C. E. | "Brisa de Liturgia" |
| Canción de Multimedia: Perfect - Ed Sheeran |
Me incorporé y, con una pequeña barrita de metal, golpeé los barrotes, intentando llamar la atención de los guardias.
-¡Déjenme ir al baño! -exclamé mientras movía mis piernas. Me iba a orinar-. ¡Por favor!
-¡Orina en la maldita celda! -ordenó un guardia atlético-. Tienes un puto retrete, ¡úsalo, mierda!
Resoplé, desistiendo de mi intento recargué mi frente en el metal.
¿La cantidad exacta de días encerrado? La desconozco.
He perdido el sentido del olfato debido al horrible olor que desprende mi ropa -que originalmente era blanca y, ahora, es negra- y mi humanidad.
¿Cómo puede ser que huela peor a como sobrevivía en el exterior?
-Saquenme de aquí.... -musité aguantando el llanto-. Puedo explicarles...
Estoy aquí por la deducción de Eduardo; me encontró con el cuerpo de Dante y... carajo.
-Solo quiero explicarme...
La gente del Arrabal nos vio, no pude alzar la cabeza ante los murmuros; la vergüenza que les hice pasar a mis seres queridos no la soporté.
Todos creen que soy una amenaza, que debo ser juzgado y castigado. Creo que por eso nadie me ha visitado...
Me alejé derrotado, las ganas de orinar eran fuertes y, aunque quería morir, tenía que salvar mi vejiga.
Un golpe metálico.
-¡Tienes visitas, come mierda! -Abrí mis ojos ante la voz del guardia.
Me incorporé y mi espalda tronó, la cama de metal hace daño a la columna
-¿Quién es? -pregunté mientras me talla a los ojos y la par de que la puerta se abriera.
-Hola, chico -dijo una voz femenina.
Abrí los ojos y sonreí. La castaña se encontraba estirando una mochila y ladraba la cabeza mientras trataba de contener la respiración.
-Te traje algo -añadió mientras asentía al guardia y este se retiraba.
Tomé el bolso y lo abrí sin dudar. Dentro había cosas de higiene personal, lápiz y papel, y un cambio de ropa.
-¡Gracias! -Iba a abrazarla pero puso su distancia.
-¿Puedo pasar a tu.... morada? -preguntó mientras se masajeaba la espalda. Yo asentí y me hice a un lado, dejándole el incómodo colchón-. Gracias.
»¡Cierto! Soy bastante distraída -sacó un paquete de comida sintética y me lo aventó-. Toma.
Dejando en el piso la maleta, atrapé el paquetito y lo abrí de forma desesperada. Sí, en mis primeras entradas dije que la comida sintética era, sin exagerar, un asco; pero después de tratar de ingerir los "alimentos" que daban aquí, era imposible.
-Muchas gracias, Mei -musité y comencé a comer, ¡Alá sabía muy bien! -. Aprecio mucho ver una persona.
-Chico... -sonrió y negó, colocó sus manos entre sus muslos-. Estoy aquí, en contra de todas las reglas que tiene el Consejo, y mi esposo, para verte.
Resoplé e hice una pequeña pausa. ¿Sería posible morirse atragantado con algo sintético?
-¿Te dije alguna vez que pienso que tu esposo es un imbécil? -pregunté con sarcasmo.
-Infinidad de veces -respondió viendo al piso-. Y estoy segura que, en estos instantes, él piensa que tú eres más imbécil.
-Por favor...
-No tienes derecho a decirle así -añadió un poco molesta-. No hasta que salgas de este nivel.
-¿Cuántos niveles hay? -pregunté sin poder contenerme.
-Tres -elevó su mano y contó con los dedos-. El piso donde tienen a todos los prisioneros menores, las celdas y el nivel de seguridad...
-¿Por qué hay un nivel de...?
-¡Suficiente! -exclamó y se incorporó sacando algo de sus bolsillos internos-. Solo venía a darte ese trato humano y a darte esto.
Mi jefa me tendió un papel que tomé y lo comencé a analizar.
-¿Qué es esto? -pregunté mirándola a los ojos.
