One Shot

Melanys vio el último aliento de vida de su padre desvanecerse frente a ella a la edad de tres años. Una niña de su edad no debería recordarlo.

¿Pero cómo olvidarlo si todo sucedió una noche de primavera cuando era abrazada por sus progenitores para tomar la última, pero alegre foto que guardaría ella por toda la vida? La última vez donde sintió calidez y seguridad.

Aquel día llovía a cántaros, parecía como si nunca fuera a amanecer, pero extrañamente, ella sonreía. Los truenos iluminaban su casa haciendo que algunos objetos parecieran más vivos ante los ojos redondos de la pequeña morena.

El sonido del timbre interrumpió el momento agradable que aquella familia estaba teniendo.

—Iré a abrir. —su madre se levantó del cómodo sofá y Mel sintió una corriente de aire fría, haciendo que se encogiera en su lugar.

—Quédate aquí con la niña. Iré a ver quién es a estas horas.—fue la voz profunda, grave y relajante de su padre la que habló.

El sonido de un arma retumbó contra las paredes, Mel comenzó a llorar, su paz se había ido y sentía miedo. Su madre corrió a intentar esconderse con ella en brazos, pero fue golpeada hasta quedar inconsciente.

Mel había caído al suelo y lloraba desconsoladamente mientras se aferraba al pequeño peluche de un corazón que llevaba en sus manos. La pequeña temblaba hecha un ovillo en el suelo helado.

Observó a su padre extendido en el suelo, su cabeza sangraba y aquellos hombres cubiertos de negro, cuyos rostros no podía ver, se acercaban peligrosamente a ella.

—Mamá. ¿Puedes dejar de dormir? ¿Quiénes son ellos?—preguntaba con inocencia mientras su manito regordeta se aferraba al brazo de su madre y lo agitaba un poco.

—Mamá…Papá. —esta vez observó al padre. —me quieren hacer daño.—su llanto se intensificó, pero su boca fue tapada con la mano brusca del hombre más robusto y atemorizante.

—Cállate si quieres seguir con vida.—habló esa voz tan rajada. Tan horrible. La voz de un monstruo.

El peor de ellos. El que la atormentaría en sueños, de por vida. Toda una familia destruida a causa de un robo.

                     🎈🎈🎈

A la edad de 5 años Mel se encontraba trabajando entregando volantes de tiendas de comida en la calle.

Trabajaba para su tío quien ganó su custodia tras la muerte de su padre. Su madre había sobrevivido, pero no había podido lidiar con el trauma y fue internada en un manicomio.

—Señora. Por favor. Tenemos buena comida.—le entregó el papel a la esbelta mujer pero la misma, al tomarlo, lo estrujó en sus manos y lo arrojó al suelo para continuar con su recorrido por las transitadas calles de Seúl.

—Debo entregar todos hoy o... —no quiso terminar la frase por los espasmos que se esparcieron a través de todo su cuerpo al recordar el maltrato de su tío.

Si no los entregaba todos y la tienda no alcanzaba clientes, le pegaba de la peor manera hasta que casi perdía la conciencia.
Había comenzado a llover. Las personas corrían de un lado a otro buscando sitio para resguardarse, pero ella seguía allí bajo aquel aguacero intentando repartir aquellos volantes. Su ropa estaba calada y sentía frío.
Nadie le prestaba atención. Algunas personas en su apuro chocaron contra ella y la tumbaron al suelo, sus volantes se esparcieron por todo el lugar. Ni siquiera se preocuparon en preguntar si la niña estaba bien o no.

—¡¡¡Nooo!!!—chilló angustiada mientras intentaba recuperarlos, pero le fue imposible.

Todos aquellos papeles tenían la tinta corrida y ya eran inservibles.

—Oye… ¿Estás bien?—un niño de ojos redondos y expresivos se acercó a ella con una sombrilla de varios colores. Eran los colores que ella hubiera deseado para su vida, los que alguna vez tuvo en su cajón de juguetes. El cabello del niño  era lacio y tan oscuro como la medianoche, sus ojos eran rasgados y era el niño más bonito que ella hubiera visto jamás. El pequeño niño se agachó frente a ella al verla encogida abrazando sus rodillas mientras lloraba. Observó los volantes a su lado, estaban deshechos por el agua.

