Capítulo 16
Bajé la guardia por completo mientras observaba a Yesie y sentí una mano posarse en mi rostro. Ella abrió sus ojos como platos observando lo que estaba sucediendo. Yo me quedé en mi lugar como una estatua, no podía moverme, se sentía tan correcto y cómodo.
- Te he extrañado tanto, ma princesse. – después de escuchar lo último que dijo se me nubló la vista, no podía ver ni escuchar nada. Esas palabras me habían dejado aturdida, sentía mi cuerpo en llamas, la respiración agitada sin comprender el porqué. Alcé la vista y lo miré a los ojos, había tanto amor emanando de ellos que era insoportable verlo y no corresponderle, pero di un paso atrás y otro más alejándome de él. Sentía una presión horrenda en el pecho. Sin darme cuenta di un suspiro fuerte, estaba buscando el aire, sentía que no llegaba a mis pulmones.
- ¿Azleen estás bien? – Yesie estaba frente a mi sosteniendo mi rostro en sus manos, ella estaba demasiado asustada por mi reacción. – Mírame Azleen, me estás asustando – me susurró, alcé la vista del suelo y la miré a los ojos, los de ella se abrieron con sorpresa. – Azleen, estás llorando. – volvió a susurrar. Levantó su mano y secó las lágrimas que salían de mis ojos pero que yo no sentía.
- Yesie, siento que mi corazón va a explotar. – le dije con un hilo de voz apenas audible.
- ¿Qué demonios te está pasando?
- No tengo idea. Fueron esas últimas palabras que dijo, me hicieron reaccionar así. – Yesie unió nuestras frentes en una muestra de darme fuerzas, sus manos seguían en mi rostro.
- Tranquilízate querida, ¿Ok? – asentí con la cabeza y di un suspiro profundo.
- Ya estoy bien.
Ella soltó mi rostro y nos miramos por un momento. Ninguno de los gemelos se había movido de sus lugares mientras Yesie fue a tranquilizarme. Al parecer estaban sorprendidos por mi reacción. Nos aguantamos las manos y volvimos nuestra atención a ellos dos que estaban con cara de sorpresa y preocupación.
- ¿Qué edades tenemos realmente? – preguntó Yesie.
- Azleen tiene veinticuatro, tú tienes veintiséis y nosotros veintiocho. – contestó Georg. – Pero ustedes dos siempre se han comportado como hermanas gemelas, sin mencionar que ambas aparentan menos edad.
- Muy bien. Ahora a la pregunta importante. – dijo Yesie.
- ¿Hay alguna manera de que nos puedan devolver nuestra memoria? – pregunté.
Dank dio varios pasos atrás hasta estar al lado de Georg. Hablaron por un momento entre ellos. Uno asentía, el otro negaba con la cabeza. Me estaba empezando a poner nerviosa otra vez. Según lo que dicen ellos, tienen la tecnología más desarrollada alrededor del Mundo. Deberían poder regresarnos nuestra memoria. Hacer algo para que eso suceda y que nosotras no sigamos con este sufrimiento. Estaban enfrascados en una conversación, al parecer a mi vista algo agitada. Quizás algo no estaba bien. Llegó el momento en que ambos asintieron y nos devolvieron toda su atención a nosotras.
- Hay una inyección la cual es para borrar lo que se les puso anteriormente, pero no sabemos si puede ocasionar algún otro problema. Se ha probado en algunas ratas y todo ha salido bien, pero no en humanos y definitivamente no queremos que ustedes sean las primeras sin saber qué pueda pasar. – dijo Dank.
- No hay nada que perder, inyéctennos. – dijo Yesie, no hacía falta que me preguntara ella sabía que pensaba exactamente igual.
- ¿Estás loca? – gritó Georg. – He podido soportar el hecho de que hayas estado lejos – suspira y continúa – todo este tiempo porque sabía que estabas viva, pero si algo te llegara a suceder con esa inyección, moriría. – ahora caminaba en dirección a Yesie sin disminuir el paso, Yesie apretó mi mano. – No tienes idea de lo que he sufrido contigo lejos y sabiendo que no podías recordar nada. En este momento no me importa si me quieres lejos pero yo ya no lo soporto.
Solté la mano de Yesie para que pudiera defenderse, pero no lo hizo. Se quedó paralizada hasta que Georg llegó a ella y le plantó un beso en los labios. Esto no estaba bien, nada bien. Georg tenía sus manos puestas en el rostro de Yesie tan amorosamente que parecía una película romántica. Yesie reaccionó después de unos largos segundos y lo empujó, levantó su mano y se la estampó en la cara haciéndolo tambalearse. Lo había abofeteado de tal manera que su lado derecho de la cara había quedado completamente rojo al instante. Él se aguantaba el rostro pero tenía una sonrisa de felicidad que nadie podría borrarle. Este chico es masoquista, Yesie lo acaba de abofetear y él sonríe.
- ¿Estás...estás bien Georg? – tartamudeó Dank.
- No te preocupes, valió la pena. – contestó Georg.
- ¿Qué valió la pena? – contestó Yesie apretando los dientes. - ¿Vamos a ver si vale la pena que te vuele los dientes? – estaba temblando de rabia y tenía los puños cerrados con fuerza. Comenzó a caminar y Georg retrocedía.
- Tranquila gatita. – le dijo Georg. Yesie se detuvo y lo miró con la mejor de sus miradas asesinas, si no intervengo este tipo iba a ser hombre muerto. Yesie estaba empezando a moverse cuando corrí hacia ella y le aguanté el brazo.
