Capítulo 5


Soné que soñaba.

Aunque algunas partes están difusas, otras las recuerdo con precisión. Fue extraño, porque yo no era yo misma exactamente. Cómo lo explico, no era yo físicamente, creo que más bien era un cyborg con mi mente dentro. Recuerdo mirar mis brazos que estaban conformados de partes sintéticas de color piel, adornadas con finas líneas de metal, y se sentían adormecidos. Y no vivía en el hoy, yo sabía, era consciente de que estábamos muchísimos años por adelante. Quizás varios siglos.

También recuerdo estar en otra casa, mi casa, y salir fuera. Y entonces mirar al cielo atónita, puesto que podía ver la bóveda espacial. Pero la real, aunque la atmósfera no me hacía daño. Me dí cuenta de eso luego de inflar temerosamente mis pulmones, y que no pasase nada. Lo cierto es que no vivíamos en una ciudad domótica. No estaba segura si habíamos logrado terraformar nuestro planeta con éxito o si estábamos en una Nueva-Nueva Tierra.

El cielo era precioso. Era de un violeta muy intenso, estrellado, y engalanado con dos lunas pequeñas. Pero como en nuestro planeta también hay días que podemos ver dos de las tres lunas, no puedo asegurar dónde estábamos. Igual no es que importe, fue un sueño.

Asuia dejó de tipear unos momentos y brevemente fantaseó con visitar algún otro planeta. Quizás en alguna vacación, podría hacer unos méritos, apuntarse y esperar su turno. Si se hubiese dedicado a la investigación espacial lo haría a menudo, pero prefirió la botánica. El reino vegetal era más afable y menos riesgoso. Además, había visto gente enferma alguna vez. Si bien en la colonia nadie enfermaba, le sucedía algunas veces a los que salían del exoplaneta; de todos modos las enfermedades no solían durar mucho. Ahora reflexionaba sobre el tiempo que hacía que no salía de la colonia si quiera. No lo había hecho demasiadas veces en su vida, pero era una linda experiencia. En ocasiones las excursiones tenían fines didácticos, otras veces recreativos. Pero salir fuera de la colonia no era la única forma de ver el cielo, sus astros y lunas. Si bien el domo tenía la tecnología de emular el ciclo del día y la noche, cuando la noche real coincidía con la noche en la colonia, se apagaban los generadores visuales para ahorrar energía, y así se podía contemplar la bóveda verdadera.

La cuestión es que estaba yo ahí, encantada con el aire que respiraba, con el nuevo mundo que me rodeaba, fascinada con mi nuevo cuerpo inmortal... porque de veras me supe inmortal. Esa maravillosa tecnología de cyborg perpetuaría mi mente al infinito, tenía todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisiese, hasta podría recorrer el universo... y de pronto vino a mi mente una idea desesperante y angustiosa. Empezaba a pensar que alguna vez habíamos tenido cuerpos de carne y hueso, que la sangre era la vida. Que tenía que comer y beber para vivir. Que me podía haber muerto de sólo salir fuera de la colonia sin un traje protector y procesadores de oxígeno. Básicamente empecé a pensar que alguna vez las cosas habían sido... como lo son hoy de verdad.

Desperté abruptamente, sofocada, desorientada, como si me hubiesen desenchufado de una pared, arrancado de otra vida. De hecho tardé unos minutos en asimilar y ordenar lo que había sucedido. Igual, no lo llamaría pesadilla, sino más bien como una revelación. Una epifanía de mi subconsciente.

Desde esa noche comencé a analizar en retrospectiva todo lo que sé de mi mundo. Soñarme a mí, en un futuro, despertó curiosidad en mí, de ver el pasado. Bueno, de saberlo al menos. No es que lo pueda ver, a menos que sea en material audiovisual.

Y lo extraño es que nadie lo hace. Damos tan por sentado todo, y el pasado importa tan poco...

Tiene sentido. No hay nada que aprender de ese pasado, al menos eso dicen. No se puede repetir, no volveremos a ser primitivos, eso es un hecho. Invertirse mucho en esos asuntos no sería práctico, y aquí todo el mundo quiere ser práctico. Es práctico. Debe ser práctico.

Pero... ¿hasta dónde quiero ser eso?

¿Hasta dónde quiero ser igual a todos?

¿Me han enseñado a ser como soy?

¿Soy sólo lo que me han enseñado?

Asuía quitó las manos del teclado del viejo ordenador, las apoyó en su regazo y se reclinó para atrás sobre el sillón—. Atlas, apaga la luz de la sala. —Dijo quedando en la penumbra. A continuación cerró los ojos, y comenzó a pensar en lo que recordaba de su vida, un repaso cronológico de como era ser un ciudadano de la Nueva Tierra.




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