—Tengo hambre y no quiero llegar a casa. —respondió la pequeña entre sollozos e hipo.

—¿Perdiste el camino para llegar a tu casa? ¿Dónde están tus padres?—preguntó el pequeño.

—Se han ido. —respondió la pequeña morena.

—¿Se han ido? ¿Quieres que te lleve hasta la estación de policía para que allí los localicen por ti?—el chico no entendía lo que ella le quería decir.

—Ellos no pueden.—contestó ella.

—Los policías saben de todos aquí en la ciudad. No hay quien se les escape.—el dulce niño le sonrió en un intento de darle esperanzas y a ella le pareció un ángel.

Ella señaló al cielo del cual provenían las gotas de lluvia. Él siguió con la vista la dirección que la niña le mostraba con su temblorosa y pequeña mano.

—Mi papá está allí. Mi mamá no sé donde está.—su voz salió mustia.
El chico entendió esta vez lo que la chica, con lazos deshechos en sus coletas y el vestido mascullado, le decía.

—Vas a estar bien.—el niño se inclinó para estrecharla en un cálido y tierno abrazo que llenó ese vacío que había sido cavado en su corazón hacía dos años.

—Ven conmigo. Te llevaré a casa.—habló el niño extendiéndole su manito.

—No quiero. Debo vender todo esto o mi tío me pegará.—la niña comenzaba a ver como esa pequeña luz, que por un momento la había sentido brillar, comenzaba a apagarse.

El de cabello azabache sacó una pequeña caja con un dulce y se lo extendió a la niña. Sabía que tenía hambre.

—¿Cómo supiste que era mi cumpleaños?—cuestionó su contraria.

—¿L…Lo es?—el niño abrió grande la órbita de sus ojos. Estaba impresionado al saber que cumplía el mismo día que su madre.

—Sip. —contestó la niña con voz fina.

El de sonrisa tierna recordó que en su bolsillo llevaba la vela que pondría en el pudín que había comprado para el cumpleaños de su madre y la sacó para colocarla en el dulce, el cual le daría a la niña. Su madre era una mujer muy comprensiva y amable. Él sabía que ella lo entendería.

No tenía una fosforera por lo que no pudo encender la vela, pero su intención era lo que contaba y la niña lo apreciaba.
El chico comenzó a cantar la canción de “Cumpleaños Feliz” para ella. La niña de tez bronceada comenzó a llorar, pero estas no eran lágrimas de dolor, sino lágrimas de alegría.

El chico preocupado paró de cantar, temiendo que no le hubiera gustado.

—¿P...Por qué lloras de nuevo? ¿No te gusta?—

—No. No es eso.—restregó sus ojos con el dorso de sus manitas para secar las lágrimas. —E…Es que es la primera vez que me cantan Felicidades.—confesó limpiando entre hipos el líquido salobre que se escurría por sus pómulos.

El corazón de aquel chico se le encogió al escuchar aquellas palabras. Él no podía imaginarse su vida sin las celebraciones coloridas y llenas de felicidad que se llevaban a cabo en su cumpleaños.

—Toma. Sopla la vela.—

—Pero si no está encendida.—comentó la niñita de forma inocente mientras jugaba con sus deditos y lo miraba.

—No lo está. Pero solo si pides un deseo antes de soplar la vela, este se te cumplirá.—sonrió el niño y el corazoncito de la niña comenzó a latir desbocado al observar esa sonrisa cuadrada.
—Deseo no volver a ser golpeada otra vez.—susurró y luego sopló la llama inexistente de la vela.

Acto seguido probó el dulce y se sintió muy bien al caer el primer bocado de comida del día en su estómago vacío.

El crío dejó la sombrilla a un lado y le dio la espalda para agacharse.

—Sube a mi espalda. Te llevaré a un lugar bonito. Allí no tendrás que llorar más.—habló el chico con voz alegre.

