Capítulo 6
Por mucho que la Humanidad hubiese evolucionado a base de diseño genético, Asuia no tenía grandes recuerdos de su infancia temprana, la memoria de los primeros años de vida seguían siendo un agujero negro de la mente. De hecho sospechaba que sus verdaderos recuerdos no existían hace rato, ya que cada individuo tenía su propio registro de videos con momentos memorables, y ella los había visto tantas veces que ya no sabía si se los imaginaba en su memoria en primera persona.
Tenía por ejemplo un fantástico video que mostraba imágenes de la generación Octans B dentro de sus incubadoras, mucho más modernas que las que había visto hace un rato, y de hecho; habían varias fotos de la secuencia prenatal de Asuia, de cuando era un embrión y como se iba formando en la placenta artificial. Esas imágenes parecían surreales, era muy difícil pensar que eso había sido ella.
Los comienzos de la vida para cada persona era más o menos igual. Luego de nacer, habían trabajadores especializados en los cuidados neonatales; de preparar la leche nutritiva, de verificar que se alimentasen bien, de la higiene, de controlar los monitores vitales, y de activar las pantallas de estimulación visual y sonora, soportes que sostenían juguetes computarizados dentro de la incubadora, para comenzar un temprano desarrollo de las redes neuronales y cognitivas.
Todo el proceso venía sumamente supervisado por equipos de científicos y expertos en psicología, que contemplaban las necesidades temperamentales de cada niño, ya que no todos exhiben las mismas frustraciones, alegrías o necesidades. Se cuidaba que un plantel de no más de 40 trabajadores fuese parte del desarrollo de los primeros dos años de vida de cada niño, sino la socialización podría serle muy confusa.
A partir de los 9, 10 meses, los bebés comenzaban a gatear, en ese momento eran designados a los sectores de crianza. A cada uno le tocaría en una sala, que compartiría con otros 49 bebés y el personal designado. Habían áreas donde compartían con otros niños y adultos realizaban tareas con ellos, para ciertas actividades lúdicas tenían control robótico. También tenían sus camas con más monitores y brazos que interactuaban con el niño, ahora con juguetes más sofisticados.
A medida que los niños se seguían desarrollando comenzaba la educación en lo que respecta a conocimientos, hábitos, costumbres y moral. La educación seguía, cada vez más avanzada, se incorporaban actividades físicas, muchas actividades de recreación, principalmente distintos tipos de videojuegos; y eventualmente para la adolescencia ya se tenía un perfil completo del individuo. También a medida que crecían se los reinstalaban en habitaciones que compartían con menos individuos, para la adolescencia vivían en el Instituto de Formación Básica y cada cual tenía su propio lugar.
Asuia recordaba estas épocas y se reía sola. Los tutores la habían sorprendido más de una vez habiendo entrado chicos o chicas a su habitación. Era normal, con el despertar hormonal era lo más natural del mundo, nadie los amonestaba por experimentar su sexualidad, pero Asuia era vergonzosa y en esos momentos la había pasado un tanto mal. Ahora era gracioso.
El hecho de haber erradicado genéticamente las enfermedades, y además, que todos los individuos nacían esterilizados desde la segunda generación, hacía ya como 180 años, les libraba de muchas preocupaciones a la hora de intimar. Por supuesto que no todos eran bisexuales, si bien una muy gran cuota sí lo era, y prácticamente todos lo habían experimentado en algún momento. Es lo que tiene no tener prejuicios ni construcciones sociales instaurados desde que una persona nace. Al aflorar la pubertad, el humano prueba hasta donde su conciencia moral le permite, y cuando no te condicionan a diferenciar o discriminar a las personas por características de su físico, gozas de la libertar de escoger lo que prefieras.
El Instituto de Formación Básica era como un campus universitario, donde los jóvenes vivían desde los 12 años hasta los 17. Allí consolidaban algunos conocimientos previos, y aprendían todo lo que la Colonia consideraba que un ciudadano debía saber. Mucho era referente a ingeniería, física, ingeniería espacial; ciencias en general. La estructura de la ciudad domótica era muy compleja, y todos eran responsables de saber lo básico, desde en caso de ser necesario reparar alguna parte de su estructura, hasta cómo y qué hacer ante una crisis letal. Después de todo, vivían en una ciudad construida en un planeta aún inhóspito, pese a que se estaba intentando desarrollar una atmósfera, que demoraría muchísimo en ser respirable.
También aprendían lo básico para todas las tareas y casi todas las profesiones imprescindibles, para prevenir algún faltante importante. Todo lo que era controlado por computadoras, o semi automatizado, debía poder ser manipulado básicamente por cualquier individuo y entender cómo funcionaba.
Luego de ésta etapa los jóvenes eran emancipados, cada uno se mudaba a un apartamento, y comenzaba a trabajar, a la par de seguir especializándose en lo que hubiese elegido. Ese sería el resto de funcionamiento de la vida en la colonia, cada uno aportaba sus horas de trabajo, y a cambio recibía lo que necesitase. Parecido era con respecto a los hobbies o actividades de esparcimiento. La colonia se podía dar el lujo de proporcionar elementos, aparatos electrónicos, o lugares físicos a quien los pidiese, pero las actividades no contaban como aporte esencial a la colonia. Es que así era la idiosincrasia de los ciudadanos: por ejemplo, nadie vivía de ser deportista, pero habían clubes y se competía en campeonatos, porque era divertido y mantenía el físico. Nadie vivía de pintar cuadros o hacer música, pero no había ningún impedimento a expresarse de forma artística y exponerlo en algún lugar.