-Órdenes para restablecer tu comunicación -respondió con una falsa sonrisa-. No hay suficientes pruebas y tienes permiso de visitas; sin embargo, hasta que tu juicio no ocurra, seguirás encerrado.
Sonreí y suspiré. Relajé los hombros, sabía que esto tenía un pero.
-¿Cuál es la condición? -pregunté y ella ladeó la cabeza-. Con Eduardo siempre hay letras pequeñas.
-Correcto -Dio un pequeño brinco y sacó una carpeta de su bolso-. La única condición para que tengas visitas es que me ayudes a controlar a la anomalía climática; con tus notas hemos logrado crear el boceto de una máquina especial que puede decir cuándo atacará.
»Las hipótesis nos señalan que podremos apagar a la anomalía por un tiempo y, después, controlarla -completó emocionada-. Tenemos las herramientas; pero es tu trabajo y necesito tu ayuda.
-Sabes que siempre la vas a tener -respondí con una sonrisa cansada-. ¿Eso es todo?
-Noup -negó feliz-. Hay más.
»Comenzarás pasado mañana; logré que tu traslado sea a tu oficina -Hizo una breve pausa y puso su índice en los labios-. Sí, puede que no sea lo mejor, pero ahí serás más útil y podrás pagar tus pecados.
-Me parece bien... -Estiró su mano y me hizo callar.
-También tienes que agradecer a John -Me rasqué la cabeza sin comprender. Ella rodeó los ojos. -. Su trabajo impecable es causa de que tú seas un tanto libre.
Mei dio media vuelta y, antes de que saliese, se paró en seco, golpeándose la frente.
-Distraída -Giró en su propio eje-. Mañana vendremos a hablar contigo; tranquilo, es algo que queremos que sepas.
-¿Puedo tener un adelanto? -pregunté divertido. Ella dio media vuelta y siguió caminando. Sus pisadas resonaban en la pared.
-¡Cuídate, Afar! -exclamó alzando la mano y el guardia volvió a cerrar la puerta-. ¡Cierto! Hunter vendrá mañana, mencionó algo de cinco de noviembre.
-¡Gracias! -grité agradecido.
Después de unos minutos el lugar volvió a estar en silencio; mis pensamientos comenzaron a salir.
Se avecinaba una fecha importante para mí. Y, después de mucho tiempo de no hacerlo, comencé a tener miedo.
Porque por primera vez, en cinco años, vería a mi Jocie una última vez.
Después de utilizar la Compresión Acuífera¹ y los demás productos de limpieza, me encontraba listo para recibir el tan esperado día.
Pero hubo una cosa que me sacó una sonrisa.
La maleta que me trajo Izumi fue hecha por otra persona; ¿que cómo lo sé? Todas las prendas eran similares a las que usé la última vez.
Prendas claras y frías, y unos tenis más clásicos que la vida misma. Mientras que, la barba, tenía que afeitarme casi al raz, haciendo parecer una barba de varios días.
Todo tenía que funcionar para esta última vez.
Sin querer, volví al chico de bachillerato que amaba con locura a su chica.
Me encontraba caminando de un lado a otro, con las manos sobre la espalda, con la mirada al piso. El nerviosismo me estaba consumiendo.
-¿Tan impaciente como siempre? -preguntó una voz masculina que, en más de una ocasión, me ha regañado. Yo giré hacia mi derecha y lo vi parado.
El Médico del Arrabal se encontraba con una gabardina negra y ropa en tonalidades oscuras y calientes. Éramos contrastantes.
Mi mejor amigo inclinó su cabeza y la puerta se abrió y se paró en el umbral de metal.
-¿Cuántas veces he roto la ley por ti? -preguntó con nostalgia-. ¿Por qué siento que, tú y yo, estamos destinados a este ciclo?
-Las mismas que yo he usado las palabras para sacarte de un apuro -respondí con una sonrisa-. Somos el uno para el otro, viejo amigo.
Hunter entró en la habitación y se detuvo frente a mí, escasos centímetros nos separaban.
-Pareciera como si eso hubiera pasado hace muchos años -musité.