- Tranquilízate, se supone que es tu prometido, ¿sabes qué significa eso?, tu futuro esposo. – le susurré. – Creo que lo mejor es que mantengan la distancia, de esa manera nadie saldrá herido. – les dije a los chicos. Ambos asintieron.
Hubo un profundo e incómodo silencio por un momento. Nadie se atrevía a decir nada o moverse de donde estaban. Yo rompí el silencio.
- ¿Y bien, nos llevan a donde sea que nos van a poner la inyección? – les pregunté tranquilamente.
- Bien, las llevaremos. – dijo Dank y comenzó a caminar.
- ¿Estás loco? – dije, mientras él me miraba asombrado – Maldición, ponte una camisa.
- Podrían esperar aquí unos minutos en lo que nos ponemos ropa decente. – dijo Georg.
- No hay problema, tárdense lo que quieran. – contestó Yesie ya más calmada.
Ambos se fueron caminado hacia una puerta a la parte de atrás en el lado izquierdo. La abrieron y desaparecieron por ella. Yesie y yo caminamos hasta unos asientos que estaban acomodados en el lado derecho de la habitación gigantesca.
- Pensé que me daría un ataque cardiaco cuando me besó. – la observé y tenía los ojos cerrados.
- Creo que ambas hemos estado a punto de sufrir ataques cardiacos en menos de cinco minutos de diferencia.
- Demonios, sí.
Nos recostamos en el sofá quedándonos calladas. Estábamos sumidas en nuestros pensamientos. ¿Será la inyección buena? ¿Nos hará recobrar la memoria? ¿Funcionará? ¿Nos hará más daño? No importaba lo que nos hicieran, debíamos arriesgarnos si queríamos recuperar nuestros recuerdos. No quería seguir viviendo sin conocer mi vida. Y mucho menos si éramos personas tan importantes a la hora de mantener la paz y salvar personas inocentes. Luego de unos diez minutos las puertas por donde habían desaparecido se abrieron y ellos entraron. Estaban bien vestidos, como aparecieron en televisión, pero en vez de que fueran la ropa color negra era gris claro. Georg llevaba una camisa blanca debajo y una corbata azul eléctrico, mientras Dank tenía una camisa negra sin corbata. Este hombre, aunque tuviera ropa puesta, me mataría por lo bien que se veía.
- Vamos, las llevaremos al laboratorio. – anunció Georg.
Nos levantamos sin decir una palabra y los seguimos. Abrieron la puerta por donde nosotras habíamos entrado y salimos en dirección a los ascensores. Los seguíamos de cerca, pero sin pegarnos mucho. Cuando se detuvieron frente al ascensor nosotras nos quedamos de lado, observando todo lo que hacían. Una vez el ascensor llegó nos hicieron una seña con la mano para que subiéramos primero y así lo hicimos. El ascensor era grande pero no lo suficiente para mantener bastante distancia. Dank estaba parado frente a mí dándome la espalda. Sentía la necesidad de abrazarlo, me estaba costando tanto poder mantener mis manos quietas. En lo que regresaron a nosotras se habían dado una ducha rápida, olían bien.
- ¡Dios qué bien huele! – dije para mí misma.
- ¿Dijiste algo? – Dank me miró por encima del hombro, sentí como mi rostro me ardía momentáneamente, especialmente mis orejas.
- No he dicho nada. – mentí.
El ascensor anunció su parada y abrió las puertas. Georg salió primero y luego Dank comenzó a moverse para salir, estiré mi brazo para tocar su espalda pero Yesie me la aguantó a tiempo mirándome con cara de asombro.
- ¿Qué rayos? – me dijo.
- Soy completamente inocente. – le dije alzando mis manos en forma de rendición. Alguien se aclaró la garganta y nos volteamos para verlos parados frente a la puerta del ascensor con cara de curiosidad.
- No sucede nada. – anunció Yesie – sigamos. – Ellos se voltearon y comenzaron a caminar, nosotras los imitamos. – Tranquiliza esos impulsos impuros. – me dijo Yesie en un susurro combinado con una risa oculta. La miré y puse los ojos en blanco.
Continuamos caminando por varios pasillos, nosotras caminando detrás de ellos. Yo seguía sintiendo el impulso de tocar su espalda. La mano me picaba, necesitaba controlarme. Llegamos hasta unas puertas de cristal, pero no se podía ver para adentro. Georg se paró frente a ellas y puso sus ojos para ser escaneados. Yo no aguanté y estiré mi mano hasta posarla en la espalda de Dank. Este se tensó al tacto pero luego se relajó. Moví la mano hacia arriba, hasta quedar en el mismo centro de su espalda. ¿Por qué se me hacía tan normal hacer esto? Me fui acercando poco a poco, como si estuviera hipnotizada. Parpadeé varias veces y me percaté de lo que estaba haciendo, me detuve en seco, antes de recostar mi rostro sobre su espalda y me alejé. Aguanté mi mano con la otra sobre mi pecho, respirando entrecortadamente. ¿Qué me estaba sucediendo? Dank se giró para quedar frente a mí. En ese momento no existía nada más, solamente él y yo. Me miró directo a los ojos sin moverse, no podía tragar ni respirar en ese momento, debía reaccionar por el bien del universo.
- Lo siento, mantendré mis manos bien guardadas dentro de los bolsillos. – le dije intentando recuperar el aliento. Él solamente me sonrió sin decir nada.
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