba ido, me preocupó. —. ¿Qué ocurrió allá abajo? Háblame, Assaf.
—Era John —murmuró—. Se disculpó por interrumpirnos, pero tenía prisa por algo. Tomó su equipo y traje especial… —Su aliento no salía. Me comenzó a preocupar aún más.
—Dime que ocurrió —exigí tomando su barbilla y obligándolo a verme a los ojos. Traté de buscar alguna respuesta en su cristalino.
—Creo que tenemos que posponer este momento especial —añadió tomándome por los hombros—. Perdón.
—¿Por qué, que es lo que ocurrió? —pregunté nuevamente desconcertada, al parecer no supe leer sus ojos—. Habla.
—Tenemos que ir al hospital inmediatamente, ocurrió algo, nos necesitan ahí —escupió y pude observar una ligera gota en sus ojos.
En ese momento, me comencé a odiar. ¿Qué era tan importante para sacarlo de este momento? ¿Qué había ocurrido?
—Habla claro, Afar.
—Gabriella…
Al escuchar ese nombre, inmediatamente despertó mi sentido del deber. Sea lo que haya pasado tenía que pagar todos mis favores que debía.
Y más aún, sabiendo que algo le había ocurrido a Gabriella Campos.
N. de A.
¡Y terminamos la segunda parte! ¿Emocionados? ¡Porque yo sí!
Este capítulo fue el inicio de los cambios en mi forma de escribir, y quise darle la merecida arreglada.
Aquí pueden observar mi intento por hacer romance, soy malo pero he tratado de mejorar.
El capítulo sigue siendo estando dedicado a la persona de la primera vez.
Y espero que sigan conmigo, porque se vienen cosas increíbles...
¡Me voy porque está acabandose mi pila! Y está cayendo una tormenta en Cd. de México.
Vota, comenta y comparte.
¡Farewell!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top