La niña estaba agotada y se sentía débil de tanto llorar así que no puso trabas, y, sin más, se subió a la espalda del chico. No sin antes tomar la sombrilla para cubrirse ambos. No sintió miedo al irse con aquel niño desconocido,  no tenía nada que perder, pues ya lo había perdido todo.

—Tu espalda está calentita.—la voz de la chica salió en un susurro y se acurrucó más en su espalda.

El chico sonrió.—Mi hogar lo es aún más.—habló.

🎈🎈🎈

El chico entró a su casa con la niña a la espalda y su madre corrió hacia ellos extremadamente preocupada.

—¿Hijo qué sucede? ¿Qué le pasó a esa pequeña?—interrogó alarmada al ver las múltiples manchas violáceas que se extendían por su hermoso y regordete rostro infantil.

—La encontré en la calle mamá. ¿Podría quedarse con nosotros?— La madre lo observó seriamente pero no contestó.

Aquella era claramente una situación tan complicada, como delicada. El cuerpo de la niña daba los claros indicios de haber sido abusada en varias ocasiones. La mujer mayor tenía muchas preguntas en mente pero decidió dejarlas de lado por el momento para ayudar a la pequeña.

—Kim. Ven acá. ¡Necesito tu ayuda!—gritó la madre del niño desde el living para que su esposo viniera a ayudarla.

Llevaron a la niña hasta el baño. Allí, la señora de la casa se encargó de darle un baño de agua caliente y peinarla, con cuidado de no lastimarla más. Se veía bastante frágil.

El padre del chico habilitó la cama vacía que había en la habitación del niño para que la niña durmiera allí. Aquella cama solo era usada cuando el niño enfermaba. Sus padres dormían ahí para vigilar cuando su fiebre subía.

Cuando la niña tuvo sus heridas curadas y vendadas, la mujer la vistió y la llevó al cuarto de su hijo.

Ya estaba en la cama que habían preparado para ella. La señora Kim le daba de comer y su hijo estaba a su lado tomando la pequeña mano de la infante.

—Gracias.—dijo la niña y apretó la mano del chico con suavidad.

—Pequeña. No debes agradecernos. A partir de ahora nos aseguraremos de protegerte.— la madre del niño Kim era abogada así que se encargaría de todo.

A Mel se le volvió a escapar una lágrima.

—Ustedes son mis ángeles guardianes.—sonrió esta vez y abrazó con fuerza el cuello de la madre del chico.

—¿Cuál es tu nombre pequeña?—preguntó la mujer, quien ahora acariciaba con cariño la espalda de la niña.

El niño había tomado el plato con comida de las manos de su madre para que pudiera corresponder a aquel tierno y desesperado abrazo, que mostraba cuanta necesidad tenía la morena de recibir afecto.

—Mi nombre es Melanys.—

—Yo soy Choi Minha. Ahora Kim Minha, porque adquirí el apellido de mi esposo—respondió la mujer.

—Y yo Kim Taehyung.—
Melanys sonrió ampliamente y también lo abrazó.

—Gracias Tae Tae.—dijo con ternura y el niño amó el sobrenombre que ella le había dado.

Al final pasaba algo lindo el día de su cumpleaños. Taehyung y su familia habían sido su regalo más lindo. El que de seguro, su padre había enviado desde el cielo para ella.

Ante su acción repentina, el chico se sorprendió, pero terminó devolviéndole el afecto.
Kim Minha los observaba con ternura. Había recibido un bonito regalo justo el día de su cumpleaños y ella no podía estar más dispuesta a cuidar y preservar ese frágil y tierno regalo que era Melanys.

12 años después...

—¡Yah! ¡Tae Tae! Deja de mirarme así— la chica estaba avergonzada por la mirada que el chico le brindaba.

Hoy cumpliría sus 17 años y su actual familia había insistido para que se tomara las fotos en un estudio fotográfico.
La chica no podía parar de sonreír, se sentía tan bendecida. Después de todo, la vida al final le sonreía.

—Es que estás muy bonita. Has crecido mucho mi flancito— colocó una de sus manos en la mejilla de la chica y besó la otra con ternura.—ante aquella acción la joven había enmudecido y esperaba con todas sus fuerzas que él no notara su nerviosismo.