-El tiempo es relativo -señaló-. Recuerda que el ser humano lo inventó para tener una sensación de progresión y repetición.
-También pareciera que hace mucho, tú y yo, dejamos de hablar como ahorita -declaré rascando mi nuca.
-¿De forma pacífica que, de a poco a poco, se convertirá en una discusión? -preguntó sonriendo ligeramente.
-Exacto -respondí y le tendí la mano-. Te extrañé, Médico.
-El sentimiento es mutuo, Ingeniero -respondió el saludo de forma seca, pero cálida, como él lo sabe hacer.
Sin perder el tiempo, abracé a mi mejor amigo, ¿tanto tiempo había pasado sin vernos? Las palabras eran viento, los recuerdos eran susurro a nuestro alrededor.
Cerré los ojos y contuve mis lágrimas; por este hombre, daría mi vida.
Soltamos el abrazo.
-Te ves bien para haber sufrido castigo horrible -dijo mi mejor amigo de forma sarcástica.
-Y tú, a pesar de tu esclavitud, se ve que conservas el estilo -respondí con malicia.
El Médico comenzó a reírse, mientras la atmósfera del lugar comenzaba a calentarse.
-¿Acaso llega el suficiente oxígeno a tu cabeza? -se burló-. Al menos ten un poco más de respeto para la persona que logró sembrar la duda en el Consejo.
-¡Oh sí, claro! Y yo me como una mierda...
-Como sea -añadió y me apartó, llegando hasta la cama y dejando los químicos sobre la misma-. Es Cinco.
-De noviembre, sí -dudé de lo que iba a hacer. Hace tiempo que... -. Ha pasado mucho desde que hablé con ella.
-Desde que nos separamos, sí -completó girándose su cabeza, mostrando el perfil-. ¿Recuerdas las medidas de seguridad?
-¿Qué acaso no me ves? -señalé con obviedad y comencé a recitar-. "Para que el químico funcione, tienes que tener una visión similar a la última vez que la viste"
-¡Niño bueno! -Sonrió y giró con una jeringa, de diez centímetros, con la dosis preparada-. Solo quiero que sepas que puede ser la última vez que puedas hablar con ella.
-Lo sé -murmuré triste-. Cada vez que lo hacemos, pareciera que ocurren cosas malas.
» La última vez que me ayudaste, nos separamos.
-Por eso, esta será la última -asintió.
-Va a ser la última vez que vea a mi Jocie.
John me tomó por la nuca y chocamos frentes, quedando el uno cerca del otro.
-Será tu último ritual de amor, Carnal -susurró y me dio un golpe en la cabeza-. Solo falta una cosa, la cual, creo, tomé de tu casa.
Mi mejor amigo sacó un pequeño paquete de su gabardina negra, el cual tomé y abrí con cuidado.
La nostalgia me invadió. El viejo Reloj-Comunicador que Jocelyn me había antes de que se fuera en su avión.
-Gracias -susurré mientras me lo acoplaba al brazo-. Como siempre salvándome, solo faltaría...
-La fotografía -completó mi frase-. Voltea tu brazo y revisa el compartimiento.
Siguiendo sus instrucciones, de un pulso abrí el compartimiento secreto -el cual pocos modelos tienen-, y adentro estaba la fotografía de Jocie.
Quedé sin palabras.
-La tomé cuando fui a tu casa en busca de respuestas -sonrió y me hizo cerrar la boca-. Christina no sabe que la tomé.
-Gracias -volví a musitar-. ¿Tienes todo? -Asintió.
-Recuerda -dijo de memoria-. El químico te va a inducir a un estado de coma, podrás conversar con su recuerdo; mientras más fuerte sea su lazo, más fuerte será la experiencia.
»Si te pasas de la hora -Hizo una pequeña pausa y tomó otra inyección, esta vez, tecnológica-. Te inyectaré la adrenalina en el corazón y despertarás de golpe.
-Será rápido, tranquilo -tranquilicé mientras me acostaba sobre la cama.
-Recuerda, piensa en el último instante en que la viste; no sé si sea consciente todo, pero piensa en la foto.
