I'll always be here
Sherlock acariciaba la mano muy delgada de la chica, el azabache meditaba mientras escuchaba los leves pitidos que seguían indicando que estaba con vida, observaba como su pecho subía y bajaba pesadamente, casi, como si la respiración fuera más un trabajo que algo natural. El respirador artificial junto a los opioides dejaban que el aire se transportará con un poco más de regularidad.
Sherlock la observó, el cuarto del hospital se había vuelto como su habitación mateimonial, a pesar de que ahí ella se consumía lentamente entre tratamientos, el tiempo los había acostumbrado a esa situación, convirtiéndose en una rutina que Sherlock repasaba en su mente todas las mañanas.
1- Despertarse para ir al hospital.
2- Cuidar de ella durante la mañana.
3- Irse a la 1 de la tarde a Baker por petición de ella.
4- Regresar a las 5 de la tarde para cenar.
5- Irse a las 10 de la noche cuando ya se había dormido.
Y así, esos 5 pasos se volvieron metódicos para Sherlock desde que ella había quedado ingresada. Sherlock observó el reloj, casi eran las 6 de la tarde y ella no había despertado, los nervios recorrían su cuerpo conforme pasaban los minutos, cada noche se iba con la duda si podría verla un día más, sin embargo, esa noche algo en la rutina estaba cambiando que al azabache no le agradaba. Paso su mano por la cabeza, que antes había tenido un cabello liso y de un hermoso café claro, el gesto hizo que ella abriera los ojos lentamente, como si pesaran libras cada párpado.
-Hola - Susurró el azabache con ternura nacida desde el corazón - me había preocupado.
-Ella sonrió sin mucha fuerza - No te asustes tanto - La voz sonó débil casi, inaudible, en los últimos días ella había empeorado exponencialmente - Estoy desauciada, debes de pensarlo siempre.
-Shhh - El rizado vio que los labios habían perdido color - No pienses en eso ¿Vas a comer ya?
- No tengo hambre hoy - Sherlock tragó grueso - Mi amor, te amo - Sherlock se levantó soltando la mano.
- Por qué me dices eso - Ella frunció su ceño con delicadeza - parece que te despides... Y sabes que no me gusta oírte así.
-Solo quería decírtelo - Ella le tomo la mano de nuevo - nunca sé cuando será mi último alito... Prefiero no gastarlo.
- No será aún - Ella respiraba muy pausado - Yo sé que no.
-Recuerdas el día de nuestra boda - Sherlock sonrió - escribí un poema y te lo declame.
- Me enamoré de ti por tu poesía, casi nunca te encuentras a una poeta en el parque que te haga perder los estribos - La sonrisa de ella apareció débilmente, sin embargo, la tos interrumpió el momento - Lo siento, no debo hacerte reír.
Lo que restaba de la tarde, paso con más incidentes que requirieron más atención para ella, los doctores le autorizaron a Sherlock quedarse la noche con ella, no sin mencionar un "No sabemos si llegue a mañana Sr. Holmes" que a Sherlock le martillaba la cabeza cada vez que entraba una enfermera a dejar medicamentos en intravenosa, habían logrado controlar el dolor que su esposa comenzaba a sentir. Lo que lo relajo al menos por una hora, antes de que la tos se volviera un personaje principal de la historia.
Él podía sentirlo... Sabía lo que iba a pasar.
El reloj marcó la una de la madrugada, ella casi ya no respiraba, y el oxígeno se le iba, lo único que la mantenía era el respirador artificial. Ella observó con cuidado a su esposo, que estaba sentado en el sofá frente a su cama, podía ver como se había arremangado la camisa y tenía su cabeza apoyada en ambas manos. La preocupación se miraba en cada músculo de su cuerpo. Suspiró, debía despedirse, dejarlo libre y pedirle que fuera feliz.
- Sherlock - llamó con poca energía, él se levantó rápidamente para llegar al lado de la cama - debes descansar - Susurró mientras el tomaba una silla y la acercaba para tomar asiento.
- Estoy bien - Dijo mientras tomaba la mano con sumo cuidado - necesito verte bien.
-Necesitas descansar de todo esto - Sherlock la observó - lo único que me tiene viva es eso - señaló el respirador - desconéctame - El rizado negó rápidamente.
-Basta, ya deliras - Su voz se quebró de inmediato - vamos a esperar hasta mañana, no es tu tiempo...
-Quieres retrasar esto, pero ambos sabíamos desde que me diagnosticaron cáncer que iba a pasar - Sherlock fijo su vista en el respirador.
- No quiero que me dejes - sollozó - No puedo... Te amo - Susurró - No quiero, me niego, debe de haber...
-Shhh - Apretó su mano con las pocas fuerzas que le quedaban - Yo siempre estaré aquí, en tu corazón - Sherlock tragó grueso sintiendo como le quemaban las ganas de llorar en su garganta - Pero debo irme, y sé que podrás seguir... Tú eres mi Sherlock Holmes, el único detective consultor del mundo...
Él le apretó la mano con delicadeza, para ir en busca de los doctores y empezar el proceso para dejarla ir.
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En homenaje a todos aquellos que perdieron la batalla, y a los familiares que la pelean día a día por ser fuertes cada día.
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