—¿Ahora sí me concederás una foto contigo así toda hermosa luciendo como una princesa de cuento de hadas? Yo quiero ser el príncipe. —esta vez tomó la mano de la muchacha y se inclinó para besar el dorso de esta.

¿Y cómo negarse a esos hermosos ojos avellanas y esa sonrisa encantadora?

El joven la tomó de la cintura y se acercó a ella. Verdaderamente parecía un príncipe. Vestía un traje blanco con detalles en dorado, que hacía juego con el vestido de la chica , el cual era  del mismo color. Encajes y perlas doradas se abrían paso a lo largo del mismo. En lo alto de su cabeza lucía un hermoso moño, el cual era adornado con pequeñas flores blancas, y el resto de cabello que permanecía suelto caía en bucle sobre sus hombros.
Los padres de los chicos los miraban llenos de gozo. Al final de tanta lucha por la custodia y felicidad de Melanys todo había obrado para bien y aquel hombre llevaba ya 12 años en la cárcel.

Pero no todo era color de rosa siempre. No para Mel.

                      🎈🎈🎈

Un hombre alto, vestido de negro, con una máscara del mismo color la estaba sosteniendo del cuello y ella luchaba por respirar. No había manera de que pudiera escapar. Ella trataba de agarrar las manos del mismo para intentar que aflojaran su presión sobre su punto vital pero le era imposible. Mel comenzaba a sentir que se asfixiaba.

—Mel despierta…Mel.—el joven la sarandeó un poco.

Ella al abrir los ojos con la respiración errática inmediatamente y ver el amable rostro de Tae se aferró a él mientras sollozaba.

—¿Otra vez esas pesadillas?—indagó el castaño.

Ella asintió mientras mantenía su cabeza encajada en el hueco entre el hombro y el cuello de Tae. Él se sentía como el lugar más seguro donde ella pudiera estar. Desde que lo conoció, siempre había sido así.

La separó con suavidad de él y la miró a los ojos fijamente. Secó con sus pulgares sus rastros de lágrimas y comenzó a cantarle suavemente una de las canciones favoritas de ella “Feelings” de Lauv.

Cuando la joven estuvo más calmada Taehyung volvió a hablar.

—Hoy quería ir a un lugar y me gustaría que me acompañaras.—
La chica lo observó dubitativa.

—¡Oh! No señorita, no me mire con esa carita. Levante su lindo trasero de ese cómodo colchón y vaya a darse un baño. Te esperaré allá abajo.—tocó con delicadeza la punta de la nariz de la chica y ella cerró los ojos y sonrió por inercia.

Cuando estuvo lista bajó, sin perder de vista las fotos hermosas de su actual familia colgadas en cuadros. Eran las fotos de sus 17 años y las amó, sobre todo en la que Tae y ella parecían personajes recién sacados de Walt Disney. De momento recordó esa que tenía de sus padres, enmarcada en un bonito cuadro en su mesita de noche y sonrió.

Luego de su pequeña distracción movió su cabeza para alejar todo pensamiento. Se despidió de sus padres adoptivos y fue en busca del chico que la esperaba fuera.  No sabía a donde la llevaría pero confiaba al cien por ciento en él.

—¿A dónde vamos? Tengo curiosidad.—comentó.

—La curiosidad mató al ratón Mel.—contestó y la chica comenzó a reír a carcajadas.

—¿Q..qué? ¿Qué es lo que te causa tanta gracia?—el chico desvió un momento su vista de la carretera para prestarle atención a lo que ella diría a continuación.

—Eres realmente malo con los refranes. ¿Lo sabías? —volvió a reír palmeando sus muslos.
El chico hizo un puchero.

—¡Yah! No te burles.

—Es que me dio gracia. Perdón. Es la curiosidad mató al gato.—esta vez ella le dedicó una hermosa y enternecida sonrisa de dientes. Cosa que hizo que las mariposas recorrieran toda la espalda de Tae y desembocaran en su estómago. Tragó fuerte y siguió mirando hacia el frente.