-Gracias, John -susurré mientras tomaba el retrato entre nuestras manos-. Dale.
La luz blanca me cegó al abrir mis ojos. Desorientado me encontraba; jamás, en todos los años que hice el Ritual, había despertado de esta forma.
Mis sentidos comenzaron a despertar poco a poco; los exóticos olores a comida frita y café por la mañana ingresaban por mi nariz hasta colarse en mi estómago, engañándolo, haciéndole creer que había ingerido un café y un par de banderillas.
Los sonidos de la gente corriendo de un lado al otro, las bocinas ordenando las indicaciones para abordar y los aviones despegando invadían mi oído; engañando al subconsciente, proyectando un aeropuerto.
El gusto llegó de la mano con el tacto, un sabor a frutos rojos invadió mis labios, provocando el movimiento de forma rítmica y lenta, como un viejo sentimiento. Sin poder ver sabía quién era la dueña de esos labios marrasquinos.
-¿Morenito? -su dulce voz llegó convertida en un susurro-. ¿Estás bien?
La vista fue lo último en llegar, mis ojos terminaron por aceptar el ingreso de luz y una figura era la parte central de mi mirada.
Aquellos enormes ojos agua marina de los que tanto había presumido, su sonrisa de oreja a oreja mostrando su perfecto trabajo de ortodoncia, su nariz recta y fina y su piel pálida adornados de una cabellera oscura que, con los rayos del sol, a ratos se veía cobrizo.
Fui consciente de dónde estaba, sentí las piernas de la mujer de mi vida debajo de mi cabeza.
-Hola -susurré con una sonrisa tímida.
-Hola -respondió pasando su mano por mi cabello-. ¿El viaje estuvo mejor? -Asentí.
Jocelyn se hizo a un lado, dejándome incorporar y observar a mi alrededor.
Por vez primera, estábamos en una enorme habitación blanca, con enormes farolas iluminando los pasillos; las usuales bancas de espera fueron convertidas en sillones cómodos y los enormes ventanales que daban a la pista, eran enormes campos de girasoles que daban una atmósfera cálida.
-¿Dónde estamos, Vida? -pregunté observándola a los ojos. Aquellos que siempre me van a conquistar.
-Es tu imaginación, Cariño -respondió tomando mi rostro con su palma. Mi piel se estremeció al contacto-. Hace mucho quería hacer esto.
Jocelyn estaba vestida como el último día; sus sencillos jeans azul claro con su blusa anaranjada con bordes en pardo y, cubriendo su tórax, un suéter de lana gris. Su cabello, se encontraba repartido en diversos pares de ondas.
-Jocie -musité. Ella rió ante mí reacción.
-Ha pasado tanto tiempo y aún te estremeces ante mi tacto -susurró mordiéndose el labio-. Eres todo un caso, Mensito.
Tomé su mano con mi mano espejo, cerré los ojos tratando de contener las lágrimas.
-¿Te molesta que estemos aquí? -preguntó agachando su cabeza para verme a los ojos-. Podemos caminar, mi vuelo...
-¡No! -exclamé y levanté la mirada-. Es que, ha pasado mucho tiempo desde que estuvimos juntos...
-Y han pasado tantas cosas -completó mi frase.
Giré la cabeza, sin poder evitar mi sorpresa. ¿Desde cuándo los recuerdos...?
-Siempre estoy contigo, Morenito -respondió a mi pregunta mental-. He visto por todo lo que has pasado.
-¿Entonces conoces el riesgo? -Asintió y acerqué mi cabeza hasta quedar con la frente unidos. -. No quiero que sea la última....
-Eso no importa ahora -respondió cerrando sus ojos, creyendo que no ocurría nada-. Ahora estamos juntos.
Una pequeña ráfaga de viento cruzó por en medio de los dos, separándonos.
-Hay tanto que decir -susurré a la par de medir nuestras palmas.
-¿Quieres contarme sobre Christina? -preguntó suspicaz. Yo torcí la boca-. Tranquilo, sé quién es ella.
-¿Ah sí?