—Atlas, quiero ver mis archivos.
Asuia empezó a recorrer las fotos y videos como quien ojea una revista, hasta que se detuvo. Ahora se veía a sí misma, con 6 años, en una huerta. Habían llevado a varios niños a recoger fresas, y ella tomaba una bastante grande, la observaba unos segundos y se la llevaba directo a la boca. Acto seguido fruncía el ceño y cerraba los ojos involuntariamente, aún estaba ácida. Algunos niños reían con ella. Se empezó a preguntar si habría sido esa visita a la huerta la que marcó su interés por las plantas. Ese día, al final del paseo, montó un pequeño berrinche porque quería llevarse una planta con ella, según decía, para poder averiguar cuando las frutas estuviesen dulces.
Ahora veía una fotografía en la que Gemma y ella practicaban gimnasia. Asuia había conocido a Gemma en el Instituto de Formación Básica al que asistían ambas, aunque no eran compañeras de ala. Cuando tenían 14 años habían compartido unos cursos, y había sido casi que atracción a primera vista. Gemma había dado el primer paso, aunque con la sutileza que la caracterizaba. Una tardecita, luego de quedar varios chicos en un local donde tocaban unos músicos, aprovechó que quedaron solas para invitarle un trago y sacarse una conversación de la manga. Cuando Asuia quiso acordar, la tenía sentada a escasos centímetros jugando con su pelo que ya en ese entonces era lila. Se acordaba clarito, cuando la idea de que Gemma realmente estaba coqueteando con ella se le cruzó por la mente como un rayo. Ni lerda ni perezosa le plantó un beso que fue correspondido, y desde ese entonces, a veces más frecuente, a veces menos, se veían. De todos modos Gemma era muy activa, no sólo con sus estudios, que se estaba dedicando a la ingeniería espacial, sino que solía tener varios salientes simultáneos. A decir verdad, Asuia tenía la casi que certeza de que Gemma era muy variante y se aburría rápido de las personas con las que salía o intimaba, a excepción de ella. Seguro que era porque le gustaba mucho conversar con ella, y a Asuia era buena escucha.
En la foto, Asuia estaba dando una vuelta de carro con las piernas en el aire, mientras que Gemma tomaba carrera para hacer lo mismo. Le gustaba ir a la pista de atletismo, sobretodo en esa época de vivir en el instituto, disfrutaba de la libertad que sentía corriendo. Ya habían pasado casi 3 años desde entonces, y hacía más de medio año que vivía sola. Estaban a mediados de Octubre, pronto ambas cumplirían 18 años, al igual que toda la generación Octans B; y en la Colonia se celebraría a lo grande, ya que todos los ciudadanos independientemente de la generación, nacían un primero de Enero, que además era Año Nuevo.
El sueño comenzaba a pesarle en los párpados aunque todavía era temprano, para la hora que acostumbraba dormir Asuia. Decidió incorporarse rápido antes que le ganase la modorra, y pegarse una ducha para espabilarse.
Mientras miraba el agua deslizarse sobre su piel y caer al piso entre sus pies, se le vino una imagen a la cabeza.
—¡Atlas! —Gritó desde la bañera— ¿Tienes fotos del planeta Primario cargadas a la red?
—Me temo que muy pocas, Asuia. En el Centro Histórico puedes encontrar gran variedad.
Asuia hizo silencio unos segundos mientras meditaba al respecto—. ¿Nadie suele consultar sobre eso?— La pregunta escapó de sus labios antes de razonar lo que decía en voz alta. Un tanto nerviosa, rápidamente espetó intentando corregirse— Atlas... ¿si alguien quiere acceder a mi historial de actividad contigo, puede hacerlo?
—Sabes que sí, Asuia. No es lo usual, se debe levantar el código de privacidad, pero con una razón justificada, se puede y se debe.
Asuia sentía las ideas hecha bola nuevamente. Ni siquiera ella misma entendía qué quería saber, menos aún que quedase registrado lo que preguntase, al no saber si estaba fuera de lugar. Era extraño, porque toda la gente, en especial los adultos, estaban muy convencidos que el sistema de la colonia, el presente, y por lo tanto el futuro, era lo único que importaba. El pasado había sido tan malo como para enterrarlo lejos, tan lejos como en otro planeta. Y esos humanos que habían vivido allí, eran tan miserables, primitivos, enfermos e imperfectos, que solo prevalecía esa idea indiferente y hasta despectiva de lo que había sido. Pero de algún modo, luego de la gran guerra, habían logrado llegar hasta donde estaban ahora. Se sentía muy conflictuada, hacerse preguntas no era algo malo, pero por algún motivo sentía algo que según creía, se parecía a la culpa. Quizás estaba siendo paranoica, y se había ido en pensamientos divagando otra vez.
Cuando salió del baño envuelta en la toalla y se aproximó a la sala de estar, vio que Atlas había dejado en pantalla las fotos que Asuia había pedido. Inmersa en sus pensamientos ya se había olvidado de eso. Se aproximó para mirarlas al detalle. El planeta primario era una gran bola azul con manchas blancas arremolinadas y algunos sectores más oscuros. Era increíble, todo eso azul era agua, en estado líquido, según decían. No podía imaginarse tal magnitud de agua, ni modo. En la Nueva Tierra el agua líquida estaba subterránea. Había algún que otro lago artificial en la ciudad domótica, pero el territorio exterior aún resultaba bastante desértico.
—Gracias Atlas. Puedes apagar.
Asuia decidió ir a intentar conciliar el sueño para estar bien descansada. Mañana iría al Centro Histórico, a ver qué tal.
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