Después de esto, un silencio se esparció por todo el auto
Era uno cómodo, donde se sentían reconfortados con la presencia del otro. Mel miraba el paisaje por la ventanilla, era tan hermoso. El pasto estaba bien alto y tenía un color amarillento sumamente cautivador. Le llamaba mucho la atención y sonrió al visualizarse mentalmente riendo entre aquellas plantas mientras perseguía a Tae y luego se tumbaban en el pasto debido al cansancio y admiraban el cielo juntos tomándose las manos con música en sus oídos.
El sonido de las ruedas contra la gravilla la sacó de su ensoñación.

—Listo. Hemos llegado.— anunció el castaño.

—Mel se acercó y quitó el cinturón del mismo y luego procedió a quitarse el suyo.—el joven quedó helado en el lugar por un instante. Al rato recuperó la compostura y bajó del vehículo.

—¡OH MY GOD TAE! Un albergue para  perros. ¡Qué lindo!—la chica miraba el lugar emocionada. Sus ojos destellaban y su sonrisa era imborrable. Ella amaba los cachorros y él lo sabía.

—¡Vamos! Entremos.—entrelazó sus dedos con los de ella y caminaron hasta el interior.
Melanys no dejaba de mirar sus manos entrelazadas y el rostro de él de perfil. ¿Cómo una persona podría lucir tan perfecta? ¿Cómo podría estar tan cerca de ella y a la vez ser tan inalcanzable? Ella no creía en los cuentos de hadas pero imaginaba uno con él. Había escrito historias de ella y él, cosas que deseaba hacer con él en su imaginación, pero eso solo lo sabía ella y su libreta. La tenía  bien guardada.

🎈🎈🎈

Los dos jóvenes la estaban pasando bien mientras alimentaban a los pequeños cachorros entre chistes por parte de Tae y, risas por parte de Mel.

—Son tan lindos y suaves.—decía la chica acariciándolos enternecida.

—Pues… ¡Qué bien que te parezca así! Escoge uno para ti, que yo seleccionaré uno para mí.—el chico le volvió a mostrar su blanca y perfecta dentadura a la joven. Como quiera que ella lo mirara, veía una luz que fulguraba alrededor de él.

Mel estaba tan emocionada que no pudo contenerse más y  lo tomó de las mejillas, borrando así su sonrisa con un beso. Beso que había imaginado en su cabeza cientos de veces, que había descrito tan claro en sus historias. Beso que significaba todo para ella y que ahora podía hacer realidad.  El joven estaba atónito ante la acción de ella por lo que no reaccionó de inmediato, pero la chica se separó antes de que él pudiera hacerlo.

—Y…Yo…Yo lo siento. No era mi intención…No sé en que estaba pensando.—se puso en pies rápidamente, lo miraba asustada. ¿Qué clase de locura había acabado de cometer? ¿Por qué no había pensado antes de hacer semejante cosa? Preguntas como esas se hacía para sí misma mientras comenzaba a caminar, pero algo sucedió. Él sostuvo su mano.

—Espera Mel.

—No. Sé lo que vas a decir. Que solo me ves como una hermana y una chica a la que rescataste, que no confunda las cosas.—sus palabras salieron atropelladas, en carretilla.

El castaño la miró con dulzura y levantó la barbilla de la chica con el pulgar.

—¿Cómo estás tan segura de ello? ¿Eres adivina pequeña?—dicho esto acaricio el labio inferior de su contraria. Con la otra mano la  tomó de la cintura para acercarla más a él y deshizo el espacio que separaba a sus belfos de los de ella.

Se fundieron en un dulce y tierno beso. De esos que vienen acompañados de recuerdos, de nostalgia, de deseos reprimidos, pero sin prisa, saboreándose el uno al otro lentamente y sin inhibición. El chico subió una mano a la nuca de ella y la chica entrelazó sus brazos alrededor del cuello de Tae. Para ella todo parecía tan bonito, tan irreal, que si llegara a ser un sueño se sentiría destrozada al final, pero no lo era. Estaba sucediendo realmente.

Al separarse y mirarse el uno a otro se dijeron todo lo que habían estado reprimiendo durante años, con tan solo miradas.