-Síp -estiró su mano y la imagen de la pelirroja apareció frente a nosotros-. La chica que logró colocarte nuevamente los pies en la Tierra, aquella que te cuida aunque seas un tonto a veces.
-Es una mujer increíble -añadí mientras besaba sus nudillos-. Aunque no más que tú.
-Te equivocas, Vida; ella es mucho mejor que yo.
-La apruebas... -corregí cerrando mis ojos.
-Soy una representación de tu mente -Sacó un pequeño paquete de plátanos fritos y lo abrió, depositando uno sobre su paladar-. Por supuesto que la apruebo.
Me tendió el paquetito. La misma marca y sabor era el mismo que compartimos en nuestra primera cita. Sonreí y lo tomé.
-¿Recordando viejos tiempos? -preguntó con suspicacia.
-¿En serio? -Levanté la envoltura y reí. Ella elevó sus hombros-. ¿Dónde los conseguiste? Los dejaron de hacer hace años.
-Es tu recuerdo, Mensito -Agarró otro platanito y se lo metió a la boca, disfrutando el sabor-. Volviendo al asunto; ella te hace feliz y te cuida.
»Tienes que seguir con tu vida.
Cerré los ojos y respiré profundamente.
-Eres la mejor, Jocie.
-Lo sé -susurró mientras me daba un casto beso en los labios.
Un pequeño silencio se instauró entre nosotros; fantasmas pasaban a nuestro alrededor y el frío comenzaba a pegar en Jocelyn.
-Tienes frío -susurré y ella afirmó-. Será la última vez que te vea... -Ladeó la cabeza sin comprender. -. El frío, tiene que ver el tiempo, pronto te irás.
-Siempre estaré contigo, nunca te dejaré...
-Porque siempre estarás en mi corazón... -respondí rodando los ojos y tirando de mi cabello con frustración.
Me levanté y di media vuelta, las maletas se materializaron delante de mí, provocando que me golpeara.
-Carajo -maldije por lo bajo mientras me masajeaba la espinilla.
Jocelyn se incorporó y me abrazó por la cintura. Colocó su mentón sobre mi hombro derecho.
-¿Qué tienes? -preguntó y comenzó a picotear mi estómago-. ¿Es por mi vuelo?
La regla del Ritual era que teníamos que seguir todo el camino que ha pasado. Si la persona en cuestión decía algo que ocurrió, tenías que seguirle.
-Ambos sabremos que esta será la última vez -giré y le tomé las manos.
-¿Que haces, Morenito? -preguntó nerviosa.
Pero, ¡al demonio! ¿Era mi última vez, no?
-Solo escúchame -susurré y pegué mi frente con la de ella-. Déjame hablar.
Ella asintió di una bocanada profunda.
-Recuerdo este día -El lugar comenzó a cambiar mientras las palabras se las llevaba el viento y las formas se materializaban. -. Después de una de las noches más mágicas que he tenido en toda mi vida, te acompañé a este aeropuerto.
»La leyenda del Oriente nos dicta que, no importa la distancia ni las circunstancias -Elevé mi dedo meñique y una cuerda roja lo unió con el suyo-. Un hilo rojo junta con una persona, la cual, se considera el amor de la vida del otro.
»Llegaste en el punto cúspide de mi vida, me enseñaste el camino con claridad y contribuiste a formar la persona que soy en la actualidad -Unas rebeldes gotas comenzaron a caer sobre nosotros, justo como nuestra primera cita. -. Nos convertimos en la perfecta sincronía que el mundo busca; nos volvimos una dualidad perfecta.
»Jocie, desde el primer momento supe que podríamos ser uno mismo; ser usuarios transparentes -Las farolas se iban apagando poco a poco, dando lugar a la sala de despedida de un aeropuerto. -. Contigo me sentí completo; con cada despertar ansiaba estar a tu lado, sentir que el tiempo era relativo.
»Escucharte hablar de todas las cosas que te apasionabas y aprender, día con día, algo nuevo -Los girasoles iban perdiendo sus pétalos, siendo llevados por el aire proveniente de las turbinas de aviones despegando. -. Enamorarte a diario con hechos y no con palabras.