La adolescente  era tan llena de grises, pero había algo que no sabía. Ella era  el color favorito de él.

—Te quiero Kim Taehyung.—

—Yo te adoro Mel, te quiero, te amo de una manera que no eres capaz de imaginar. Siempre fuiste tú para mí. Lo que nunca me armé del valor suficiente como para decírtelo.—expresó sus sentimientos más profundos. Sintió un peso ser liberado y el alivio que viene con ello.

Un perrito ladró irrumpiendo en aquel ambiente romántico.

—Ya sé cual escogeré.—Sonrió.
—Este será el mío.—miró al cachorro y se acuclilló para acariciarlo.

—¿Cómo le pondrás?—cuestionó la chica.

—YeonTan—. Habló él, y el animalito , que parecía una pequeña mota de pelo, ladró moviendo la colita indicando que le gustaba ese nombre.

—¿Ya escogiste el tuyo?—esta vez interrogó él.

La chica miró a su alrededor y vio un pequeño pequinés color café persiguiendo su cola, le pareció tierno y a la vez divertido.

—El mío se llamara YeonTae. —sonrió la chica y caminó para alcanzar el de ella y sostenerlo entre sus brazos.

—¡Oh Wao! Me gusta la mezcla. Pero... ¡Que poco creativa! ¡Me copiaste! —jaraneó el muchacho.

—Es que si yo pudiera, pondría tu nombre como un sello en mi cuerpo.—expuso ella.

Y ahí estaban… Besándose por tercera vez. Nada se podía comparar a los colores brillantes con los que había pintado Tae la vida de Mel y para ella, él era su mundo, su aire, sus fuerzas para vivir. Sin él no sabía que haría, ya nada tendría sentido.

Papá…Gracias por enviarme a Tae y por hacerme ver que también estuviste ahí siempre para mí. Al final de la tormenta siempre está el arcoíris y la olla de oro. Después de todo…los cuentos de hadas siempre se hacen realidad, solo hay que luchar bastante por ello y no rendirse jamás.

—¿Sabes Tae?—

—¿Mmm?

—Tengo una libreta donde escribí historias contigo.— la morena se tapó la cara sonrojada.

—¿En serio? Me encantaría leerlas y saber cómo describiste nuestros besos.—le dedicó miradas sugerentes mientras alzaba divertido ambas cejas.

—Pervertido.—la adolescente le aventó un peluche.

—No hay problema. Si quieres hasta te lo demuestro.—le sonrió con picardía y se puso sobre ella.

—¡Yah!~~! —la voz de la chica pasó de ser fuerte a asustadiza. Los ojos oscuros de Tae le decían muchas cosas, y ella no creía estar preparada para lo que estaba pasando por su mente.
El mayor comenzó a hacerle cosquillas y ella comenzó a patalear y reírse como nunca.

Después de todo, Melanys comprendió que todas las cosas suceden por algo. Claro que no hubiera querido que su familia se destruyera, solo tuvo que aceptarlo y adaptarse al cambio.

—Estoy tan agradecido con la autora por  ser el príncipe que rescató a su princesa.—frotó su nariz con la de ella mientras sonreían.

—Y yo tan agradecida con ella porque me hayas encontrado aquel día en ese lugar.—

—Melanys... ¡I purple you!—

—¿Qué significa eso Tae?—jugueteó con los dedos largos de su novio.

—¿Sabes lo que significa el color púrpura?

—Mmmm...A pesar de ser mi favorito, no sé qué significa Pero...¿Qué tiene que ver con todo esto?—cuestionó algo curiosa.

—Bebé..Verás...El color púrpura significa confiar y amarse por mucho tiempo. Eso es a lo que me refería.—sonrió y la joven tuvo pequeñas lagrimitas acumulándose en sus ojos.

—¡Por Dios Tae! ¿Cómo puedes ser tan dulce? —las comisuras de sus  labios se alzaron entre sollozos de alegría, pero él rapidamente la envolvió en un cálido abrazo.

—Te amo con locura Tae.—susurró contra su cuello.

Al final de mucho dolor vino su recompensa. Así como después de los días grises de mayo reverdeció la primavera.

Fin

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