»No hay mañana que pase sin recordar ese primer momento; cuando eramos dos completos desconocidos en un aula enorme, entre relajo y desmadre -Dos adolescentes, similares a nosotros, cruzaron el umbral de embarque tomados de la mano. -. Tenía miedo, pero, después de un minuto de valentía, te invité a salir a aquel parque y compramos un helado asqueroso.
»El resto es historia -La paz y tranquilidad se transformó en las bocinas y personas corriendo, las cuales, perderían su vuelo. -. La sencillez, carisma, sonrisa y madurez fueron las armas con las cuales me conquistaste.
Bajé la mirada, cerré los ojos conteniendo las lágrimas.
-Y ahora, que te vas en aquel vuelo y, consciente del futuro que te espera, puedo decir que eres lo mejor que me ha pasado -Sus maletas comenzaron a rodar, sus padres estaban esperándonos. -. Nunca te olvidaré, siempre te llevaré en mi corazón y, aunque tenga que a soltarte y avanzar, siempre serás mi más bonita casualidad.
»Eres el amor de mi vida, Jocie -Tomé su rostro con mis manos, su piel era cálida y ella contenía las lágrimas. -. Tu ausencia jamás será reemplazada; y aunque agradezco a Alá que me mandara a Christina. Jamás podrá superarte.
-Afar... -susurró y la distancia se eliminó entre nosotros, nuestros alientos bailaban en un rítmico compás-. Ella es lo mejor que tienes ahora; cruzaré ese umbral y por fin descansaré. Por favor, ¡sé feliz!
»Mereces ser feliz -Sus palabras me pusieron el corazón a mil-. Christina es el amor para tu vida.
Nuestros labios se unieron nuevamente, de manera mecánica recordé aquel último primer beso; el sabor a frutos rojos se coló hacia mi cerebro, revolviendo mi estómago de los nervios y mi corazón hecho una bomba a punto de explotar.
Aquellos labios marrasquinos me devolvieron la vida que se llevó aquel fatídico día; el día que iría a estudiar la Universidad al otro lado del mundo.
Abrí los ojos y el lugar era la típica sala, no había magia, solo dos personas que se amaban profundamente.
Jocelyn se separó y tomó mi mano, obligándome a ser arrastrado hacia sus padres.
-Gracias por traer a nuestra hija -dijo su padre mientras abrazaba a su hija-. ¿Se divirtieron anoche?
-Ha sido la noche más feliz de toda mi vida -respondió Jocie separándose y abrazando a su madre.
-Nos alegra escuchar eso, hija -añadió su mamá.
Yo metí mis manos. En mis bolsillos, siendo consciente que encontraría la carta donde le pediría matrimonio. Una que nunca me atreví a darle.
-Toma -Extendí la carta, rompiendo el recuerdo-. Léela cuando estés en tierra, cuando los husos horarios sean distintos.
Sonrió y guardó la carta en su pantalón.
-También tengo una última sorpresa para ti -sonrió la pelinegra, obteniendo un paquete de sus padres para dármelo-. Mi regalo de graduación.
Tomé la caja, sabiendo cuál era su contenido.
-Sé que eres amante de la tecnología retro -añadió sacando las bolitas de poliuretano-. Así que te conseguí un Reloj-Comunicador de primera generación.
Tomé el aparato y lo puse alrededor de mi muñeca. Otra corriente de aire recorrió mi columna.
Jocelyn me dio un último abrazo rodeándome el cuello ocultando su faz en mi cuello. Simplemente la abracé, sin poder evitar derramar lágrimas.
-Ya no tenemos mucho tiempo -susurró en mi oído-. Pero recuerda, no podías saber que pasaría esto; no había forma de evitar que yo muriese este día.
»Me diste la noche más mágica de mi vida -continuó. Sabía que mi novia estaba hablando de verdad-. Fuiste mi mejor amigo y, agradezco a Dios, que te convertiste en mi novio, ¡en el hombre que eres!
»Te amo, Afar -susurró y nuevamente los frutos rojos hicieron presencia en mi subconsciente-. Siempre lo haré.
»Siempre estaré contigo.
Jocelyn se separó y fue a por sus maletas, el piso se comenzaba a fragmentar y la luz desaparecía hasta solo quedar iluminados ambos.
Jocie caminó con felicidad hacia su tumba alada, ¿por qué no podía detenerla un poco más? ¿Tan malo sería morir definitivamente? ¿Qué me ataba en mi realidad?
«Salva a tus amigos». Susurró su voz en mi cabeza. Yo sonreí.
Quería decir algo, pero no pude.
No pude decirle nada, solo la contemplé; sentimientos de dolor, agradecimiento y amor me invadieron. Ella dio un último giro y aquellos preciosos ojos agua marina cruzaron conmigo, a veces, dos almas, solo se entienden con una tierna mirada.
-Te amo, Jocelyn -susurré cruzando los brazos-. Feliz cumpleaños...
La luz desapareció. El lugar quedó vacío y estaba yo. Sintiendo el tercer escalofrío, indicando que era mi turno de partir.
El aire invadió mis pulmones de la forma más violenta posible, sentí cómo el fuego recorría mi aparato respiratorio y exigía expulsar todo.
Me incorporé de golpe, provocando una reacción distinta. John me tomó por los hombros, intentándome calmar.
-¿Cuál es tu nombre? -preguntó mientras pasaba su linternita por mis ojos.
-Afar -respondí golpeando el aparato-. Estoy bien, solo quítame eso de encima -Una punzada de dolor me dio en la sien-. ¡Auch!
El Médico se separó y me tendió un vaso de agua con una pastilla. La cabeza me estaba matando.
-Gracias -susurré una vez tomado el medicamento. Me sentía ligero y con sentimiento.
-¿Cómo estás? -preguntó, mientras se sentaba a mi lado. Yo lo abracé inmediatamente.
Verla nuevamente fue el mejor regalo. Sabía que era un recuerdo pero, esta vez, se sintió real. ¿Podría ser...?
-Tengo una última dosis, amigo -dijo tranquilo-. Puedes hacerlo el siguiente año, si quieres.
Me separé y vi el retrato en el piso. Me agaché y lo tomé entre mis manos.
-No -respondí secándome las lágrimas-. Fue una despedida hermosa; Jocelyn me ayudó a ser la persona que soy ahora.
»Pero tengo que avanzar -añadí, doblé la foto y la guardé en el compartimiento del Reloj-Comunicador-. Por toda la gente del Arrabal y por mí.
-¿Conservarás la foto? -preguntó mientras se incorporaba. Asentí.
-Se quedará en su sitio -volví a responder-. Ahí nadie la encontrará.
-Es tu decisión y la apoyo.
John comenzó a caminar hacia la puerta y salió, sin despedirse como sólo el verdadero Médico puede hacer.
-¡Gracias! -exclamé y él se detuvo en seco-. Por ayudarme con el Ritual.
Hunter asiente y sigue su camino; las pisadas desaparecen, el guardia se aleja y quedó nuevamente solo.
Pero esta vez estoy tranquilo.
Le doy gracias a John por darme este momento, se retira, dejándome la puerta abierta, aunque yo decido quedarme a recostar un rato.
Me tumbo en el banquillo incómodo, tomo un cojín de las cosas que trajo Mei, y me pongo a pensar.
En la última brisa que Jocelyn Ollard tendrá.
Acotaciones.
(¹).Una ducha de un solo uso, que limpia a los individuos de la cárcel.
N. de A.
¿Quién publica a las 3 de la mañana? ¡Cielos! Yo xd.
Este capítulo tenía que subirse de regalo de Reyes, peeeeero, mi ociosidad pudo conmigo.
Este capítulo es el que más cambios ha tenido, quise hacer algo diferente y digno de la historia de estos dos.
¿Les gusta el nuevo Ritual? Es un boceto muuuy vago y quiero tenerlo en un futuro pulido.
Ahora sí, espero su opinión y/o señalamiento de error en los comentarios.
¡Gracias por seguirme!
PD. Y como no, aquí también hay problemas de guioncitos xd
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